miércoles, 21 de septiembre de 2022

¿Podemos aceptar que el hambre y la necesidad castiguen a miles o millones de herman@s nuestr@s, mientras el mundo acomodado convierte la vida diaria en un video juego globalizado?

 Reparto de alimentos en Madrid, por la asociación Red de Apoyo Mutuo Aluche.

La inflación multiplica las colas del hambre en Madrid: “Es una ola inmensa y una muerte a fuego lento”  

 Manuel Viejo

El País

Las despensas de alimentos de la capital, gestionadas por los vecinos, no paran de recibir a madrileños que no llegan a fin de mes. El Banco de Alimentos atiende ya a 186.000 personas. Cruz Roja y Cáritas advierten de un “otoño negro". 

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Comentario del blog:

El cappitalismo del pp madrileño y de otras Comunidades, tan defensor de la libertad para ricos, debería preguntarse urgentemente qué libertad disponible les queda a los pobres, ¿quizás la de ir a pedir limosna con carrito o sin él? 

Ayuso, Almeida, Moreno Bonilla, López Miras y Feijóo tal vez deberían ir al oculista o al psiquiatra o leer muy despacito y sin prisas las Bienaventuranzas, que seguro se saben de memoria de tanto oirlas desde pequeñ@s, sin escucharlas ni comprenderlas, en los sermones de los domingos. No nos instruye ni catequiza ni educa lo que nos cuentan o nos dicen que debemos hacer si nunca lo vemos realizarse habitualmente en nuestro entorno e incluso lo que vemos y experimentamos es lo contrario de lo que nos cuentan como rarezas de santos y santas, "elegidos por dios", con lo cual tenemos garantizado acabar como hipócritas y/o esquizofrénicos sociales, pero eso sí, católicosh muy mucho católicosh, hashta las cachash.

¿Cómo impedir que haya pobres si gracias a darles unos céntimos de limosna en la puerta de la parroquia, a la salida de misa, nos ganamos el cielo que ellos ya se ganan pasándolo fatal porque no tienen lo necesario para vivir que a nosotr@s nos sobra, no? 

Si no fuera por la conciencia del amor fraterno y la compasión de la base social y del vecindario, que no es rico pero sí verdaderamente humano y evangelio de verdad en vivo y en directo, no existirían los bancos de alimentos en los barrios. Hay en los barrios populares   vecinos ateos y nada religiosos, con sueldos modestos que no están para dar y regalar, y que no paran de ayudar y de ocuparse de sus hermanos necesitados, como la hacen para sí mismos, debido al empuje  de su alma, de su conciencia y de su sentido responsable y humanitario,  en el estado de emergencia social que padecemos. Tal vez la mejor catequesis y los mejores ejercicios espirituales empiecen y tengan sentido en ese compromiso...Ainss!!! 

Además, se experimenta que nuestra conciencia y la realidad mano a mano ya se encargan de explicarnos que la comida, la ropa, la limosna o la acogida en un albergue o en un hogar compartido, la ayuda inmediata, nunca solucionan definitivamente las causas fundamentales del problema, todos somos conscientes de que esas ayudas solo tienen el efecto inmediato de una tirita o de un vendaje provisional de emergencia en una herida o rotura de tejidos orgánicos; la solución definitiva nunca es poner tiritas y vendajes para siempre, sino evitar que haya heridas y que cuando las haya se sanen adecuadamente y no se repitan con tanta frecuencia que acaben siendo "lo normal", una enfermedad social convertida en una forma de malvivir, como sucede en este manicomio social, que tanto mola a los más irresponsables y tanto destroza a sus víctimas. 

Durante algunos años participé desde sus inicios, en el proyecto valenciano de La Casa Grande, junto al Hermano Alfonso, jesuita, en la calle Cadirers, en  el centro histórico de València, en un antiguo internado que ahora es la sede actual del Círculo de Bellas Artes y puedo asegurar que se consiguió convertir el proyecto de la ayuda inmediata y urgente, en una iniciativa creadora y sostenible de empleos y de aprendizaje de especialidades laborales como el reciclaje de todo, el vaciado y limpieza de pisos para venderlos, la restauración y venta de enseres, muebles, electrodomésticos de segunda mano, libros y cacharros de cocina, e igualmente reparación y venta de ropa y calzado usado pero utilizable por tiempo suficiente, etc, etc... Y todo baratísimo. 

Se puso en marcha una cocina y un comedor en la planta baja para que quienes trabajaban allí pudieran comer solidariamente mucho más barato y sano, y quien no podía pagar, pues no pagaba nada, porque se cocinaba directamente y todos ayudaban poniendo al mesa, lavando los platos, etc. Allí trabajaban parados, reclusos en régimen abierto, gitanos sin trabajo, inmigrantes en trámite de papeles que se hacía también en el centro de acogida; todo era participativo, se decidía en asamblea, se escuchaban todas la sugerencias, preguntas y aportaciones, la reunión cotidiana era cada día por la tarde, a última hora, como resumen del día, se cerraba y se hacía un té para tod@s con galletitas o bollos que casi siempre eran un detalle de algun@ de la familia currante y otras veces regalo de los voluntarios, que, por supuesto, eran fundamentales en el apoyo y la sostenibilidad del proyecto.

Ya no era necesario pedir limosna, un grupo de hermanos hasta entonces desconocidos entre sí, se habían conjurado solidariamente para crear una vida distinta y hasta feliz. 

Cuando murió Alfonso, La  Casa Grande se trasladó a un distrito fuera de València, donde sigue funcionando y poniendo sus contenedores para recoger material por toda la ciudad.  Es decir, la iniciativa -igual que la del Rastrell- sigue adelante, y otra idea de gente evangelista (o protestante) como El Rastrillo, que también ha seguido la misma onda invisible del Amor Inteligente, ése que el wifi infinito sabe poner en marcha sin hacer ruido ni montar pollos, y de las que pueden vivir hasta 15 o 20 familias, sin tener que pedir limosnas ni mendigar: desarrollando un trabajo digno y también lleno de posibilidades, desarrollando juntos algo realmente tan humano como precioso: amistad, ayuda mutua, cariño y creatividad.

O sea, que sí se puede también ir creando rincones de trabajo, convivencia y utilidad social. La Casa Grande, El Rastrell y El Rastrillo, ahora son un modelo de reciclaje, de comercio y trabajo sostenible y súper necesario, especialmente, en un tiempo tan necesitado de soluciones sanas, justas e inteligentes. Unas empresas en limpio, casi cuarenta años adelantadas en el tiempo, nacidas en y de la humildad. Cosas del wifi cósmico. De la familia luminosa y sorprendente que nos hace posibles en cada respiración y en cada pensamiento, siempre, con nuestro permiso y cooperación,  obviamente...En ese plano de la vida, nada se fuerza ni es obligatorio, a nadie se violenta ni se obliga, todo depende de nuestro modo de gestionar, comprender y compartir nuestras circunstancias diarias. Y sí, se puede. Y además, ahora, ya también se debe.


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