jueves, 7 de febrero de 2019


En la crisis más profunda, los políticos más superficiales

Entre los errores del Gobierno y el estruendoso aprovechamiento que prepara la derecha en la calle vamos a llegar al juicio más importante de la democracia no con la calma y la serenidad que se requería



El asunto del relator ha desencadenado una verdadera tempestad. Las derechas excitadas afilan sus dientes para lanzarse a la yugular del Gobierno; en la propia familia socialista las aguas están muy agitadas. Lo peor es que al querer aclarar las cosas aumentó la confusión. La vicepresidenta Carmen Calvo precisó que el relator sería un simple colaborador en la mesa de partidos catalanes y la consellera de Presidencia de la Generalitat, Elsa Artadi, afirmó lo contrario, que el relator debía dar fe de lo que se hablara en la mesa de diálogo con el gobierno central. Calvo y Artadi fueron precisamente las que pactaron esa figura de relator. ¿Cómo podían interpretar de manera tan opuesta lo que habían acordado? Brillante porvenir aguarda al diálogo.
Pero, tras la imprudencia temeraria del Gobierno, la inconsciencia de la oposición. Entre los errores del Gobierno y el estruendoso aprovechamiento que prepara la derecha en la calle vamos a llegar al juicio más importante de la democracia no con la calma y la serenidad que se requería sino envueltos en fervores, en patriotismos y en mares de banderas. Otro regalo para los independentistas. Las imágenes de la manifestación del domingo jugarán en favor de su campaña internacional para apuntalar su tesis central de que no van a ser juzgados por una democracia de verdad sino atropellados de forma injusta por un españolismo exaltado que no respeta su libertad. En momentos muy delicados de nuestra historia democrática hemos tenido la suerte de contar con políticos maduros y conscientes de su responsabilidad, pero ahora no. Ahora los líderes no están dando la talla, se mueven a impulsos, a golpes de efecto. Políticos ‘tuit’ para ideas de digestión rápida. En la crisis más profunda, los líderes más superficiales.

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Según pintan los hechos, lo que estamos soportando actualmente es la resaca de las pifias del des-gobierno pepero (con la abstención y /o el apoyo descarado del Psoe en la oposición(¡?)) y la desmañada política del gobierno actual, con muy buena disposición pero con unos guionistas-consejeros desastrosos. García-Page y Vara, por ejemplo, errando la sigla, deberían estar en c's o en el pp, no en el Psoe , que debería dejar muy claro y si es que no sabe o no puede hacerlo mejortal y como se comporta, en plan Rosita la Pastelera, ese partido, debería por mera coherencia, eliminar de su pretencioso título publicitario la 's' y la 'o'. Así, por lo menos los votantes sabríamos con certeza dónde nos  estamos metiendo cuando cada cuatro años nos llega la única oportunidad que podríamos tener para cambiar de rumbo y de destino este estado delirante y desastroso.

No creo que ahora tengamos peores políticos que antaño, de hecho, algunos de ellos continúan en activo y con aura de experimentados y "sabios", como Borrell, por ejemplo, González y Zapatero en el Consejo de Estado...Alfonso Guerra como asesor mediático bocachanclas y eso...Tengo la impresión de que los mismos avatares políticos de la transición en este momento tampoco habrían podido hacer gran cosa, hay dos factores en contra demasiado aplastantes: el estado globalizador del canibalismo capitalista haciendo un sprint exponencial hacia el abismo antropológico de su propia extinción, en lo mundial, y en lo concretamente español, una deseducación civil de la propia sociedad aborigen, que se inició, precisamente con la llegada de la 'normalización" política y de la desgana moral en favor de un bienestar sólo material, sin fondo humano ni ético, solo cortoplacista, táctico y depredador, que se tomó la política como un juego de élite para sinvergüenzas "listos", arruinando al resto de conciudadanía y viviendo a costa de ella sin ningún escrúpulo. 
En la película"El Reino", nominada y premiada en los premios Goya de este año, se retrata plenamente en qué pantano de mierda está hundida la sociedad española. Y la clave velada está en el propio título: no se puede seguir siendo un reino porque lo haya dejado en herencia una dictadura corrupta y podrida de cuarenta años reencarnada en una dinastía desempolvada y retocada con barniz. No se puede pretender una democracia sana cuya sustancia no se aviene con un modelo de estado que jamás se ha podido elegir libre y legítimamente sino bajo la presión del miedo y la amenaza hasta aceptar una monarquía sin una verdadera legitimidad civil, que la padezca como paraguas "legal" de la corrupción, de cuya responsabilidad está exenta por mandato constitucional (¿qué buenos políticos decentes hubiesen caído tan bajo en aquellos tiempos del chantaje, un indecente pero muy útil oxímoron perpetrado por ellos mismos?); votar una Constitución como mal menor, forzados por el secuestro de las instituciones, por parte de una casta de caciques que impone el mantra "nosotros o el caos", no podía dar mejores resultados de los que está dando. Y una de las más notorias pruebas es que aun haya peña pensando que nada tienen que ver los medios con los fines y que un recosido indecente y chapucero perpetrado durante otros cuarenta años siguientes a la tiranía, pueda dar lugar a una sociedad normal, así por birlibirloque, por chamba, sin currárselo ni educarse con miras más sanas, sin hacerse conscientes de la relación que hay entre un presente miserable, un pasado putrefacto y un futuro en la cuerda floja, ya decescerebrado y corrompido desde la cuna, y para colmo a merced de la inteligencia artificial...Nunca habríamos llegado a esto con una verdadera democracia participativa al cargo del estado, con una pedagogía cívica y ética, con un estado laico y aconfesional de verdad, con una república federal, o confederal, de los pueblos ibéricos votada en las urnas, con la estructura sólida, autónoma y fraterna de un municipalismo participativo e inteligente social. 

En realidad, esa figura del testigo civil "relator" en medio del debate de la gestión política, que ahora ha escandalizado tanto al rebaño españolón, -no por ella misma, sino porque la consideran una imposición del separatismo catalán-, debería ser algo normal en los debates más decisivos del estado, y ese relator o relatora, debería ser un testigo del pueblo cuya presencia y "relato" garantizase tanto en las actas y en la información, la transparencia de los debates más controvertidos. No es el caso. A la España cavernaria, adicta "al Virgencita que me quede como estoy"  o al "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer" le asusta y espanta cualquier cambio aunque pueda ser a mucho mejor. Por eso sólo se la juega a la lotería y a las quinielas, por eso desde que estamos enquistados en la crisis como sistema se han multiplicado ad infinitum los locales y los programas de tv, de juegos y apuestas, que según se va descubriendo, tienen más éxito y concurrencia que cualquier biblioteca pública o actividad cultural. 

Es urgente que nos separemos cuanto antes del remolino de calamidades e insustancias inoculadas que nos tienen dormidas como Blacanieves o La Bella Durmiente, que no les demos más importancia que la que realmente tienen, y eso lo decidimos nosotros, no los medios por muy maravillosos que nos parezcan, que no se nos olvide que la política no es en sí misma algo más que un servicio comunitario a la ciudadanía, no un desfile de modelos ni un salón de peluquería o de reparaciones estéticas, ni un cafetín para ociosos y cotillas, sino nuestra responsabilidad en casa, en el curro y en la calle. Que no regalemos nuestro precioso tiempo a la insustancia y al chisgarabís que cada día cambia de parecer y de humores, que no confundamos la moral con la moralina y la ética con la estética, la manicura, las extensiones y las mechas.

Que la vida es algo mucho más intenso y verdadero que las pamplinas y sálvames o salvados, investigaciones en equipo histérico o chismes impresentables sobre las vidas ajenas y sus intimidades. Que no vivimos en Netflix ni en guasap, ni en las redes, que son esos negocios los que viven a costa nuestra. 
Que una hora de lectura de Spinoza, Kant, Voltaire, Thoreau, Tagore, Ibn Arabi, Jalal-al din Rumi, el Tao Te King o el Corán, los Evangelios,los Vedas, Homero, Sófocles, Antonio Machado, Josep Plà, Rosalía de Castro o Unamuno, vale más que doscientas horas haciendo de mueble ente las pantallas de cualquier tamaño o dimensión, pero que acercarse al alma, al corazón, a la mente y a los sentimientos de nuestros hermanos y hermanas de especie, o una mirada en silencio sobre el horizonte cargado de belleza e infinitos, vale más y le da sentido auténtico a cualquier lectura o espectáculo audiovisual y profundidad a lo periférico y superficial. No olvidemos que de poco vale el envase si no lleva nada dentro.

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