La
crisis climática y las cada vez más frecuentes olas de calor son ya una
realidad. Las ciudades de nuestro país se han construido de espaldas a
esa realidad. Y así siguen. Sufren el efecto “isla de calor urbana” debido a un entramado de cemento y asfalto, muchas veces sin árboles, que provoca que la temperatura pueda ser entre 8 y 10 grados superior a las que se dan fuera de las ciudades.
10 grados más en una ola de calor marcan la
diferencia. De día y de noche, sin tregua. Las personas sufren, muchas
de ellas mueren y la fauna urbana se ve igualmente afectada por esas
condiciones extremas a las que en muchas ocasiones no pueden sobrevivir.
En Europa se estima que el 4% de la mortalidad estival es atribuible a
las islas de calor. Sin zonas verdes, perdemos vidas.
Desde
Greenpeace pedimos a los gobiernos municipales que conserven y aumenten
el arbolado y la cobertura vegetal en sus barrios y ciudades y que aseguren acceso de toda la población, especialmente la más vulnerable, a espacios verdes cercanos y vivibles.
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