¿Se han cumplido los vaticinios de Orwell?
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Aunque se podrá ver en Filmin, he dejado pasar la película que inaugura hoy el festival de cine donostiarra, para ver en el Teatro Victoria Eugenia un documental sobre Orwell que pasó por Cannes. Por supuesto, no quiero destripar el argumento y arruinar su visión, pero sí quisiera compartir mis impresiones. Creo que merece verse. Las imágenes van ilustrando la mayor parte del tiempo frases de Orwell extraídas de sus libros y su correspondencia. Resulta estremecedor cómo algunas de sus profecías parecen describir nuestro presente, cumpliéndose a rajatabla.
Hoy vemos cómo se ha cumplido esa temida Neolengua cuya función es deformar la realidad y cambiar el significado de las palabras. Algunas de las consignas recogidas en ‘1984’ se reproducen a diario y son invocadas por ciertos líderes mundiales para describir sus desaguisados, aduciendo por ejemplo que guerrean para defender la paz o que pensar libremente podría esclavizarte, sobre todo si contradice lo que imponga el Gran Hermano de turno, cuyo dogmatismo es irrefutable por definición y no admite réplicas ni discrepancias.
Conviene releer a Orwell. Fascina la lucidez con que pudo anticipar ciertas derivas totalitarias en los países de mayor solera democrática
Van desfilando fragmentos de distintas versiones cinematográficas inspiradas en ‘1984’. Resulta curioso cotejar secuencias de similar contenido rodadas en distintas épocas, pero todas reflejan con crudeza los vaticinios formulados por Orwell muy a su pesar. De paso nos familiarizamos con su biografía. Vástago de una familia perteneciente a la clase media inglesa o mejor dicho a la parte baja de una clase alta, tenía gustos aristocráticos que su patrimonio familiar no podía financiar. Por eso su padre, militar de carrera, se fue a la India, donde pese a sus largos ingresos podían emular una vida más desahogada con servicio doméstico y otras cosas por el estilo.
Al hacerse allí de la policía, Orwell conoció la peor cara del colonialismo al reprimir a los oprimidos y esto le dio una lección que no podría olvidar, haciéndole simpatizar con el partido laborista, por mucho que criticara el socialismo soviético y desde luego el fascismo europeo. Ambos comparten el principio de revisar el pasado y adaptarlo a las exigencias de su guion, cosa que por otra parte vemos a diario en los partidos de ultraderecha y quienes pretenden emular sus desaprensivos engaños, aplastando los hechos con bulos que calan afectivamente aunque puedan ser fácilmente desmentidos.
Se nos recuerda el asalto del Capitolio estadounidense y cómo sus protagonistas continúan justificando aquellos actos jaleados por un presidente que no reconocía su derrota electoral. Eso mismo hizo Bolsonaro en Brasil, con la diferencia de que le ha tocado rendir cuentas ante la justicia, mientras que Trump simboliza una nueva encarnación del Gran Hermano, junto a Putin o Netanyahu. Los tres apuestan por una policía del pensamiento que no consienta tener criterio propio. Denunciar el genocidio de Gaza es calificado como un antisemitismo que simpatiza con los terroristas, mientras ya están repartiéndose las promociones inmobiliarias en el territorio a colonizar.
Contra este poder omnimodo que defiende la ley del más fuerte y acapara los recursos del planeta para una pequeña élite, sumiendo al resto del género humano en la miseria, solo cabe movilizar a la sociedad civil, dado que las instituciones no parecen capaces de llegar a ningún consenso eficaz, simplemente para criticar los abusos y la vulneración del derecho internacional. Por desgracia, conviene releer a Orwell. Fascina la lucidez con que pudo anticipar ciertas derivas totalitarias en los países de mayor solera democrática.


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