Felicidad, ilusa proyección en perspectiva,
sombra que viene y va
acompañando al sueño y a la espera,
persiguiendo el momento
de atraparla a pellizcos,
mas, sin trazas
de poder poseerla ad infinitum,
produciendo ansiedad, miedo a perderla
sin haber conseguido que aparezca...
Buscándola sin tregua como se busca el oro
o el dinero, la buena posición, la buena imagen,
la pareja perfecta, el ligue más molón,
el triunfo del glamour,
las vacaciones,
el pedigrí enganchado en los escaparates
de las redes sociales
o el acontecimiento sorprendente
que aporte la receta contra el aburrimiento
y el hastío
unido al miedo a que su encanto
al fin desaparezca
En ese carrusel insostenible
sólo manan chispazos de una luz repentina
y temblorosa que va y viene
lanzada por el viento del deseo
a capricho de dioses y de santos,
de costumbres y usos,
de dogmas y de leyes,
de progresos y trucos,
de velas y fantasmas,
de juegos y negocios
que diseñen el curso de su vuelo.
Soplando en la apariencia imaginada
cruzando las piscinas del error
como un manguito
en el brazo asustado que no sabe nadar
pero imagina que con ella, al menos,
se consiga flotar...
Y es que 'Felicidad' jamás es un estado
que dependa de lo que nos suceda
o consigamos
a base de trabajos y de esfuerzos,
de ilusiones y sueños pasajeros,
de lo que los demás nos faciliten
y regalen, del barullo y la juerga...
Pero va a ser que no,
que la felicidad es un nivel abierto a la sorpresa
en cualquier cosa, a la no dependencia
del acontecimiento, que genera los cambios necesarios,
equilibrio sereno, armonía natural
sin presiones ni esfuerzos,
en las dificultades y en las penas
que dejan su temor en el alféizar
donde asoma su llama la conciencia
y la brisa se lleva las cenizas de heridas y de entuertos...
Un fluir sin agobios ni prejuicios
con respiro de bosque, vuelo de golondrinas,
aroma de jazmines y aliento de cerezas.
Felicidad no es que te toque el gordo
y que te forres, que la gente te adore
y te contemple, sino la integración
del equilibrio
entre lo que sucede y lo que haces con ello,
que depende, ineludiblemente y mucho más,
del cómo que del cuánto
modelando la arcilla de espacios y de tiempos
en las alfarerías de la luz.
Felicidad no es un nivel de vida
ni una fuente de triunfos sin parar,
tampoco es un modelo que se imite
y se aprenda,
sino el modo más claro, transparente y sencillo
con que asumes la vida y la compartes,
con sus más y sus menos, sus aciertos y errores,
es disfrutar de amar sencillamente,
sin buscar ser amados
y poder sorprenderse a cada instante
del búmeran que vuelve sin que nada ni nadie
impida el regocijo del milagro evidente
que tú mism@ has tejido sin pretender ganancias
ni cálculos, ni halagos, sin lucros ni conflictos
sin "llevar la razón" a toda costa ni perder los estribos
del cariño por la familia humana, por la naturaleza,
por la vida y la muerte entrelazadas
sin turbios dramatismos que acaban en la nada
pero dejan profundas cicatrices
que sólo en el amor pierden su peso
y recuperan vida en abundancia
En esa confianza sin murallas
la vida nos devuelve paso a paso
en la luz que genera el toma y daca
-en el nivel divino de lo humano-,
todo lo necesario para que ser amor
sin nudos ni fronteras,
sea la felicidad que decretamos
mientras la repartimos y gozamos.
Nada ni nadie te puede hacer feliz,
familia amada,
pues la felicidad no es un estado
sino el Ser que despierta para siempre
y rompe las cadenas que lo atan,
tú eres felicidad, herman@ nuestr@ y mí@,
y sólo necesitas descubrir el tesoro
que eres,
limpiando los cristales de tus gafas...
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