sábado, 18 de julio de 2009

Forma y esencia

A veces, desde nosotros,
desde Casa,
se desliza la forma y se escapa
muy lejos. Es tan curiosa...
La vemos patinar en trapecios circenses,
se columpia, desciende, salta, se esconde
y gira, igual que una peonza
en las manos de un niño hiperactivo;
se deja cautivar por las luces de feria,
y luego, axahusta,
se tumba a reposar sobre el heno
de un prado lejanísimo. Al que debemos ir
para recuperarla
alguna tarde azul de invierno
o una mañana fría de primavera
o una noche de agosto incandescente
o un mediodía de otoño pleno de hojas doradas
ajenas a la brisa que las lleva y las trae...

Con amor la recogemos
medio dormida, como una tibia seda
que se deja plegar en nuestras manos,
como un niño cansado
que se duerme en cualquier rincón
del bosque, olvidado el camino de regreso
y agotado de buscarlo en dirección contraria.

Entre los dos la levantamos con cuidado,
la llevamos de nuevo hasta el hogar,
limpiamos el barro de sus pies descalzos,
bañamos su cuerpo y sus cabellos suaves
en agua de rosas y jazmín,
y con un camisón blanco acariciante
la llevamos al lecho a descansar

Poco a poco, de nuevo se despierta
y ocupa su lugar entre nosotros.

La forma experimenta para llegar a ser.
Pero nosotros, somos.
Amor. Sin eufemismos.

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