jueves, 9 de junio de 2011

Un punto de encuentro entre videos y experiencia

Hoy he vuelto a mirar dos videos interesantísimos en la colección de Redes. Uno trata sobre la génesis del mal en las raíces oscuras de nuestra naturaleza, el título ya es muy sugerente: "La pendiente resbaladiza de la maldad". El psicólogo norteamericano Philip Zimbardo, conocido por sus experimentos en los 70, acerca de este tema, habla sobre y explica la importancia del entorno como caldo de cultivo de nuestras emociones y de nuestras pulsiones. De tal modo que la asunción de ciertos roles, de ciertas actitudes impuestas por el entorno o contagiadas o elegidas libremente, pueden convertir a un ser normal en un monstruo. El psicólogo hace una crítica muy acertada a la magnificación del ego en las culturas de occidente. Afirma que la corriente que exalta el egocentrismo considerándolo "sano", hace un daño espantoso en la psicología de niños y adolescentes. Y que también el ego está en la base de las crisis mundiales porque suprime el valor del "nosotros" o lo limita al clan de la complicidad, le priva de universalidad y lo limita a la pobreza de alma, a la miseria de sentimientos y a la perversión de la mente. Después de analizar, concienzudamente y con la ciencia en la mano, ese tipo de conducta monstruosa que puede desarrollar cualquier persona que se abandone a las órdenes de una autoridad tiránica, de un rol social asumido, ya sea por miedo, por indiferencia, por interés o por afinidad, da unas sugerencias importantes sobre la falta de paradigmas, de modelos de conducta. Y afirma que está haciendo un proyecto en internet, una especie enciclopedia, en la que se puedan publicar todos las conductas heroicas que se hayan conocido en el entorno de cada persona que desee colaborar en esta recopilación. Con el fin de que los educadores y los educandos encuentren referencias más sanas y positivas que las que están ahora mismo prevaleciendo y destruyendo lo mejor que el hombre tiene: la potencialidad de ser héroe. Y ahí explica que un héroe es el anti-ego personificado. Es quien ha pasado de ser egocéntrico a ser sociocéntrico, del limitador e inmaduro "yo sólo soy yo", al evolucionado y magnífico: "yo soy nosotros". A comprender que el valor del bien común es el tesoro más grande que poseemos y la única fuerza capaz de salvar al hombre, a la especie humana y al planeta, de la catástrofe autodestructiva.
Ha sido necesario atravesar históricamente el infierno del individualismo paranoico, para saber que no es el camino de la vida, sino el de la destrucción. Por eso ahora nacen corrientes "indignadas" que van mucho más allá de la indignación, van en busca del héroe que se esconde detrás del dormido, del manipulado, del indiferente o del desanimado. Del que ha llegado a un mundo vacío de ideales realizables y se ha encontrado una jungla mortal, donde las alternativas sólo son dos: o te devoran o te conviertes en devorador. Eso no es real. Es una falacia que se ha extendido como una gripe y ha convencido a muchos de que hay que aceptar "las reglas del juego" para sobrevivir. Y no es verdad. Dentro llevamos la fuerza suficiente como para salir de esa madeja paralizante y narcótica. Dentro llevamos ese héroe de las pequeñas cosas diarias. El que es capaz de olvidarse de sí mismo para pensar en el bien de todos, que es también el suyo, naturalmente, como el barco en el que todos navegan. Ese ser tan completo y maduro que no necesita estar constantemente siendo valorado, aplaudido, reconociodo o temido. Lo mismo da que sea amado, envidiado u odiado y sólo busca la burbuja hueca del protagonismo. Como cantaba Cecilia hace años: "la novia en la boda, el niño en el bautizo o el muerto en el entierro, con tal de dejar su sello". No, para el héroe de nuestro tiempo, no es así. Él no busca jamás el reconocimiento, es discreto y silencioso. Da sin pedir nada a cambio. Conoce a fondo los secretos de la empatía, de la solidaridad, del respeto por los demás. Sabe descubrir lo bueno de cada persona y alimentarlo. Así nace la cooperación y desaparece la rivalidad, las suplantaciones de la envidia, la confrontación y la competitividad desleal.

En una sociedad nueva, donde todos van encontrando el héroe que hay dentro de cada uno, las cosas cambian diametralmente. La energía sube de revoluciones. Porque se crece y se progresa cooperando, creciendo juntos, alegrándose de las cosas buenas que descubren todos y compartiéndolas. Así desaparece el instinto depredador que lleva a la rivalidad, a la inseguridad, a los celos, a la envidia y al desgaste. A la infelicidad. A la estupidez camuflada de "talento".
Las mentes más rezagadas en la evolución se empeñan en conservar los instintos en el estado actual, tienen miedo a que si pierden "fiereza" y "agresividad" se los coman y los destruyan. Y es esa mentalidad miedosa y limitadora la que crea las conductas crueles como las que describe Zimbardo en su dossier experimental, eso es lo que tiene estancado el avance y eso es lo que las nuevas olas de inquietos desean eliminar para poder ir avanzando. Se está viendo muy claro en las asambleas del 15-M que consiguen organizarse serenamente. Soplan vientos de lucidez. Menos mal. Y se va entendiendo, que no son los políticos ni los administradores públicos, sino las bases sociales, las responsables de su aceptación sumisa e irreflexuva de lo que se les impone. No por el hecho de que esté impuesto, sino porque no sirve en realidad para crear vida, sino desastre y ruina. El imperio del ego está consumiendo sus últimas etapas. El siguiente paso es el "Nosotros".

Y las herramientas para poner en marcha el sistema de la normalización del héroe, lo aporta el segundo vídeo, en el que un neurólogo y monje budista nos explica claramente y con una sencillez total, los valores sociales y reformadores de la compasión. Y nos da la clave científica de la luz interior como instrumento básico para aprender a distinguir y a optar por lo que da vida y crecimeinto. Todo empieza por el aprendizaje que nos hace dueños de mente y emoción. Que nos lleva a la libertad verdadera, que es la que nos hace dueños de nuestro sistema reactivo animal, ese que sin control interno, es capaz de convertir a un ser normal en un monstruo. En un autómata esclavo de la genética, del ambiente, de la necesidad primaria.
La propuesta de Zimbardo es enriquecida por esta oferta saludable e inteligente. La meditación como alimento diario, nos conduce a unos cambios irreversibles y estupendos en nuestra conciencia. Nos procura la visión de la realidad separada de la cortina emocional y cambiante del mundo emotivo y mental desordenado. Confuso. Irresponsable. Ciego. Perdido. La meditación comienza con pequeños cortes de atención combinados con la respiración consciente y el "parón" de los pensamientos delante de la inteligencia. Como las nubes pasan por un cielo imperturbable. Como brillan los astros en el cielo, aunque en las capas bajas de la atmósfera estén tapados por la contaminación y las nubes que se forman en ella.

A mí personalmente me ha ayudado siempre mucho incorporar el estado meditativo a la vida diaria, a la normalidad de lo que pasa en mi vida. Lo hago por la mañana al despertar, antes de levantarme. Me fijo un "argumento" para el día. Puede ser la bondad en todo. O la justicia. O la ternura. O la paz. O la generosidad. O el amor universal. La sanación del mundo o de algún caso especial que conozca. Paso unos minutos respirando esa idea, que poco a poco extiendo conscientemente por todo mi organismo, con el oxígeno del aire. Lleno mi cuerpo, mi mente, mis pensamientos que van y vienen, con esas ondas, que pasan de ser ideas, a ser respiración, latido, pulso, sensaciones térmicas, ruidos en el exterior., el cielo, la tierra, el universo..todo está impregnado de ese impulso. A veces me lo escribo en papelitos y los reparto por la casa, o los llevo en el bolso o en los bolsillos, a veces me los escribo en la palma de la mano, para recordar que vivo inmersa en ello, simplemente con respirar esa luz argumentada. Y eso es lo que me voy encontrando a mi paso. Porque todo lo que se me acerca, se contagia de ese estado. Y sea lo que sea, se convierte en algo estupendo tarde o temprano. La experiencia constante de esa verificación me hace tener mucha más segiridad en el proceso. Y así mi ego se va fundiendo en el nosotros sin demasiado esfuerzo y sin ninguna "lucha", al contrario, con una paz gozosa que aún en medio de problemas, dificultades y conflictos, no se pierde jamás. Me enfado, río, lloro, me emociono, como todo el mundo, pero también esas manifestaciones de mi carácter, nacen contagiadas de el "programa" argumental de cada día. Y nunca me llevan a desear el mal ni el dolor para nadie.
Escribo esto para animar a todos los que lo leais, para que veais que si una mujer corriente, madre y abuela normalísima, lo puede vivir, cualquier persona puede hacerlo igualmente si lo desea.

Gracias por estar ahí y un buen día a todos.

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