Que no se nos olvide con el jolgorio y el contrajolgorio pandémico de estos días de forzadas felicidades, que la Navidad es un nacimiento diario de nuestra conciencia más completa y abierta desde la hondura a la superficie, con billete de ida y vuelta, un encuentro luminoso y sorprendente con lo mejor de nosotros mism@s y del Nosostr@s global, y si no es así, no hay nada que celebrar de verdad por mucho pesebre,villancicos, turrones y mazapanes con que nos empachemos, -mientras los más pobres no pueden comer ni tienen techo ni pueden pagar la luz ni el alquiler- solo esa rara nostalgia que siente tanta gente echando de menos algo que aún no se ha descubierto ni se ha disfrutado plenamente, pues así fuese nunca habría lugar ni motivos para echar de menos algo mejor de lo que ya disfrutamos sin solución de continuidad, desde lo más auténtico, perenne y gozoso que no tenemos, porque aun no somos, pero que está ahí dentro de cada una de nosotros, en silencio, esperando que nos demos cuenta de ello y no a que la felicidad nos toque en una rifa, como el gordo de la lotería o como una caprichosa "voluntad de dios", echada a suertes. Y no, de eso nada. Sin hacer los deberes de la búsqueda es imposible superar el curso. Nadie nos examina, nosotras mismos somos el tribunal que se suspende y se aprueba, y también la felicidad inevitable, la calificación que nos libera, incluyéndonos en su orla infinita.
La Cantata de Bach sobre el tema no tiene desperdicio. Puede ayudar en el proceso, sin duda. Así que, hale, a disfrutar despertando y creciendo, querida familia del mundo mundial; que para quitar el frío en este congelador robotizado, de un mundo tarambana y turulato, no hay nada como ser para todos y todas, encendid@s de amor, unas ¡¡¡felices ascuas!!!
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