jueves, 17 de agosto de 2023

Leonardo Boff: la fuerza de los pequeños

 

"Cerramos los ojos para ver mejor el corazón del universo" La muerte como invención de la vida

En la vida damos muchas vueltas. En la última de ellas encontramos la muerte. Ella es la única certeza indiscutible. Porque somos, por esencia, seres mortales, vamos muriendo lentamente, un poco cada segundo, en prestaciones, hasta acabar de morir.

El sentido que damos a la muerte es también el sentido que damos a la vida. Cada pueblo con su cultura interpreta, a su manera, la muerte. Quiero referir algunas visiones que merecieron mi consideración.

Como cristiano, conmigo mismo, cómo entiendo la muerte.

No considero la muerte como el fin de la vida. Morir es un acabar de nacer. La vida va más allá de la muerte. Por eso mi libro sobre el tema no se titula Vida después de la muerte, sino Vida más allá de la muerte. La vida se estructura dentro de dos líneas: en una, la vida comienza a nacer y sigue naciendo a lo largo del tiempo, aprendiendo a caminar, a hablar, a pensar, a comunicarse y a construirse hasta acabar de nacer. Es el momento de la muerte. En la otra, la vida comienza a morir en el mismo momento en que nace, porque el capital vital se va consumiendo lentamente a lo largo de los años hasta acabar de morir.

En el cruce de las dos líneas –acabar de nacer y acabar de morir– se da el paso a otro nivel de vida que los cristianos llaman resurrección: es la vida que llega en la muerte a la plena realización de sus potencialidades e irrumpe hacia dentro de Dios. Pero no de cualquier manera, pues todos somos imperfectos y pecadores. Pasaremos por la clínica de Dios, en la cual nos purgaremos y maduraremos hasta llegar a nuestra plenitud. Es el juicio purificador. Otros lo llaman purgatorio, antesala del cielo y no del infierno.

En todo caso, no vivimos para morir, como decían los existencialistas. Morimos para resucitar, como dicen los cristianos. Hay una frase inspiradora de la gran figura cubana, José Martí, escritor, poeta, filósofo y combatiente por la liberación de su país de la dominación de un tirano. Para Martí “morir es cerrar los ojos para ver mejor”.

"Para Martí 'morir es cerrar los ojos para ver mejor'"

Detalle de un retrato de José Martí realizado por Jorge Arche. Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba
Detalle de un retrato de José Martí realizado por Jorge Arche. Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba

Cuando queremos concentrarnos e ir al fondo de nuestro pensamiento, cerramos los ojos de forma natural. Al morir, cerramos los ojos para ver mejor el corazón del universo, nuestro lugar en él y la Realidad Suprema que hace existir y persistir todo.

Tengo un amigo de Uganda que trabaja en la radio vaticana, Filomeno Lopes, que me describió así el concepto de muerte más frecuente entre los africanos:

“En África, cuando muere un anciano, no se llora, sino que se celebra el triunfo de la vida sobre la muerte, porque la vida ha recorrido su camino normal y hemos podido recoger la herencia antes de la muerte de nuestros padres. Por eso decimos que “nuestros muertos nunca se han ido”. Sólodejan de estar con nosotros en la inmanencia de nuestra vida cotidiana para habitar en nosotros. Así es como se establece esa profunda comunión entre nosotros y ellos, que a veces resulta ser más fuerte que cuando estaban físicamente entre nosotros. Esto nos permite llamarlos en la oración y pedirles que intercedan por nosotros en las circunstancias de nuestra vida cotidiana, pues nosotros somos la única razón por la que ellos siguen presentes, como vivos, sobre la faz de la tierra. La vida humana, de hecho, no nace contigo, sino que renace siempre contigo. En este sentido, la vida es en sí misma ‘filosofía’ ya que nunca empieza una sola vez, sino que vuelve a empezar siempre en cualquier momento, en cualquier espacio, tiempo o circunstancia histórica”.

Para la mayoría de nuestros pueblos originarios, la muerte es solo pasar al otro lado de la vida. Los que han pasado al otro lado, especialmente los sabios y los ancianos, los visitan en sueños y les aconsejan. Acompañan a los que aún están en el lado de acá. Solo están invisibles, pero nunca ausentes.

Me contó el presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, que es indígena y vive la cultura de su pueblo: cuando se siente presionado por los problemas políticos, de noche o de madrugada, se retira a un rincón y con el rostro en tierra consulta a los sabios y a los ancianos de su etnia. Se concentra. Entra en profunda comunión con ellos. Después se levanta con las inspiraciones recibidas. La mente se aclaró.

Quiero honrar a Sandra Mara Herzer, que siendo una niña se sentía niño. Se vestía como un niño. Asumió el nombre de Anderson Herzer. Sufrió mucho en la FEBEM. Tenía una extrema sensibilidad y quería ayudar a todos los sufridores que encontraba. Con pocas letras, escribió un libro conmovedor, promovido por Suplicy Matarazzo, A Queda para o Alto. Cuenta toda su vida y los padecimientos que su situación provocaba. Al final del libro publicó algunos poemas. Uno con el título “Encontré lo que quería” es impresionante. En ese pequeño poema habla de la muerte:

“Yo quería que el fuego me quemase/ para ser las cenizas de quien hoy nace./ Yo quería morir ahora, en este instante,/ solo para ser nuevamente embrión, y nacer;/ yo solo quería nacer de nuevo, para enseñarme a vivir”.

Esa belleza y esa generosidad no necesitan comentario.

Finalmente, el testimonio del que fue uno de los mayores seres humanos nacidos en Occidente del cual podemos enorgullecernos: Francisco de Asís. Estableció un lazo de afecto con todos los seres, a los que llamaba con el dulce nombre de hermano y hermana. En su cántico a todas las criaturas dice:

“Alabado seas mi Señor por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún ser humano puede escapar!

La muerte no es ‘una bruja’ que viene a quitarnos la vida. Es la hermana querida que nos abre la puerta de la eternidad feliz. La muerte no es la última barrera. Es un puente que nos hace pasar del espacio y del tiempo pasajeros a la eternidad sin fin. La muerte es una invención de la vida para dar un salto y seguir viviendo más y mejor.

*Leonardo Boff ha escrito Vida para além da morte, Vozes, muchas ediciones; publicado en español con el título Hablemos de la otra vida, editorial Sal Terrae; A nossa ressurreição na morte, Vozes 2005; también publicado en español por Sal Terrae, con el título La resurrección de Cristo, nuestra resurrección en la muerte.

 Traducción de María José Gavito Milano

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Comentario del blogg
 

Preciosas reflexiones de Leonardo Boff sobre sorella morte, como llamaba Fracisco de Asís a nuestra hermana liberadora universal, consecuencia natural de la misma vida. 

Nuestra especie está tan despistada y perdida en detallejos periféricos derivados de la "idiothía" y su "magias potagias" que ha hecho de la muerte una tragedia y un negocio, faltaría más. Y si no, a ver, ¿qué sería de las funerarias y su glamour si no existiera la pausa transformadora de la muerte? 

En realidad el problema no es la muerte, sino no comprender lo que significa: que todo nuevo principio necesita un final de lo viejo, desgastado y agotado para que el Ser renazca y se expanda, compartido en estados diversos, según la calidad y esencia de su energía desarrollada y entrenada en cada etapa vital. Nada que ver con dramas ni tragedias, que sólo son el resultado del miedo que produce la ceguera de quienes se niegan a despertar, enganchados a los instintos primitivos, a los apegos ansiosos, al sentido de la propiedad egocéntrica. La violencia, la venganza, el odio, la injusticia y los resultados que produce toda egopatía, son productos del miedo y los tejedores de la venda que impide la visión y la experiencia integradora del Ser, que se expresa en la luz infinita que somos y se revela entre la materia y la energía en el plano de lo que llamamos vida como opuesto al concepto "muerte", que en realidad son parte del Tao, del mismo Ser infinito, que constantemente se expresa en planos diversos, en los que todo es "panta rei", o Espíritu Santo, para los cristianos, que inagotable y sorprendente, "sopla donde quiere y como quiere", tal cual lo describe Jesús de Nazaret...y se puede comprobar si así se experimenta en esta vida. 

La vida y la muerte son inseparables, un yinn y yang, en el plano material, mental y emocional que habitamos en este nivel ontológico y que se funden en el Tao. No tiene sentido el miedo a morir sobre todo cuando lo que se experimenta en la vida sólo es oscuridad, maldad, ceguera total, miedos, envidias, ira, rabia, rencores y complejos de mucho o de poco, humillación y soberbia, más mentiras  que verdad... ¿En realidad vale la pena pretender que semejante estado vital pueda ser eterno si el comportamiento, efectos secundarios y  "sentido de la vida" están al mismo nivel de una plaga de insectos parlantes y aparentemente pensantes, en plan Harry Potter o Golem del Señor de los Anillos? 

Cerrar los ojos para ver sólo desde dentro es evolutivamente muy arriesgado, -aunque personalmente pueda ser muy bueno, relajante y sereno, como lo es la meditación o la plegaria-, porque ignorar la pesadilla de este mundo y no querer verla, no ayuda a eliminarla ni a transformarla en una realidad sana y más limpia. Se trata, precisamente de que abramos los ojos desde dentro, para poder valorar y transformar "el fuera", para ir creando y "contagiando" el jugo de realidades curativas que nacen del espíritu para elevar la energía de la materia primaria. Ignorando la enfermedad no se curan los enfermos, todo lo contrario, con ese negacionismo se agravan, se multiplican y se autodestruyen. No olvidemos nunca, que lo primero que hacía Jesús era sanar y curar enfermos, luego explicaba los porqués. No decía,"crée y te curarás", sino, "vete en paz, tu actitud -tu fé espontánea y natural- te ha curado". Te cura lo mejor de ti mismo cuando despiertas. Una mujer que padecía hemorragias, no alcanzaba a hablar con Jesús, y simplemente tocó su túnica en medio del barullo para sanarse. Y se sanó. Jesús entonces preguntó, "¿Quién me ha tocado?, y los discípulos dijeron, "pero, si todos los que te rodean en este mogollón, te están tocando, Maestro"..."Lo digo, porque una gracia, una energía, ha salido de mí". No hay que cerrar los ojos, sólo hay que limpiar la mirada y  con frecuencia constante, quedarnos a vivir en la óptica del oculista que nos crea y nos mantiene, respirando su energía, que es la nuestra!!!

Posiblemente la hemorroisa del relato evangélico si hubiese cerrado los ojos, no habría conseguido ver donde estaba Jesús ni cómo tocarle...La visión de lo horrible también despierta la conciencia y  pone en marcha la luz que compartimos,transforma realidades, es energía que sana, equilibra y "contagia", porque ante todo es y ama. Lo que llaman "dios", es lo que tiene. Por ello no teme, sólo fluye y vitaliza  lo mejor de lo que encuentra, sin juzgar ni elegir a los más guapos y santos. Y el búmerang regresa lleno de vida sin fronteras en tantos formatos que sería imposible contabilizarlos ni controlarlos. Mejor despertar y fluir, que refugiarnos en estados de elevación personal mientras nuestro alrededor se cae a cachitos. Si Jesús, Budha, Francisco de Asís, Rumi, Sócrates, Pitágoras, Hildegard von Bingen, Tere de Ávila, Juan de Yepes, -mucho más de la Luz que de la Cruz-, Kant, Galileo, Servet, Gandhi, Lanza del Vasto, Mandela o Luther King hubiesen cerrado los ojos para no ver el horror de lo  que les rodeaba, el mundo ya se habría acabado hace milenios...

Si se vive en ese plan se es un zombi, en las antípodas de la vida verdadera y de la luz del amor, creadora y resucitadora constante, un plano del Ser que sólo cambia de tiempos, espacios, lugares y circunstancias, gracias a la muerte, como a la vida...Principio/final, y viceversa... Algo que se comprende esencialmente cuando despertamos y podemos comprender en un plisplás infinito en el que se manifiesta el Todo, la diferencia entre la verdad constante y la mentira perenne como envoltorio...O sea, entre ser zombis de mentirijilla, réplicas de las momias de antaño o ser humanos de verdad, no sólo de apariencia, con todo lo que significa, es decir, humildes y sencillos alquimistas de la Luz, en plan Madre/Padre, que estás en los cielos, en la Tierra y en el Todo, porque eres el Todo...y nosotr@s también, cuando por fin, ¡¡¡despertamos!!!, si así lo queremos y lo ponemos en marcha, of course...¿El "secreto"? Que no hay secretos, sino luz y transparencia total, porque el árbol frutal sano y las cosechas se reconocen por la realidad inocultable de su alimento  y la sustancia benéfica de sus frutos, no por sus enredos y "misterios"...

                     Símbolos de Luz              


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