martes, 6 de octubre de 2009

Leyes eternas. Nueva conciencia.

Amor y matrimonio. Significado profundo.

Hay mucho que revisar en nuestra herencia cultural, ética y religiosa, para poder liberarnos de tópicos y restos inservibles que suponen un lastre pesadísimo en la evolución. No se trata en absoluto de eliminar las bases fundamentales y necesarias para convivir armónicamente y en paz. Civilizadamente. Ni un permiso irresponsable para saltarse a la torera las normas más elementales de la decencia, sino al contrario, se trata de hacer un análisis justo y honesto de nuestro estado evolutivo, revisando las condiciones del "contrato" existencial que nos encontramos al nacer y que con la evolución de la conciencia y del cerebro, con la modificación de la percepción y de la experiencia, necesitan una nueva visión para poder comprender en qué punto del camino nos encontramos ahora y cómo afrontar los nuevos desafíos y comprobar si las herramientas heredadas nos sirven o hay que sustituírlas por otras más adecuadas a las nuevas funciones. Es decir, como Darwin afirma, si la función crea el órgano, las nuevas funciones de la nueva conciencia tienen que desarrollar nuevos órganos personales y sociales que hagan posible el crecimiento, la liberación y el equilibrio.
Uno de los puntos álgidos de nuestro currículum terrestre es el de la relación de pareja. La vida compartida entre dos. Desde el Paleolítico ha llovido mucho y hemos ido aprendiendo y desarrollando diferentes modos de entender esta forma de relación que es fundamental para la especie y para el equilibrio individual.
La "solución" a esa necesidad desde siempre ha sido el matrimonio, en cualquiera de sus modalidades antropológicas. En la medida que las conciencias han ido progresando también ha ido tranformándose la base de datos que nutre el vínculo matrimonial.
De una unión meramente funcional, reproductora e interesada, se ha ido llegando a la pareja que se une por afinidades, afecto profundo y enamoramiento. Por un proyecto de vida a compartir,por un trabajo conjunto que realizar en el mundo. Por unos ideales de desarrollo que mueven el interés por la vida en común en privado y en público. Sin embargo hasta esa forma más selecta de relación ha entrado en crisis y uniones "de toda la vida" se deshacen un buen día porque ya "no hay nada que decirse", ya "no hay comunicación" y lo que fue ha dejado de ser sin poderse evitar. Se hace lo posible por "salvar el matrimonio", pero el resultado es nefasto. El matrimonio está fundamentado en el bien y en el crecimiento de dos personas y de pronto esas dos personas empiezan a sentirse desconocidas, extrañas. Y sin ellas el matrimonio no existe. No es el divorcio lo que ha estropeado el matrimonio, sino la solución civilizada a una situación insostenible en una unión que ya nolo es. Un divorcio respetuoso y comprendido con honestidad, es mucho más ético que el adulterio y la mentira como recurso para ocultar el final de algo que no tiene sentido sostener. Si aparece un tercero entre las dos componentes de la pareja es porque el enamoramiento se ha terminado y el amor no ha llegado a ser. El divorcio ya es un hecho. La firma ante le juez, es puro trámite.
¿Y el amor? Los implicados en la "ruptura" dicen que se ha terminado. Lo que no sospechan es que ese amor ahora falta porque nunca estuvo presente. Se confundió el enamoramiento -esa fuerza magnética e invencible, durante algún tiempo- con el amor. Y aunque son compatibles no siempre aparecen juntos. Porque el enamoramiento depende de los sentidos y por eso caduca cuando los sentidos se saturan o cambian de interés y fijaciones. Sin embargo el amor no caduca nunca, necesita la ignición del enamoramiento para hacerse notar y sentir y a partir de entonces comienza a crecer y a liberarse de los altibajos de aquél. Al amor empieza a tener identidad propia con todo lo que eso implica. El enamoramiento es hijo de los sentidos. El amor es hijo del alma y del espiritu. Los sentidos y el eros se purifican en él y él a su vez, los embellece, los eleva y en ese proceso se hace visible. Convierte la estética de la apariencia en ética de la profundidad y viceversa.
Está claro que muy pocas parejas pasan de la primera fase. Es decir, que se quedan atrapadas en la cadena del enemoramiento, de la fantasía desbordada, del estado de necesidad dependiente. A la altura emotiva y elemental de un niño pequeño que no es nadie sin sus padres. No lpuede amarles porque les necesita. Les "quiere". Les desea a su lado para sentirse protegido, mimado, valorado, querido, orientado y cuidado, eso es puro egoísmo muy natural en la fase infantil pero insostenible y fuente de infelicidad y de desequilibrio en la fase adulta. Un enamoramiento sin amor es el triunfo del disturbio edípico. Un desastre anunciado. Esos "te necesito" que tanto abundan en el léxico de los enamorados son la llave del fracaso en una relación, no un seguro de eternidad. Esas obsesiones de "salvar" al otro, de "hacerle feliz", de ser su "esclavo", son más bien preocupantes indicios de que la etapa edípica no fue superada en su momento y determinarán una relación desajustada, neurótica, inmadura y posesiva. Dependiente. Puede que con muchas muestras de afecto superificial y emocional, pero siempre sin la raiz sana del sentimiento, que es la elevación de la emoción y de la mente, hasta el espíritu. La armonización entre los chakras inferiores y los superiores que se vinculan y armonizan en el 4º chakra. Mucha gente detiene su evolución en ese canto de sirena que atrae para devorar, porque en esos estados de rapto y exultación creen energetizarse y ponerse las pilas, al sentirse admirados, deseados e imprescindibles hasta la desesperación autoinmoladora del ferviente enamorado. Todo eso sin amor se apaga cuando acaba el ciclo del encantamiento y uno de los dos, o los dos, descubre que se ha cansado, que recibe menos de lo que da y que pierde lo que ha invertido: su tiempo, sus bienes, su atención y su cariño o que hay otro/a que le da más devoción, facilidades, oportunidades, comodidad, satisfacciones egoistas, etc. El enamormiento es puramente mercantil y eso se ve, cuando se despierta de su denso sopor y se descubre la mentira en que hemos estado sumergidos. Incluso hay alguna frase típica de ese estado: "Mienteme!", "dime que me quieres aunque no sea verdad". No se puede caer más bajo en el nivel del ser.
Intuyendo esos finales irremediables, hay mucha gente que nunca se compromete y prefiere soñar de lejos, alimentar su emocionalidad con ese tipo de sensación estimulante y no vinculante. De ese modo nunca se crece ni se ama. Todas le relaciones llevan la fecha de caducidad como un producto de consumo. Nada de amor, que es lo único eterno que puede disfrutar nuestra condición. Todo es como un hermoso castillo de fuegos artificiales. Ígneo, veloz y efímero. Estalla en un momento, ilumina la oscuridad y se apaga. La oscuridad sigue donde estaba y el castillo ya no existe. Las emociones suben y bajan. De la euforia se pasa a la confusión, de la confusión a la tristeza, de la tristeza a la decepción, de la decepción al vacío y del vacío al llenado con otra novedad que aparezca en lontananza o en vecindad. Y otra vez, la noria gira. La involución pone la directa. Y sigue la inercia mecánica de la esclavitud. Del karma. De la repetición. Lo grave es que cada vez que esto ocurre se forma una placa de dureza en la sensibilidad, una queratinización, una cicatriz que insensibiliza y "protege" del sufrimiento a base de desarrollar la dosis justa de cinismo inmunizador y bloqueante. Impedimento absoluto para crecer y ser felices.
Y ese estado repetido y no superado, forma y deforma el carácter, lo pervierte y lo estropea para siempre, si la conciencia no se libera de hábitos cómodos, de consejos estúpidos y degradantes que tienden a facilitarnos y a justificar las conductas erróneas que nos atrapan y nos impiden ser, sentir, pensar y obrar en limpio, en inocente, en alto, en liberado, en feliz y realizado. Integrado. Universal.
El amor es otra historia. Para vivirlo hay que desnudarse de todo y del todo. Hay que aprender a morir, en Sus manos la eutanasia es el éxtasis del místico no el orgasmo insaciable del sátiro o de la ninfómana; aprender a soltar, a gozar de verdad, a fluir, a perder la seguridad, el apego, el afán de control sobre el otro, que ya es tú y sois en todo. El amor te asciende de vibración, supera el sexo, la atracción, la manipulación de los sentidos, el angaño de la mente, el significado de las palabras. El te convierte en perfume, en luz, en verso silencioso y música callada, para que se escuche solo la Voz que no hace ruido y hable en el vacío divino aquel lenguaje que llena todo sin ocupar espacio ni tiempo. Es un océano delicioso que no se queda enganchado en emociones ni ideas, que ya no necesita comerciar ni exhibirse. Sino el sacro misterio de la clausura que te expande por el cosmos sin ánimo de lucro ni de recompensa. Cada paso que das en Él te agranda y te reduce. Te arranca el miedo para siempre. Te hace parte del Dharma sin que tú aportes mérito alguno, sólo la entrega sin límites. El olvido de la limitación y del "poder", de la seducción estúpida, de la rapiña afectiva que no puede entender ni acoger este don transformador de la personalidad en la plena individualidad. Entras en otro estado. ¿Quién podría engañar desde aquí? ¿Para qué mentir o fingir cuando todo es tan claro que la verdad es un libro abierto? ¿Para qué intentar empinarse en zancos para simular una altura falsa que se ve a simple vista? El amor simplifica. Libera. Allana los caminos. Donde todo es difícil, el amor no falla. El mundo puede poner imposibles por medio, pero el amor ni los ve. Para Él no existen. Y tranforma lo que toca para siempre. Vive en las criaturas y las hace nobles, se refleja en la creación y la embellece. Quien entra en su Fortaleza nunca la abandonará, porque forma parte de ella. Y descubre que es allí a donde pertenece.
El amor es el milagro constante. El mago infinitamente sabio y tierno que se esconde en tus átomos, en tus moléculas y partículas. Es la luz que te puede hacer atravesar universos, autobuses, continentes, cielos y tierras. Que deja tu pobre pensamiento adaptado a la miseria, a la altura del betún. Es decir, en su lugar. Ante su grandeza ¿en qué se queda lo "otro"? Es decir, los enamoramientos temporales, las sacudidas del instinto, las mentiras del tiempo, la vanidad cruel de poseer a alguien que en realidad es nadie, de desconfiar, de engañar y fingir para "conquistar" basura. Todo eso es nada ante Él. Y cuando aparece el Ser que viene de lo eterno para encontrarte, un pedazo de Dios para recordarte que tú eres él, entonces vives el amor que no termina, entonces todo es perfecto aún en medio de lo que la gente llama "malo". Todo lo que roza ese estado se convierte en bueno y perfecto, en felicidad refinadísima y perenne que nada ni nadie puede arrebatarte, una posiblidad que ni siquiera te planteas. Todo pasa allí abajo,como ves las nubes desde un avión que atraviesa la estratosfera o sigues viendo el sol mientras abajo se ha hecho de noche. Ese es el matrimonio verdadero, que una vida y otra se repite y se renueva, porque se realiza primero entre tu alma y el Espíritu. Sólo así aparece el SER que no se exptingue. Hombre y mujer los creó en una unidad indisoluble. Una unidad que crea la Vida. Y la reparte.
¿Qué adulterio podría caber en un estado así? ¿Qué engaño? ¿Qué divorcio? Todo eso ya no existe en el Amor. Se ha cambiado la esencia y se ha traspasado la frontera entre la vida y la muerte. Se ha atravesado el velo, por fin.
En estos tiempos nuevos, esta nueva conciencia reclama otro mundo de sentimientos y profundidad. De sanación plena. Seremos místicos amantes divinos,nueva creación, o la vida en el planeta, tal como se conoce, se extinguirá. Sólo el Amor es la Nueva Tierra y el Nuevo Cielo posibles.

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