lunes, 30 de noviembre de 2009

Siempre hay una salida genial detrás de un desastre colosal. Sólo hay que querer construirla.

Leo hoy en la Repubblica.it una carta lacerante. Un padre, rector de una universidad privada italiana, recomienda a su hijo que se marche de Italia para poder desarrollar sus conocimentos y su experiencia profesional, debido al estado desastroso en que se encuentra el País y la imposiblidad de trabajar en un lugar donde la ética no existe y el chanchullo mafioso ocupa todo el tejido social. Donde sólo el dinero y el poder que el dinero da, son los "valores" permanentes. Se puede comprender el estado de desaliento y depresión que emanan sus palabras. Una persona consciente que ve mermada en todos los sentidos la sociedad que le rodea, que está cansada de luchar para no conseguir nada, que ve como las expectativas de cambio no se concretan, es muy lógico que tenga esa actitud de derrota. ¿Y quién no se sentiría así en sus circunstancias? Se parte el alma al leer semejante alegato de impotencia y dolor. La enfermedad de Italia es la enfermedad del mundo, pero en dosis concentrada,muy tóxica y muy potente. Ella ha perdido la esperanza y ya no se cree en nada que pueda valer la pena.
Sin embargo es seguro que algo se puede hacer. Seguramente desde el poder no. Desde las instituciones corruptas, tampoco. Desde los despachos oficiales, nada de nada... Es necesaria una revolución de valores desde la base. No un golpe de poder, ni una guerra solapada entre conceptos paralizantes. Hay que moverse. Salir a la calle, acercarse a los demás. Contactar con el alma del otro, escuchar y proponer ideas realizables. Empezando por lo sencillo. Básico. Si la sociedad es superficial, comodona, frívola, chismosa, indiviualista en exceso y despilfarradora, los valores no echarán raíces. Sería predicar en desierto. De hecho, Di Pietro lo ha intentado, pero no lo ha conseguido, porque ha cometido el error de entrar en la "clase política". Y ese mundo abominable está completamente desacreditado y moralmente desautorizado, en un pais donde la política -perdido su sentido etimológico real de servicio al bien común- es el refugio de los delincuentes adinerados y la bula oficial para hacer leyes de sus caprichos, veleidades y delitos. Ahora hace falta otro método mucho más próximo, humano y positivo, que devuelva la energía perdida y que alimente la esperanza y con ella la creatividad.
Si yo fuese Celli -el autor de la carta en cuestión- animaría a mi hijo a salir a otros paises para profundizar en sus estudios y aprender modos nuevos de vida, sistemas de asociación, de cooperativismo, inicativas realizables, le animaría ver como se puede conseguir el cambio y como lo hacen otros. Casi le ayudaría y animaría más ir a la India, a China, a Bolivia, a Chile, a Cuba, a Mongolia, Siberia, Ucrania o a Brasilia. Ellos han superado durísmas circunstancias, sin perder su esencia y ahora son una fuente de ideas creativas que les impulsa a un desarrollo y a una búsqueda de alternativas muy válidas con mucha simplicidad. Luego le diría que volviese para ayudar a la regeneración de Italia.
Una joven científica y empresaria alemana, pionera en investigación y orientación empresarial, que conozco muy de cerca, suele visitar el Oriente y África del Sur, porque allí se inspira y se energetiza, aprende de los métodos simples y sabios que están facilitando mucho las cosas y sobre todo en el terreno investigador y laboral. Tal vez en un tiempo donde las soluciones tecnológicas, pese a ser una gran ayuda, están comenzando a invalidar las iniciativas humanas, a dejar que el tedio se apodere de la actividad, sería interesante volcarse en adquirir habilidades profesionales de frescura, de cercanía humana y de objetivos compartidos que impliquen las aportaciones de todos. La sensación de que todo está hecho y de que lo que se podría hacer no hay ni noticias, es muy deprimente. Por eso hay que aprender de quienes casi sin medios van consiguiendo organizarse, abaratar costes y crear empleos para las nuevas necesidades no consumistas, sino básicas para reestructurar una nueva sociedad.
Un amigo médico viajó a Cuba hace unos años y visitando un hospital público encontró enfermos sentados en salas y pasillos, que llevaban una pirámide hueca hecha de alambres cubriéndoles la cabeza y reposando sobre los hombros. Perplejo, preguntó a sus compañeros médicos cubanos qué era aquello. La respuesta: Están haciendo su tratamiento reenergetizador, con el que se eliminan dolores en todo el cuerpo porque la forma de la pirámide modula y regula las ondas de energía, equilibra y quita, primero el dolor y poco a poco la inflamación. En unas cuantas sesiones, se consigue la curación de muchas dolencias incipientes, que al no medicarse dejan libre el organismo para reaccionar y auto sanarse.
A falta de fármacos, debida al bloqueo económico de los USA sobre la isla, los científicos físicos y médicos, se pusieron a recuperar a Hipócrates y a Esculapio. Y encontraron la solución gratuita a una deficiencia hospitalaria grave. En Inglaterra se hace reiki y terapia sanadora por arquetipos, en los hospitales estatales, por ejemplo. Aquí en Madrid hay algún hospital público que también está introduciendo la energía como solución a muchos problemas; con esto quiero apuntar que las dificultades y la búsqueda de soluciones son un filón para las inovaciones. Y los momentos peores son el comienzo de lo mejor.
En vez de querer arreglar todo de golpe mientras nosotros aun estamos presos de la pereza, del temor, de los vicios y desganas que han llevado a una sociedad al declive absoluto, debemos empezar la propia casa por los cimientos mientras vamos ayudando a renovar la casa común. Hay un hecho incontestable: en la medida en que nos sanamos individualmente nacen las ganas y las ideas para compartir.
Imagino que en Italia habrá gente capacitada para crear asociaciones en ese sentido: Sanarse uno mismo para cambiar el pais. Centros gratuitos de orientación y práctica de técnicas para el cambio de conducta. No se puede esperar que "todo cambie" por sí mismo. Un país es una construcción de todos. Con ladrillos estropeados y mal puestos,con cemento malísimo, la casa se cae, por mucho dinero que se invierta en pintarla y decorarla con muebles exquisitos y pinturas de firma y por mucho que discutan los vecinos a gritos y se culpen unos a otros.
¿Por qué al mismo tiempo que se reivindica la decencia en los políticos, la prensa no crea espacios de encuentro, de revisión autocrítica y de ideas innovadoras, pero para reunirse y organizarse y que no quede todo en la teoría? Centros de asesoramiento gratuito. Con psicólogos, médicos, terapeutas, educadores y orientadores; jornadas de relajación, charlas testimoniales y coloquios con lluvia de ideas y objetivos concretos que desarrollar y llevar a cabo. Que la gente se exprese y recupere su valor como individuo, más allá del muñeco consumista y narcotizado en que se ha convertido. Ir a las casas y preguntar por el estado personal y los problemas, movilizarse como calle, como barrio. Visitar a los del terremoto y empezar a darles ideas y aportar ayudas simples que harán el milagro de despertar sus ganas de inventar y de conseguir lo que necesitan sin esparar la "caridad"publicitaria de la miseriak porque estarán recuperando sus capacidades para crear vida y organizarla.
Jornadas festivas de contacto con la naturaleza en pueblecitos y ciudades pequeñas...jornadas sin coche o sin móvil. Encuentros al aire libre, de puertas abiertas entre los vecinos, para aprender a recontactar con la libertad y la calma.
En Valencia hace tiempo ocurrió que en uno de los barrios típicos se concentraron immigrantes árabes, lo que provocó que los más xenófobos y radicales fuesen a manifestarse violentamente cada semana durante un par de años. Viendo que las autoridades "cívicas" no se daban por enteradas y la indefensión de los inmigrantes era total, algunos valencianos compasivos y concienciados comenzaron a irse a vivir a aquel barrio para crear un núcleo protector que defendiese a los inmigrantes de los ataques vandálicos. Se comenzó a abrir tabernas árabes y españolas, restaurantes. Teterías y tiendas. Pubs de jazz y de danza oriental. Las viejas casas que tanto inmigrantes como oriundos se iban comprando se rehabilitaban, se pintaban, se pusieron plantas y flores en los balcones, se hicieron campañas de solidaridad y mutuo apoyo. Los niños chinos, latinoamericanos, árabes y españoles aprendían a jugar y a estudiar juntos. Los abuelitos que durante años habían sido los únicos habitantes del barrio comenzaron a ser los "abuelos" ecuménicos de unos nietos inimaginables, que correteaban a su alrededor mientras ellos les miraban encantados tomando el sol en invierno o la sombra de los castaños del parque en verano. Y un buen día, se dieron cuenta que los vándalos ya no venían a ofender y a agredir, sino a comer couscous y dulces de almendra. A tomar tapas y a disfrutar de una arquitectura urbana preciosa y variopinta. Y de que ya no eran tan bárbaros, sino gente buena. Buena gente. Pero la rehabilitación del barrio comenzó en las personas. Un grupo de seres comprometidos mueve montañas. Como la verdadera fe. Que no es una creencia, sino una puesta en marcha con la seguridad de que es lo mejor que se puede hacer en un momento dado.
En fin, querida Italia, esperemos que como el Ave Fénix renazcas de tus propias cenizas y tristezas. Y eso será posible si los más lúcidos comienzan a ser la levadura del nuevo pan. Y Saviano pasa de ser un fenómeno extraterraestre a un ejemplo multiplicado entre jóvenes y adultos. Ya he leído que algunos mafiosos han aprovechado los años de cárcel para estudiar economía, derecho y matemáticas y que ahora que se han despertado ya no quieren estar en la "onorabile società", sino incorporarse a una vida decente y valiosa. No les defraudes, querido Belpaese y aprovecha ese impulso renovador desde el underground para salir del pozo del desaliento. Si hasta los delincuentes están con ganas de cambio ¿cómo van a irse los jóvenes ahora que está todo por hacer? Realmente regresarán los que se fueron porque ya no resistían más, cuando los que se han quedado consigan abrir una puerta a la esperanza. A dejar de ser el país "sputtanato" y decadente no porque ya haya mandatarios decentes que decreten decencia por ley, sino porque hay ciudadanos decentes, maduros y responsables que han aprendido a hacer innecesarios los decretos y a elegir representantes a tono con su condición cívica. A no conformarse con el primer vendedor de lencería fina, que llame a la puerta pidiendo un voto.
Y no olvides, querida vecina de mar, que sin salud mental y de hábitos no se puede hacer nada más allá de morirse de asco. Para levantar la auotestima hay que tener motivos reales. Las ruinas y la historia están muy bien donde están. Pero la vida no se parar en crónicas ni en piedras, por muy solemnes que sean. La vida es dinámica y musical. Y hay que aprender a bailar con ella si no quieres perder el tren de la evolución.
Ojalá fuese italiana para echar una mano. Te juro, Italia, que yo no me iría.

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