miércoles, 9 de noviembre de 2022

Muchas gracias, querida Ana, por estos imprescindibles puntos sobre las íes de la conciencia. Jamás la política puede ni debe convertirse en un juego sucio para lavar y maquillar la deshumanización, la crueldad y los mejunjes como "soluciones" y apaños, que por lo bajini, socavan y dstrozan los derechos y los deberes fundamentales para que la vida valga la pena para todos y todas, sin exclusiones ni excepciones de casta, poder y y parné. No hay excusas y razones que justifiquen los genocidios, las torturas y el menosprecio de las vidas de quienes no son ricos ni tienen medios para conservar sus vidas, sus derechos y su dignidad. "El hombre del hombre es hermano, derechos iguales tendrá, la tierra ya debería ser sin más dilaciones, patria de la humanidad... " Socialismo y barbarie son incompatibles. Que luego no se extrañen de que la gente, ante esas incoherencias carente de ética y humanidad, no vote y la abstención permita que "lo de siempre" vuelva a cagarla otra vez...


Dominio público

La inhumanidad que intenta endilgarnos el Gobierno

Ana Pardo de Vera

Un agente marroquí golpea a migrantes en suelo español, durante el intento de salto a la valla de Melilla en junio de 2022.- JAVIER BERNARDO
Un agente marroquí golpea a migrantes en suelo español, durante el intento de salto a la valla de Melilla en junio de 2022.- JAVIER BERNARDO

Tenemos un problema de Estado con lo que está ocurriendo en la frontera de España (frontera europea) y África (Marruecos), porque el hecho de que los dos partidos que han gobernado este país desde hace 40 años, PSOE y PP, actúen una y otra vez de la misma forma frente a tragedias humanitarias de primer nivel nos confirma que se trata de un modus operandi superior: seguridad contra derechos humanos, seguridad contra democracia, seguridad con violencia, ... seguridad como sea.

Las imágenes que trataba de ocultar el Ministerio del Interior, y que fueron publicando a cuentagotas varios medios de comunicación, empezando por Público, ya no pueden ser negadas durante más tiempo por su titular, Fernando Grande-Marlaska, ni por el Gobierno de Pedro Sánchez. Ya las hemos visto todos: la secuencia audiovisual del salto a la valla de Melilla el pasado 24 de junio de centenares de personas desesperadas (la mayoría, sudaneses que huyen de un país acribillado por la guerra) es atroz, inhumana, insoportable para una sociedad que se dice democrática. Es urgente que el ministro Marlaska dimita y que ciudadanos y ciudadanas reaccionemos contra esta masacre y esta cruel política (un decir) de fronteras si valoramos en algo nuestra dignidad y valores humanitarios. Una cosa es que el Gobierno nos tome por imbéciles, otra que lo haga por desalmadas sin conciencia.

Los diputados y diputadas de la comisión de Interior del Congreso fueron a Melilla a ver las imágenes que el Gobierno se resistía a mostrar -y que sigue sin enviar al Defensor del Pueblo en su totalidad-. Sí, también fue el PP, representado por una portavoz, Ana Belén Vázquez, a la que se le llena la boca reprochando a Marlaska sus "mentiras". El PP hablando de mentiras, en general, y hablando de mentiras en la frontera, en particular. Es el mismo PP, claro, que ocultó y defendió una cruel actuación de la Guardia Civil, que disparó pelotas de goma y botes de humo a sangre fría contra un grupo de migrantes que nadaban con serias dificultades, que se ahogaban intentando llegar a la playa del Tarajal, en Ceuta, en febrero de 2016.

Murieron 15 personas (que se sepa) y el Ejecutivo de Mariano Rajoy se desgañitó por quitar trascendencia al hecho, tratando a las víctimas como si fueran deshechos. Quedaron muchas preguntas sin responder, imágenes durísimas y una respuesta nula de los tribunales, que no encontró responsables. El Estado español cerró filas, así que, señores/as del PP, como parte de esta maquinaria inhumana, tápense un poquito las vergüenzas, que se les escapan por todos los poros de su granítica cara.


España se ha entregado a la política de pactos con un sicario, Marruecos, y gestiona la frontera europea y africana con el rey de este país que viola sistemáticamente los derechos humanos, que silencia, tortura y mata. Para obtener éxitos en esta estrategia conjunta, España se pone a la altura del dictador, del represor. En lugar de exigir a Marruecos el respeto de los derechos humanos, como mínimo en nuestra frontera, España prefiere violarlos ella. ¿En qué nos hemos convertido, además de en un Estado pelele a las órdenes de un matón, desde el rey hasta la Guardia Civil, pasando por el Gobierno y los tribunales? La mayor soledad, confesaba Kapuscinski hablando de su oficio, que es el mío, le sobrevenía ante "la violencia impune". Es, efectivamente, el abismo de un país que pone en tela de juicio su propia humanidad privando a seres humanos de sus derechos. Lo de Mandela, si me permiten también.

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