sábado, 16 de diciembre de 2023

Qué acertadas reflexiones acerca de la evidencia gestual del actual Jefe del Estado según se presenten las circunstancias representativas...Hay un conocimiento experimental fisiognómico que debería enseñarse en el Bachiller y en la Universidad para que la humanidad tuviese más a mano ciertas bases de la psicología diaria y aprender a verlas venir, o sea, a prevenir disgustos, marrones y conflictos. La expresión, los gestos, las miradas, el tono del lenguaje, los silencios fuera de tiesto, el rictus y la actitud, que tantas veces contradice los contenidos de los discursos..son elementos básicos para deducir realidades ocultas. Los seres humanos reflejamos, sí o sí, lo que llevamos y lo que no llevamos en el equipaje interno, que en realidad es la base de nuestras conductas y de nuestro contenido ontológico. La fisiognómica canta La Traviata, queramos o no, acerca de la trastienda personal de cada un@. No se trata de juzgar a nadie, sino de mera observación y comprobación entre lo que reflejamos y lo que hacemos, entre lo que se quiere aparentar y lo que en realidad se Es o no. Fisiognomías como las de Trump, Abascal, Feijóo, Milei y su hermana, Felipe de Borbón y su padre, Felipe González, Alfonso Guerra, Cospedal, Rajoy, Aznar, Putin, Zelenski, Netanyahu, Orbán, García Page, Puigdemont, Pablo Iglesias jr y sus secuelas aspirantes a casta sempiterna en la UE, como tantos y tantas...son, sin duda alguna, un verdadero laboratorio práctico para trabajar el conocimiento del prójimo y los riesgos que conlleva ignorar la relación entre apariencias y realidades. Posiblemente este mundo iría mucho mejor si nuestra especie se interesase más por los adentros que por los afueras, más por la consciencia y la esencia que por el look, la ruidología y los aplausos. Cuando nos vamos conociendo por dentro vamos descubriendo al mismo tiempo los adentros del prójimo y el tipo de energía que reparte, comprobando que todo está conectado, por eso, si vamos aprendiendo a ser libres de ataduras propias, heredadas y /o contagiadas por las propias costumbres, etiquetas y hábitos culturales, juzgamos y condenamos menos mientras aprendemos a ser más integrativos, comprensivos y sanos que juzgones y enfermos emocionales, como lo son quienes viven encadenados a roles asumidos impuestos por una domesticación contra natura, por traumas educacionales y sociales no superados, o sea, constantemente encadenados en el taller de las máscaras y los disfraces, ya convertid@s en "plena normalidad" ejecutiva, legislativa, judicial y dinástica, para integrarse en las castas del poder de cualquier tipo, que dé pasta, empleo elitista, glamour y caché for ever and ever...Aunque para ello haya que convertir los medios en fines y el cuento chino en el unico modus operandi al alcance de la maldita tragicomedia deshumana que perdió su divinidad antes de haberla encontrado en el purgatorio del enmascara/miento devastador del cinismo más tonto y suicida que se pueda imaginar. Quosque tandem, mendaquium miserabilis, abutere patientia nostra? O tempora o mores.. Muchas gracias, hermano Torres López y Nueva Tribuna por este regalo tan oportuno!

 

Los rostros del rey Felipe de Borbón

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Decía Peter Drucker, el gran gurú del management y la consultoría empresarial, que “lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice”.

Efectivamente, el lenguaje no verbal nos delata siempre porque expresa mucho más de lo que podamos decir con palabras. Al rey Felipe de Borbón lo ha delatado recientemente, cuando los medios de comunicación han mostrado rostros muy diferentes del monarca en dos momentos semejantes.

El primero, de seriedad e incluso de incomodidad y malestar, lo mostró en la toma de posesión de Pedro Sánchez como recién investido presidente del gobierno. No se puede reflejar de un modo más evidente el desagrado e incluso el rechazo. No se sabe, naturalmente, lo que realmente pudiera haber en ese momento dentro del rey, sus auténticos sentimientos cuando se daba posesión al socialista tras el acuerdo con los independentistas, pero la molestia y el descontento que expresaba su rostro eran tan claros como el agua.

Por el contrario, el rostro del rey Felipe de Borbón cuando acompañaba al que iba a ser nuevo presidente de Argentina, el ultraderechista Javier Milei, mostró, en las fotos que hay del acto, a un soberano alegre y sonriente a más no poder.

La cuestión no es baladí porque todo el mundo sabe que la monarquía se precia de compostura y de actuar siempre respetando las formas como nadie más lo hace.

Quienes conocen los entresijos de la Corte, como se decía antiguamente, o lo que se cuece entre las bambalinas del poder en España, han dicho siempre que Felipe de Borbón ha sido desde muy joven una persona de ideas muy conservadoras, e incluso de extrema derecha. Se sabe, entre otras cosas, porque su propio padre, Juan Carlos de Borbón, se quejaba de ello a muchos de sus visitantes. Yo mismo oí contar a Santiago Carrillo que a él le pidió consejo para evitarlo y que le recomendó que le hiciera relacionarse con personas de otras ideologías.

Desconozco si, con el paso del tiempo y por el peso del cargo, han cambiado las ideas de Felipe de Borbón. Por mucho que lo critique la extrema derecha por limitarse a cumplir con sus deberes constitucionales, a tenor de su lenguaje no verbal, no lo parece; y el rey Felipe debería saber lo que decía Maquiavelo: “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

Si España fuese una república y dados los resultados electorales, cabría la posibilidad de que ahora tuviésemos un presidente tan de derechas como pueda serlo Felipe de Borbón, o quizá peor (¿se imaginan a Aznar o Esperanza Aguirre de jefes del Estado?). Pero, al menos, podríamos esperar a una siguiente elección para intentar cambiarlo.

En el aforismo 98 de su Oráculo manual y arte de prudencia, escribe Baltasar Gracián: «El más práctico saber consiste en disimular; lleva riesgo de perder el que juega a juego descubierto». Felipe de Borbón debería tenerlo en cuenta.

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