sábado, 18 de junio de 2022

CRÓNICAS DEL "SÍ SE PUEDE" (II)

 Valencia. 1985. Barri del Ensanche. Hacía dos años que habíamos llegado a esta ciudad, por el traslado laboral del paterfamilias. Paseando y jugando con las niñas y el niño, siete en total, -aun faltaba que naciese el último de la pandilla- y por la Avinguda del Antic Regne, conocimos a Carmela, una maravilla de persona, llena de humanidad e iniciativas. Tenía setenta años y parecía que tenía cuarenta, por la vida y la energía que emanaba de ella. 

Una tarde llegó  muy preocupada, había conocido a un chico gitano que pedía en la puerta de la parroquia, era deficiente y ella se ocupaba cada día de darle lo necesario para su familia, que estaba viviendo de okupa en un piso abandonado de la Calle Zapadores. El muchacho se llamaba Jose y acababa de decirle llorando que el dueño del edificio casi en ruinas, les había mandado a la policía para desalojar a la familia, eran cuatro hermanos, los padres, más el hermano mayor, su mujer y dos niños muy pequeños. Se dedicaban, según la temporada, a recoger chatarra y revenderla, y a recoger naranjas caídas de los árboles para venderlas a las fábricas de zumos y mermeladas. 

No conseguían alquilar una vivienda decente porque no podían asegurar el pago mensual de un alquiler, no sabían leer ni escribir, no conocían sus derechos ni qué ayudas del Estado podían conseguir en su situación. Todo eso lo averiguamos, porque Carmela me invitó a acompañarla a conocer a aquella familia hermana de tod@s, absolutamente marginal y olvidada del mundo mundial.

Quedamos para visitarles a la mañana siguiente, cuando toda nuestra querida chiquillería estuviese en el cole. Llegamos sobre las 11, eran los primeros días de marzo y caía agua nieve, con un frío que pelaba. La gelor, com es diu à València. El edificio viejísimo no tenía puerta de entrada, solo el hueco. Una escalera superestrecha se adentraba trepando en la oscuridad, subimos las tres alturas, dejando atrás espacios llenos de cascotes y escombros en el bajo y los dos primeros pisos. A la altura del tercero encontramos a la familia de Jose. A su madre, Leonor, a su padre, Ricardo, a su hermano mayor Ricardo bis, a su cuñada La Puri, a las niñas, Juani y Paquita. Y a las dos hermanas y el otro hermano de Jose, Floren, Luisi y Agustín. Las ventanas, que aun quedaban estaban destrozadas. En aquella pesadilla, como un raro milagro, llamaba la atención la limpieza y el "orden" del caos social más absoluto. Porque en la casa no había agua, tenían que subirla después de recogerla en dos cubos, de una fuente pública del barrio, para limpiar y en botellas recicladas y enjuagadas para beber. 

Habían emigrado desde Cantabria buscando un clima mejor que les permitiese vivir a la intemperie y no congelarse. Les habían llegado referencias familiares de que el mar de Valencia era más clemente térmico que el de Santander y por eso se habían venido, ¡caminando! durante dos meses, hasta València. No había dinero para el viaje en tren ni autobús, con tanta gente, así que vendieron lo poco que tenían para poder comer por el camino, acampando y durmiendo a la intemperie. Así aparecieron en la zona de Zapadores, junto al barrio de Russafa, al otro lado de Peris i Valero, muy cerca -no hay casualidades- de donde ahora está el CIE valenciano (Centro de Internamiento de Extranjeros, la cárcel para los refugiados/migrantes).  

Encontraron el caserón en ruinas y vacío, y se quedaron en la tercera planta donde aún había tabiques, una cocina de leña o carbón, un suelo que pisar y un techo sin goteras. Era increíble verles contentos de no tener nada que guardar y por eso no necesitar armarios, no tener nada que comer y por ello no necesitar despensa ni frigorífico. Sí que daban gracias 'a dios' constantemente, por todo, como habían aprendido yendo "al culto" pentecostal, que es donde la espiritualidad romaní encuentra sentido a la vida y evita la desesperación. Donde sus conciencias y almas se alfabetizan en las clases intensivas del Ser, y acaban conectando evangélicamente con el wifi infinito, que pasa de religiones y va al grano de mostaza directamente. La prueba era su supervivencia y su estado anímico, que en un ambiente payo, sin duda habría provocado una hecatombe mediática, quema de contenedores, un dos de mayo o un suicidio colectivo, cualquiera sabe... Sin embargo aquella familia estaba mucho más equilibrada de lo que payamente cabría esperar.  

Lo primero que se nos ocurrió fue buscar ayuda social, y por ello, Carmela, madre de un jesuíta y maestro, que llevaba en Bolivia desde los años cincuenta currando  también  en el proyecto Fe y Alegría, pensó en pedir asesoría a la familia ignaciana. Eso fue la llave de la solución. Apareció el hermano Alfonso, -q.e.p.d.-Un currante sin fronteras que al igual que Carmela, era impensable que alcanzase los setenta y tantos y estuviese tan activo y dispuesto como si tuviese treinta. Bueno, ya quisiera mucha gente de treinta e incluso de veinte, estar como ell@s. Resultó que Alfonso, un verdadero ángel de la guarda a tiempo completo, era el encargado de cooperar con el Secretariado Gitano, con todas las comunidades calés o calós. Por cierto, en griego, kalós, kalé, kalón,  es un adjetivo de tres terminaciones que significa bello, hermoso, en masculino, femenino y neutro. La gramática es mucho más delicada y consciente, con los géneros humanos que las demás disciplinas. ¿Será por eso por lo que la Filología/Literatura, tiene tanto que enseñarnos? Habrá que investigarlo, como han  hecho seres humanos tipo Ferdinand de Saussure y Noam Chomsky, sin ir más lejos. ¿Será verdad que la sustancia auténtica de la palabra se hace carne y habita entre nosotros sin hacer ruido ni montar pollos?

Los tres, Carmela, Alfonso y yo, quedamos para canalizar y organizar la estrategia adecuada y dar los pasos necesarios en el camino de las soluciones menos inhumanas y más justas. Porque el propietario del edificio en ruinas, que llevaba toda su vida sin hacer ni caso a esa posesión, cuando descubrió la okupación gitanil se puso las pilas para echarlos cuanto antes , incluso por la fuerza, de su posesión feudal, completamente inútil y casi un peligro público, pero suya, solo suya...Ains! Puso una denuncia en los juzgados y se nombró un abogado de oficio, que pidió testigos para el proceso. Nos presentamos Carmela y yo.  Algo que el señor feudal de la vivienda no imaginó que nunca sucediese. 

Llegó el día del juicio y fuimos convocadas. Sólo pudimos estar presentes para declarar, los testigos no presencian el juicio ni el testimonio de los demás testigos convocados. Primero una y luego la otra, nos limitamos a responder a las preguntas del fiscal y del defensor. Sí que pudimos ver el paisaje judicial. En el banquillo de los acusados nos encontramos las miradas de la inocencia: Leonor y Ricardo, a quienes  todos los argumentos y explicaciones les sonaban a chino mandarín. Muy mandarín, sin duda. Por otro lado pudimos descubrir al propietario de las ruinas, muy elegante y bien vestido con un abrigo de "piel de camello" y un portafolios, como mínimo de Christian Dior, acompañado de su abogado, a la misma altura peripuesta del cliente. Salimos. Nos quedamos fuera, en el pasillo, hasta que a punto de acabar  el ritual nos llamaron de nuevo a sala, para presenciar la sentencia. No sabemos qué pasó, ni qué realidades se expusieron y comprobaron, durante nuestra ausencia, pero lo que presenciamos fue, una actitud sorprendente e inesperada: el fiscal dijo más  o menos esto: "Señoría, con la ley en la mano, y como fiscal del caso, considero que no hay cargos no delito en su conducta, por ello no puedo pedir condena alguna para los acusados, es la primera vez que me ocurre algo así. Por ello, pido, como ha hecho la defensa, el reconocimiento de la inocencia para ellos y que ningún castigo legal les sea aplicado, y que las costas del proceso las pague el denunciante." El abogado defensor, con la voz emocionada y casi a punto de llorar, dio las gracias al fiscal y se reafirmó en las razones de su defensa, a favor de quienes sufren marginación social y en vez de recibir ayuda y orientación por parte de la sociedad solo reciben dolor y venganzas inexplicables. El juez remató el asunto añadiendo que era la primera vez en su vida judicial que presenciaba y sentenciaba algo tan verdaderamente justo. 

A la salida, los acusados en falso nos abrazaron llorando de alegría. Para sorpresa de todos, al llegar a la puerta de los Juzgados, descubrimos al borde de la acera, la furgonetilla del Hermano Alfonso, con el motor en marcha y las puertas abiertas: "¡Todo ha salido como debe!, hale, subid los cuatro (Leonor, Ramón, Carmela y yo), que tenemos una sorpresa más por delante! Ahora veréis...Vamos a la Fuensanta (un barrio de València que es todo vivienda social para quien la necesita); mientras el juicio se estaba realizando  Alfonso había estado en la Consellería de Vivienda (entonces en Blasco Ibáñez) pidiendo autorización para establecer a la familia B. (no digo el apellido, por respeto a su intimidad) en el barrio, y arreglando papeles, que nuestros hermanos analfabetos no tenían posibilidad de leer y firmar, con algo que no fuesen sus huellas dactilares. Llegamos y la puerta estaba cerrada con un candado, no había llave en ningún sitio, Alfonso de una patada hizo saltar el artilugio y nuestros hermanos romanís, calés y kalós, pudieron entrar en su primera casa habitable, con todo lo necesario para vivir dignamente. Muebles, ropa, visillo, sábanas, mantas, vajilla, artículos de limpieza y papel higiénico. Hasta hacía unos meses, casi un año,  aquella casa había estado habitada desde hacía más de 20 años por una pareja que ya muy anciana había muerto, con poca diferencia de tiempo, sin familia y sin hijos. Como nadie solicitaba rehabitarlo, el piso estaba disponible. Cuando Alfonso pidió ayuda la Consejería repasó el cupo de viviendas sociales disponibles , la puso a disposición de los nuevos necesitados de un techo. Eso era todo. A partir de entonces, la vida de la familia B. dio un giro copernicano, del que seguiré hablando en otros posts. 

Cada vez estoy más convencida de que , cuando se quiere, se puede. No solo porque "hacemos cosas", como los catalanes de Rajoy, sino porque la misma energía del amor infinito en forma de fraternidad, igualdad, empatía  y compasión, que nos conecta y nos mueve -si se lo permitimos, claro- se encarga de abrir caminos diversos e inexplicables para la eterna programación de "lo de siempre". Por eso nuestra disposición, nuestros sentimientos y nuestra conciencia no son ajenas a lo que sucede dentro de nosotr@s y en nuestro entorno. Si solo fuese cosa de la técnica y del saber no tendríamos los problemas que tenemos en este mundo, porque en 'expertología' y paripeses sabihondos estamos puestísim@s, pero eso es muy poca cosa en realidad, ya lo vemos. Y mientras, puede que nos falten hervores en otros niveles del Ser que desconocemos entretenid@s por tanto rifirrafe constante, quién sabe si estas olas de calor y el descuajaringue climático y loquísimo que padecemos actualmente no tendrán algo que ver, como efectos secundarios de tales causas...Posiblemente el infierno no sea un lugar de castigo, sino un estado existencial autogenerado  por el erre que erre resultante del empeño en ver y  entender la vida al revés.

Hay que despertar y salir de esa egopatía que se disfraza de falsa  "libertad" y todo lo empastra, porque realmente no es libertad, sino la cadena perruna que ata al ser humano  a su propia deshumanización involutiva. Por eso tiene que haber testimonios reales que nos  alerten  y pongan al día a la sociedad mecánica del cómodo y suicida "virgencita, virgencita, que nos quedemos como estamos..." 

La humanidad y el universo somos tod@s, nada de lo que hacemos o evitamos hacer está aislado y siempre tiene consecuencias, a juego con la calidad energética y consciente que canalizamos. Sin aceitunas y una prensa que las transforme, no puede haber aceite de oliva. Ni vino sin uvas y lagares. No lo olvidéis, familia querida! La igualdad, la justicia, los derechos y los deberes, el bien común y un mundo sano y habitable no se hacen solos. En fin...cada vez es más imposible ignorar la evidencia exponencial de semejante marrón en crisis constante. Así que ánimo y dejemos de repetir como costumbre lo que está acabando con la especie y con la vida en el planeta, que se quedará reducido a una copia duplicada de Marte, por ejemplo.

            EDUCACIÓN PARA LA SOLIDARIDAD: IMÁGENES DE LA INFANCIA EMPOBRECIDA


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