miércoles, 1 de diciembre de 2021

Así andamos, familia...

 

"Que paguen por ser curados, por imbéciles": el enfado de José Sacristán con los negacionistas de la COVID-19

¿Deberían pagar por su ingreso en UCI los negacionistas de la COVID que no han querido vacunarse?

Cadena SER

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Comentario del blogg

Esto es la esencia aborigen a tutiplén, esa inteligencia inagotable de la cepa hispana como diría Machado, que no "se pué aguantar por la gloria de mi mare", como diría Chiquito. 

Siguiendo la propuesta de este pensador sin frenos, ¿Habría que cobrar, por ejemplo, a los fumadores empedernidos por atenderles clínicamente en las neumonías, las bronquitis o el cáncer de pulmón, y a los alcohólicos con problemas hepáticos, pancreáticos y circulatorios, y a los obesos con bulimia, o no tratar el insomnio de los adictos al café o al móvil, si ellos mismos se provocan la enfermedad...? ¿Y qué tal no atender a los conductores que han tenido un accidente grave por imprudencia temeraria o por cogorza o porque van hablando por teléfono mientras conducen, o a quien se cae de un trampolín sin saber nadar hay que dejarle que se ahogue para que escarmiente o a la mujer que no denuncia los malos tratos por miedo al qué dirán o al monstruo que tiene al lado, hay que dejarla también sin atención cuando acuda al hospital tras ser agredida, por miedica irresponsable? ¿Desde cuándo se pierde el derecho a la asistencia médica en una democracia por lo que se ha hecho antes de ser atendidos  por los médicos? Parece que a Sacristán aun le quedan restos de la mentalidad dictatorial que tanto aborrece. Porque seguro que en la dictadura que padecimos, en caso de haber sufrido una pandemia se hubiese hecho eso exactamente. Si a los universitarios del momento nos obligaban a ponernos cada año la vacuna de la tuberculosis que entonces se estaba experimentando en Madrid, para poder recoger las notas de fin de curso presente y podernos matricular y  revacunar, por orden dictatorial,  en el próximo.

Pero en un verdadero estado democrático, los mismos derechos tienen a no vacunarse y a ser atendidas cuando sea necesario aquellas personas que no disponen de datos suficientes ni seguridad comprobada que les garantice la inocuidad de unas vacunas que se están experimentando por el momento y cuyas secuelas no sabremos hasta donde pueden ser peores que el virus. Especialmente si esas personas no tienen contacto laboral y profesional en la convivencia, como l@s jubilad@s que viven sol@s por ejemplo y gente que está confinada a la fuerza por un teletrabajo y también vive sola. Gente que cumple con todos los protocolos de distancia, higiene, mascarillas, ventilación y no usa transportes públicos, ni frecuenta bares, cines, conciertos ni reuniones de amigos y familia sin cumplir escrupulosamente las normas, mientras los vacunados se van de botellón y de fiestuquis y no toman precauciones porque se creen a salvo de lo que ya llevan inyectado y van contagiando también mediante sus propios aerosoles de vacunados inmunes (en teoría, claro). 

Una buena opción para que la histeria no cunda puede ser no hacer del riesgo una culpabilidad por parte de la ciudadanía y que el Estado proporcione y facilite, gratuitamente, como en Alemania, por ejemplo, los test de antígenos en la calle, en carpas o en recintos prefabricados antes de entrar a locales públicos. Un trámite rápido que ayuda a detectar ipso facto si estamos libres de contagio o no, y que en España solo se puede hacer en clínicas y hospitales, mayoritariamente privados, que en València cobran desde los 20€ en el Hospital Católico Universitario, a los 100/120€ en clínicas privadas como El Consuelo (no sabemos cuánto cobrarían si se llamase Desconsuelo) solo por meter un palillo con un algodoncito en la nariz o en la saliva, dejarlo un instante en el medidor vírico y ya está. Viendo ese  panorama en la patria de tanto Lázaro de Tormes, Guzmán de Alfarache, Moniopodio, Rinconete y Cortadillo, Zaplana, Camps, Rato, Aznar, Botella, Roldán, Fabra, Gürteles/Correas, Púnicas, techos de armario, inversiones paradisiacas por aquí y por allá...etc, etc...la verdad es que es imposible creer seriamente que la gestión de esta pandemia no tenga nada que ver con el negocio a saco camuflado de lo que haga falta, en mil modalidades, que para esos tejemanejes,  la España cloaquera bate el record en creatividad sin prejuicio alguno, siempre libre y "¡a por ellos oé!"

No es lo mismo ser antivacunas conspiranoicos, que considerar necesarias las vacunas, pero con más credibilidad y garantías, con menos intereses especulativos de por medio, por ejemplo, que sean los Estados los que se responsabilicen también del control científico y de la sostenibilidad de los laboratorios e investigaciones, y no sean solo las empresas farmacéuticas privadas las que impongan sus protocolos e implanten sus intereses económicos antes que la justicia distributiva y urgente en el tema sanitario y preventivo que implica a toda la humanidad. Con la intervención de la OMS y la ONU, como una exigencia y un deber moral.  En un caos semejante, contradictorio y sin más ética que el negocio y la supervivencia de los intereses por encima de la de los seres humanos, es muy respetable y justa la opción de no vacunarse, evitando, por supuesto, escrupulosamente, todos los riesgos posibles de contagiar y ser contagiados, porque las vacunas que se manejan no ofrecen garantías suficientemente  demostradas de ser menos peligrosas que un virus que muta y produce constantes olas gripales, más los posibles efectos secundarios añadidos tipo AstraZeneca. 

Y también hay otra cuestión  sin resolver en la base ética del razonamiento/oximoron del poder impositivo: ¿Tiene sentido defender el  derecho a la eutanasia , pero no tenerlo para elegir vacunarse o no cuando no está nada claro que las vacunas en danza sean el Bálsamo de Fierabrás, sino más bien otro peligro latente para quienes no las necesitan porque se inmunizaron en su momento pasando la Covid-19 antes de que se hiciese oficial su contagio pandémico, ayudadas por la Homeopatía y porque, tras la experiencia, gracias a tratamientos homeopático/preventivos con Anas Barbariae, precisamente en estos ya casi dos años, no se han pillado ni un catarro, como les solía suceder en los inviernos anteriores con las gripes estacionales tratadas solo con medicina alopática? Todos los seres humanos no son idénticos, y hay que tener la inteligencia de considerarlo. La conciencia y la salud psicoemocional también forman parte del proceso inmunizador. Ni nadie es eterno en este plano de la existencia. Seguramente no provocar histeria y terror, ni odio y desprecio por el prójimo que ve más y obedece menos, si no piensa ni siente ni vive como manda el poder del momento económico y empresarial, es la vacuna más necesaria y urgente.  Un mundo de impulsos primarios desatados que desprecia lo que no conoce y puede ayudarle a ser inmune en una pandemia, como sucede con la Homeopatía, no puede tener mejor futuro que este presente. Elegir un camino no hace necesario combatir los demás caminos, sino aprender a respetar lo diverso. Esa actitud vital también cura, inmuniza y nos protege de lo peor de nosotros mismos: nuestra verdadera vulnerabilidad. 

Hay un detalle trascendental en los Evangelios, que debería darnos pistas en vez de rutinas "creyentes": Cuando Jesús curaba a los enfermos e impedidos, leprosos, paralíticos, ciegos, mudos y sordos, o con hemorragias, y trastornos de conducta (endemoniados, les llamaban), etc, etc, lo primero que les decía es que sus errores estaban perdonados, y a continuación con una imposición de manos, les abría los canales energéticos de la mente y la emoción para que la energía del espíritu hiciese su trabajo de conexión restauradora, ya sin el peso de sombras y de culpas que bloquean el fluir de la conciencia. No era curanderismo, era y es salud cuántica, armonización del sistema biológico y psicoemocional, racional emotivo. La base integradora que sustenta y sostiene los elementos de la ciencia para hacerlos eficaces y en su ausencia, inútiles y hasta letales.

Hemos llegado a un punto evolutivo en el que como afirmó Malraux: "o el siglo XXI es espiritual o no será". Conviene tenerlo en cuenta y discernir que la ciencia sin espíritu es solo robótica, porque la ciencia real y auténtica no es posible si no tomamos conciencia de que toda vida es fruto del espíritu que Somos. Que no es religión. Sino energía creadora y vivificadora constante, y la salud, su canalización adecuada e integradora, en el cuerpo, la emociones, la mente y las conductas. Lo individual y lo común fluyendo inseparables. Amor. Como lo describe Pablo de Tarso en su carta a los corintios, capítulo XIII, para demostrar lo que puede esconderse tras un número tan gafe y deshacer tópicos paralizantes y ridículos.

Sería más efectivo y justo que todas las vacunas rechazadas en los reinos de Capitalandia por quienes eligen no vacunarse, en vez de dejarlas caducar y tirarlas, se enviasen gratuitamente a los países que mayoritariamente las necesitan por las condiciones de falta de recursos, de higiene y de pobreza absoluta que padecen, esquilmados por este Occidente explotador. Es posible que allí sí tengan una función más preventiva que en Europa o en USA, dadas las circunstancias y posiblemente esa inmunización cooperaría a que las mutaciones del virus dejasen de producirse constantemente.

Si ante esa realidad , que ni se comenta ni se debate en los medios, todo lo que se le ocurre al entrevistado es llamar imbéciles a quienes ni conoce ni comprende, ¿dónde colocamos a personajes como José Sacristán o  Miguel Bosé? Dos antagonistas, con argumentos y modales a la misma altura.

Se supone que los medios de comunicación del siglo XXI deberían elegir  con un criterio determinado y sensato a las personas que entrevistan porque en sus respuestas aporten algo que valga la pena y no solo el esperpento. Parece que esta vez se les ha colado un intruso y que el fallo ha  sido la falta de luces, tanto del entrevistado como de l@s entrevistador@s.

 

P.D.Acabo de descubrir que la entrevista no se ha hecho en la SER, sino en LaSexta. Me alivia que sea así. Al menos la SER aún conserva la inteligencia y la capacidad de saber por donde va el sentido común informativo.

 

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