Colaboradoras de TVE a la carta del PP

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Descarto entrar en esos marcos cenagosos de la ultraderecha fotocopia de Vox en la que se ha convertido el PP, pero que no son nuevos y coinciden sorprendentemente con las etapas en las que este partido no gobierna España. Descarto, por tanto, dar el carácter formal e institucional que pretenden los de Feijóo a la petición en el Congreso del despido de TVE de una de sus colaboradoras, Sarah Santaolalla, por dar una opinión.
La declaraciones de Santaolalla fueron manipuladas y retorcidas por el Partido Popular hasta la náusea, además y a sabiendas de que una opinión argumentada en el contexto de un análisis político -siempre sin datos falsos- es libertad de expresión aquí y en cualquier otra democracia que se precie, lo nieguen el PP o su porquero y por mucho que disguste o duela en su forma, en su fondo o en ambos. ¿Que hay a quien no le cabe en la cabeza, por ejemplo, que los mismos que cobran el salario mínimo, siempre insuficiente, voten y defiendan con su sangre a los partidos que están contra el incremento de ese salario e, incluso, contra el salario mínimo mismo? Ya les digo yo que no son solo ni una ni dos las que piensan así y como la libertad de expresión es eso, lo manifiestan con las múltiples posibilidades que nos da la lengua castellana, a la que en riqueza terminológica y expresiva no gana ninguna otra. Todo ello sin impedir las posiciones contrarias y su argumentación, por supuesto, aunque esta plumilla, sin ir más lejos, no encuentre la coherencia de ésta ni debajo de las piedras de Wall Street, salvo que hablemos de ejercicios de fe en siglas, líderes, religiones, sectas, jueces, patrias, vendepatrias o borbones, cuando no es la razón la que impera precisamente. Como con el odio inoculado desde las tribunas políticas, que hoy se trata de eso: de vísceras y violencia contra personas concretas.
El objetivo último del PP con esa bochornosa petición a TVE vía grupo parlamentario es más viejo que el andar en los manuales del partidismo de cloaca que ya denunciaba Hanna Arendt: generar rechazo y odio hacia una colaboradora que no opina como ellos y lo dice y se difunde, provocar su señalamiento y su deshumanización al convertirla en representación de lo malvado, de lo que no puede ser, de lo inaceptable; procurar su persecución social con ensañamiento, en la calle y en las redes, sin tregua y hasta que desista o la hagan desistir, sea por su salud; por la de su entorno, que se ve atacado también sin piedad y solo por serlo, o porque hay cobardes que prefieren callar antes que molestar al violento, convirtiéndose automáticamente en cómplices de un ecosistema político basado en la destrucción personal del discrepante en el ámbito que sea; el fascismo de toda la vida. Estos silentes son la garantía segura del éxito de la estrategia de banalidad del mal, no explico nada nuevo.
Necesitamos pluralidad, independencia y rigurosidad informativas en los medios públicos, que deben ser defendidos por los y las demócratas como garantía de representación de un espectro social tan diverso como es el español, en el caso de RTVE. Lo que sobran son medios financiados por instituciones del PP -nuestros impuestos- con el único objetivo de generar bulos e intoxicaciones para destrozar al enemigo, para perseguirlo y denostarlo; porque los conceptos "adversario político", "diversidad", "convivencia" o "periodismo" son inexistentes para quienes impulsan y ejecutan tales estrategias antidemocráticas.
El PP utiliza el Parlamento para pedir a TVE el despido de una colaboradora por decir lo que opina sobre quienes votan en contra de sus propios intereses, aunque sean los derechos humanos más elementales; en eso se resume la bochornosa pataleta y utilización de las más altas instituciones por parte del partido de Feijóo, quien manejó con puño de hierro la vara de mando de la televisión autonómica más partidista que se recuerda, la gallega, cuyos trabajadores se confiesan aún hoy abochornados por la cobertura que (no) se ha hecho de los peores incendios en Galicia este verano, cambiándola por alegres reportajes a mayor gloria de Feijóo y su estrategia de oposición al Gobierno.
A la TVG de Fraga/Feijóo/Rueda, al PP de los bulos y las manipulaciones, solo le ganó en miserable la TVE de la etapa de José María Aznar en el Gobierno con la cobertura de los atentados del 11-M en Madrid, cuando en el informativo de las 21:00 de ese 11 de marzo de 2004, con el país en shock, Alfredo Urdaci abrió en La 1 con la última masacre "de ETA" como única posibilidad y en La 2, Fran Llorente informaba (sic) de que el Gobierno insistía en "ETA" mientras las fuerzas y cuerpos de Seguridad y el CNI investigaban la autoría terrorista-islamista. Las lecciones que (mal)venden son esas.
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