miércoles, 24 de mayo de 2023

Gracias, querido hermano Isaac Rosa y el diario.es, por este magnífico y generoso examen de conciencia, que se merece un sobresaliente con matrícula de honor...


Yo SÍ soy racista, pero...


Vinicius protesta por los insultos racistas de los aficionados.

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El Día Mundial contra el Racismo se celebra oficialmente el 21 de marzo, pero en España nos sabe a poco y lo repetimos varios días al año: cada vez que un caso de racismo sale del anonimato habitual y se convierte en noticia. Así, esta semana hemos tenido otro emocionante Día contra el Racismo, en el que se acumularon las declaraciones no-racistas: políticos, periodistas, tertulianos, deportistas, famoseo y gente de la calle a la que ponían un micrófono delante; todos unidos contra el racismo. Hasta Ortega Smith se sumó expresando su “condena y desprecio” hacia quienes insultan o discriminan por racismo o xenofobia, no digo más.

Luego pasa que en cuanto les rascas un poco, dejas el micrófono unos segundos o esperas unos días, muchos acaban cantando y bailando el irresistible temazo de Parquesvr: “Yo no soy racista, pero…”, seguido de la habitual lista de bulos y prejuicios, que aquí somos muy fans de la conjunción adversativa cuando se trata de proclamar derechos humanos, especialmente si no se refieren a estrellas del fútbol. Venga, pinchen el enlace anterior y cantemos todos juntos: “Yo no soy racista, pero… pero-pero-pero-pero, porom-porom-pompero”

A mí me parece bien la adversativa, solo pido que la usemos con propiedad. Veo más honesto decir “Yo SÍ soy racista, pero…” Es decir, empezar asumiendo nuestro racismo basal, propio de quienes vivimos en una sociedad estructural y culturalmente racista (que le pregunten al pueblo gitano), herederos de una tradición de sometimiento y violencia colonial, educados en una idea restringida y excluyente del español como alguien blanco (y católico y heterosexual y hombre…), y ciudadanos de unas democracias que mantienen inercias racistas y xenófobas, especialmente visibles en los cuerpos policiales o la política migratoria. Del mismo modo que, por muy feministas que nos digamos, mantenemos un fondo machista que nos asoma a poco que bajamos la guardia, y asumirlo es la primera condición para empezar a cambiar. “Yo soy racista, pero…”, igual que “yo soy machista, pero…” Y es a partir de ese “pero” que podemos tomar medidas para no solo dejar de ser racistas o machistas, que está bien pero no es suficiente: hay que ser antirracistas y feministas.

Venga, vamos a intentarlo con la misma música de Parquesvr, canten conmigo:

Yo sí soy racista, pero intento superar mis propios miedos y prejuicios. Yo sí soy racista, pero trato de que ni mis actos, ni mis palabras, ni mi trabajo lo sean. Yo sí soy racista, pero intento formarme e informarme, aprender de quienes tienen la adversativa mucho más pequeña que la mía, especialmente colectivos y organizaciones que saben bien cómo combatir el racismo. Yo sí soy racista, pero quiero escuchar a quienes lo sufren, que solo cuando un caso es noticia vemos tanta gente racializada en la tele o los periódicos. Yo sí soy racista, pero no me callo cuando alguien cercano difunde mensajes racistas, que no solo pasa en el fútbol. Yo sí soy racista, pero voto a partidos que no solo hagan declaraciones antirracistas: que además no ejecuten ni respalden políticas racistas. Yo sí soy racista, pero no me consuelo con que España sea un país menos racista que otros. Yo sí soy racista, pero trato de educar a mis hijas en el antirracismo, para que ellas no tengan que añadir adversativa. Yo sí soy racista, pero… pero-pero-pero-pero, porom-porom-porompero. 

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Y aquí va una prueba más de que lo que afirma Isaac Rosa en su artículo es, por desgracia, una verdad irrefutable en nuestras queridas Esppañas, que al parecer viven en la higuera de sus propias fantasías gilipuertenses e idiotizantes (recordemos que "idiota" no es un insulto, sino una antigua definición de la egopatía aguda y crónica) 👇🏽👇🏾👇🏿

Condena a una empresa por despedir a un trabajador por ser gitano


Un camarero durante su jornada laboral, en una fotografía de archivo

Laura Olías


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Despedido por ser gitano. Es la conclusión a la que ha llegado un tribunal de León, que da la razón a Pedro H.R. un trabajador de etnia gitana que empezó a trabajar como camarero en un bar y que denunció a su empleadora por prescindir de él por su origen, asesorado por la Fundación Secretariado Gitano. La magistrada considera probado el “clima hostil que percibía el trabajador por su condición racial”, por lo que concluye que el despido es nulo por discriminatorio y reconoce una indemnización por daños al afectado de de 7.501 euros.

En un momento en el que el racismo está en el foco mediático, debido al ya nombrado como 'caso Vinícius', la Fundación Secretariado Gitano ha celebrado que “se haya hecho justicia en un caso muy claro de antigitanismo, una forma específica de racismo todavía muy extendida en España”. La sentencia, de primera instancia, puede ser recurrida.

Buen trato hasta descubrir que era gitano

El trabajador afectado relató en el juicio “el buen trato que la empresaria tenía con él desde el inicio de la relación laboral”, pero este “se torció cuando se enteró que Pedro era gitano”, recoge la sentencia, que firma la magistrada Helena Antona Suena, del juzgado de lo Social número 3 de León.

“Los hechos sucedieron cuando Pedro H.R, trabajando en el restaurante, atendió a unos clientes gitanos, que conocía de vista y estuvo hablando con ellos. Fue en ese momento, cuando la jefa del restaurante le preguntó si él era gitano y cuando él le contestó afirmativamente. Ella le reprochó que ese dato se lo tendría que haber comunicado antes de ser contratado puesto que quería saber quién trabajaba en su empresa”, relatan desde Secretariado Gitano.

Desde ese momento, el trabajador relató que el trato de la jefa cambió totalmente, incluso con comentarios como “tienes que leer más y aplicarte en los estudios, en vez de sentarte con primos a tomar litronas y tocar guitarras” y “desde que estas aquí, no paran de entrar gitanos cuando antes venían de vez en cuando”, recoge la sentencia, algo que afirmó que “no es bueno para el negocio”.

Tras escuchar a ambas partes, la magistrada se posiciona a favor de la existencia de discriminación. Por un lado, destaca “la falta de acreditación por parte de la empresa de la existencia de los hechos motivadores de la decisión extintiva, unido a las versiones contradictorias [hasta tres diferentes] ofrecidas en cuanto a la  forma y el motivo del despido del trabajador”.

Por otro, considera acreditado “el clima hostil que percibía el trabajador por su condición racial”. Todo ello, ofrece “indicios suficientes de la discriminación padecida por este en  la acción extintiva”, concluye.

Animar a víctimas a denunciar

Pedro fue asesorado por una técnica de Igualdad especializada en lucha contra la discriminación de la Fundación Secretariado Gitano, Selene de la Fuente García, que acudió como testigo al juicio al estar presente en una conversación telefónica en la que la jefa instó al trabajador a que no volviera más a su puesto, que no quería contar con él.

“Esta sentencia es un buen precedente para los casos tan habituales de discriminación en el empleo por motivos antigitanos, que sufren muchas personas gitanas y que son vulneraciones graves de derechos, al limitar o impedir a las personas mejorar sus condiciones de vida”, celebra De la Fuente García.

Desde la fundación esperan que “este caso sirva para animar a más víctimas a denunciar cuando sufran discriminación racial o étnica en el empleo o en cualquier ámbito”, lo cual indican que “pueden hacer llamando al número 021 activado en el día de ayer para acceder al Servicio de Asistencia a Víctimas del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE), órgano adscrito al Ministerio de Igualdad, y que es prestado por la FSG junto con otras siete entidades referentes en la lucha contra todas las formas de racismo”.

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