lunes, 6 de diciembre de 2021

Y entre plaga y pandemia, jaula y cepo, disfrutemos de terapia gratuita a domicilio, que es un verdadero regalo: nuestro querido Tony de Mello nos propone desde el amor y la generosidad, este reto básico para soltar amarras y navegar de una puñetera vez en el Océano infinito del Ser, sin ataduras ni miedos, ni excusas inmaduras. Hále, a disfrutar creciendo, para poder integrar todo lo que nos agobia y encadena, con la envoltura de "lo normal", para que lo aceptemos como al lobo que nos enseña las pezuñas untadas de harina para dar el pego, por debajo de la puerta...Ains!!!!

 
Meditación 15
"Maestro", le dijeron, "sabemos que tú hablas y enseñas
con rectitud y que no haces acepción de personas"
(Lc 20,21)
 

Considera tu vida y comprueba cómo has llenado su vacío a base de personas, con lo cual les has dado un absoluto dominio sobre ti. Fíjate cómo ellas, con su aprobación o su desaprobación, determinan tu comportamiento. Observa cómo tienen el poder de aliviar tu soledad con su compañía, de levantarte la moral con sus elogios, de hundirte en la miseria con sus críticas y su rechazo. Comprueba cómo tú mismo empleas la mayor parte del tiempo en tratar de aplacar y agradar a los demás, ya estén vivos o muertos. Te riges por sus normas, te adaptas a sus criterios, buscas su compañía, deseas su amor, temes sus burlas, anhelas su aplauso, aceptas dócilmente la culpabilidad que descargan sobre ti...; te horroriza no seguir la moda en la forma de vestir, de hablar, de actuar y hasta de pensar...

Observa también cómo, aun en el caso de que tú los controles, dependes de los demás y estás dominado por ellos. De tal manera han llegado a ser las personas parte de tu propio ser que ni siquiera te resulta imaginable vivir sin sentirte afectado o controlado por ellas. De hecho, ellas mismas te han convencido de que, si alguna vez llegaras a independizarte de ellas, te convertirías en una solitaria, desierta e inhóspita isla. Sin embargo, es justamente todo lo contrario, porque ¿cómo puedes amar a alguien de quien eres esclavo? ¿Cómo puedes amar a una persona sin la cual eres incapaz de vivir? A lo más podrás desearla, necesitarla, depender de ella, temerla y ser dominado por ella. Pero el amor sólo puede darse en la falta absoluta de temor y en la libertad.

¿Cómo puedes alcanzar esa libertad? Efectuando un ataque contra tu dependencia y tu esclavitud en un doble frente. Ante todo, en el frente de la conciencia. Es casi imposible ser dependiente, ser esclavo, cuando uno constata una y otra vez el absurdo de su dependencia. Pero la conciencia puede no ser suficiente para una persona "adicta" a los demás. Por eso es preciso -y éste es el segundo frente- que cultives aquellas actividades que te gustan. Debes descubrir qué es aquello que haces, no por la utilidad que te reporta, sino porque quieres hacerlo. Piensa en algo que te guste hacer por sí mismo, independientemente de que te salga bien o no, de que te elogien o dejen de elogiarte por ello, de que te procure o no el afecto y el reconocimiento de los demás, de que los demás lo sepan y te lo agradezcan o dejen de hacerlo... ¿Cuántas actividades hay en tu vida en las que te embarcas simplemente porque te producen gozo y te atraen irresistiblemente? Trata de descubrirlas y cultívalas, porque son tu pasaporte hacia la libertad y el amor.

Probablemente, también en esto te han "comido el coco" con el siguiente razonamiento consumista: "Disfrutar de un poema de un paisaje o de una pieza musical es una pérdida de tiempo; lo que debes hacer es producir tú mismo un poema, una composición musical o una obra de arte. Pero incluso el simple producir es de escaso valor en sí mismo; tu obra debe ser, además, conocida. ¿De qué vale, si nadie la conoce? Más aún: aunque sea conocida, no significa nada si no se gana el aplauso y el reconocimiento de la gente. ¡Tu obra sólo alcanzará el máximo valor cuando sea popular y se venda!". Ya estás de nuevo en manos de los demás y sometido a su control... Y, según ellos, el valor de una acción no radica en que sea algo querido y disfrutado por sí mismo, sino en que tenga éxito.

El "camino real" hacia el misticismo y la realidad no pasa por el mundo de las personas, sino por el mundo de las acciones emprendidas por sí mismas, sin buscar, ni siquiera indirectamente, el éxito, la ganancia o la utilidad. Contrariamente a lo que suele creerse, la terapia para la falta de amor y la soledad no consiste en la compañía, sino en el contacto con la realidad. En el momento en que toques dicha realidad, sabrás lo que son la libertad y el amor. La libertad respecto de las personas... y, consiguientemente, la capacidad de amarlas.

No debes pensar que, para que el amor brote en tu corazón, tienes primero que conocer a las personas. Eso no sería amor, sino atracción o compasión. Sí es amor, en cambio, lo primero que nace en el corazón al contacto con lo real. No un amor por una determinada persona o cosa, sino la realidad del amor; una actitud, una disposición de amor. Y este amor irradia entonces al exterior, hacia el mundo de las cosas y las personas.Si deseas que este amor exista en tu vida, debes liberarte de tu dependencia interna respecto de las personas, tomando conciencia de ella y emprendiendo actividades que te guste realizar por sí mismas.   


   Concepto de negocio con la hora del almuerzo en el ...   


Aprendí a leer con tres años, preguntando a mis padres mientras paseábamos por  Ciudad Real, cómo se llamaban los dibujos en fila de los letreros que había en los rótulos de las calles, ellos me explicaron que se llamaban letras y las pronunciaban para que yo las identificase por el sonido y la forma. Hartos de responderme los nombres de cada pieza del alfabeto, mi madre, que era maestra, y en aquellos tiempos preparaba intensivamente las oposiciones para su plaza en propiedad, me hizo un juego, un puzle con cuadraditos de cartón y en cada  uno de ellos, sus letras de colores, en una cara las mayúsculas y en la otra las minúsculas. Así, a los pocos días, una mañana logré sacar del buzón que había en la verja del jardín, el periódico, que diariamente llegaba a casa a nombre de mi padre, entré en mitad del desayuno, leyendo los titulares de la portada y el nombre del periódico: LAN-ZA, todos los mensajes a golpe de sílaba. 

La primera lectura con fundamento, fue la de un cuento, que hasta entonces me leían cada noche, y en el que una niña se despertaba muy contenta, saltaba de la cama y que empezaba así: 

                  Ring, ring, ring! 

                  El despertador me llama

                  doy un salto de la cama

                  Voy a mi primera clase.

                  ¡Qué lindo día que hace!  

 

Pues ese mismo mensaje, creo que es fundamental para un tiempo como éste. El despertador humano/planetario en su cuenta atrás irreversible no para de sonar. Y nosotros deberíamos ir a clase antes que a la greña lavacerebros histérico-informativa. Sólo deberíamos atrevernos ya despiert@s, a afrontar la actualidad tras haber desayunado en los adentros, no solo físicamente, sino también y sobre todo desde la toma de conciencia constante.  Despertar es un proceso completo que significa algo más que solamente abrir los párpados y mirar, en plan mecánico de acción/reacción. Además hay que ver e integrar con la mirada del alma lo que observan y leen lo ojos del cuerpo. Ahí comienza la historia auténtica de nuestro camino, cada día a estrenar, inédito, hasta que nosotros desciframos el alfabeto y nos descubrimos como la energía que lo escribe, lo lee y lo pronuncia. Entoces, sí, la palabra ocupa su lugar en la terapia constante de la vida, siempre que hayamos escuchado su despertador y hayamos dado un salto de la cama de las inercias, de la costumbre y del bla bla bla rutinario que ha perdido su sentido, como dice Greta Thumberg...Si es que alguna vez lo tuvo en este mundo tan despistado y entusiasmable, como cegato, con la basura bocazas del paripé que tanto mola, masificadamente, of course!  

Y ya puest@s a celebrar el día de la Constitución, me acabo de encontrar este artículo de González Faus, -un compi de Tony de Mello- que tampoco tiene desperdicio, y aquí lo dejo, para que sigáis disfrutando y creciendo al añadir más piezas al puzle del cambio ineludible: 


Lo mejor de los demás

Todos llevamos dentro un gran tesoro que la brutalidad de esta vida y nuestra propia espontaneidad viciada nos impiden encontrar.

La presencia del dolor ajeno puede cambiarnos y sacar lo mejor de nosotros.

Cuatro veces en mi vida me he visto ingresado en hospitales o enfermerías; una de ellas larga. Las otras puedo calificarlas de cortas.

Con frecuencia me ha sorprendido la bondad con que me han tratado enfermeras y cuidadoras: sin conocerme, sin esperar nada de mí; solo por ver que lo estaba pasando mal, buscando solo mi alivio y mi mejora y sin esperar nada a cambio por ello: como si lo que me hacían fuera la cosa más natural del mundo. Lo más que pude devolver fue un rato de escucha de una enfermera quejándose por lo bajo del sueldo y porque necesitaba casi dos horas para trasladarse al hospital, lo que la obligaba a madrugar más.

No pretendo que fueran gentes canonizables. Me gusta repetir que “la pasta humana es siempre la misma”. Puedo añadir que no todo el mundo me trató siempre de la misma manera: la misma bondad tiene sus manchas (por temperamentos por estados de ánimo o historias personales). Además, y por vínculos familiares o de amistad, he conocido también algunos de esos trapos sucios entre personal sanitario: envidias y celos, intentos de una enfermera por ligarse a un médico; y hasta la demanda al director de una clínica privada para que expulsase a una enfermera, porque le había quitado el marido a la pobre mujer que presentaba esa demanda, apelando, para ser oída, a la amistad que, por lo visto, tenía con ese director, y poniendo a este en una situación difícil porque (me decía él): “yo tengo que juzgar de la profesionalidad, no de la moralidad de esa enfermera. Y es una buena profesional”. En fin: cosas “tan normales como la vida misma”.

Pero precisamente por eso: porque no se trata de personas santas sino de mi misma pasta, he ido comprendiendo cómo puede cambiarnos y sacar lo mejor de nosotros, la presencia del dolor ajeno. He abogado otras veces por la necesidad de poner encima de la mesa todo el dolor del mundo, el inmenso sufrimiento de tantos inocentes: no para que “nos quiten las ganas de comer” sino para que nos impulsen a comer sobria y solidariamente. Y protestaré siempre porque en tiempos de pandemia se nos hayan dado cotidianamente cifras de víctimas (que a mí, por supuesto, me interesaba conocer también) pero nunca, en ningún informativo progresista o conservador, se nos informe de las otras víctimas cotidianas de esa otra pandemia del hambre que es mucho más larga que la de la covid. Como si cuando el peligro ya no me amenaza a mí dejase de ser noticia.

He usado otras veces la referencia a “la quimera del oro” de Chaplin, precisamente para destacar que en este caso no se trata de una quimera: todos llevamos dentro ese tesoro que la brutalidad de esta vida y nuestra propia espontaneidad viciada nos impiden encontrar. Por eso vale la pena dar este sencillo aviso. Podría remitir una vez más al asombroso diario de Etty Hillesum. Pero prefiero decir simplemente que, cuando sacamos lo mejor de nosotros mismos, contribuimos a sacar lo mejor de los demás (aunque también corremos el riesgo de que se nos quiera crucificar).

El cuidado y la productividad son las dos manos y las dos piernas con que debemos movernos en la tierra. Y se necesitan: la productividad sin cuidado se convierte en explotación. Pero el cuidado sin productividad puede quedarse en mera resignación. Dos malas maneras de andar cojo y manco por la tierra.

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