lunes, 6 de marzo de 2017

Caciquismo, justicia, democracia... y un señor de Murcia


La crisis abierta en Murcia por la corrupción del presidente autonómico ha abierto una vez más la caja de los truenos sociales y políticos. Y también nos muestra la evidencia descarnada que resulta del intento de combinar ética imprescindible y poder como decreto por narices y a su bola. Además, la claridad meridiana con que se revela la realidad: es imposible combinar poder con decencia. El poder por el poder no es un triunfo ni un éxito político aunque lo parezca, sino un marrón indecente que nos cae encima cuando votamos deshonestidad esperando eficacia y beneficios económicos, "mano dura" con las leyes que luego, por birlibirloque enjuaguista, se vuelven reversibles, corta y pega, tira y afloja según intereses determinados y siempre sucios, o sea, que sancionan o absuelven a gusto del legislador y no bajo la auctoritas de la Justicia. Ese juego es una perversión redomada, que convierte en tiranía y en prebenda lo que en origen debe ser simplemente un servicio público al bien común, realizado desde la libertad responsable de los y las ciudadanas que son elegidas en democracia para realizar temporalmente la función de portavoces y gestores de la voluntad popular, basada por encima de todo en la igualdad, los derechos y deberes sociales y personales. O sea, todo lo contrario del derecho de ppernada a la ppeppera.

No tiene sentido alguno andar denunciando a todo el que piensa distinto y al mismo tiempo absolver a ladrones y corruptos "amigos" y compinches de timba política-financiera-putrefacta,mediante leyes prêt-à-porter a base de hacer un revuelto de jueces a la turca. ¿Cómo llamar democracia y Estado de Derecho a semejante basurero? ¿Cómo llamar justicia a la desvergüenza? 

En medio de este corralón de fauna apaleada por gañanes analfabetos en inteligencia y sentimientos humanos, por mediocres, pícaros y filibusteros sin escrúpulos, tenemos que despertar de una vez, en legítima defensa, y aprender a pensar autónomamente para poder convertirnos en inteligencia colectiva, razonando con el corazón y sintiendo con la mente. A crecer por dentro todo lo que ya es imposible crecer por fuera en dineros, "ilusiones", falsas esperanzas y glamures varios. La realidad es mucho más simple de lo que parece; la complican, y la complicamos, aceptando vivir envueltas en rifirrafes impuestos y nausebundos creyendo que el teatro y sus títeres son de verdad. Y no, la única verdad con que contamos es la absoluta mentira, en la que llaman democracia a votar cada cuatro años lo que sea y a conceder todo el poder a lo que sea elegido por mayoría (hasta cuando esa mayoría es la abstención que nos echa encima el sistema D'Hondt), asumiéndolo  como imperativo inmutable haga lo que haga, si no somos capaces de pararlo a tiempo.
¿Cómo desmantelar esa hecatombe del cacicato destripador social? Pues con la Justicia. Pero ¿acaso puede ser justa una justicia(?) nombrada, diseñada y decretada por el mismo cacicato que manipula, escribe el guión, dirige y representa ese guiñol vendido como realidad? Definitivamente, no. 

Es evidente que democracia y justicia son un tándem inseparable en todo Estado de Derecho verdadero y no de boquilla y attrezzatura teatral. Una democracia sin justicia es vandalismo político y amoral. Una justicia sin democracia es tiranía y barbarie instrumentalizada "legalmente" pero ilegítima e ilícita desde la ética individual, el derecho natural y la moral pública. Una justicia sin ética no es posible. Es en sí misma aberrante: una "justicia" delincuente, o sea, un oxímoron impecable, estilo western reaganiano-trumpista-Tio Gilito. The world is mine, y todo vale si es conforme a las leyes manipuladas y acorde a nuestra incomparable Constitución y a nuestra infalible democracia, que lo mismo ampara rotos que descosidos, que vainicas dobles o agujeros negros, siempre que puedan pagarse abogados que hocen divinamente en el fango de esas leyes enrevesadas ad hoc, que en realidad son como juegos y pasatiempos, en plan jeroglífico, que solo resuelve el que mejor enreda; todo vale mientras no se piense en voz alta algo distinto a nuestro concepto de lo guay. Todo vale, sí, aquí te pillo y aquí te hundo o te regalo un pasaporte a Suiza, por ejemplo, siempre según tu poderío dineril y tus enchufes pertinentes. Ésa es nuestra 'justicia', ciega voluntaria para la decencia, pero la mar de espabilada en lo que renta beneficios, y un fenómeno paranormal absolutamente aniquilador de la democracia.

Por otra parte: ¿es legítima una democracia que por mayoría de votos facilita una tiranía corrupta? No. ¿Qué sistema de defensa tiene el bien común de la ciudadanía ante casos como el de Murcia, por ejemplo? La aplicación de las leyes en que se asienta el principio fundamental e igualitario de la Justicia. 
¿Qué pasa cuando los poderes "legales" no son legítimos porque vulneran los DDHH de los pueblos mediante la tiranía de la corrupción ya admitida por el poder caciquil del desguace, como normalidad funcional de la gestión política del Estado? Pues que esa "legalidad" es un delito de lesa ciudadanía. Y sólo la ciudadanía puede y debe impugnar la barbarie y reclamar colectivamente, organizada y unida en su diversidad para la defensa del bien común, la reactivación de la Justicia, llevando a los tribunales internacionales y nacionales, su denuncia, y al mismo tiempo recurriendo, si es preciso, a la desobediencia civil a un sistema político basado en el fraude universal. A esa acción necesaria deberían unirse las  fuerzas de seguridad, el ejército  y los miembros limpios del Poder Judicial y del Poder Legislativo, para hacer entre todas una revolución pacífica tipo la portuguesa que acabó con la interminable dictadura de Salazar. 

Una democracia seria, sana, inteligente y auténtica, no puede estar condicionada ni siquiera por una mayoría numérica de votos vendidos y comprados por el engaño, la ignorancia, el chanchullo, la extorsión y el chantaje del miedo ni por el pucherazo ya incluido en el mismo sistema electoral, que según el genio D'Hontd se reparte en favor de intereses caciquiles el valor de los votos, con una flagrante desigualdad al devaluarlos o hipervalorarlos según las zonas geográficas que estén más o menos despiertas en conciencia social y política; un verdadero atentado antidemocrático que priva a gran parte de la ciudadanía de participar de verdad en las elecciones, al no tener en cuenta el principio igualitario básico, fundamental en una verdadera democracia: cada ciudadana/o un voto. Si a esa circunstancia dolosa e indecente, aunque paradójicamente 'legal', que ya condiciona todo desde las urnas, añadimos el secuestro amenazante de la propia justicia con todo el elenco de arbitrariedades irresponsables que estamos sufriendo en estas últimas exhibiciones de fiscales de quita y pon, jueces ninguneados, sentencias a la virulé, infantas, maridos-cuñados-yernos apócrifos, ratos, blesas e indecencias repugnantes de toda laya, acabando de enlodar lo poco que pudiese quedar limpio, ¿cómo extrañarse de que muchísimos catalanes se quieran salir de esta cloaca, aunque sea para poder vomitar más relajados por el hecho lingüístico ya independiente de pols i palla? La mayoría de españoles medianamente lúcidos, si pudiéramos, saldríamos encantados de perder de vista semejante estado de desecho. ¿Pero adónde ir? ¿A la Andorrunya de los Pujoles, Mases,liceos, convergencias untosas, trespercents con apego ansioso, etc, etc, tal vez a la Galicia de Feijóo y el chapapotiño rajoyano underground, a los reinos de taifas de Susanita la remiendos, al de Cospedalia to much que no se despega de la silla ni con agua hirviendo, al algorritmo del aguirrismo o al incomparable cacicato deppendiente del señor de Murcia, aunque sin ninguna Ninette que le tire los tejos de la decencia? Ains!

Lo llevamos claro con una democracia recortable y una justicia en plan folie-bergère/Vito Corleone fashion. O sea sin justicia ni democracia y en manos de la cleptocracia militante.
Esto además del rancio y trastocado fantasma de la Ejpaña del Renacimiento, navegante y pirata real, es un sinvivir a toda vela. Vela de iglesia rezadora y bocazas, pero incapaz de montar el cirio de la inteligencia colectiva como dioshmanda...of course. Un calvario mismamente.

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