sábado, 2 de agosto de 2025

Unas magníficas reflexiones acerca del concepto "familia". Muchas gracias, hermano Roberto R. Aramayo y a Nueva Tribuna, que también son una realidad familiar que nos une y nos congrega en la Casa Infinita de la conciencia individual y universal, ¿Qué sería de nuestra especie sin la conexión constante de la energía consciente que nos mantiene unid@s en el SER y nos da la mano a cada instante para ir descubriendo la experiencia del transcender en el Nosotr@s? En realidad nuestra historia es el camino constante de nuestra transformación evolutiva. Nos volcamos en leer novelas y cuentos, en escuchar canciones, en ver películas, series de t.v, en el teatro, en utilizar el lenguaje constantemente para comunicar relatos propios y ajenos...Siempre rebuscando en el ambiente lo que no se nos ocurre buscar dentro de nosotr@s. En realidad nuestra propia evolución puede y debe ayudarnos a descubrir ese "Reino de los Cielos", un nuevo estado vital y consciente del que Jesús de Nazaret/Cristo nos dio, en Occidente, las primeras pistas, algo que ya hizo seis siglos antes en la India, Sidharta/Buda...En realidad la emigración geográfica es el espejo de la búsqueda interior. Y el sufrimiento migratorio es el resultado del fracaso como especie. Buscamos fuera lo que en realidad sólo encontraremos dentro. En ese vacío interior nunca habrá un encuentro pleno, por eso, todo lo encontrado tiene caducidad, es incompleto, dependiente del egopolio, de los poderes que caducan y nunca llenan el vacío, si no se va descubriendo el SER. y su plenitud, que lejos de estar basada en los poderes y las posesiones de riquezas, seguridades, famas, vanidades, presiones, placeres encadenadores y etiquetas clasificadoras, es, sencillamente, el manantial inagotable del AMOR sin límtes, ante el que todo lo demás se nos queda en nada. Y no porque sea arrasador, famoso, poderoso y propio de los poderes del tinglado y sus tejemenejes, sino todo lo contrario: porque es la frescura de la sencillez, la luz inteligente de la inociencia natural, el descubrimiento diario de la Vida sin fronteras, en la que cada instante es un suspiro de energía intra y ultra material en el arcoiris instantáneo de la gracia. Es la panadería inagotable de la Eternidad. La humanidad, la panadera y distribuidora. Y lo mejor de todo: que ese tesoro nutritivo y abierto a TOD@s es GRATIS. Sí. No hay precio ni tasas que puedan compar ni vender la revolución evolutiva del milagro sin principio ni fin. En realidad, la Tierra es la Casa Común y ella responde a los abusos de sus habitantes, con su desgaste, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas tremendas, incendios, pandemias y cada vez más dolor y sufrimientos autopropulsados ....Son los avisos, que deberíamos atender por nuestro propio bien, en todos los niveles del vivir, descubriendo en cada criatura viva un miembro de la misma familia humana hasta lograr que ni el hambre,ni la miseria, ni la crueldad ni los abusos, ni las guerras/masacre ni las mentiras ni el sufrimiento producido por los egos enloquecidos, tengan cabida en esa Casa de Tod@s. Por eso mismo, como afirma Roberto R. Aramayo en este artículo de necesaria lectura, asumamos y reconozcamos de una vez y para siempre que TODAS LAS VÍCTIMAS DE ESTE MUNDO SON NUESTRA FAMILIA😱😱😱🙅🙆🙇💫💫💫.

 

SERIES

‘Una familia como la nuestra’: éxodos y genocidios

Resulta chocante ver a prósperos ciudadanos europeos pedir asilo en otros países y padecer las dificultades que conlleva hacerlo masivamente.

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Thomas Vinterberg siempre aborda en su filmografía temas de gran interés, radiografiando los entresijos de la dinámica social. Recuerdo cuánto me impresionó ‘La fiesta’ y lo que disfruté de ‘Otra ronda’ en el festival donostiarra. Con esta última película ganó por cierto el Óscar a la mejor cinta extranjera. También ha hecho una curiosa serie de televisión cuyo título es “Una familia como la nuestra”. En ella Dinamarca se ve inundada por las aguas del mar debido al cambio climático y toda la población debe buscar otros lugares para vivir. Resulta chocante ver a prósperos ciudadanos europeos pedir asilo en otros países y padecer las dificultades que conlleva hacerlo masivamente.

Las migraciones masivas nunca han dejado de tener lugar. Los irlandeses huyeron del hambre y los republicanos españoles de una sublevación militar apoyada por el fascismo, sin recibir auxilio de las potencias europeas. Los ucranianos han tenido que abandonar su país al ser invadido por la Rusia de Putin. En su momento, el pueblo judío fue aniquilado por los nazis y su éxodo se resolvió con la creación del Estado de Israel, que debía colindar con el de Palestina. Resulta instructivo ver la película “Golda”, protagonizada por Helen Mirren para recordar lo que sucedió en la guerra del Yom Kipur, cuando la primera ministra israelí contó con el decisivo respaldo del todopoderoso secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger.

Ahora mismo, una respetada ONG israelí ha elaborado un informe titulado “Nuestro genocidio”, lamentando la barbarie de Netanyahu. Aclaran que la denominada guerra defensiva israelí no arranca tras los pavorosos atentados del 7 de octubre, sino que cumple más bien 77 años, desde la propia creación del Estado de Israel. Mencionan la extrema violencia ejercida por sus colonos contra quienes habitaban aquellos territorios, como nos recuerda el asesinato perpetrado en estos días por un colono y que ha transcendido porque la víctima colaboró en el documental “No Other Land”.

La muerte por inanición de niños muy pequeños ha logrado impresionarnos más que las bombas que arrasaron ciudades enteras. Pero es el colmo de una macabra crueldad prohibir que lleguen víveres o que la gente muera intentando conseguirlos. El breve y contundente informe de la ONG israelí denuncia también que la comunidad internacional no haga nada para impedir este genocidio. Es muy posible que muchos nos consideremos a salvo de sufrir un destino similar, pero nada más lejos de lo que nos dice la historia. En cualquier momento podemos ver que las víctimas no dejan de ser una familia como la nuestra, incluyendo a esa médica que vio entrar en su centro hospitalario los cadáveres de sus nueve hijos, fallecidos por un bombardeo.

Alemania se siente culpable de un holocausto que perpetró la perversa ideología nazi y ahora tiende a mirar hacia otro lado para no ser tildada de antisemita. Europa y el mundo deberían reaccionar cuanto antes e imponer sanciones acordes con la falta de respeto a los derechos humanos. Plegarse a las arbitrariedades comerciales de Trump o a su respaldo al primer ministro israelí, por su inmenso poderío militar, no presagia nada bueno. El anterior Alto comisionado europeo solía llamar a las cosas por su nombre, pero ahora la voz europea es un susurro inaudible. Los éxodos y los genocidios no se dan sin responsables que debieran rendir cuentas por ello al margen de su pedigrí o su pasado. Deberíamos reparar en que las víctimas no dejan de ser familias como la nuestra.

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