martes, 26 de febrero de 2019

El bulling de los bulos. Una desvergüenza para desinformar y deformar criterios de quita y pon. Ya basta, porfa! Tu quoque, Publicus?

Público

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Y yo, en 1978 dejé de vacunar y de poner dosis de "recuerdo" a mis hijos cuando una de las niñas, tras una "dosis de recuerdo" de la triple vacuna, se pilló una tosferina terrible, que le impidió ir a la escuela durante dos meses...Y la pediatra me dijo que era "normal" que entre cientos de casos le tocase la china a alguna criatura, que las vacunas eran una apuesta por la salud que también se puede perder. 
Después de ese episodio de medicina filibustera decidimos no volver a vacunar a nadie más. y ¿qué pasó? Pues que las niñas mayores que habían pasado sus primeros años vacunadísimas, dejaron de pillarse catarros y trancazos en septiembre y no soltarlos hasta junio del año siguiente. Y que los pequeños, que nunca se vacunaron, cuando había epidemias en sus clases, eran los únicos que seguían yendo a la escuela, sanos como peras, añadidos a las clases que no estaban cerradas por contagios...Esa es mi experiencia como madre, pero también tengo otra como ser independiente: nunca fui vacunada de nada, y nada me atacó. Hasta que en pleno franquismo, y ya en la Universidad, en segundo de carrera, llegó una orden del rectorado y del Ministerio de Sanidad: todos los estudiantes si querían recoger sus papeletas con las calificaciones de cada asignatura, DEBERÍAN vacunarse obligatoriamente contra la tuberculosis. Así, por imposición porcojonista del vigía-avatar de El Pardo, que de medicina preventiva sabía tantísimo como de Justicia, Libertad y Democracia. ¿Qué pasó? Pues que en un par de semanas me pillé la peor infección de mi vida. En aquel momento no lo relacioné con la reciente vacunación con que fui chantaajeada y agredida, pero cuando sucedió lo de mi hija, até cabos, sargentos, brigadas, tenientes y sobre todo, generalísimos, dictaduras y negocios farmacéuticos...Y desde entonces en casa y en mi entorno, que presenció el caso de la vacuna antisistema y reaccionaria, se abrieron los ojos y ya nunca más nos dejamos chantajear ni por los bulos ni por médicos y médicas o bien ciegos como topos o corrompidos por mismo cieno que el del franquismo. La vacunación, como cualquier tratamiento, no puede ser una imposición, debe ser acepatada por los usuarios para sí mismos y para sus hijos menores de edad o ancianos o no ancianos que no puedan elegir por pérdida de facultades mentales.
Las vacunas solo se convierten en necesarias en caso de epidemia con riesgo mortal. Como fue el caso de la viruela, cuando Jenner las descubrió, en el siglo XVIII. Ya se vio con la célebre y siniestra Gripe A, lo que son capaces de hacer las mafias del medicamento. La sociedad debería preocuparse mucho más por esa gentuza que por perseguir y acosar a quienes no les temen y las desenmascaran no con la cháchara sino con su propia experiencia.
Ya basta de mentiras, por favor. Y de que se cuelen en la prensa normal como noticias, verdaderos infundios indemostrables, sambenitos y hasta difamaciones. Por deontología profesional ningún medio debería publicar alarmas sin fuste, sin comprobar, sin una información seria, presencial, directa y fidedigna. Especialmente en un tiempo enloquecido con unos medios mucho más activos y destarifados que los fines, que, por desgracia, ya son los propios medios.

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