viernes, 31 de diciembre de 2021

Es un respiro leer y escuchar discursos políticos en positivo. Está claro que el trabajo y la dedicación honesta y responsable al servicio de la comunidad social, no es cosa de ideologías, sino de la voluntad y trabajo con determinados valores éticos indispensables. No en vano recién llegado a la Presidencia de la Comunidad, Ximo Puig se dedicó a visitar los barrios, y a sentarse con nosotr@s en las asociaciones de vecinos, para preguntarnos y que le responderamos por escrito lo que necesitamos y consideramos más necesario y urgente. Pasito a paso el gobierno de la Generalitat va solventando y solucionando, facilitando y poniendo en marcha las soluciones adecuadas a las demandas ciudadanas. Desde la humildad y la cercanía, la escucha y la determinación. Y no solo es Ximo, sino también el Ayuntamiento de València, cuyo alcalde no es socialista sino de Compromís, apoyado por la misma coalición. No tiene color un gobierno plural nacido y funcionando desde el consenso, con un gobierno en plan legionario y novio de la muerte. El Pacto del Botànic ha sido una bendición para Valéncia, y no porque no haya problemas, sino porque gracias a la escucha y a la decencia, los problemas se resuelven, el trabajo aumenta, los refugiados se acogen y se integran, la enseñanza, la sanidad, le vivienda, el cuidado ecológico, con la adaptación del transporte público a las energías sostenibles, el cuidado de los mayores y de la cultura, el equilibrio de las medidas antipandemia...Sí, se puede, está claro. Tras dos décadas de tortura devastadora, Valéncia ha despertado y ha aprendido a valorar lo que significa la riqueza de la pluralidad desde el consenso, donde nadie sobra ni falta. Y todos tienen mucho que aportar. Ojalá la derecha española se transforme como en Alemania y llegue a cooperar también en las coaliciones, limpiamente, sanamente, sin podredumbre ni malas artes. Ojalá! Aunque nadie es imprescindible, todos y todas son/somos necesari@s si cooperamos con la mejor voluntad a construir el bien común. Gracias, Ximo Puig, gracias a tod@s y gracias, València! Feliz 2022

 

Ximo Puig hace un llamamiento a “sumar” frente al independentismo que “no aboca a ningún sitio” y el “egoísmo centralista” que lleva “a la división”

Ximo Puig durante su discurso de Fin de Año.

El president de la Generalitat, Ximo Puig, ha avanzado que la Comunitat Valenciana iniciará 2022 con la cifra récord de más de dos millones de personas afiliadas a la Seguridad Social y con 10 millones de vacunas contra la COVID-19 ya administradas a la ciudadanía en la lucha contra la pandemia.

Así lo ha indicado en su mensaje de fin de año, grabado en L'Elca, la casa del poeta Francisco Brines, desde donde ha invitado a vivir cada día del nuevo año que se inicia con "el valor de la palabra tranquila".

El president ha iniciado su discurso recordando a "las 8.097 vidas valencianas que la pandemia se ha llevado" y dando fuerza a quienes están ahora "en el hospital o en casa pasando una enfermedad que ya han superado 570.000 valencianos".

Ximo Puig ha destacado que el año pasado se dirigía a la ciudadanía por estas fechas confiando en una recuperación social y económica, y "desde aquel momento de incertidumbre, 81.000 valencianos han encontrado trabajo, 222 cada día", hasta el punto de que, tal y como ha anunciado, se llegará a enero "alcanzando el récord histórico de trabajadores en la Comunitat Valenciana: más de dos millones de personas afiliadas a la Seguridad Social".

Ha subrayado en este punto que la "prioridad" para 2022 es precisamente "mantener esta potencia en la recuperación en forma de más empleo y de mejor empleo", porque "es una indecencia que haya trabajadores pobres" y "es una injusticia ver a familias trabajadoras que no pueden vivir dignamente de su trabajo".

Tal y como ha indicado, hace un año, también por estas fechas, "se habían puesto 5.000 vacunas; hoy ya rozamos los 10 millones de dosis administradas en la Comunitat Valenciana". "Tenemos más defensas", ha señalado el president, que ha insistido en que, siempre que la situación hospitalaria lo permita, corresponde que las medidas restrictivas que se adoptaron en 2020 den paso a las medidas de protección propias de 2022.

Puig ha abogado además por una sociedad centrada en el empleo, en el respeto y en la igualdad de género y de oportunidades, y ha señalado que un "pilar fundamental" para lograrlo será mantener la estabilidad, "que fortalece la Comunitat Valenciana y nos posiciona -ha dicho- como un territorio con seguridad para la economía y las empresas".

La Comunitat Valenciana, ejemplo de estabilidad

El máximo responsable del Consell ha situado precisamente a la Comunitat Valenciana como ejemplo de esa estabilidad, después de que el Consell que preside haya aprobado sus Presupuestos en tiempo y forma durante siete años seguidos. "Frente al ruido de otros sitios, aquí estamos en lo que toca, porque es el tiempo de la unidad, de empujar entre todos, sin partidismos", ha dicho.

En este sentido, ha invitado a "huir de dogmas y de extremos" y ha pedido extender esta mirada plural a la forma de entender España, porque "es el tiempo de apreciar su diversidad y de coser mejor sus tierras y sus gentes".

En este contexto, ha planteado que España dé en 2022 "un paso firme que haga viable" su "proyecto compartido". Para el president, "si fuimos capaces de pactar la Constitución y la entrada en Europa, ¿cómo no vamos a pactar una financiación autonómica justa? No hay alternativa al acuerdo".

Por ello, ha convocado al consenso a todos los grupos políticos y a las 17 comunidades en favor de un "gran acuerdo por una España justa". "Ese es nuestro discurso: el de la justicia y la igualdad" en las reivindicaciones sobre financiación, sobre descentralización y sobre infraestructuras como el Corredor Mediterráneo, ha agregado.

"Ya hemos visto adónde aboca el independentismo: a ningún sitio; también vemos adónde conduce el egoísmo centralista: a la división, y lo que necesitamos es sumar, con la palabra serena y sin gritos", ha argumentado también.

40 años del Estatut d'Autonomia

El president ha recordado, por otro lado, que en 2022 la Comunitat celebrará "40 años del Estatut d’Autonomia, 40 años del autogobierno recuperado tras la 'desfeta d’Almansa'", y ha indicado que esta norma ha sido y es "una garantía de progreso en la vida diaria", y también "un marco de convivencia donde cabemos todos".

"La diversidad es un privilegio que nos hace más ricos, y el Estatut es el libro que permite cinco millones de formas distintas de ser valenciano, que nos permite recordar hoy al gran poeta Paco Brines, Premio Cervantes en castellano, y que, a la vez, nos hará celebrar, en 2022, el Any Joan Fuster, un pensador universal que escribía en valenciano y que ya advertía contra los fanatismos con una frase: 'Tots, si arribem a tindre raó, la tenim a mitges'".

El jefe del Consell se ha referido también a algunos desafíos "que no pueden quedar sepultados por ninguna pandemia" como el de la violencia machista, "una represión que hace imposible la igualdad real y que tiene que acabar ya".

El president ha manifestado, asimismo, que "responsabilidad" es la palabra que mejor resume 2021, un año en el que la ciudadanía valenciana es "ejemplo" para "todo el mundo", con un porcentaje de vacunación del 94 %. "Juntos hemos salvado 1.160 vidas respecto a la mortalidad media de toda España, y eso ha sido fruto del esfuerzo de la sociedad valenciana, con el enorme trabajo de los profesionales sanitarios a la cabeza", ha señalado.

"Ahora es crucial –después de casi dos años– proteger la salud mental y emocional. Es el momento de la ciencia y de la prudencia, con vacunación acelerada y corresponsabilidad, porque sin ciencia no vamos a ningún sitio, pero sin conciencia tampoco", ha remarcado.

Txarango - Obriu les portes (Audio Oficial)

Feliz año, Torres López, y muchísimas gracias por esa conciencia, esa lucidez y ese compromiso vital y generoso con la humanidad desde una constante torre vigía tan profética como materialmente comprobable 👍👍👍👍👍🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🤗🤗🤗🤗🤗👏👏👏👏👏👏


La tramoya

La economía en 2022: más nubes que claros

La mayoría de los economistas y organismos internacionales creyeron que 2022 sería el año de la definitiva normalización de la economía internacional tras la pandemia, después de una recuperación que se presumía potente y sin grandes obstáculos en el que está a punto de finalizar.

A la vista de cómo han ido evolucionando las circunstancias, todo hace indicar que estaban bastante equivocados y que 2022 puede ser otro año lleno de sobresaltos y dificultades económicas.

Como era de esperar desde el momento en que los países ricos acumularon vacunas dejando sin ellas a los más pobres, la pandemia no se acaba. Los sucesivos brotes han supuesto sobresaltos continuos que frenan la actividad económica y aumentan la vulnerabilidad, no solo económica sino también social y política en casi todos los países. Mientras no cambie la estrategia global de vacunación, no habrá recuperación definitiva posible. Las variantes del virus seguirán brotando y las economías volverán a resentirse por la incertidumbre, tensiones y frenazos que ya hemos visto que produce la Covid-19.

Lejos de resolverse en 2022, los desajustes entre oferta y demanda se agudizarán en todas las economías, por tres sencillas razones. Porque no son, como se dice, simplemente coyunturales o producidos por la pandemia sino que venían de antes; porque prácticamente no están recibiendo ningún tipo de respuesta por parte de los gobiernos, mientras que las grandes corporaciones refuerzan los comportamientos que produjeron el problema; y, finalmente, porque se trata de desajustes que se autoalimentan, al provocar incertidumbres y costes que obligan a modificar constantemente las previsiones y expectativas y dificultan la consolidación de estrategias a medio y largo plazo, y porque incentivan -como mecanismo de defensa- la concentración empresarial que desarticula los mercados.

Lo que está ocurriendo, en realidad, es que la globalización de los últimos cuarenta años hace aguas y nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato: China cambia su modelo y estrategia para garantizar su autonomía y Estados Unidos trata de consolidar y reforzar su dominio imperial cuando se debilita su hegemonía económica; mientras que el Reino Unido, Japón, la Unión Europea o Rusia tratan de no verse arrastrados por el vendaval. Todo parece indicar que 2022 puede ser el inicio definitivo de una nueva etapa de guerra fría, uno de cuyos efectos será inevitablemente la creciente tensión geopolítica que perturbará y debilitará cada día más a las economías de todo el mundo.

La industria mundial se encuentra en crisis desde antes de la pandemia; los sistema logísticos y de aprovisionamiento se estaban empezando a reestructurar cuando los confinamientos y sus secuelas los han envuelto en un auténtico caos; los mercados de materias primas siguen siendo coto de la especulación, exacerbada cuando la situación se hace, como ahora, más inestables; los precios de la energía se disparan a causa del agotamiento secular de la oferta, de los conflictos políticos y del gran poder concedido a los oligopolios que dominan la producción y distribución; y el cambio climático, las catástrofes y las amenazas de shocks sistémicos cada vez más presentes y graves, obligarán a asumir costes extraordinarios, se quiera o no, para paliar sus efectos.

Por todas esas razones, los precios no se van a moderar en 2022 y eso va a suponer otra fuente añadida de dificultades económicas. No se va a detener su crecimiento, en primer lugar, porque no va a desaparecer el conflicto de intereses y la asimetría de poder en los mercados que está produciendo su subida en medio de los desajustes y tensiones de todo tipo que acabo de mencionar; en segundo lugar, porque los bancos centrales no tienen instrumentos para combatir el tipo de inflación que se está disparando; y, finalmente, porque una vez abierta la espoleta y creadas expectativas de inflación, al no haberse combatido de raíz, las subidas de precios se autoalimentan sin remedio. Cuando los precios industriales están subiendo en algunos países en torno al 35%, es una quimera pensar que la subida podrá detenerse en unos pocos meses, como nos quieren hacer creer los desnortados responsables de los bancos centrales.

Por otro lado, es muy difícil que las economías mejoren sustancialmente en el próximo año cuando ni los gobiernos, ni los bancos centrales que aplican las políticas, ni los economistas de la corriente mayoritaria que las inspiran o proporcionan doctrina, tienen claro qué se debe hacer, ni por qué están haciendo lo que hacen.

A las políticas fiscal y monetaria de nuestro tiempo se les puede decir lo de la copla: ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio. Como ha escrito hace unos días Robert Skildesky, la política monetaria funciona en teoría, pero no en la práctica, y la política fiscal funciona en la práctica, pero no en teoría. El resultado es la improvisación, choques entre unas y otras y respuestas puramente cortoplacistas, aunque con un doble efecto seguro: aumento de la deuda en favor de la banca y la mayor concentración de riqueza en pocas manos de la historia.

Quienes gobiernan las economías lo están haciendo con instrumentos cuyo manual de funcionamiento desconocen o que responde a modelos, situaciones o problemas anteriores, y sería otro auténtico milagro que así se pueda disponer de respuestas y estrategias que garanticen estabilidad, ni siquiera a corto plazo, y la seguridad o certidumbre que precisa la vida económica para desenvolverse sin caídas constantes.

A todo ello cabe unir el viejo problema de la vulnerabilidad extrema del sistema financiero internacional, cada vez más concentrado y expuesto a niveles de riesgo sistémico extraordinarios que trasvasa al aparato productivo, a las empresas y los hogares en forma de sobrecostes, endeudamiento innecesario y falta de asistencia financiera. Un proceso que no sólo no se frena sino que se permite, se financia e incluso se incentiva y que será otro lastre que impedirá la recuperación económica generalizada en 2022.

No se piense que hago un análisis pesimista. Sucede que el mundo es pésimo, como decía José Saramago, de cuyo nacimiento, por cierto, hará un siglo en noviembre del año que empieza.

Es pésimo porque ni aprendemos ni parece que estemos dispuesto a hacerlo.

Por si no lo teníamos claro, la pandemia ha puesto sobre la mesa que la vida en el planeta es frágil, que alterar las leyes naturales tiene consecuencias trágicas y que ni los mercados ni el afán de lucro como único objetivo de la actividad económica pueden proporcionar soluciones adecuadas a los problemas verdaderamente graves de la humanidad.

Hemos podido comprobar fehacientemente que la cooperación, la solidaridad y la salvaguarda prioritaria del interés común no son una mera opción moral sino la estrategia más pragmática para la supervivencia. Se ha demostrado que la intervención del Estado, el conocimiento compartido y la financiación adecuada de los servicios públicos esenciales son la única forma de garantizar el bienestar humano y también la eficiencia o incluso la propia vida de las empresas y el capital privado.

Y estamos comprobando con la sexta ola PP como del coronavirus que no actuar conforme a esos principios vuelve a hacernos frágiles y a exponernos a nuevos riesgos.

Pero ni siquiera tener esas evidencias delante de nuestros ojos nos ha servido para hacer bien las cosas.

Seguimos dejando las manos libres a quienes siembran el desorden; es verdad que los gobiernos y las grandes instituciones utilizan mayor munición, incluso negando sus propias doctrinas previas, como he dicho, pero no dejan de empujar a las economía por el mismo carril que destroza el planeta y multiplica la desigualdad. Se permite que las instituciones que deben defendernos se degraden y -¡seamos claros de una vez!- se fomenta el uso de la mentira y la confrontación civil como un instrumento más para consolidar el poder económico y financiero que domina el mundo.

Puesto que las cosas nunca son completamente blancas o negras, tendremos tendencias económicas contrarias y complejas en 2022, pues ni todos los gobiernos son iguales ni todos los sujetos o grupos sociales con más o menos poder económico se mueven en la misma dirección, o tienen el mismo interés. Pero me temo que la degradación paulatina, la inestabilidad, el desconcierto y el agravamiento de los problemas es lo que más probablemente puede ocurrir cuando no cambian los principios ni el encuadre general en que se mueve la economía.

UNA DANSA (IVAN BRULL - CANVI DELS ÀNGELS, 2015)

Muy buenas reflexiones, Luis Arroyo, gracias por compartirlas

 

Empezamos el año que termina hoy con las imágenes de varias decenas de idiotas invadiendo el Capitolio de Washington. Idiotas en el sentido literal del término: “tontos o cortos de entendimiento”, “engreídos sin fundamento para ello”. Y también en el sentido etimológico: el idiotés griego es quien que se preocupa sólo de lo suyo y no de los asuntos públicos.

La imágenes de aquellos marginados repanchingados en los despachos de los congresistas fueron quizá la expresión máxima del aviso que nos da la Historia. La idiotez campa a sus anchas, toma los templos de la Ilustración y ataca cuando menos lo esperas.

Mi libro del año ha sido la minuciosa y monumental biografía novelada que Antonio Scurati está redactando de Benito Mussolini. Se han publicado las dos primeras partes: M. El hijo del siglo y M. El hombre de la providencia. Scurati ha penetrado durante una década en la mente del dictador italiano, en los textos históricos, en las crónicas de la época y de sus contemporáneos. Y ha retratado como nadie lo había hecho hasta ahora los prolegómenos, el origen y el desarrollo del fascismo. El libro es desde el principio un relato descarnado de la fragilidad de la racionalidad cartesiana. De la capacidad que poseen algunos hombres oportunistas (abundan más que entre las mujeres) para “olisquear las tendencias” y canalizarlas en su propio interés, al servicio de una visión lunática y endiosada de la comunidad. Y de la propensión de los seres humanos a seguir sus profecías y a rendirse ante ellas.

Sobre ese comportamiento visceral, intuitivo, casi animal, nos advierten también los teóricos de las ciencias del comportamiento, empeñados en desmentir científicamente que los seres humanos tenemos en el cerebro una maquina preparada para razonar, para analizar minuciosamente lo que sucede, para tomar decisiones frías y articuladas de manera “racional”. Nuestro cerebro no está hecho para razonar, afirma Daniel Kahneman, el padre de esa escuela, sino para sobrevivir. Y es obviamente más fácil sobrevivir si se adoptan atajos heurísticos que permitan tomar decisiones con un menor gasto de energía. Con argumentaciones sencillas y fácilmente digeribles. Del tipo “socialismo o libertad”. 

Así, cuando algunos nos satisfacemos de que el Gobierno de España haya cerrado ese año con una hoja de servicios más que presentable, cumpliendo a dos años del comienzo de la legislatura la mitad del programa de gobierno, luciendo una reforma laboral acordada con empresarios y trabajadores, logrando ser el primer gobierno de la Unión en recibir los fondos europeos destinados a paliar los desastres de la pandemia, quizá nos precipitamos al considerar que esos son méritos que el común de la ciudadanía agradecerá con su voto cuando toque. Como dicen los estadounidenses, la gente no responde en su comportamiento político a una lista de logros, como si se tratara de the laundry list (la lista de la colada, o “de la compra” diríamos nosotros). Responde ante la narrativa simple, idiota, que refuerza acríticamente su identidad dentro del rebaño.

Scurati lo dice relacionando a Mussolini con otros líderes populistas más recientes, y advirtiendo de su peligro:

"Cada vez que las personas cultas, leídas, normalmente de izquierda, vemos a Trump o Boris Johnson como payasos estamos actuando como idiotas. Somos nosotros los que no vemos. También en esto Mussolini fue un arquetipo, porque entendió que en la era de la política de masas el político tenía que hablar a través del cuerpo, de cuerpo a cuerpo, como una especie de vibración sorda, no del intelecto al intelecto. Esto que nos parece ridículo y enfático era una manera de acentuar el lenguaje corporal. Mussolini le hablaba a la parte más baja de la gente. Y desafortunadamente la condición humana es así: cuando la vida baja se encuentra con la vida alta, prevalece la baja. Un hombre inteligente puede comprender a un imbécil, pero no al revés, y esa es una ventaja del idiota en política".

 
 
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
 
 Comentario del blogg
 

  Añadiré un modesto apéndice a la cita de Scurati (un término que en italiano significa "oscuros", ¡qué curioso apellido, verdad?). 

Un ser humano verdaderamente inteligente puede conseguir que otro ser humano 'imbécil' le comprenda, si deja de juzgar y sabe ponerse en el lugar del imbécil en vez de creerse mejor que él. Si los más inteligentes no son capaces de despertar la inteligencia dormida de los "imbéciles", es que posiblemente no sean tan inteligentes como parecen, algunos cabos tienen sueltos. Un verdadero inteligente es empático y sabe por experiencia que todo imbécil aparente lleva dentro una inteligencia dormida distinta de la suya, pero nunca inferior, y lo descubre porque no juzga ni insulta a los aparentemente deficientes, idiotas y engreídos, al contrario, comprende su estado y los ayuda a despertar estando cerca en vez de pasar de ellos. 

¿Existiría la especie humana aún si los sabios que nos acompañan desde el comienzo de las civilizaciones, hubiesen despreciado a los idiotas e imbéciles en vez de enseñarles a pensar, a escuchar, a dialogar, a expresarse, a descubrir conceptos, crear ideas, observar y deducir, a perdonar y comprender, y a superar sus deficiencias? Menos mal que todos ellos no fueron scurati (oscuros)...sino todo lo contrario: troppo luccidi e curanti.

 A propósito de este comentario me viene a la memoria un caso real que dio lugar a que apareciese el primer psiquiatra de la Historia, al menos en España, gracias a que era inteligente de verdad y no solo de envoltura y etiquetaje. Fue el caso de Joan Gilabert Jofrè, un fraile mercedario, valenciano, nacido a mediados del siglo XIV que trabajaba en el Hospital que ahora es la mayor biblioteca municipal de Valencia, en el centro histórico de la ciudad, rodeada de unos jardines que se remontan a la época del Imperio Romano. 

En ese espléndido edificio eran acogidos en aquella época todos los enfermos pobres que carecían de recursos y por supuesto de atención médica. Los mercedarios se ocupaban de ellos y de los presos. Constantemente aparecían alrededor y a las puertas del edifico muchas personas alteradas y perdidas, pidiendo ayuda a gritos, los vigilantes del hospital y los vecinos de alrededor los echaban a palos, conjuros y pedradas, alegando que estaban endemoniados y que no debían acercarse a un lugar tan vulnerable como un hospital. 

Fue Jofrè el único que se acercó a ellos, a interesarse por su estado, sus urgentísimas necesidades y  peticiones desesperadas de ayuda y socorro. Enseguida comprendió y lo dijo a todos los "cristianos" apedreantes: no eran endemoniados, eran enfermos mentales, a los que la ciencia aun no había sabido diagnosticar. Y lo que necesitaban era atención, acogida y cuidados en un lugar diferente, en un hospital especial para ellos y sus necesidades terapéuticas. 

Hizo todo lo posible hasta encontrar un lugar en el extraradio urbano, junto al entonces pueblito de Patraix, actualmente un barrio pegado al centro de la ciudad, y allí se construyó el primer psiquiátrico de la historia, con dos pabellones para internos según la gravedad de los síntomas, que ahora son respectivamente, una biblioteca/archivo histórico y un centro de atención de medicina de familia, para personas mayores  y parte de lo que entonces fue la casa de los cuidadores, el convento de Santa María de Jesús, son las oficinas  municipales del barrio. 

Jofrè trabajó a fondo para que los hasta entonces 'endemoniados' se reconociesen como "innocents", "alumbrats" y "folls" (locos, en valencià), no malas personas ni imbéciles, ni peligrosos, algo que hasta entonces se había considerado como "normalidad". Consiguió que se dedicase dinero, cooperación, cuidado y atención a sus necesidades y que la locura dejase de ser un estado infernal para considerarse lo que ahora es: una enfermedad del cerebro y del sistema nervioso, no una posesión diabólica, pero sí era diabólico, en realidad, apedrearles hasta matarlos o dejarlos heridos y olvidados a su pésima suerte, para morir en la calle como perros abandonados, que era lo que hasta entonces era "lo normal".  Pero apareció Jofrè. Un ser tan inteligente como providencial. 

Joaquín Sorolla, cinco siglos después, dejó plasmada la imagen de aquellos acontecimientos en este cuadro:

 

La moraleja reconfortante en el aprendizaje de este pasado  podría ser que si los más inteligentes dejasen de mirarse el ombligo y de enfurruñarse contra los menos despiertos, -hay muchas formas de apedrear- se dedicasen a ayudarles, a mirarlos desde la empatía que es el umbral de la compasión, en vez desde el complejo de  superioridad y la exclusión automática de la órbita de los "perfectos", el número de 'imbéciles', seguramente se quedaría en nada. Como pasó a la historia la lapidación diaria a los pobres locos en la puerta del hospital valenciano, que ahora es una farmacia de guardia de la inteligencia compartida para lectores y lectoras, una biblioteca espléndida y un centro de cultura monumental para todos y todas. El mundo mejora cuando sus pobladores se empeñan en mejorar y no solo de imagen, de posición social y financiera. Sino, sobre todo, como seres humanos de verdad.

 


Muchas gracias, Nazanín Armanian, por tus reflexiones imprescindibles, por compartir realidades que has conocido de cerca. La experiencia es la base de la sabiduría, el material de la conciencia y el mejor soporte del conocimiento y del estudio. La realidad y el dolor de las migraciones son heridas que si no se evitan o se remedian, se infectan y matan, primero y de golpe a las víctimas, y, luego, como consecuencia, progresivamente, a los verdugos. La globalización exterminadora de una pandemia es la respuesta cósmica y energética a la globalización del exterminio de los inocentes. No es un castigo "divino", ni mucho menos, -lo divino jamás castiga a nadie porque dejaría de ser divino al convertirse en venganza- , solo es el resultado tan lógico como fatal de lo más inhumano.

 

Punto y seguido

Tres nuevos elementos en las migraciones del ser humano

Los refugiados llegan a Lesbos después de cruzar desde Turquía, el 23 de octubre de 2015.- Aris Messinis / AFP / Getty Images

Es incierto que la pobreza sea, hoy en día, el principal motivo de la migración de grandes grupos humanos. Un país como India, por ejemplo, cuanta con nada menos que 224 millones de personas que viven debajo de la línea de pobreza, con menos de 1,50 euros por día, pero no vemos pateras con indios a bordo intentando llegar a las "tierras ricas".

Alrededor del 80% de las personas migrantes que consiguen llegar a Europa, sobreviviendo a las heridas físicas y psicológicas de la tragedia vivida y las calamidades de una peligrosa y agotadora ruta, huyen de guerras y de violencia política, que no de pobreza, afirma un estudio financiado por el Consejo de Investigación Económica y Social de Reino Unido y realizado por la Universidad Middlesex de Londres. El "empuje" de las guerras es el principal factor que arranca a las personas de sus hogares y las lanza a la incertidumbre, mientras el factor de "atracción" (perspectiva de mejora económica) explica el traslado organizado y planificado de una minoría. En Europa, menos de una quinta parte de los recién llegados son migrantes económicos, insiste el informe. Y a pesar de las quejas de un sector de nativos -que no impidieron la agresión militar de sus gobiernos a otras naciones-, lo cierto es que la mayoría de los decenas de millones de refugiados de las guerras de la OTAN contra Irak o Afganistán, Libia, etc., se encuentran en los países vecinos.

Hay tres datos que explican la razón por la que Oriente Próximo se ha convertido en la principal fábrica de refugiados de guerra y violencia política del mundo: 1) el pulso entre las potencias mundiales por sus inmensas reservas de hidrocarburo; 2) estar ubicado en las proximidades de China y Rusia, los dos principales rivales de EEUU, país que al estar lejos de la región la ha sembrado de bases militares y regímenes reaccionarios: convertir los poderosos estados en "fallidos", vía la destrucción total de sus infraestructuras, es la piedra angular de la estrategia de la OTAN en esta zona; y 3) las dictaduras despiadadas y los totalitarismos religiosos de corte medieval que azotan la región desde hace cuatro décadas, patrocinadas, directa o indirectamente, por EEUU y la Unión Europea, que provocan la huida en masa de sus ciudadanos.

La militarización del saqueo de los recursos naturales de Libia, por ejemplo, hizo que antes de la agresión de la OTAN en 2011, el país de cinco millones de habitantes, la primera reserva de petróleo de África y la segunda de agua dulce del mundo tras Rusia, diera trabajo a otros dos millones de trabajadores extranjeros. Después de la demolición de Libia, miles de personas murieron bajo los bombardeos, otros cientos en el negocio de esclavos o en la ruta para huir de aquel infierno, convirtiendo al Mediterráneo en el cementerio del pequeño Ahmad, de Naima la maestra o del doctor Wijdan.

Otras causas de grandes desplazamientos humanos han sido:

  • Desastres ambientales, como cuando la compañía petrolera Royal Dutch Shell vertió en 1995 alrededor de 1,5 millones de toneladas de petróleo en el delta de Níger y, con la complicidad del gobierno y la violencia policial, forzó la huida de 30.000 lugareños de sus hogares; en este contexto, fueron ejecutados varios activistas sociales, entre ellos al escritor de 54 años Ken Saro-Wiwa Saltar.
  • Regímenes no solo incompetentes y criminales. Cada año, cerca de dos millones de mujeres filipinas son enviadas por el propio gobierno a los países árabes del Golfo Pérsico para trabajar en servicio doméstico. No es que Manila sea incapaz de crear puestos de trabajo para sus ciudadanos, la cuestión es que, por un lado le da igual que millones de niños y niñas no vean a sus madres durante años -por estar esclavizas por una calderillas en un país extranjero cuyo idioma ni entienden-, y por otro utiliza la rentable fórmula de explotación de mujeres que emplea la industria de prostitución: recibe ingentes petrodólares alquilando a las ciudadanas filipinas a los "patrones" y sus familias extranjeros, quienes pueden hacer con ellas lo que les de la gana -desde explotar su fuerza laboral sin respetar ninguna ley laboral, hasta privarle de alimentos como castigo, violarlas e incluso matarlas-. La creciente demanda de servicios domésticos, tanto por familias pudientes como por el envejecimiento de la población, ha disparado los beneficios de esta industria: en 2019, una filipina denunció a su patrón, un oficial de la Marina Real Saudita por violarla, sin embargo, el tribunal la acusó a ella de adulterio y la condenó a la lapidación.

Estas empresas, ante la presencia contundente de cientos de miles de soldados de EEUU en la zona, han militarizado la prostitución, encubriéndola con el "trabajo doméstico"; de repente ellas se ven en las bases de EEUU y la OTAN, de donde no suelen salir con vida. La «industria de la migración», promovida por las empresas publica y privadas, se hacen de oro exportando esclavas.

Y aquí, los nuevos elementos:

1. Desde el año 2000, la mitad de los 270 millones migrantes internacionales que hubo en 2019 son mujeres, fenómeno inaudito, ya que eran los hombres quienes "se iban" para preparar el terreno a una reagrupación familiar, aunque solían (y suelen) formar nuevas familias en las tierras de acogida y solo mandarle una pequeña ayuda para mantenerla bajo control.

2. El Apartheid contra la mujer, como política oficial de algunos gobiernos recién instalados, que suele ir acompañado por brutales ataques no solo a los derechos conquistados de esta mitad de la población, sino a la integridad física de la mujer simplemente por serlo. Estamos siendo testigos de la salida de miles de mujeres afganas -deportistas, profesionales, jóvenes con sueños rotos- que se niegan a ser tratadas como mero objeto sexual por una banda fascista medieval. Es la segunda vez que sucede tal fenómeno: la primera sucedió con la instalación de la teocracia de extrema derecha en Irán en 1978, que la considera, por ley, "medio humana"; a las iraníes, quienes han tenido uno de los movimientos feministas más poderosos de la región desde finales del siglo XIX. El velo sólo simboliza este estatus de subgénero y la mentalidad putrefacta y perversa de los diseñadores del sistema. Al menos tres millones de mujeres iraníes -activistas políticas, profesionales, artistas, tituladas universitarias, etc.- tuvieron que dejar su hogar por graves violaciones de sus derechos más elementales. Y una curiosidad: ¡lo primero que hacen las casadas, al pisar Europa, es divorciarse!

3. La utilización de las personas migrantes como moneda de cambio por los Estados, sucedido en los últimos años en dos relevantes ocasiones:

a) Durante las tres "crisis de refugiados". La primera organizada por Turquía y Arabia Saudí en otoño del 2015 y con el cuerpo sin vida del pequeño Aylin como reclamo. El objetivo del montaje por Ankara, Riad y Berlín fue presionar a la OTAN a derrocar a Bashar al Asad. La segunda tuvo lugar en enero del 2016, con la rocambolesca y chapucera historia de las supuestas violaciones cometidas por "refugiados no blancos" en Alemania, pretexto para expulsarles por los mismos que colgaron el cartel "bienvenidos refugiados"; ahora que EEUU se negaba a derrocar a Asad debían marcharse. Y la tercera, cuando los mercaderes de seres humanos, Alemania y Turquía, discutían el precio de cada refugiados deportado en una transacción.

b) Noviembre de 2021, miles de refugiados se quedaron atrapados en la región bielorrusa de Grodno -en la frontera de Polonia- sin poder seguir su camino hacia Alemania. En aquel bosque helado, sin comida ni mantas, con temperatura media de 5 grados de día, unos 4.000 refugiados formados por kurdos iraquíes, sirios, afganos e iraníes - entre ellos decenas de mujeres embarazadas y cientos de niños- fueron humillados y atacados con gases lacrimógenos y la culata de rifles por los soldados desalmados polacos (¡y no vale que "eran unos mandados"!), quienes blindaron la frontera con alambres de púas. La tensión trascendió de los dos Estados para implicar a la Unión Europea (UE), en defensa de Polonia, y a Rusia, poniéndose del lado de Bielorrusia.

Resulta que, las agencias de viaje turcas e iraquíes les habían cobrado a aquella gente desesperada, unos 2.200 euros por cada visado de Bielorrusia, a sabiendas de que ellos tenían la intención de llegar a Europa Occidental. No les informaron que la UE, tras destruir la vida de decenas de millones de personas con sus bombas, corría a blindar sus fronteras antes de que sus víctimas supervivientes llegasen siquiera a las proximidades.

Al menos 11 personas perdieron la vida por el frío, y una mujer abortó, enterrando a su bebé en aquel bosque donde ni podrá visitar su tumba.

Polonia -que participó activamente en las guerras contra Iraq, Afganistán, Libia, y otras naciones dentro de la Alianza Atlántica- alegó que aquellas personas eran migrantes económicos, que no refugiados en peligro, y desplegó tropas adicionales a la frontera. Bruselas acusó a Aleksandr Lukashenko de fabricar una crisis para desestabilizar a la UE, mientras Rusia, además de recordarle a la "Unión" su responsabilidad por destrozar la vida de millones de personas con sus guerras, consideró que dichas operaciones militares formaban parte del plan integral de la OTAN para arrastrar a Rusia y sus aliados a una guerra. Esta ronda de la "crisis" terminó tras la repatriación de los iraquíes.

Hoy, la misma mentalidad que manda eliminar a los pájaros migrantes que se instalan en otro lugar del planeta, por "no ser autóctonos", expulsa a los emigrantes humanos. Poner puertas al "campo" es igual de absurdo que al "cielo".

Muchas gracias, querida Ana, por ejercer, una vez más, de agenda humanitaria. Además de no tener derecho al olvido, tenemos el deber de la memoria en activo. Lo de Afganistán no tiene nombre ni sentido humano. Es un genocidio sociópata. Una aberración sin pies ni cabeza, que hasta pensando egoístamente, desde este Occidente desbaratado, es un sucidio social. Cuando se es cómplice de genocidios sin crear soluciones justas, solo por dinero, apego alpoder y comodidad, también se pagan las facturas en forma de consecuencias. Y eso afecta a tod@s y a Todo. La factura de la humanidad rica, poderosa, amnésica y desalmada, es su propio exterminio autoprovocado, lo más alucinante es que si quisiera dar un giro y cambiar, aun podría superar lo peor, porque hay recursos psicoemocionales que aún no se han puesto en marcha, caminos creativos, vías de transformación...Pero ese descubrimiento va implícito en el cambio individual y comunitario, ambos planos de la existencia esencial son inseparables. El arrepentimiento y el perdón (materializados en los hechos y decisiones multilaterales) son básicos para el giro copernicano que es ahora mismo el único oxígeno social y particular que puede hacer respirable el planeta, hasta en sentido material. Ojalá sea posible en una cantidad suficiente para que el cambio sea también cualitativo y viceversa: que la intensidad de lo cualitativo pueda multiplicarse en lo cuantitativo. Hay que poner en marcha y conciencia, una nueva razón del mundo (Dardot et Laval dicunt) No queda otra.

 

Dominio público

No tenemos derecho al olvido

Ana Pardo de Vera

manifestación de mujeres afganas, en protesta por las restricciones impuestas por el nuevo régimen. REUTERS / Ali Khara
manifestación de mujeres afganas, en protesta por las restricciones impuestas por el nuevo régimen. REUTERS / Ali Khara

Este verano, cuando parecía que la pandemia nos daba un respiro en España, con las vacunas inyectándose a la velocidad de la luz (y sin su precio), la noticia de caída de Kabul en manos de los talibanes, sin resistencia alguna por parte del ejército originario adiestrado por la OTAN, conmocionó a la opinión pública. Y lo hizo de verdad, no solo en tertulias televisivas, prensa y despachos oficiales.

Si ibas a un bar en Galicia, como era mi caso, la gente hablaba de Afganistán y, por momentos, no solo de la maldita covid; comentaban casi por unanimidad el papelón infame de EE.UU., ese país tan poderoso que lideró una operación llamada Libertad Duradera en 2001 para ‘democratizar’ Afganistán, esto es, llevar los valores occidentales a unos señores y señoras que nacieron en el lugar equivocado. No se trataba tanto de la dictadura talibán, que también, sino de instaurar allí un modo de vida como el nuestro, el correcto, el bueno, el único válido a los ojos de los norteamericanos.

Veinte años nos contemplan desde entonces, con gobiernos de Bush Jr., Obama, Trump y Biden, ¿y qué se ha conseguido? Nada. N-a-d-a. Cero. Hemos vuelto al punto de partida, o peor, porque una pandemia campa a sus anchas en este momento por el planeta, y sobre todo, por esos países donde el hambre y las tiranías asfixian a la población ante la falta de solidaridad internacional con las vacunas. Afganistán, claro, es uno de ellos.

En España, cuando desde el aeropuerto de Kabul nos llegaban esas imágenes terribles de afganos y afganas amontonados intentando huir del régimen talibán con lo puesto, con niños y niñas lívidos de miedo, solo nos quedó recordar con vergüenza e impotencia nuestra contribución a una operación que se aprobó en el Congreso con el apoyo de PP y PSOE, respaldados por la legalidad internacional que no existió con la invasión de Irak. A ésta se sumó, solo, un Aznar entusiasta con cualquier cosa que le susurrase Bush al oído.

"¿Pero cómo es posible?", nos preguntábamos en los bares, las playas, las calles, los supermercados, los cines o las verbenas. Fue tal el enfado colectivo que empezaron a surgir llamadas colectivas al Gobierno para que salvara, al menos, a los afganos que colaboraron con los y las españolas que estuvieron en Afganistán, como fuerzas armadas, prensa o personal diplomático. De esas llamadas colectivas, pasamos a iniciativas concretas lideradas por personajes públicos, que recogieron decenas de miles de firmas para intentar que se rescatase al máximo posible de afganos de las garras de esa trituradora de derechos humanos que son los talibán. Sobre todo, de los derechos de las mujeres, cuyos testimonios (juezas, periodistas, universitarias, actrices…) todavía nos hielan el corazón.

Según datos actualizados del Ministerio de Asuntos Exteriores, hasta hoy han llegado a España 2.653 afganos y afganas (2.206 durante la toma de Kabul, 244 los días 11 y 12 de octubre y 203 desde el 13 de octubre). Desde el departamento que encabeza José Manuel Albares, reconocen la inmensa dificultad que supone arrancar a cada una de estas personas de las garras del régimen islámico radical y, mientras, la comunidad internacional se debate todavía entre negar la legitimidad de los talibán o entablar relaciones oficiales con los talibanes para no matar de miseria a los y las afganas.

Afganistán es uno de los países más pobres del mundo, con un 72% de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza, según ‘Fews Net’ [https://fews.net/central-asia/afghanistan], traducidas sus siglas del inglés, la red de sistemas de alerta temprana de hambrunas. Por encima, esta cifra corresponde al momento en que EE.UU. y sus aliados abandonamos a este maltratado país a su suerte, así que las cifras habrá empeorado dentro del infierno en que se encuentran. Hoy, Exteriores continúa su goteo de intentos de rescate (sic) en Afganistán, donde las mujeres ya se están llevando la peor parte, y es de agradecer, pero es insuficiente porque no es solo una cuestión del Gobierno, sino de la sociedad, de todas las sociedades implicadas.

Acaba 2021 y España, la Unión Europea, seguimos con nuestra deuda pendiente con Afganistán y su gente, no quería irme de este año sin recordárselo a ustedes; porque empieza 2022 y no tenemos derecho al olvido. Nadie.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Qué lujo, a cargo del Profesor Pérez Tapias, y qué buena despedida de un año que acaba con más pena que gloria. Muchas gracias por la luz en medio del túnel, a J.A. Pérez Tapias, a Público y a CTX, cómo no!

 

REENFOQUE

Europa descentrada y el fin de la hegemonía occidental

Toca pensar en un Occidente no dominante, sabiendo que en la misma ‘provincia Europa’ algunos no hemos dejado de ser internamente periféricos

José Antonio Pérez Tapias 30/12/2021

CTX y Público

(A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete!)

Quien no está atento a los signos de los tiempos corre el riesgo de quedar como anacrónico en su propia época. Ese peligro no se cierne sólo sobre los individuos, con los problemas de desajuste que pueden producirse en sus propias vidas entre sus pretensiones y el mundo en el que están inmersos, sino que también puede afectar a sociedades y culturas cuando permanecen atrapadas en una comprensión de sí mismas, mayoritariamente compartida en su seno, en virtud de la cual su imaginario colectivo les juega la mala pasada de mantener la creencia de vivir en un mundo que en realidad ya no es como lo pintan sus construcciones ideológicas. Las consecuencias de semejante falta de realismo crítico pueden ser nefastas, agravándose a medida que se ensancha la distancia entre lo ilusorio y lo real, dando pie a que incluso fantasías sostenidas por muchos traten de cubrir esa distancia sirviéndose de fragmentos de realidad que, como material de derribo, aún permiten apuntalar un edificio que amenaza ruina. Tal cosa puede ocurrir si los efectos del mencionado desajuste llegan al campo de la economía, al tejido de las relaciones sociales, a la legitimidad de las instituciones políticas o al ámbito en el que se hilvanan los significados sobre cuya retícula una cultura da expresión a las experiencias de sentido que en ella puedan alumbrarse. Todo ello cabe decirlo, sin necesidad de dramatismo sobreactuado, pero sí con la urgencia de que sea tomado en serio, respecto al referente cultural y a la realidad geopolítica que llamamos Occidente y, dentro de ese marco, a lo que es y representa o quiere representar Europa. 

Diagnósticos en torno a una crisis largo tiempo gestada

Cualquiera puede pensar que llegamos tarde a plantear dicha cuestión. Es fácil que de inmediato venga a la memoria La decadencia de Occidente, obra de Oswald Spengler cuyo primer volumen vio la luz en 1918 y que tuvo una fuerte influencia en el periodo de entreguerras, sobre todo en Alemania –el germanocentrismo de Heidegger, por ejemplo, no fue ajeno a dicho influjo–, donde, por otra parte, sus apelaciones a la vuelta “a la tierra y a la sangre” para salir de una profunda crisis cultural, con sus repercusiones sociopolíticas, fueron tomadas de la peor manera por el nazismo. La temática o, mejor, la problemática ha dado muchas vueltas a lo largo del siglo XX, pudiéndose mencionar a ese respecto el impactante escrito Dialéctica de la Ilustración, de Horkheimer y Adorno, el cual, señalando el fondo de la crisis de la cultura occidental, cuando ésta salía de la negativa experiencia de la barbarie nazi y sus campos de exterminio, se contraponía al diagnóstico spengleriano. No hay que olvidar que de éste dijo Adorno, décadas atrás, que había de ser tomado en serio, pues pudiera verificarse, que es lo que efectivamente ocurrió cuando la llamada “a la tierra y a la sangre” encontró la respuesta que antes nadie se atrevió a imaginar. Por otra parte, dirigiendo la mirada a nuestro tiempo de fines del siglo XX y comienzos del XXI, igualmente podemos hallar diagnósticos epocales en los que se manifiesta el eco de la crisis de la modernidad, tal como en España lo hicieron Rafael Argullol y Eugenio Trías cuando reflexionaron sobre ello bajo el título El cansancio de Occidente o, más recientemente, cuando el filósofo granadino Luis Sáez nos confronta en su libro El ocaso de Occidente con las patologías civilizacionales de la realidad en que vivimos

No hay que perder de vista que en dirección contraria a los analistas de la decadencia o el ocaso de Occidente se sitúan quienes no dejan de exaltar su esplendor, y si otros cargaron las tintas sobre los logros políticos y culturales del mundo occidental, como hacía Max Weber subrayando la especificidad de su racionalismo, otros lo hacen enfatizando el expansivo poderío de su capitalismo, habida cuenta que se considera producto de dicho mundo. Situados en esa posición, reforzada bajo el paradigma neoliberal en las últimas décadas, tanto se exalta la universalización del par formado por Occidente y su capitalismo como la solidez inquebrantable de éste tal como se subraya desde el “realismo capitalista” descrito por Mark Fisher, haciéndose eco del famoso lema de Margaret Thatcher “no hay alternativa”. Tan entusiastas espíritus neoliberales vienen a confirmar el dicho difundido por Frederic Jameson –parece que Žižek le disputa la paternidad– acerca de que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Tal fe tan occidentalista como capitalista se vio expresada por Francis Fukuyama cuando a resultas de la caída del muro de Berlín en 1989 y de la posterior disolución de la URSS en 1991, es decir, cuando quedó finiquitado el conflicto de bloques de la Guerra Fría, escribió El fin de la historia. Su hegelianismo conservador le dio a pensar que el enigma de nuestro tiempo quedaba resuelto, para sostener que en adelante a la historia le quedaba la expansión de la democracia liberal y el mercado capitalista, teniendo por delante todo un campo que iba a roturar el proceso de globalización que con ello cogió fuerza. 

No es asunto menor que Fukuyama plasmara una visión tan etnocéntrica como pronóstico a favor del imperialismo estadounidense, entrando éste en nueva fase una vez retirado de la escena el comunismo soviético. Tal visión es distinta de la posterior de Samuel P. Huntington en su Choque de civilizaciones, tan etnocéntrica como la de Fukuyama, pero escorada hacia un repliegue defensivo de Occidente ante lo vislumbrado como tal colisión, sin que tal planteamiento a la defensiva no dejara de tener a los EE.UU. como protagonista fundamental. Interesa destacar que tanto en el pronóstico del primero como en el del segundo, Europa quedaba en posición subalterna respecto de los EE.UU., lo cual, respondiendo de suyo a la facticidad política europea, anticipaba por parte de ambos lo que habría de ser una Europa –en términos más explícitamente políticos, una Unión Europea– descolocada en medio de la reconfiguración en curso del orden mundial. Tal desubicación no dejaba de ser en cierto sentido paradójica, dado que la misma exaltación de un Occidente con centro de gravedad en los EE.UU. recogía la herencia de un Occidente que en sus previos siglos de modernidad se pensó en términos eurocéntricos. Fueron los tiempos de los imperios coloniales europeos, cuando Francia y Reino Unido dominaron la escena mundial, una vez desplazado el imperio español de su anterior hegemonía, así como frenada la expansión colonial portuguesa, realidades ambas propias de aquella primera modernidad de los siglos XVI y XVII, como bien lo subraya Enrique Dussel en sus estudios histórico-filosóficos. A finales del siglo XX y en estas primeras décadas del XXI tenemos que Europa sigue descolocada en medio de un proceso de globalización intensificado, con lo que su viejo eurocentrismo, que perdura en el imaginario cultural europeo con los consiguientes efectos políticos, queda cada vez más como mitificada visión que los hechos desmienten a cada paso. Siendo eso así, hay que añadir que ahora se ve fuertemente cuestionado no sólo ese eurocentrismo fácticamente desplazado en el interior del mismo Occidente, sino también lo que podemos llamar el occidentalocentrismo que le ha seguido como prolongación de la autocomprensión etnocéntrica que acompañó a la modernidad como el marco de su conciencia cultural. 

Ahora no estamos en el fin de la historia. ¿Estamos, sin embargo, en el fin de Occidente? Si por determinadas causas puede pensarse que es así, ¿en qué sentido? ¿Podemos ver, parafraseando el dicho citado anteriormente, el fin de Occidente sin que sea el fin del capitalismo? Si eso se diera, los apologetas del Occidente capitalista, identificado con el capitalismo occidental ya globalizado, verían refutados su etnocentrismo aunque no fuera así respecto a su dogmática neoliberal, lo cual podría dar pie a decir que llevaban razón los profetas de la decadencia occidental, fuera en una versión u otra. Lo curioso del caso, dicho coloquialmente, es que entonces el Occidente que ha globalizado su cultura por su dominio neocolonial hasta hacer de ella una “cultura-mundo” –trasunto en páginas de Gilles Lipovetsky de las teorizaciones de Wallerstein acerca del sistema-mundo– es el mismo que en su reverso lleva los factores de su decadencia. 

Los procesos y hechos que actualmente estamos viendo y viviendo obligan a algo más que a matizar las conclusiones que, como se acaba de señalar, puedan delinearse, aunque sea interrogativamente. No se debe prescindir de una constatación inexcusable: tanto los apologetas neoliberales como los analistas filosóficos de la decadencia establecen sus pronósticos desde dentro de la cultura occidental, sea para seguir anunciando una explosión de Occidente que se expande por el mundo, sea para advertir de la amenaza de un final de Occidente por una suerte de implosión como resultado de la colisión en su interior de fuerzas antagónicas. No siendo despreciables consideraciones de tal índole, sino todo lo contrario, lo que queda por tratar es justamente lo que acontecimientos actuales, cual signos de nuestro tiempo, muestran como señales de que el tiempo de Occidente, más exactamente el tiempo de la hegemonía planetaria de Occidente, se ha acabado, ocurriendo así porque, mal que les pese a los occidentales que no quieran asumirlo, desde los espacios culturales y políticos no occidentales de nuestro mundo no se acepta ya tal hegemonía. 

Señales de un menguante dominio sin hegemonía   

Si el rastreo retrospectivo de los diagnósticos de un Occidente en crisis pueden remontarse hasta Nietzsche, para las raíces del quebrantamiento de su hegemonía cultural, correlativa a una progresiva mengua de lo que ha sido su dominio planetario en los pasados siglos –dominio mantenido en las décadas finales del siglo pasado en clave de globalización, después de que los países occidentales se repusieran primero, por distintas vías, de los desastres de la II Guerra Mundial, concentrada sobre Europa salvo la extensión de la misma en Japón, y de que quedara atrás después el conflicto entre bloque capitalista y bloque comunista–. En nuestra actualidad más reciente encontramos esas aludidas señales que indican que la hegemonía de Occidente ha llegado a su fin, aunque aún no esté consumado dicho desenlace como algo patente. La misma incapacidad de Occidente para afrontar la pandemia de covid-19 con criterios consonantes con lo que es una crisis sanitaria global –lo evidencia el localismo de lo que se ha llamado el nacionalismo de las vacunas, desatendiendo de hecho la perentoria necesidad de hacer accesibles las vacunas a países que no pueden financiarlas para toda su población–, muestra una incapacidad de liderazgo que refuta el papel que todavía pretende en el mundo. 

En un contexto internacional en el que las crisis se sobreponen, desde las económicas hasta la medioambiental, pasando por las sociales y políticas, basta ir tomando nota de hechos particularmente significativos para levantar acta de una pérdida de relevancia de Occidente en la que se comprueba que incluso EE.UU. ve seriamente recortadas sus pretensiones de protagonismo. Hay que subrayar cómo a veces esa disolución de protagonismo se ve inducida por cuenta propia, como se ha visto con la retirada de las tropas occidentales de Afganistán decidida e iniciada por el gobierno estadounidense. El presidente Biden tenía reservada, al parecer, una sorprendente página para editarla en Kabul, recogiendo lo que su antagonista Trump había dejado preparado en negociaciones con los talibanes afganos relativas a la retirada de EE.UU. del país centroasiático, después de veinte años de ocupación. Lo relevante al caso, tras la toma de Kabul por los afganos el día 15 de agosto de 2021, haciéndose con el control del país, fue la caótica retirada que se emprendió, con fecha tope el 31 del mismo mes, la cual a duras penas permitió evacuar algunas decenas de miles de refugiados, dejando atrás incluso a muchos afganos que trabajaron para las fuerzas ocupantes de EE.UU. y demás países de la OTAN que participaron de la operación, incluida España. La irresponsabilidad política puesta de manifiesto en la manera de plantear la retirada es el reverso de la actuación al modo imperialista colonial en que se llevó a cabo la ocupación  de Afganistán, iniciada en 2001 tras los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York. El fracaso de EE.UU. en Afganistán, y de los países occidentales que le acompañaron, dando por consumada la derrota en una larga guerra, inútil respecto a los mismos objetivos con que se trató de justificar, es confirmación del engaño que se ha sostenido durante dos décadas. El presidente Biden, en sus declaraciones justificando la retirada –con notable deslealtad respecto a sus mismos aliados–, en un arrebato de sinceridad que es monumento al cinismo, reconoció que en realidad no se fue a Afganistán para proteger derechos humanos, instaurar democracia y reconstruir país, sino pura y simplemente para acabar con Bin Laden y la amenaza terrorista que recaía sobre EE.UU. 

Tenemos, pues, que a la postre se dijo a las claras lo que todos podíamos saber; como pudo vislumbrarse que la ocupación, con la guerra que implicaba, terminaría en fracaso, tal cual advirtió Ahmed Rashid en su publicación, de 2009, Descenso al caos. EE.UU. y el fracaso de la construcción nacional en Pakistán, Afganistán y Asia Central. Tan engañosa tarea, que se ha acabado justificando en términos de las perversiones de la posverdad, desgraciadamente va a seguir desde el discurso de una “misión cumplida” hasta la justificación de una acción humanitaria con la que se pretenderá blanquear las decisiones de Estados apresados entre su impotencia política y las pretensiones de un hegemonismo con resabios colonialista, el cual, de suyo y por otra parte, ni en conjunto pueden ya mantener. El mismo fracaso de una estrategia neoimperialista imposible de sostener evidencia que no sólo la hegemonía, sino el dominio de Occidente se encuentra resquebrajado. Los talibanes lo palpaban y actuaron en consecuencia, sin que ello, por otra parte, sume nada positivo a la negatividad de su fundamentalismo.  

Europa, que no fue tenida en cuenta para nada en la decisión sobre Afganistán, se vio de nuevo desplazada al poco tiempo cuando EE.UU., el Reino Unido –haciendo alarde de giro político tras el brexit– y Australia suscriben el “pacto indopacífico” o estratégico acuerdo de defensa alentando por el interés en poner freno al expansionismo de China. Aparte del efecto sobre una OTAN venida a menos, tal acuerdo corrobora las reubicaciones geopolíticas en virtud de las cuales a Europa se le hunden aún más los motivos de su imaginario eurocentrista y se confirma la aprensiva mirada de un Occidente bajo la batuta de EE.UU. hacia un eje del Pacífico en el que su presencia cuenta poco. Y si del eje oriental volvemos a los litigios próximos, inexcusable es fijar la vista sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia, con una Unión Europea incapaz ni siquiera de mediación diplomática y con un Occidente asomando la patita de la OTAN junto a no creíbles amenazas de sanciones por parte de EE.UU., todo ello entre las inclinaciones europeístas ucranianas y el expansionismo de la no democrática política de Putin. Rusia, por lo demás, junto a China, devuelve la pelota al desdibujado campo occidental descolgándose de la recientemente celebrada Cumbre del Clima, así como despreciando la Cumbre sobre la democracia –a la que por otra parte no fueron invitadas–, convocada por Biden en un esfuerzo tan inútil como socavado por las actuaciones antidemocráticas estadounidenses en el exterior como por sus debilidades democráticas en el interior. Y ya puestos a poner el foco sobre el creciente peso de China, y también de Rusia en lo que le toca, bien se puede reparar en cómo los países del norte de África, a excepción de Egipto –por motivos casi protocolarios–, dejaron de asistir a la Conferencia de la Unión por el Mediterráneo del pasado noviembre en Barcelona, y todo por acudir a reunión convocada simultáneamente por China, lo cual es indicativo de cómo se redibuja políticamente el mapa de la globalización.

Si junto a estas señales recientísimas se ponen otras, como las que emite la falta de voluntad del mundo occidental para afrontar los movimientos migratorios y los flujos de refugiados con políticas con valor democrático y de efectivo respeto a los derechos humanos, máxime cuando las políticas occidentales de ahora y de otrora suponen responsabilidades ineludibles en cuanto a las causas que los originan, quedando todo en represivas medidas de control de fronteras y devoluciones sin rigor jurídico alguno, tenemos razones de fondo de una pérdida de hegemonía imparable. Eso no quita que el nivel de vida de los países de inmigración siga actuando como polo de atracción de quienes emigran desde los suyos. 

Necesidad de toma de conciencia en la ‘provincia Europa’ para un Occidente no dominante 

La tozudez del principio de realidad, dicho al modo freudiano, no permite vivir en el autoengaño, a no ser que se imponga una suerte de inconsciente voluntad colectiva que no haría sino agravar ciertas “patologías de la razón”, como las señaladas por Axel Honneth, afectando gravemente a la razón política. Y la realidad emite señales de que la hegemonía cultural de Occidente llega a su fin, con lo cual la crisis de su modernidad, que hasta el día de hoy ha sido imperialista y colonialista, amén del reverso patriarcal del que no se desprendió,  viene a solaparse con una situación en la que la occidentalización del mundo ya se ve frenada y contrarrestada desde “mundos” diversos –no implica que sea siempre de la mejor manera–. 

Sin duda, la universalización del capitalismo forma parte de la mentada occidentalización del mundo y eso, que no hay que perder de vista, así lo subraya el sociólogo estadounidense de origen indio Vivek Chibber frente a los análisis de su paisano Ranajit Guha. Pero a éste no le falta razón al hacer hincapié en que la modernización capitalista no llegó a los países colonizados igual que se dio en las sociedades europeas, radicando ahí un déficit de modernidad en dichos países –de suyo, resistencia a ella– que impidió consolidar por parte del poder colonial una verdadera hegemonía cultural, con lo que implica de aceptación mayoritaria de patrones culturales, no limitada a una élite, acompañando al efectivo dominio imperialista. Ocurre que hoy ante nosotros precisamente una situación nueva de “dominio sin hegemonía”, arrancando del cuestionamiento de la hegemonía de Occidente desde países que sufrieron su colonialismo –evidentemente no sólo la India–, pero acentuando además ese cuestionamiento ante una flagrante pérdida de dominio –no puede mantenerse sin hegemonía–, como se pone de manifiesto por el auge de China y la política de Rusia. 

Reenfocando nuestra lente hacia Europa como matriz de lo que se entiende por Occidente, Dipesh Chakrabarty, siguiendo al antes mencionado Guha, no sólo abunda sobre lo que se anuncia como final del predominio cultural europeo, sino que insiste en la tesis de la “provincialización de Europa”. Es decir, la crítica al imperialismo occidental, incluidas sus versiones “neo”, no deja de lado la crítica al eurocentrismo que aún sigue impregnando una determinada visión de la historia y del mundo, con mucho de mitificado respecto a las realidades históricas. La conclusión consecuente con esa crítica, coherente a su vez con tantas declaraciones políticas acerca de que estamos ante una globalización que exige enfoques multilateralistas, es que Europa ha de verse y reconocerse como “provincia” en este mundo nuestro donde se superponen muchas historias. 

Todo indica que con tal asunción de una posición no céntrica, Europa estaría en mejores condiciones para participar de los diálogos a múltiples bandas desde los que abordar los conflictos y graves problemas que a todos afectan en el mundo actual. Es por ahí por donde cabe apuntar a una globalización contrahegemónica, como plantea Boaventura de Sousa Santos, recogiendo los impulsos de tantos “sures” dispuestos a no transigir con mapas neocoloniales que siguen viendo el planeta dividido entre centro(s) y periferia(s). Desde América Latina son innumerables las voces que plantean de un modo u otro la necesidad de ese reenfoque hacia unas nuevas relaciones económicas, políticas y también culturales, dirigiendo su mensaje hacia dentro, sin eludir la “colonialidad del poder” que desde Perú denunció Aníbal Quijano como lastre enquistado en sociedades que no han logrado verse del todo sanadas de la “herida colonial” –respecto a Latinoamérica lo subraya Walter Mignolo–, y hacia fuera, habida cuenta de que podemos hablar con fundamento de “colonialidad global” del poder (Ramón Grosfoguel). 

Poner el dedo en la llaga de la herida colonial y exigir una descolonización total y efectiva no implica, hecha la crítica del eurocentrismo, abominar de toda herencia de Europa que sea asumible en clave emancipadora bajo parámetros de un nuevo universalismo. Ya lo vieron así Frantz Fanon y Aimé Césaire cuando desde los años cincuenta y sesenta del pasado siglo fueron pioneros en tal denuncia. En nuestros días, el filósofo africano Achille Mbembe, junto a su denuncia de un “devenir negro del mundo” por prácticas de dominio que generan nuevas formas de esclavitud, pone la necesidad de incluso un nuevo universalismo, al que podemos dar forma como humanismo otro elaborado desde nuevas claves. Éstas han de ser alternativa al falso universalismo, por monológico e impositivo, del que se ha servido Occidente para legitimar su imperialismo esgrimiendo una visión de la humanidad en la que se justificaba en términos racistas una supuesta desigualdad ontológica entre los de verdad humanos (civilizados) y los otros menos humanos (bárbaros considerados no civilizados). No le falta razón a Enrique Dussel cuando insiste, con su propuesta de “transmodernidad”, en que la cuestión no estriba en prorrogar la modernidad eurocéntrica a base de posmodernidades que no lo son menos, sino en aplicarle el filtro crítico para configurar un mundo distinto, mediando ineludible diálogo intercultural, lo que indudablemente conlleva pensar el mundo de otra forma. Por lo que nos toca, se trata de pensarlo en función de un Occidente no dominante, sabiendo que en la misma ‘provincia Europa’ algunos no hemos dejado de ser internamente periféricos. En España haríamos bien en tenerlo presente para actuar lúcidamente en consecuencia. 

Autor

José Antonio Pérez Tapias

Es catedrático y decano en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).

Ivan Brull - Propietats medicinals (Propietats medicinals, 2017)

Oh, lá, lá, c'est la vie...en noire, trop noir!

Non-vaccinés et statistiques : "l'appel à la raison" d'une analyse du cabinet de Me Di Vizio

Publié le 30/12/2021 à 13:52
Me Di Vizio publie une analyse
DR
PARTAGER CET ARTICLE :
Auteur(s): FranceSoir

Cet espace d’opinion permet la libre expression des idées et d’engendrer le débat. Les articles et vidéos publiés dans cette rubrique peuvent parfois ne pas faire consensus, en savoir plus


« De grâce, Messieurs les députés qui me suivez sur Twitter, calmez-vous et lisez ces documents », appelait-il sur le réseau social. Maître Fabrice Di Vizio a fait parvenir hier à France Soir des documents qui contiennent les analyses réalisées à partir des données de la Direction de la recherche, des études, de l'évaluation et des statistiques (DREES) et de Santé publique France par un neurochirurgien qui travaille avec lui.

Les deux notes, datées du 28 et du 29 décembre, sont consultables ici : Rapport d'analyse Covid France - Cabinet Di Vizio (PDF)

Des effectifs faibles en valeur absolue et une mortalité en hausse chez les vaccinés

Le rapport révèle que les sujets non-vaccinés représentaient en juin 2021 71% des admissions en soins critiques contre 54% en décembre 2021. En revanche, son auteur rappelle qu’il est indispensable d’observer les valeurs absolues de ces paramètres, et de ne pas se contenter d’une analyse à partir de pourcentages. Le fait que nous ayons affaire à des effectifs faibles incitent à la plus grande réserve quant à l’interprétation de ces données, souligne-t-il à plusieurs reprises.

Un point sur lequel Maître Di Vizio a aussi tenu à mettre l’accent : « L’honnêteté commande de dire que ces chiffres ne veulent rien dire parce que ces cohortes, et on vous le démontre, sur lesquelles ça porte, ne sont pas suffisamment significatives pour que ces chiffres aient la moindre validité. Lorsque vous avez 70% de 20 patients, même si vous avez 70%, ça reste 20 patients. Nous devons nous calmer. »

Le neurochirurgien attire également l’attention sur un point moins soulevé dans le débat médiatique : le nombre de non vaccinés admis en soins critiques n’a sensiblement pas évolué entre août et décembre 2021, comme le nombre de non-vaccinés décédés avec Covid, hormis dans la tranche des plus de 80 ans. Par conséquent, l’augmentation de la mortalité entre août et décembre est imputable principalement à la hausse de la mortalité des personnes ayant reçu au moins une dose de vaccin. Le seul paramètre qui ait donc changé de façon frappante entre les chiffres d’août et décembre est la mortalité des personnes ayant reçu au moins une dose de vaccin.

En réponse à l’article du Monde sur la période du 1er au 5 décembre

Le 26 décembre, Le Monde publiait un article intitulé « Covid-19 : une cinquième vague d’infox sur la pandémie et la vaccination » avec un diagramme affichant pour la période du 1er au 5 décembre la part des morts Covid selon leur statut vaccinal en pourcentage. Entre autres éléments, si le rapport indique qu’il convient de nouveau de garder à l’esprit que le traitement de données en pourcentage à partir d’effectifs aussi faibles peut induire en erreur, il insiste surtout sur le fait que les données montrent qu’aucun décès n’a été rapporté durant la période du 1er au 5 décembre 2021 dans la tranche d’âge 0-19 ans et que le nombre de morts augmente nettement avec l’âge.

Sur cette période, les véritables conclusions qui s’imposent, note-t-il, sont donc l’absence totale de létalité du Covid-19 dans la tranche d’âge susmentionnée, la proportion infinitésimale de décès de patients Covid par rapport à la population générale et un taux de létalité qui augmente avec l’âge, quel que soit le statut vaccinal.

Le vrai problème : l’hôpital

Expliquant que comme « nous avons 0,004% des patients en soins critiques, c’est-à-dire 2 900 patients », Me Di Vizio juge que « si un État aussi riche que la France n’a pas su investir dans sa santé au point de ne pouvoir gérer 2 900 patients, au point de ne pouvoir les accompagner avec les soins qu’il faut jusqu’au bout avec les médecins dévoués et compétents qu’il faut en nombre suffisant, c’est à vomir. Et si nous avons un ennemi, ce n’est certainement pas les non-vaccinés, mais c’est bien évidemment cet État qui n’a pas été capable d’investir dans son système de santé et qui le fait payer à des bouc-émissaires. » Il conclut : « Non, les non-vaccinés ne sont pas responsables de la saturation du système de santé. »

Le PDF : Rapport d'analyse, Cabinet Di Vizio

Voir aussi : Non, les non-vaccinés ne saturent pas les réanimations

Auteur(s): FranceSoir

PARTAGER CET ARTICLE

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
 
 
Comentarioo del blogg


Uno de los síntomas más sanos de la democracia es la libertad de expresión y de razones, sin agresividad y sin mordazas de cualquier tipo, y que los medios de comunicación sean críticos y transparentes sin miedo a ser tachados de rebeldes, rojos, amarillos o marrones, fachas o imbéciles, trogloditas, egoístas y casi delincuentes, por el solo hecho de hacer uso del libre albedrío para pensar además de reaccionar, sin hacer daño a nadie, obviamente, y rechazar procesos impuestos a la fuerza por la misma masa de rebaño 'al borde de un ataque de nervios', total, sin más motivos que el miedo y la opacidad que lo acompaña, el canguelo social teledirigido por las tripas, mientras la información del cotarro sólo incrementa la pugna entre antivacunas o anti-antivacunas, como si la cosa fuese una cuestión de fútbol y hulligans, o una peli del Oeste a nivel estatal. Sobre todo porque es imposible que cada día se pueda saber con certeza y seguridad de qué han muerto cientos o miles de personas, de las que no se dispone de un informe forense, que pueda acreditar la causa de las muertes. La tecnología aún no ha llegado a tanto como para sacar un pin parental de muerto. Menos mal. Se puede tener gripe, en muchas variantes, como la estacional y morirse de otra cosa. Por ejemplo, de un susto o de cualquier jamacuco imprevisto. Si no se estudia el caso de cada paciente antes de vacunarlo, por si hubiese intolerancias, alergias o enfermedades previas, nunca se sabrá de qué han muerto las víctimas ni si la causa ha sido el Corona o la vacuna.O ambas cosas, que nunca se sabe con certeza el grado de compatibilidad o despiporre entre los elementos.

Qué sana envidia produce leer estas informaciones du Journal FranceSoir ,libres, serenas, objetivas y , sobre todo, respetuosas con la propia realidad y la ética más elemental que no confunde lo que sucede con lo que al establishment le interesa que suceda, con las mejores intenciones, por descontado, lo mismo pensaban Torquemada y los Reyes Católicos de sus impecables decisiones con los moriscos y los hebreos, por ejemplo, o lo que  Francisco Franco hacía con quienes no compartían su concepto de "patria", sin necesidad de ninguna pandemia. No hacen falta más referencias, con lo vivido deberíamos tener bastante. Pero, según parece, no es así.

Supongo que en España ese nivel de lucidez y respeto a la conciencia y sus valores es una utopía, precisamente fomentada e hinchada por una Transición "ejemplar" e interminable, en la que el miedo del inconsciente colectivo es el motor más potente del milagroso "cambio", que en realidad no hubo. Cambiaron las etiquetas, las caras, la circunstancias, la frustración se dislocó y se despachó en forma de "movida", se confundió la libertad con la chulería y el exhibicionismo con el "escándalo" de Raphael y el "a quien le importa" de Alaska y Los Pegamoides, hasta que el freno natural lo puso el SIDA y la droga a tutiplén, pero aprendimos poco, también es verdad, por eso no hemos salido aun de esa burbuja demencial. 

Si fuésemos libres de verdad, este tipo de artículos del FranceSoir sería normalísimo en nuestra prensa y en las entrevistas de tv. Nadie se escandalizaría ni lincharía a nadie mediáticamente, porque la prensa publicase diversos aspectos críticos y documentados sobre la misma realidad, ni porque entre los mismos médicos y científicos hubiese controversias y datos diversos, sin los que la ciencia dejaría ser ciencia para mutar en dogma ideológico/religioso/político; el confrontar,  ser claros y objetivos, al servicio de la verdad demostrable, es el único camino de la eficacia y de la responsabilidad. Seguro que aplicando los contrastes, las propuestas, y el consenso  entre métodos e informaciones transparentes, no sólo se superarían las dificultades y el caos con más acierto, sino que también la pandemia sería menos agresiva e inhumana y seguro que a estas alturas ya no existiría como tal azote incontrolable. Lo que nos pasa tiene mucho que ver con lo que hacemos, sentimos, decimos y pensamos. 

La vacuna es una ayuda importante pero no es la panacea ni la única solución. Necesita ser gestionada desde la serenidad y la honestidad y no desde el provecho de unos cuantos y el desequilibrio y sufrimiento de la mayoría, el éxito del plan no puede depender de crear violencia mediática y "científica", amenazas de castigo social, tal que  los rumores que se oyen en las tertulias por parte de Susana Díaz, por ejemplo, proponiendo quitar el derecho constitucional gratuito a la atención médica entre los novacunados, y presión sobre el derecho al uso del propio cuerpo, sin hacer daño a nadie y respetando todas las normas preventivas, unas tendencias demoledoras, a la misma altura que la actitud de Vox contra el aborto, la violencia de género o 'curar' la homosexualidad, en ambos casos el móvil es el miedo a enfermar y a morir -circunstancias de las que nadie está exento por más que se vacune o no- , eso por un lado, y por el otro, el terror al castigo divino y al rechazo de los colegas. Actitudes histéricas completamente a la misma altura irracional, donde la ética y los DDHH se convierten en papel higiénico a la hora de malconvivir a la greña constante y haciendo de la sociedad un verdadero suplicio cada vez más deshumanizado y aberrante. 

Seguramente una prensa libre de verdad, objetiva y lúcida, capaz de asumir la pluralidad de criterios y de entrevistar sin prejuicios a todos los científicos y médicos, sin discriminar tendencias y opciones, porque cuanto más conozcamos, más maduramos y por ello, más emocionalmente protegidos y lejos de la depresión estaremos, sería un remedio estupendo. 

Lástima que esa estación de la conciencia compartida aun quede tan lejos en el viaje hacia la lucidez por parte de "La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta..." 

Sin duda Antonio Machado sabía de lo que hablaba y por eso tuvo que irse, a morir en el destierro. Precisamente a Francia, qué coincidencia, ¿verdad?


       emSmiley Face Emoticon Copy And Paste | Video Bokep Ngentotps réel >>


P.D. 

 Para dar alguna idea positiva en medio del carajal, sería muy bueno aprovechar la experiencia que estamos viviendo y con los fondos europeos de ayuda a la crisis, revisar las carencias de material sanitario que le compramos a China por ejemplo, y comenzar a fabricarlo en España para evitar los colapsos en mitad de la pandemia, por ejemplo. 

Unas buenas fábricas de mascarillas, de tiritas, de vendas, pruebas de antígenos y de material sanitario como guantes, trajes y batas de protección, etc...Ese plan crearía empleo, incluso se podrían montar talleres en la España vaciada, con lo cual, se incremenataría la población de los lugares abandonados, la vida vecinal se enriquecería con un transporte ecológico, autoconsumo de energía solar, talleres de aprendizaje para quienes se preparen para nuevos trabajos, en fin, instalar internet y red telefónica, plantaciones ecológicas de hierbas medicinales con fines farmacológicos y para herbolarios. Un ejempo a seguir muy pedagógico podría ser Soria Natural, una empresa de farmacia y medicina natural que se instaló en la Soria vaciada en los años ochenta y ahí sigue dando trabajo, cuidando la Naturaleza y produciendo medicamentos que noo dañan. Bueno, la creatividad no tiene más límite que la desgana y la pereza. Así que, ánimo y que la pandemia sea una ocasión para cambiar lo que no funciona y establecer mejoras, cuidados, sensibilidad social  personalizada y proximidades que aun no existen y pueden ayudar tanto a mejorar las condicones de vida. 

Seguro que hay cantidad de productos y de material que se ha dejado de fabricar en España desde hace mucho tiempo para comprarlo fuera, y cuando llega un problema de larga duración, como una pandemia, un trastorno del clima, una larga emergencia, como lo de La Palma, o una huelga de transportes internacionales, estamos totalmente desabastecidos; hay que pensar con inteligencia que en una sociedad tan globalizada y tan dependiente como ésta es cada vez más necesario estar preparados para no padecer lo que estos días estamos afrontando y que es una locura tener que comprar patatas en Perú, berenjenas en Turquía o agua oxigenada en Indonesia, con la contaminación brutal del medio ambiente destrozado por los vuelos constantes que nos traen de las antípodas lo que hemos dejado de fabricar en casa, mediante un comercio injustísimo que se nutre de una nueva imagen de la misma esclavitud de hace cientos de años, que luego, para más inri, se traduce en movimientos migratorios masivos para sobrevivir a la explotación de los paises peor tratados por los eternos señoritos del cortijo global, en un capitalismo tan enfermo como sucida. En Alemania se fabrican los test de antígenos y son gratis, además de accesibles para todo el mundo, hasta para mí que solo voy de invitada y no vivo allí, en carpas o en locales del estado. En España hay que importarlos y cuestan lo que marque la especulación y la escasez, tres veces su precio normal, como mínimo, y eso, si no están agotados.

Tal vez sería mucho mejor dedicar el tiempo que se pierde en chismorrear y en crear tensiones en los medios,  a hacer programas abiertos en los que proponer soluciones y animar a la gente a aportar proyectos e inicativas concretas,los médicos y sanitarios podrían explicar las necesidades urgentes que hay en los centros de salud y animar a los emprendedores y al Estado para que se comprometan y hagan realidad cosas mejores en vez de andar en el Parlamento en plan peleas de gallos, e invitar a los tertulianos a cambiar de discurso, que ya asquean y solo consiguen la saturación de la audencia primero, y del electorado después; un movimiensto así sería un buen tratamiento para la apatía social, la decepción, el cansancio, el agobio y el borreguismo como única salida disponible. Necesitamos expertos en humanidad  y en inteligencia verdadera.  ¡Abstenerse los vivales, los miserables, cotillas, aprovechados, cínicos y sacamentecas! Son como los hombres de gris de Momo: se alimentan de nuestras distracciones y de nuestro tiempo libre. Que solo aparezcan para dar el callo cuando se despierten, claro.

Venga, a ver si esto mejora, familia!