lunes, 13 de febrero de 2023

¿Igualdad?... ¡¡Igualdaaaad!!

 ¿Qué es la igualdad? ¿Un concepto abstracto irrealizable o una realidad materializada convertida en concepto para aclararse entre etnias, culturas, imperios diversos, clases sociales, temperamentos, nacionalidad, costumbres y hábitos, credos religiosos, etc?

Su etimología latina indica varios términos similares de los cuales el origen de la palabra en castellano es el término aequalitas-tatis, cuyo significado no es uno solo, sino múltiple: igualdad, identidad, invariabilidad, uniformidad, regularidad.

Ahora reflexionemos un poco acerca del sentido que en el siglo XXI puede indicarnos  ese concepto. ¿En qué aspectos somos iguales los seres humanos? El hecho de nacer hombre o mujer ya nos diferencia bastante y el hecho de que se pueda nacer con apariencia de hombre y esencia psicoemocional de mujer o viceversa es tan desconcertante como real. No comprenderlo ni admitirlo nos deshumaniza cada vez más, lo que tampoco significa que tod@s  tengamos que ser drag queens si no lo sentimos así.

Y sin embargo, lo cierto es que cada ser humano es único e irrepetible. Si solo considerásemos la combinación genética de cada un@, nadie es igual a otr@, el estudio del iris en nuestros ojos o las huellas dactilares, indican esa realidad: nadie está repetido, eso también se puede experimentar en la aplicación de la ciencia médica o de la pedagogía, lo que a unos puede curarles a otros puede enfermarles y matarles, lo que a una persona la orienta a otra puede desorientarla, lo que a un@s les da felicidad a otr@s l@s hunde o l@s esclaviza. Luego, la igualdad no puede ser nunca un absoluto, ni un molde que nos dé forma externa, sino un camino colectivo que realizamos los seres humanos desde el plano individual al genérico, del solo yo, al también nosotr@s. 

La igualdad debe ser un descubrimiento personal progresivo iluminado por la experiencia diaria y unos modelos éticos sociales y familiares lo más sanos posible, y no unos dogmas impuestos como a los robots se les inserta un programa para que realicen sus funciones sin dar problemas técnicos. Es decir, si nacemos en una familia racista, xenófoba, de hábitos primitivos como la caza, la tauromaquia, el machismo, el fanatismo, la competición y la rivalidad como 'valores', la seducción de l@s más guap@s y fuertot@s, y el desprecio y el odio por todo lo diferente que no se puede poseer ni manipular o comprender, está claro qué tipo de igualdad se va considerar "normal": el derecho de pernada en todas sus modalidades y la obsesión por ser los más poderosos, ricos y famosos, admirados y celebrados a coro por los y las mindundis que no alcanzan ni alcanzarán nunca esas cotas de exhibición y ppoderío, en pasta, posesiones, trampantojos y glamour.  

Pero en ese plan, a lo largo de la historia, van apareciendo y despertando seres humanos que además de mirar, ven lo que hay, lo comprenden y tratan de vivirlo de otro modo, es decir,   que si somos iguales para la apariencia clasificadora por secciones y sectores, desde nuestra pluralidad personal también debemos desarrollar una igualdad compartida en dignidad, respeto y atención para tod@s, más allá de lo que posean y disfruten o de la casta a la que pertenezcan, dominen y controlen o no; como dirían los latinos antiguos, con aequitas(equidad),aequalitas (similitud),aequanimitas (equilibrio anímico y mental) y constantia (conducta que materialice esos valores y los expanda entre nuestros semejantes, sin clasificaciones discriminatorias; recordemos el consejo de Jesús de Nazaret: 'no juzguéis y no seréis. juzgados'), porque la vida acaba por medirnos con la misma medida que utilizamos para medir a los demás. La justicia poética sin parar, también funciona. Y no es ningún castigo divino. Los castigos nunca lo son. Son los "beneficios" de  inversiones poco humanas y equivocadas en el banco de la estupidez  con ínfulas.Como el Rico Epulón de la parábola, por ejemplo. 

Es cierto que al inicio del camino del cambio, esa igualdad no se acaba de entender, es materialmente imposible que podamos considerar a un sinvergüenza o a un imbécil o a un corrupto, violador, ladrón, cínico, maltratador o terrorista, como nuestro semejante, hasta ahí podíamos llegar...Pero mira por donde, un día se te cae la venda de los ojos y comprendes sin que nadie te lo explique los porqués de tanta miseria, que también sería la tuya si estuvieses en el lugar de los "malos", no eres mejor, eres diferente y tienes en tu mano  dos opciones: establecerte en la diferencia selectiva o amar y comprender desde la igualdad verdadera, superando los prejuicios de la igualdad por decreto. Que el tema del género no nos encadene, por encima de cualquier género está el Ser, que como el Espíritu se manifiesta libremente, donde quiere y como quiere, porque su energía siempre acierta aunque a veces no lo parezca, siempre acierta.

Mientras estamos dormid@s necesitamos leyes que nos igualen o nos diferencien según se esté a la izquierda o a la derecha en el mercado de abastos de la civilización, pero cuando evolucionamos y despertamos, lo primero que entendemos y sentimos es que las leyes ya no son necesarias. Lo mejor de ellas ya está cumplido y lo peor ya no nos  afecta, se deshace solo, en la misma resurrección vital que nos cambia de arriba a abajo, de dentro a fuera. Y entonces se comprende el auténtico sentido de la cruz: no era adorar el tormento de Jesús, sino armonizar lo de arriba con lo de abajo, lo de la derecha con lo de la izquierda y tomar conciencia de que el centro de las dos direcciones es el amor y su armonía que irradia y le da la vuelta como a un calcetín a todos los problemas, angustias, soledades, depresiones, heridas y errores, fracasos y tinieblas. Somos luz cuando salimos de la caverna y salimos de la caverna porque la luz se ha encendido for ever and ever, pase lo que pase, nada la puede apagar. 

El amor sin fronteras ni tiquismiquis selectivos es la única y auténtica igualdad. Ahora solo necesitamos que el Planeta Tierra se vaya convirtiendo, mediante nuestro empeño más hermoso, práctico y feliz,  en ese Ministerio inmaterial y sin embargo, regulador y transmutador desde su energía, de toda la materia problemática que necesite su intervención, y así lo quiera, claro.


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