jueves, 7 de septiembre de 2023

Una estupenda recomendación que vale la alegría aprovechar. Nadie se imagina exactamente cuánto dolor y desgarro puede producir la emigración como sistema de escape hacia la supervivencia. Este artículo de J.I. González Faus lo explica genial. A lo largo de esta vida, en nuestra familia y en nuestra casa, hemos tenido el privilegio por un lado y el disgusto enojoso y dolorido por otro, de encontrar y de acoger en dos ocasiones y durante algún tiempo, primero a una hermana y después a un hermano inmigrantes: Nchamita primero e Isidro después, amb@s de Guinea Ecuatorial, de Malabo y de Annobón; dos regalos del universo infinito que jamás olvidaremos los miembros de su familia española, que entonces eran niñ@s y adolescentes viviendo en casa con su padre y su madre. Unos sorprendentes seres mágicos que aparecieron como verdader@s maestr@s práctic@s de las Bienaventuranzas, como alquimistas del cariño capaces de conseguir que en una casa militar, donde caben nueve o diez pueden caber once o doce...y que lo de los panes y los peces, es lo mejor que nos puede pasar y podemos descubrir para compartir, literalmente, vida y milagros; nunca olvidaré a nuestro hijo Iñaki cuando a los trece años y con toda la normalidad del mundo, dijo, más o menos, esto:"en la catequesis de la parroquia dicen que la fe es lo más importante para encontrar a Dios, pero yo creo que para eso no hace falta tanta fe, porque, en realidad, a Dios te lo encuentras andando por el pasillo cuando te leventas o cuando entras en la cocina o en lavadero o en el tendedero o sales a la terraza, o vas en el ascensor, o por la calle, sin más. Dios está por todas partes, no hay quien lo esconda, Él es así, ¿a que sí? " Con razón dijo Jesús que si no somos como los niños no hay manera de entrar en la Casa-Casa, (no confundirla con las tiendas de chuches que pretenden dar el pego pareciendo lo que no son)...Ainssss!!!!!. Gracias, hermano José Ignacio, por poner al día la agenda del amor incondicional en su versión más urgente y cruda: la inmigración y el refugio, dos circunstancias iguales, aunque la política, la economía y el racismo no quieran admitir esa realidad tan discriminadora como cruel y destructiva.


"Hermanito" Lo recomiendo mucho

Tanto sufrimiento acumulado de alma y cuerpo no es fácil de digerir pero no te deja igual

hemos creado una situación en la que ni pueden ya vivir su vida (antigua), ni pueden vivir la nuestra. Eso hace que las migraciones sean absolutamente inevitables

Lo recomiendo por cierta necesidad interna: porque alguien ha dicho que después de leerlo ya no eres el mismo. Se trata de un libro que citó hace poco el papa Francisco, titulado Hermanito. Es la historia de un emigrante de la antigua Guinea española. Habla castellano pero no sabe escribir. Un empleado de una de esas entidades de asistencia al inmigrante contacta con él y escucha su historia mientras la va escribiendo. Por eso figuran los dos como autores del libro. El título alude a que este muchacho emigró no tanto por iniciativa propia como por buscar a un hermano más pequeño que había querido emigrar y, según parece, murió ahogado en el Mediterráneo. Ha aparecido en catalán, castellano, euskera y gallego.

Tanto sufrimiento acumulado de alma y cuerpo no es fácil de digerir pero no te deja igual: puede servir para liberarnos de nuestras pequeñas manías que tan serias nos parecen a veces. Sobre todo cuando vas comprendiendo que ese no es un caso extraordinario y único, sino que es el destino de miles y miles de seres humanos que, además, en la mitad de los casos acaba con la muerte. Un buen amigo norteamericano me cuenta hoy estremecido la historia que acaba de conocer de dos muchachos inmigrantes venezolanos de 20 y 22 años.

Cada cual sacará sus propias lecciones y será bueno ponerlas en común. Aquí sugiero solo dos reflexiones que me suscitó la historia de Ibrahima: la primera es que mientras emigras por las tierras más al sur por el Sahel, la gente que te ve necesitado te ayuda aunque sea compartiendo lo poco que tiene de manera gratuita. En cuanto estás ya en el Norte (por Argelia, Libia o Marruecos) el que te ve necesitado te exige un precio para ayudarte o se aprovecha de ti.

La segunda lección es que si a esos países africanos les hubiéramos dejando vivir con su vida, digamos que primitiva, de ovejas y vacas e ir a buscar el agua…, quizá podrían seguir viviendo allí. Pero cuando en aquella vida primitiva han entrado los camiones, alguna carretera asfaltada, la televisión y los teléfonos, entonces se crea una situación en la que ni pueden ya vivir su vida (antigua), ni pueden vivir la nuestra. Eso hace que las migraciones sean absolutamente inevitables. Este es un dato elemental ante el que el Occidente que se cree “civilizado” cierra los ojos y pretende frenar las migraciones malgastando en sobornos millones de euros y dólares que deberían emplearse no en frenarlas sino en hacerlas innecesarias ya en los países de origen.

También podemos comprender que no es malo todo lo que aquí tenemos. Ibrahima pasó una larga temporada en África con las tripas hinchadas y un insoportable dolor de vientre, efecto de una hernia abdominal. Durante el viaje los médicos que intentaba visitar recomendaban alguna hierba que no servía para nada. Una vez aquí le operaron en un hospital y acabaron sus sufrimientos

Recomiendo leer y difundir mucho el libro y ojalá pueda crearse una red de asociaciones cuya finalidad fuese no solo asistir al inmigrante, sino difundir informaciones e historias concretas, estudiar a fondo este problema y buscarle soluciones humanas. Todo eso queda por desarrollar más y mejor, pero basta por hoy. He aquí los datos para quienes no lo conozcan:

Ibrahima Balde y Amets Arzallus: Hermanito: Miñan. Blackie Books, SLU. Calle Esglesia 4-10; 08024 Barcelona.

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