domingo, 3 de mayo de 2009

Reflexionando un poco, hila la vieja el copo...

De tanto husmear en el cosmos y en los lejanos espacios
sin pensar en las criaturas que viven a nuestro lado
se acaba sembrando el caos en el entorno vecino,
se pierden las proporciones, se confunden los caminos.

Los límites se diluyen y se borran las fronteras
entre lo que es conveniente y las propias apetencias,
entre lo que favorece mis egos y pertenencias
perjudicando a los otros o a sociedades enteras

Es curioso que queramos mirar hacia las estrellas,
no para ser más humildes, más nobles o generosos,
sino para escaquearnos de deberes onerosos
o para escurrir el bulto cuando no salen las cuentas.

Como mi sencilla vida nada tiene que evadir y poco que distraer
me dedico a contemplar otro tipo más directo de constelaciones vivas,
la relación que conecta el ser con el entender,
el dar con el asumir, el sentir con el amar y el amar con conocer.

Así me voy enterando de que el mundo es mucho más interesante y sagrado
de lo que nos figuramos cuando vivimos de espaldas al resto de los humanos
creyendo que nuestra estirpe es más noble y elevada cuanto menos nos sentimos
compasivos y cercanos, dando a Dios lo que es de Dios, y al César lo convenido.

Me encanta mirar al cielo para ver como refleja su luz y su compasión
en el rostro de la tierra. Aprendo de su silencio y de su limpia belleza,
de su extrema tolerancia con tifones y tormentas, que soporta dulcemente
con infinita paciencia;
su ausencia de vanidad, siendo un tejido de estrellas, cómo ilumina y sostiene
el vuelo de pajarillos, chicos e insignificantes, sin darles más privilegios
a los más fuertes y grandes. Lo mismo admite al halcón que al más modesto jilguero.

La noche con su mantel bordado de luminarias me evoca una mesa enorme
llena de pan y viandas con que la sabiduría que gobierna el universo
nos indica como hacer repartos equitativos, la creación es patrimonio
de los pobres y los ricos, igual que la biología no reparte privilegios,
todos nacemos desnudos y con un cuerpo pequeño. Y todos al regresar
abandonamos el cuerpo que quizá fue nuestro amo, en vez de ser nuestro siervo.

La velocidad inmensa que utilizan las galaxias en sus ignotos senderos,
aunque me admira, me encanta y me llena de contento,
no me asusta ni me para, al contrario, me devuelve renovada al mundo al que pertenezco,
con más ganas de entender a los seres que comparten conmigo su espacio y tiempo.
Lo mismo el sol que la luna me hablan de la gran belleza que encierra la disciplina
y el juego de los opuestos. Siempre llegan a su hora, no engañan ni roban tiempo,
acuden a iluminar, a calentar si es de día, ayudando en el trabajo con la luz de su energía
y en la noche a dar su fresco y una tenue claridad que favorece el sosiego.

Los planetas se comportan como sistemas de un cuerpo,
perfecto metabolismo que equilibra el universo,
donde todo es importante todo tiene masa y peso,
y el más insignificante vuelo de un simple vilano
en la cumbre de una sierra
puede hacer que se disuelva un gran agujero negro

Cuando quiero calcular el ritmo de una galaxia
después de mirar al cielo, me siento al ordenador,
pienso en el orden intacto que gobierna las estrellas
y luego, busco en el Google y escribo "Marinaleda"
o me voy hacia Brasil y me encuentro a "los sin tierra",
o escribo "Solentiname" o "Ciudad de los muchachos",
o quizás "Proyecto hombre", o tal vez la "La casa grande",
o "Basida" , "El Arca" de Jean Vannier o "Médicos sin Fronteras"
o qué sé yo...quizás me lea de nuevo
aquel libro de Lapierre sobre Calcuta y Teresa,
y sobre el dolor humano que se puede remediar,
"La Ciudad de la Alegría"...
Galaxias en pequeñito, que han descubierto el poder
de poder hacer las cosas con justa imaginación,
y han aplicado a la vida, la fuerza de las estrellas
y el poder de su atracción.
Son éstos los que han sabido medir las velocidades,
aprendiendo a levitar sobre las calamidades
y no para despreciarlas, sino para dar ideas
y ponerse a realizarlas. Estos son los que poseen el secreto
de la vida y el royaltie de la gracia.

Cuando en medio de la noche, meditando, miro al cielo
en cada constelación encuentro un nuevo proyecto,
en las estrellas los nombres de los seres que me llaman,
y sobre todo los ojos de Aquel que siempre me Ama
y en vez de atarme con lazos de precaria posesión
me ha regalado unas alas de divina propulsión
con las que puedo volar en pos de la compasión
y cuánto más compasivo se vuelve mi corazón
más amada yo me siento y puedo dar un Amor
más bonito y más intenso al Amado de mis sueños,
al Ser que siempre acompaña mi sentimiento mejor.

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