Sigue el aroma azul
bajo los soportales de la plaza,
con la pastelería de Bermúdez
y aquel Barrenengoa del chocolate
inolvidable,
los cafés y la horchata de València
y los "helaos" de corte y cucurucho
en el verano.
El arco memorable bajo el Ayuntamiento
siempre partido en dos
por un puente incoloro
como una pasarela hecha de siglos
para facilitar el paso de la Plaza a la calle,
como es la tradición de estas Españas
programadas desde la antigüedad
en dos cuadrillas
para mirarse al bies de las comparaciones
y la rivalidad.
El Parque de Gasset, las catedrales,
El Alcázar, San Servando, Santiago,
morerías, juderías, cristianías,
también Zocodover, la Ciudad Encantada,
el Tajo y el Guadiana, Bolaños, Malagón,
Tomelloso, Puertollano,Talavera, Montiel,
Sigüenza,Villalbilla, Chinchón,
Almodóvar, Caracuel, Torrijos,
Valdepeñas, Piedrabuena, Aranjuez...
Es cierto: 'yo compro aquí,
yo vivo aquí'. No queda otro remedio.
Así es la vida...
Pero, ¿me puedo abastecer
con lo que se produce y se fabrica
solo aquí?
¿Quién cultiva las chufas de la horchata,
y el café delicioso,
el cacao convertido en chocolate
y quién cuida y recoge los mangos y las piñas,
el arroz, las bananas, naranjas y limones,
quién recoge las cañas del azúcar, las pela,
las machaca, las seca y las envasa?
Es justo y perentorio, ¡ya lo creo!
valorar el encanto y la necesidad
de consumir en casa,
pero nunca olvidemos el tejido común
que nos engrana en los telares
de tanta picaresca empresarial,
en el mismo Planeta que nos pare y nos cría,
que hemos nacido aquí, repartidos
en colores y etnias,
culturas y sorpresas imprevistas,
en la matria de todas y de todos,
con los mismos derechos y deberes
porque somos hermanos de la misma familia
planetaria. Una fatalidad
para unos cuantos
paladines del roba pan y moja,
y un manantial de vida y sana plenitud
para quien quiera hacer y disfrutar
un mundo diferente;
que la pasta sin alma no se meta por medio.
Cuando compres y consumas en casa,
como toca,
recuerda que esa casa desborda el territorio,
es infinita,
y aquello que te comes,
te calzas, te pones y te endosas, lees
usas y almacenas,
ha pasado por manos fraternales
que merecen un gracias permanente,
un salario decente
y el derecho a vivir como tú vives,
acogida y justicia imprescindibles,
si por una de aquellas, también las necesitan,
sobre todo,
si el mundo, como ahora, se nos hunde
por exceso de usura y entropía.
Una fraternidad
tan mal urdida que acaba por volverse del revés
y ser una liturgia de suicidas.
Si queremos futuros disponibles
que no valgan más pena que alegría
conviene repasar las bienaventuranzas
sin demora, prejuicios y ñoñeces,
viviendo donde compras, comprando donde vives,
sin olvidar jamás de donde viene
el número y el género
y quién hace posible el intercambio
y qué precio real hay que pagar por ello
y cuántas manos largas se aprovechan
por ser tan solamente interferencias
y narcotraficantes del dinero,
la droga más letal sin duda alguna.
No compres como un zombi.
Pregunta a tu conciencia y ella responderá,
en su mapa de rutas y estaciones
el tren del alma fluye sin esfuerzo.
Y vivas donde vivas y compres donde compres,
estando donde estés,
la luz pondrá las vías necesarias
para que no confundas la compra semanal
con lo que necesitas para Ser de verdad
quién aun no Eres.
Con esa transacción liberadora
comprando o sin comprar,
el camino, de lejos y de cerca,
solo es felicidad
y no porque la compra sea perfecta
y todo esté dabunten,
sino porque lo que nos llega y lo que damos,
sin pasta y trampantojos de por medio,
se llama humanidad. Tan solo eso.
Eso es la base inmensa que nos une
como el cielo y el suelo, la luz que nos alienta
y nos inunda,
el agua que nos nace y nos hidrata,
el aire al respirar. Ponerle precio a eso
y olvidar cada fuente de energía
natural y divina, gratuita,
es el punto final procrastinado
hasta el momento,
para la misma esencia
que no podremos ser en ese plan,
por más tecnología que inventemos
de nada servirá salvo para aumentar
el riesgo de suicidio maquineto a tutiplén
en plan exponencial.
La Mancha, como el mundo de hoy,
necesita el amor de Don Quijote,
la cordura de Sancho, más Cervantes
y menos carajal
y otra escuela de nuevos traductores
de Toledo,que traduzcan,que expliquen
que limpien las palabras,
y girando con ellas libremente
al ritmo de la luz y de la sombra,
igual que los planetas,
en una danza sufi, de paso
por el tiempo y los espacios,
limpien también el huerto,los sentidos,
las almas, los altares y el percal.
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