sábado, 30 de marzo de 2013

J.J Millás



 “No puedo agradecerle su comparecencia porque si bien lo que ha declarado es su verdad, su declaración me parece poco creíble”. Son las delicadas palabras del juez José Castro, que lleva el caso Urdangarin,al conde de Fontanao, asesor legal de la Casa del Rey. Rebobinemos: “Si bien lo que usted ha declarado es su verdad…”. “Su verdad”, no se lo pierdan, la verdad de un testigo de un caso de corrupción que tiene a España en vilo. Pero las verdades, nos preguntamos, ¿dónde se adquieren?, ¿en la tienda de chinos de la esquina, en las boutiques de Marbella, o en establecimientos de confección de verdades a medida? Me hace usted una verdad a la altura de la Casa del Rey, que tengo que declarar como testigo en el caso de su yerno, un presunto chorizo de armas tomar.
Olvídense, amigos, de las verdades objetivas, aquellas que permitían la vida en común y gracias a las cuales consensuábamos cuándo era miércoles y cuándo eran las 12. Esas verdades quedan para las clases medias y bajas. Si usted no paga la hipoteca porque el banco le ha robado el dinero ahorrado para ese fin, usted es un moroso y debe sufrir por ello, y no solo usted, también sus hijos, por lo que mañana mismo lo ponemos en la calle. Pero dejarme en la calle con una esposa en paro y un bebé de ocho meses, ¿no es una forma de violencia atroz?, pregunta usted. No señor, dice el otro, violencia es que usted proteste frente a la casa del banquero ladrón. Pues esa no es mi verdad, insiste usted. Como si usted, replica el otro, pudiera disponer de una verdad propia, ¿no se da cuenta de que es usted un tirado, de que usted es chusma, clase baja, y debe conformarse con una verdad objetiva? Pero el conde de Fontanao, protesta usted… Al conde de Fontanao, concluye el otro, le hacemos las verdades a medida, que para eso es conde y asesor legal de la Casa del Rey.

Comentario:
Sí, verdades a medida de cada indecencia, según sean las dimensiones volumétricas del mentirologio personificado, en la sastrería declaratoria del prêt-a-porter; en ese corte y confección al estilo Camps, por ejemplo, que eso de los trajes y las trolas lo lleva de lujo, a juzgar por los veredictos de su juzgado más popular que ninguno.  Popular del todo.
Hay que ver como tienen que hacer filigranas y encajes de Almagro los jueces que desean ser justos: Además de buscar e investigar la verdad en medio de una jungla cargada de fieras salvajes, deben esforzarse en ser delicados con la fauna de la región selvática, para no irritar tan delicadas y tiquismiquis sensibilidades. Es un contrasentido muy propio de los tiranos, ése de ofenderse por minucias y vocablos indecuados (según ellos, claro está) mientras ejercen su fuerza y su opresión sobre los más indefensos. Es mucho más grave para un tirano que alguien le llame tirano, que promulgar leyes horrendas que arruinan al prójimo y enriquecen los bolsillos caciquiles.  El "que se jodan" de mistress Fabra, por ejemplo no es una ofensa, sino una travesura de neodiputada; pero el comentario de Ada Colau en el Congreso, cuando afirmó que le hubiese gustado tirar un zapato al banquero informador de "su verdad", mereció un rapapolvo severísimo y amenazante. Les pierde el protocolo; el protocolo sui generis, por supuesto. Ese protocolo prêt-a-porter como la "buena educación", que consiste en disfrazar con palabras oficiales y enrevesadas, que parecen inocuas, los hechos, decretos y leyes más injustos y lacerantes. A las señorías de toda laya y a los señoritos del tinglado tiranuelo les suele ofender el envoltorio, la forma...pero les traen sin cuidado los contenidos y el fondo de los asuntos. Quizás porque el barniz del glamour no da para más y no se enteran de que una "delicadeza" forzada para poder dirigirse a ellos sólo demuestra su miedo a enfrentarse a "su verdad" y su incapacidad para relacionar causas y efectos, irresponsabilidades y consecuencias, torpezas indecentes y caos político-social. Por eso necesitan cobijarse en el chiringuito de "su verdad". Del subjetivismo atávico que incapacita absolutamente las entendederas. Aman la "sinceridad", pero la confunden con el cinismo. Una cosa es ser "sincero" con la propia verdad, que tantas veces es una falacia objetivamente, y otra muy distinta es ser veraz. Objetivo. Capaz de reconocer, sin excusas, el propio error, en beneficio de la verdad real que es un bien para todos, hasta para el  mismo infractor. La mejor ganancia es tener un conocimiento real de uno mismo, de los aciertos, los fallos, los fracasos y los logros mejores.  Una sociedad donde triunfan quienes mejor se escaquean de la verdad en beneficio de "su verdad a medida" de la prótesis ortopédica de una mentira constante y miserable, es una ruina en todos los sentidos.
Es una "sutileza" imprescindible que deberían enseñarnos en la escuela y en casa. Cuando no es asi, es practicamente imposible que se adquiera durante el resto de la vida una actitud más elevada  y una ética nueva. Y por eso esta sociedad es una perenne mascarada de verdades a medida de cada trola consensuada.

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