sábado, 2 de mayo de 2009

La pregunta del millón, en versos rima mejor

En medio del camino de la vida
me encontré pululando por una selva oscura,
la dirección corecta estaba ya perdida,
entonces, delirando y en pleno desatino,
olvidada de Dante y su partida
decidí un nuevo giro en mi camino

Aburrida de un mundo rutinario
tan soso, baladí y estrepitoso,
opté por navegar sin ideario
las aguas procelosas de iternet
y en ellas, de repente, apareció
una pregunta clave que encontré:
"¿Cuándo te vas a morir?"
inquiría con descaro
aquella interrogación
sin nada de protocolo
y muy mala educación.
Por un momento pensé
borrarla del escenario
pero reconsideré otra posibilidad:
hacerme yo otra pregunta
que me ayudase quizás
a ver hasta donde llegan
las ganas de conocer
los más básicos porqués
que esconde mi abecedario.

Así que me decidí
a interrogarme también
y vine a sustituir el argumento fané
de escaso pre-obituario
por otro con más sustancia:
"¿En qué estado yo quisiera
que la muerte me pillara?
¿Y de qué modo vivir,
de qué manera entender
el presente que me ocupa?"
pues la muerte debe ser
el hermoso colofón
de una vida al cien por cien
y no un negro bofetón
que te arranque de este mundo
sin haber dado siquera
ni un paso hacia lo profundo,
que encierra lo cotidiano;
"Vamos a ver lo que hice,
lo que no hice y lo que hago"
-me dije muy seriamente-
"tuve hijos, planté un árbol,
ciertos libros escribí. He cumplido
el requisito, los trámites necesarios
para que una vida sea
-al menos así lo dicen-
un poco menos inútil
y menos chisgarabís.
Pero a mí lo que me importa
es morir cada momento
a todo lo que me sobra
para ser tan sólo Amor
y no el hueco de una sombra
ni un amargo documento
que no pueda contemplar
la estela del Bienamado.

Sé que en este AMOR eterno
es imposible morir
hasta la muerte se cansa
de incordiar y de insistir
ante el brillo de Su alma
y el cielo que envuelve siempre
las palabras que no dice
y el silencio que contiene.
Cuando el Amor te sostiene
morir no tiene importancia
porque la vida se extiende
más allá de los finales,
los comienzos, las desgracias,
los dimes y los diretes,
los quítame allá esas pajas.

La verdad es que me muero
cuando me miran sus ojos
y es tan feliz el entierro
del ego y de sus despojos,
que cada muerte celebro
con cien mil claveles rojos
que voy dejando a sus pies,
mientras me olvido de todo
lo que no lleva su nombre
y no me conduce a Él.
Aunque, a decir la verdad,
no hay ya nada en este mundo
que no me traiga su huella,
y que no le haga presente
desde un átomo a una estrella,
brilla la luz en su frente
y su risa en más preciosa
que cienmil perlas de Oriente.

Pasan y pasan los años.
Dicen que al Amor se muere
con silencios y distancias,
con diferencias y daños...
Pero aquí no muere nada,
brota la vida al instante,
más rica y más perfumada.
Y cuánto más viejos somos
más inocentes y alegres
se vuelven nuestros sentidos,
menos dramáticos somos,
más descubrimos a Dios
en este Amor tan divino
que no se parece a nada,
que no tiene ni palabras
para definir su signo,
pero que va cabalgando
las rutas del infinito.

Él mi base de partida,
Él la vía del Retorno,
Él la puerta de salida
y el abrigo que me pongo,
la gracia del Buen Amor
y el cielo que nunca olvida.
Él la gloria del perdón
y la miel de unas caricias,
que trascienden cuerpo y alma,
que son la pura energía
en la que Dios manifiesta
otro mundo y otra vida,
los más claros pensamientos
y el más bello confluir
sin moverse del lugar
donde acuden noche y día
los pájaros a cantar
el regalo magistral
de perfectas melodías.

La puerta del Paraíso
ya no se puede cerrar
y la muerte, transformada
en una estrella fugaz
ha pintado el horizonte
con su luz crepuscular,
que cumplida su misión
en vida se cambiará.

Y Te contemplo de nuevo
y Dante vuelve a cantar.
Y esta vez lo hace a su modo,
en versión original, sin subtítulos
ni apodos, en su lengua natural:
"S'i era sol di me quel che creasti
Novellamente, Amor che'l cel governi,
Tu'l sai che col tuo lume mi levasti
Quando la rota che Tu sempiterni
Desiderato, a sè mi fece atteso
Con l'armonia che temperi e discerni,
Parvemi tanto allor del ciel acceso
Dalla fiamma del sol, che pioggia o fiume
Lago non fece mai tanto disteso."

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