domingo, 11 de octubre de 2009

Chocolate espeso e ideas claras

He leído una noticia curiosa e interesante: José Bono, presidente del Congreso, declara que al socialismo le vendría muy bien acercarse al cristianismo y llevarse mejor con la iglesia católica. Dos afirmaciones que me parece necesario ajustar, porque tienen una lógica y matices importantes, y que son eco de una realidad social confusa y bastante distorsionada. Veamos el panorama en algunos puntos de reflexión.
1) No sólo al socialismo, sino al mismo catolicismo militante y ofendiente contra todo prójimo que no pertenezca al clan, le vendría de perlas, además de repasar el catecismo, sobre todo, convertirse. Cambiar. Un giro copernicano de conciencia que abra las mentes y los sentimientos. Que despierte la capacidad de Ser y avive la llama del amor, de la solidaridad, del respeto, de la bondad y de la inteligencia.
2) Confundir catolicismo con cristianismo es un error muy común, porque desde que la iglesia asumió poderes temporales, se ha ido formando un batiburrillo de confusiones, manipulaciones y engaños, dobles sentidos y enredos que con la mejor intención, seguramente, han enmarañado mentes y conciencias hasta derivar en este maremagnum findetodo y comienzodealgo, que ahora nos ocupa y nos descoloca cada día un poco más. Lo que hemos heredado como institución es una farsa. ¿Qué es una farsa? ¿una mentira? No exactamente. La farsa es un modo deformado y fuera de tiesto, de interpretar una realidad que supera los medios y modos de entender y comunicar lo noentendido. Por ejemplo, podemos hacer una farsa, una comedia, un sainete, sobre la corrupción, sobre la enfermedad, sobre la droga o la guerra. Tomando un hecho real, lo interpretamos, lo modelamos y lo orientamos hacia aquello que nos interesa comunicar, dejando a un lado zonas importantes de la realidad objetiva, y apartando aquello que no interesa resaltar, o lo que no importa o no conviene tocar. Eso ha sido durante siglos este catolicismo agonizante que aún sobrevive camuflándose en una multinacional ideológica, que ya hace mucho tiempo ha olvidado su verdadero sentido, sus raíces. Se ha incardinado de tal modo en la supervivencia y en el miedo a desaparecer, que ese mismo afan de "eternidad" la ha dejado sin alma, sin contacto con el Ser y congelada en el tener, poseer, mandar y figurar, paro ya sin un porqué.
3) En efecto, como percibe Bono, el socialismo y el cristianismo tienen mucho que ver.Pero en la base. En el origen. No en la farsa "política" o religiosa. Uno y otro responden al evangelio de la vida, cada uno en su tiempo. Hasta en la honesta percepción de Marx, que detectó la idolatría, el opio del pueblo, la adormidera de conciencias con que el falso cristianismo vegetaba entonces y aún vegeta por estas latitudes del tercer milenio en ciernes. Sin raiz espiritual se ha vinculado a opciones políticas que mantengan su supervivencia en las costumbres y en hábitos sociales incluso opuestos al origen cristiano, para no perder la clientela. Así, para "sobrevivir" ha ido olvidando su función mediática, no salvífica por sí misma, sino como instrumento de algo más consistente y valioso: el camino hacia el encuentro humano-divino dentro del mismo hombre. De ser un medio se ha convertido en fin. Y como hacen los políticos demagogos, cuando esa farsa se siente atacada, envenena y asusta a sus partidarios: quien la critica o la rechaza, quiere el mal para todos.
Cuando alguna costumbre injusta, pero arraigada y bendecida por el sistema "católico" se modifica desde la sociedad laica, para mejorarla, -reconocer derechos a los homosexuales, no hacerla signatura de religión católica obligatoria, o respetar el testamento vital o la pluralidad de credos en la enseñanza sin imposición de la religión propia a los no católicos- a institución salta como una fiera acorralada, sin reflexión ni sabiduría, se alía con lo más fanático y menos cristiano que encuentra porque ha perdido el don del discernimiento y ha olvidado la humildad. Reprimiendo el don divino de la sexualidad humana, -porque no ha sabido comprenderlo limpiamente ni orientarlo-, en pro de una "castidad" impuesta, provoca pedofilias, dobles vidas y males psíquicos incontables. Alterando la paz social y creando bandos y luchas, ella siente la "militancia" de una cruzada y se refuerza en su poder mundano, dando la espalda a su misión y aceptando pactos sacrílegos de silencio con los dictadores que le permiten seguir en el poder, aunque haya mártires por el reino de Dios, que no están bautizados o que no van a misa, eso no cuenta. Con sus hechos niega lo que con sus palabras afirma: Dios es Amor sin exclusiones.
Justicia, compasión por todos y respeto para todos, sin excepciones. No se puede ser aliados del racismo y la xenofobia no bendecir en privado lo qque se condena en público. Ni cobrar un plus multimillonario por las visitas del jerarca máximo, sobre todo en aquellas al Tercer Mundo. Ni consentir dispendios brutales en los preparativos,mientras necesidades vitales de los ciudadanos están al descubierto. Todo eso se ahorraría si el jerarca máximo no fuese un jefe de estado, sino un peregrino al servicio de los más sufrientes y necesitados. Pero en eso el señor Bono no quiere entrar. Tal vez no lo ve ni lo sabe. Porque siguiendo las buenas costumbres ancestrales sigue confundiendo catolicismo con cristianismo.
4) Al socialismo, es cierto, le vendría muy bien pasarse por el cristianismo de vez en cuando ¿Y a quién no? También al catolicismo de corte fasci-corrupto,le vendría al pelo. ¿En qué se diferencian los cultos profanos y fanáticos a la Xeperudeta o Sant Vicent, por ejemplo, del culto a los ídolos pehistóricos? Pues en que ahora se ven por la tele y el atrezzo se compra en el Corte Inglés. Nada más. El estado de dormición en que vegeta la sociedad,acunada por las nanas del catolicismo-fusión, impide despertar. Y eso es el pecado más grave que se puede cometer. La base del verdadero "mal" que afecta al hombre. Da escalofríos pensar que todos los beneficiarios de una trama corrupta de dimensiones descomunales, están bautizados, que dejan un ratito libre en sus tejemanejes de mentiras, omisiones, calumnias y desvergüenzas, para ir a misa, comulgar, confesar y rezar ¿ a quién?...Y que después de estudiar religión en la escuela y en el instituto durante años, de besuquear a Santiago y a la Virgen del Pilar, no han aprendido a distinguir las dimensiones y variantes del séptimo mandamiento, por ejemplo o del octavo, por citar sólo esos dos. Será que no han pasado el control de calidad en el cumpli-miento de los dos primeros:
I- Amarás a Dios por encima de todo y I-Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Claro que tal vez, ocupados en el III que es santificar las fiestas, es posible que se hayan pasado diez pueblos. Sobre todo si las fiestas dan un pastón y entretienen a la gente aún más y mejor. Panem et circenses. Faltaría más, para no perder la costumbre imperial.
No se trata de destruir nada, ni de ofender. Son hechos. Hechos que debemos analizar y estudiar con calma y reflexión. Sin enfado ni descalificación. Ateniéndonos a lo que hay. A lo que vivimos. Al deber de informarse y aportar nuestro discernimiento. No a la rebeldía, no a la inutilidad de los enfentamientos inútiles. Como ciudadanos, reflexionamos y construimos espacios de intercambio de ideas y opciones, para que todos mejoremos.
¿Cómo se estaría viviendo esta crisis si la honradez, la cooperación y las ganas de que el bien sea patrimonio de todos, no algo partidista, guiase las intenciones? Si el bien común fuese el objetivo de los discursos y no el apoderarse del poder y de la influencia social, religiosa o mediática. Si fuesen la inteligencia, la ética, la honestidad y la lucidez las cualidades más valoradas en vez de la sastrería superstar, el joyero, el relojero de lujo o el peluquero fashion que hacen los arreglitos en esa evento-pijolandia de nuestros gobernantes falleros, mientras la falla ciudadana se cae a cachitos, desmoralizada, desinflada y harta de tanta basura costeada, zaplanizada, fabreada, barbereada y campsizada por los impuestos que salen del trabajo y del esfuerzo de los pocos que aún conservan el empleo, si fuesen esas cualidades importantísimas e imprescindibles las mejores medallas que se colgasen, entonces sí, la iglesia que los formó y educó en el catolicismo podría de verdad sentirse contenta y satisfecha de su misión.
Pero con estos resultados, señor Bono, ¿qué quiere qué le diga?

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