Meditación 15
"Maestro", le dijeron, "sabemos que tú hablas y enseñas
con rectitud y que no haces acepción de personas"
(Lc 20,21)
Considera tu vida y comprueba cómo has llenado su vacío a base de personas, con lo cual les has dado un absoluto dominio sobre ti. Fíjate cómo ellas, con su aprobación o su desaprobación, determinan tu comportamiento. Observa cómo tienen el poder de aliviar tu soledad con su compañía, de levantarte la moral con sus elogios, de hundirte en la miseria con sus críticas y su rechazo. Comprueba cómo tú mismo empleas la mayor parte del tiempo en tratar de aplacar y agradar a los demás, ya estén vivos o muertos. Te riges por sus normas, te adaptas a sus criterios, buscas su compañía, deseas su amor, temes sus burlas, anhelas su aplauso, aceptas dócilmente la culpabilidad que descargan sobre ti...; te horroriza no seguir la moda en la forma de vestir, de hablar, de actuar y hasta de pensar...
Observa también cómo, aun en el caso de que tú los controles, dependes de los demás y estás dominado por ellos. De tal manera han llegado a ser las personas parte de tu propio ser que ni siquiera te resulta imaginable vivir sin sentirte afectado o controlado por ellas. De hecho, ellas mismas te han convencido de que, si alguna vez llegaras a independizarte de ellas, te convertirías en una solitaria, desierta e inhóspita isla. Sin embargo, es justamente todo lo contrario, porque ¿cómo puedes amar a alguien de quien eres esclavo? ¿Cómo puedes amar a una persona sin la cual eres incapaz de vivir? A lo más podrás desearla, necesitarla, depender de ella, temerla y ser dominado por ella. Pero el amor sólo puede darse en la falta absoluta de temor y en la libertad.
¿Cómo puedes alcanzar esa libertad? Efectuando un ataque contra tu dependencia y tu esclavitud en un doble frente. Ante todo, en el frente de la conciencia. Es casi imposible ser dependiente, ser esclavo, cuando uno constata una y otra vez el absurdo de su dependencia. Pero la conciencia puede no ser suficiente para una persona "adicta" a los demás. Por eso es preciso -y éste es el segundo frente- que cultives aquellas actividades que te gustan. Debes descubrir qué es aquello que haces, no por la utilidad que te reporta, sino porque quieres hacerlo. Piensa en algo que te guste hacer por sí mismo, independientemente de que te salga bien o no, de que te elogien o dejen de elogiarte por ello, de que te procure o no el afecto y el reconocimiento de los demás, de que los demás lo sepan y te lo agradezcan o dejen de hacerlo... ¿Cuántas actividades hay en tu vida en las que te embarcas simplemente porque te producen gozo y te atraen irresistiblemente? Trata de descubrirlas y cultívalas, porque son tu pasaporte hacia la libertad y el amor.
Probablemente, también en esto te han "comido el coco" con el siguiente razonamiento consumista: "Disfrutar de un poema de un paisaje o de una pieza musical es una pérdida de tiempo; lo que debes hacer es producir tú mismo un poema, una composición musical o una obra de arte. Pero incluso el simple producir es de escaso valor en sí mismo; tu obra debe ser, además, conocida. ¿De qué vale, si nadie la conoce? Más aún: aunque sea conocida, no significa nada si no se gana el aplauso y el reconocimiento de la gente. ¡Tu obra sólo alcanzará el máximo valor cuando sea popular y se venda!". Ya estás de nuevo en manos de los demás y sometido a su control... Y, según ellos, el valor de una acción no radica en que sea algo querido y disfrutado por sí mismo, sino en que tenga éxito.
El "camino real" hacia el misticismo y la realidad no pasa por el mundo de las personas, sino por el mundo de las acciones emprendidas por sí mismas, sin buscar, ni siquiera indirectamente, el éxito, la ganancia o la utilidad. Contrariamente a lo que suele creerse, la terapia para la falta de amor y la soledad no consiste en la compañía, sino en el contacto con la realidad. En el momento en que toques dicha realidad, sabrás lo que son la libertad y el amor. La libertad respecto de las personas... y, consiguientemente, la capacidad de amarlas.
No debes pensar que, para que el amor brote en tu corazón, tienes primero que conocer a las personas. Eso no sería amor, sino atracción o compasión. Sí es amor, en cambio, lo primero que nace en el corazón al contacto con lo real. No un amor por una determinada persona o cosa, sino la realidad del amor; una actitud, una disposición de amor. Y este amor irradia entonces al exterior, hacia el mundo de las cosas y las personas.Si deseas que este amor exista en tu vida, debes liberarte de tu dependencia interna respecto de las personas, tomando conciencia de ella y emprendiendo actividades que te guste realizar por sí mismas.
Aprendí a leer con tres años, preguntando a mis padres mientras paseábamos por Ciudad Real, cómo se llamaban los dibujos en fila de los letreros que había en los rótulos de las calles, ellos me explicaron que se llamaban letras y las pronunciaban para que yo las identificase por el sonido y la forma. Hartos de responderme los nombres de cada pieza del alfabeto, mi madre, que era maestra, y en aquellos tiempos preparaba intensivamente las oposiciones para su plaza en propiedad, me hizo un juego, un puzle con cuadraditos de cartón y en cada uno de ellos, sus letras de colores, en una cara las mayúsculas y en la otra las minúsculas. Así, a los pocos días, una mañana logré sacar del buzón que había en la verja del jardín, el periódico, que diariamente llegaba a casa a nombre de mi padre, entré en mitad del desayuno, leyendo los titulares de la portada y el nombre del periódico: LAN-ZA, todos los mensajes a golpe de sílaba.
La primera lectura con fundamento, fue la de un cuento, que hasta entonces me leían cada noche, y en el que una niña se despertaba muy contenta, saltaba de la cama y que empezaba así:
Ring, ring, ring!
El despertador me llama
doy un salto de la cama
Voy a mi primera clase.
¡Qué lindo día que hace!
Pues ese mismo mensaje, creo que es fundamental para un tiempo como éste. El despertador humano/planetario en su cuenta atrás irreversible no para de sonar. Y nosotros deberíamos ir a clase antes que a la greña lavacerebros histérico-informativa. Sólo deberíamos atrevernos ya despiert@s, a afrontar la actualidad tras haber desayunado en los adentros, no solo físicamente, sino también y sobre todo desde la toma de conciencia constante. Despertar es un proceso completo que significa algo más que solamente abrir los párpados y mirar, en plan mecánico de acción/reacción. Además hay que ver e integrar con la mirada del alma lo que observan y leen lo ojos del cuerpo. Ahí comienza la historia auténtica de nuestro camino, cada día a estrenar, inédito, hasta que nosotros desciframos el alfabeto y nos descubrimos como la energía que lo escribe, lo lee y lo pronuncia. Entoces, sí, la palabra ocupa su lugar en la terapia constante de la vida, siempre que hayamos escuchado su despertador y hayamos dado un salto de la cama de las inercias, de la costumbre y del bla bla bla rutinario que ha perdido su sentido, como dice Greta Thumberg...Si es que alguna vez lo tuvo en este mundo tan despistado y entusiasmable, como cegato, con la basura bocazas del paripé que tanto mola, masificadamente, of course!
Y ya puest@s a celebrar el día de la Constitución, me acabo de encontrar este artículo de González Faus, -un compi de Tony de Mello- que tampoco tiene desperdicio, y aquí lo dejo, para que sigáis disfrutando y creciendo al añadir más piezas al puzle del cambio ineludible:
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