lunes, 13 de junio de 2022

Desde València nos informan. Y nos dan argumentos para profundizar en la envoltura de las propuestas sociales.

 

Lambda convoca l'Orgull LGTB+ 2022 amb el lema "Davant l'odi: drets i Orgull"

 

 

  

  

Tres activistes posen la cara com a imatge dels cartells que convoquen a la manifestació de l  


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Comentario del blogg

El mes de junio es el momento valenciano de centrarse sobre la realidad del género y sus problemáticas más candentes. Como por ejemplo, el rechazo, el maltrato y la marginación hacia quienes no coinciden en la misma onda sexual con la mayoría de la población. Los motivos son justos, desde luego, pero no estoy nada segura de que los métodos pedagógicos para expresarlos sean acertados. 

¿Es el concepto "orgullo" el que debe encabezar y motivar un movimiento social y humano tan imprescindible? El orgullo no es un fundamento positivo para reivindicar nada, es más bien una pataleta con subidas y bajadas, como las tracas y mascletades, como las fallas, solo es el envoltorio epidérmico de una realidad que se quiere cambiar por medio de la exhibición y el hacerse presentes desde lo invasivo, desde la hoguera que lo quema todo y deja la atmósfera hecha un basurero. Precisamente esa implosión constante y persistente, desde el espectáculo, deja en silencio lo más importante: la plenitud y el equilibrio positivo de haber encontrado un camino y un espacio que compartir con el resto de la sociedad heterosexual. A la que el colectivo gay puede aportar y aporta, muchas posibilidades de apertura de conciencia y de miradas más humanas y acogedoras. 

El origen de la palabra "orgullo" es catalán, orgull, -seguramente una herencia del medievo y su latín provenzal-. Su significado en el diccionario lo define como  exceso de estimación propia por la que uno se considera superior a los demás./ Gran satisfacción personal por la que uno se considera digno de mérito, sin tener en cuenta el criterio de los demás. Un ejemplo aplastante lo aportó  Juancarprime hace años, ese paradigma de valores aplicados a la conducta, en su legendaria frase "me llena de ordgullo y satisfacción..."

En realidad el orgullo solo significa hinchar el globo del ego infantil y acomplejado para que los demás lo vean y lo aplaudan, sin comprender que no es el ego lo que nos salva de lo peor de nosotros mismos, sino la atadura pertinaz que no nos permite evolucionar ni comprender lo que nos pasa ni el por qué. Y mucho menos crear y compartir soluciones y remedios sanos, inteligentes y duraderos si no son cosa nuestra y exhibible para el autoregodeo. El orgullo no es un camino hacia la liberación, sino hacia el bandazo de hacer lo contrario de lo que nos duele o nos perjudica, sin discernir si los remedios chapuza que aportamos sobre todo desde el "yo, mi , me, conmigo" no serán peores que las enfermedades sociales y grupales que nos machacan. No solo como colectivo sino sobre todo como especie en proceso de autoextinción. 

Recurrir al orgullo como escudo y mensaje de identificación no solo no construye, es que impide construir algo que nos libere, que nos enseñe, que nos invite a entrar en la casa infinita, en vez de ir dando tumbos de barraca en barraca, de tienda en tienda, de choza en choza, de agujero en agujero, como animalicos...

Así que mucho mejor sustituir "orgullo" por dignidad, por ética, por derechos ¡y deberes!, por plenitud gozosa y por humildad -que nada tiene que ver con humillación, sino con aceptación de la realidad, para poder mejorarla cooperativamente, en vez de arrasarla o de obligar a que todo el mundo sea como nosotr@s y nos tenga en un altar, por cierto, algo imposible de conseguir, ya que todos los egos tienen disponible su propio altar competitivo y un pelín paranoico y del que también se pueden caer y quedarse por los suelos.

Y sobre todo conseguir que no sean los instintos, deseos, frustraciones  y emociones desatadas los torbellinos que arrastren y dirijan nuestra existencia, en la que solo nuestras decisiones nacidas de la inteligencia emocional del sentimiento, -que los orientales llaman "maestro de corazón"- marcan las causas y efectos que decidimos poner en marcha, cada vez más conscientes de que no somos lo que nos sucede, sino lo que decidimos hacer o no hacer con ello. No hay culpas ni culpables, solo hay errores de diversa gravedad y transcendencia, una inercia letal de víctimas y verdugos sacralizada y hasta bendecida, que en un mundo evolucionado ya no tienen espacio ni tiempo disponible como futuro, si es que deseamos que lo haya, claro. Y nuestra conciencia es la gestora de los procesos. Y esa conciencia no es ni gay ni lesbi, ni trans...Es andrógina y fraternal, polivalente. Igualitaria en la pluralidad, madre en el cuidado y padre en la vigilia que ambos comparten por igual, en una fusión constante, que se llama amor y bien común o reino de los cielos, conectados con el Espíritu como adelantó Jesús de Nazaret hace dosmil veintidós años...Y plenitud del Buda, como nos dejó en herencia Shidarta seis siglos antes...Ninguno de los dos necesitó el orgullo para nada y dejar en el mundo el mejor equipaje disponible para el viaje de retorno a la Casa de tod@s. A la luz que es gratis porque somos nosotr@s mism@s, cuando despertamos y comprobamos que el orgullo era solo el zapato equivocado de Cenicient@.

Y muchas gracias al Ayuntamiento de València por su preciosa pedagogía en colores dedicada al género humano en sus diversas manifestaciones, en las que solo está de más la sobredosis inmadura y poco recomendable del orgull, una obstrucción más que una pasarela, en el puente de la evolución.

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