viernes, 3 de junio de 2011

Derrotas y victorias, el cánon de lo que ya no sirve

En el plano dual que hemos habitado hasta ahora, todo se ha estado rigiendo por la dialéctica del enfrentamiento agresivo, por los pactos temporales entre fuerzas opuestas, que periódicamente se agotan y deciden pactar una tregua y cuando se consumen tiempos, recursos y ganas, se vuelve al combate por intereses. Todo ese mundo es un juego in articulo mortis en el que, hasta hoy, la conciencia del hombre ha ido naciendo, creciendo y descubriendo el sentido y el no sentido de las cosas. Un juego horrendo que ha causado y causa todavía genocidios, invasiones, terrorismo de todo tipo, muerte tanto física como psiquica y por supuesto ética y del alma. Enfermedades crónicas del carácter personal y social, que son la peor plaga que ha sufrido al humanidad.

Ahora, agotados los horizontes geográficos, traspasados ya los niveles de sostenibilidad biológica del ecosistema, arruinado el viejo concepto de economía de mercado, aplicada la guerra como tecnología esclavizante, el armamento como moneda de cambio, la política como sistema de lucro, presión, chantaje, corrupción y servilismo a los "poderes" negros de la banca, y la cibernética como bomba de relojería planetaria, en manos del mejor postor o im-postor, se comprueba que ya ha terminado su función el viejo sistema de luchas, de vencedores y vencidos. Ya no sirve el combate como medio de prevalecer o bien como opresores o como oprimidos.
Ni derrota ni victoria: cambio de paradigma. Abandono de los viejos tics agotadores e inútiles. El futuro no pertenece a los beligerantes, sino a los lúcidos. La justicia es la paz. Y no hay paz sin justicia. Justicia no es la aplicación del talión, sino el respeto y la asunción de la Ley de la Consecuencia, por parte de los infractores de las leyes cósmicas. Asumir la responsabilidad de las propias acciones sin la ilusión estúpida de que por ser actos anónimos no son visibles a un nivel metahistórico y metatemporal. De aquí nadie se escapa sin pagar daños y perjuicios. Es algo que los humanos no tenemos ninguna posibilidad de poder evitar. Se llama karma. Personal, social e histórico.
Pasar de víctimas y verdugos a adultos capaces de reconocer por sí mismos la responsabilidad de los propios delitos, sin necesidad de que haya castigo, sino simplemente, enmienda de la conducta dañina y de la mentalidad primaria. Reparación de los daños causados. Una reflexión profunda y humilde y real . No es lo mismo una estrategia de ataque y destrucción que protegerse del horror y exponer razones para evitarlo sin dañar a nadie. No es igual vivir y dejar vivir que estar interfiriendo y coartando la libertad ajena por capricho, locura o venganza irrisoria sin motivos. El mundo, en su estado actual, ya no permite esas frivolidades. Hemos llegado a la frontera en que el cosmos debe intervenir para recolocar el caos. Sólo hay una posibilidad de que esa recolocación no sea traumática para todos: y es la maduración de la mente y la personalidad salvajes y prepotentes, que están llevando a la humanidad al precipicio. La mente debe obedecer a la conciencia despierta, ponerse bajo tu tutela. Necesita limpiarse y cambiar de gafas. Necesita otra graduación mucho más precisa, que no le haga ver paranoias megalómanas ni emprenderla con los inocentes, ver culpables en los que aportan una visión nueva, ver imposición en lo que es simplemente una reflexión práctica y una revisión de lo que ya no funciona. Ahora podemos ver que las guerras, cuando el ser humano no avanza, sólo cambian de plano, no se disuelven en el avance de la civilización y lo que antes eran armas de fuego, ahora son los medios de comunicación, la red on line, la publicidad, las técnicas mentales de control a distancia ya experimentadas por la KGB y la CIA desde hace muchas décadas, el miedo virtual y la alarma constante que lo provoca. Los viejos depredadores no han cambiado su mente, sólo su aspecto físico y sus métodos de depredación. Ellos ven enemigos en todo el que piensa otra cosa, o ve un poco más allá.

Un modo de combatir suciamente es la manipulación desestabilizadora. Que no pretende nada, sino agitar y revolucionar, aprovechando la justa indignación que produce el mismo estado de cosas que esas fuerzas desencadenan. Por ejemplo, las revoluciones "espontáneas" que estamos sufriendo en estos meses, por todas partes, provocadas más por inercia y ganas de ser protagonistas en plan el Zorro, que por la inteligencia y el sentido común. Se trata de soliviantar los ánimos cansados de soportar un peso injusto, pero la "sublevación" no es coherente, es necia, se levanta en el momento menos oportuno con mensajes incoherentes que confunden las ideas, que en su ruido no dejan espacio a la reflexión. Se agitan los más rebeldes sin causa, porque los que tienen la causa verdadera no pueden salir a la calle a gritar: tienen que solucionar la supervivencia. Gritan y se alteran los que viven bien, lo que viven de sus padres, sin iniciativa para coger una mochila y buscar el trabajo donde sea. Gritan los que luego no saben vivir sin los videojuegos, sin la moto o el coche, sin la cerveza o el botellón en la mano, que han estudiado por inercia, no porque saben lo que quieren y están dispuestos a esforzarse como sea, que por supuesto, pagan con dinero de "papá y mamá". He visitado las plazas ocupadas de mi ciudad. Y eso no tiene el menor futuro. Rabia y hastío son un velo para la inteligencia, un cemento para la creativdad y un anzuelo para los poderes de siempre. Así no se cambia nada más que el deseo de votar, en abstención. Y el resultado ya se ha visto. Los partidos pequeños practicamente no han variado su posición. Pero los organizadores del malestar han aumentado el quorum.

No es una revolución, sino una evolución, lo que se necesita. Por eso, en las acampadas hace mucho más efecto una sesión de Taichi, de Chikung o de meditación o de yoga, que la rabia y la indignación estúpidas y sin solución. El milagro es un principio real, cuando hay luz para ver la realidad, y un imposible cuando la luz de la inteligencia está apagada.
El futuro no puede florecer entre cardos y piedras, en una tierra árida, embarrada con plásticos y basura no biodegradable, en unas mentes zafias, atadas por adicciones, incontinentes y turbias. Idiotizadas por la vulgaridad y la pornografía de la estupidez que se cree por encima del bien y del mal, mientras, paradógicamente, ve enemigos hasta debajo de la mesa.

El futuro necesita inteligencia como abono, honestidad como agua, equilibrio como aire puro. Decencia y lucidez como poda. Ideales limpios y realizables, como alimento. Y una canalización racional y al mismo tiempo intuitiva, de todo el potencial, en actos no sólo testimoniales del fastidio, sino capaces de cambiar los hábitos y las conductas. Mientras eso no se cultive y se desee, nos tocará soportar la falacia de las victorias y las derrotas. De la protohistoria dictatorial, de los enredos indeseables que viven disfrazando las mentiras con apariencias de verdades a medias o medias mentiras. Que es lo mismo.

No hay mas salida que despertar y abandonar la caverna. O perecer en ella, en la ignorancia, en la mala voluntad, en el engaño de la componenda. En la locura de la perversión revestida de falsa virtud. En ese revolucionar inútil y demente que sólo es la excusa para que nada cambie en realidad.
Si no cambia el individuo, no puede cambiar nada en la sociedad, que no cambia inercialmente por sí misma, porque es el conjunto de toda la intención individual. Un montón de locos manipulados y sin orientación, sólo pueden constituir la población de un manicomio. Un montón de locos sanados y reorientados hacia el equilibrio, puede ser el milagro de un mundo nuevo. La utopía que se realiza. El milagro de la inteligencia.

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