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La Vuelta ciclista a España no llegó a la meta en Madrid.
Los manifestantes cortaron calles por las que tenían que pasar los
ciclistas y hubo un punto en el que el pelotón no pudo avanzar más y la
organización declaró la cancelación de la última etapa, suspendió las
ceremonias de entrega de premios al ganador y tuvo que evacuar a los
equipos del centro de la ciudad.
La participación en La Vuelta de un equipo llamado Israel,
fundado para el blanqueo internacional, había pasado más o menos
desapercibida hasta el día 27 de agosto. De hecho ese equipo había
participado antes en otras pruebas en España. Pero ese día, cinco
personas se metieron en una carretera de la provincia de Girona justo
antes de que pasaran los corredores del Israel-Premier Tech, y aunque
fueron desalojados rápidamente por la Policía, la imagen se vio en directo por televisión.
Lo recuerdo hoy para que entendamos que todo lo que ha pasado desde
entonces no tiene nada que ver con La Vuelta, ni con los ciclistas, ni
con el deporte. Simplemente que ese día, al ver a esas cinco personas en
aquella carretera de Girona, mucha gente se dio cuenta de que aquella
prueba ciclista era una oportunidad al alcance de la mano para
cortocircuitar por una vez la propaganda israelí, siempre tan
escurridiza, y desahogar la indignación por el genocidio. Y había que
aprovecharla.
¿Es
injusto para la Vuelta, para los ciclistas, para las ganas de la gente
de disfrutar de su deporte preferido? Sí. ¿Cuánto pesa esa injusticia al
lado de que nadie haga nada contra la impunidad de Israel y sus
herramientas de propaganda para suavizar un genocidio? Es la pregunta
que está retratando a mucha gente estos días, para mal y para bien.
Ayer hubo una enorme manifestación pacífica en Madrid.
Se intentaron cortar calles y avenidas mucho antes de que llegaran los
ciclistas, sin poner en peligro su integridad física. Cuando todo había
terminado, un grupo de gente aplaudía a los ciclistas que salían del
centro: “Ciclismo sí, genocidio, no”, gritaban.
No
fue lo único que vimos, claro. Hubo momentos muy puntuales (pero son
los que verás por televisión) en los que algunos grupos sí buscaron el
cuerpo a cuerpo con la Policía y lanzaron objetos, antes de la
cancelación y cuando ya se había conseguido el objetivo. Hay dos detenidos.
Pero si durante la tarde hubo gases lacrimógenos, pelotas de goma y empujones
no fue por que esa violencia fuera generalizada sino porque la orden
inicial para la Policía era ‘no permitir que los manifestantes corten el
circuito de La Vuelta’ y un buen número de manifestantes querían
hacerlo. Y como en tantas otras manifestaciones en las que se cortan
calles sin permiso (desde el 15M a las protestas de taxistas, desde los
astilleros a la ultraderecha en Ferraz, desde las tractoradas hasta policías que rompen el cordón de seguridad del Congreso),
llega un momento en que para evitarlo tienes que usar demasiada
violencia. Y no merece la pena. En ocasiones da igual, pero esta vez,
con un presidente del Gobierno que durante el día había dicho sentir “orgullo” por las protestas contra el genocidio,
y con una sensibilidad popular claramente a favor, los manifestantes
ganaron el pulso. Carrera cancelada. El boicot se convirtió entonces en
una celebración y la celebración en una gran manifestación contra el
genocidio.
Terminada
la Vuelta, el flanco mediático de la derecha será darle muchas vueltas a
la violencia y conectarla con palabras de Pedro Sánchez. Feijóo culpa a Sánchez
por “inducir” las protestas y ha calificado la cancelación de la etapa
final como “ridículo internacional”. El alcalde de Madrid dice que ha
sido un “bochorno”. La verdad es que pensar que la Vuelta iba a entrar
en Madrid solo porque el despliegue policial fuera inmenso, es no
conocer cómo funcionan los movimientos sociales cuando se abre una
oportunidad y sobre todo es no conocer Madrid.
- Y ahora, el baloncesto: la Euroliga (una liga europea donde participan varios equipos españoles) tendrá en 2025 un segundo equipo de Israel en plena ola de protestas.
- Puestos a hablar de violencia, no está mal repasar esta historia que cuenta Ignacio Escolar
sobre el lanzamiento de explosivos dentro de la sede del PSOE de
Cantabria durante un acto de memoria histórica. Fue hace cinco meses
pero acabamos de conocer algún detalle relevante que da que pensar.
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