Ser Rosalía o gobernar España

Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
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La decisión del diseñador Miguel Adrover de no aceptar un encargo de Rosalía ha supuesto un espaldarazo para quienes creemos que ante el genocidio de Israel en Gaza, no hay silencio ni medias tintas que valgan en la condena; mucho menos, si tienes la fama mundial de la artistaza que es la catalana. Es verdad que ésta ha respondido enseguida al diseñador, quizás sin la contundencia que se esperaba de una afamada como ella al no señalar al verdugo Estado de Israel y viniendo a decir que cómo no va a estar ella en contra de esa masacre cuando ve las imágenes que nos informan a todas horas del genocidio en directo. La lógica humanitaria, no obstante y pese a los que pueda creer Rosalía, necesita todos los refuerzos posibles, incluida a ella.
En su descargo, no obstante, conviene decir que Rosalía no es de las que han pasado de puntillas por el avance de la ultraderecha aliada de Netanyahu. El "Fuck Vox" de la cantante en la red social X fue tan contundente y viral como poco efectivo, pues las simples cifras nos dicen que hay muchos y muchas simpatizantes del partido de Santiago Abascal que escuchan y bailan a Rosalía, porque la posición de ésta contra el machismo, la xenofobia, el racismo o la homofobia les trae sin cuidado. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con Javier Bardem, éste sí, comprometido públicamente con los derechos humanos hasta el tuétano, pero cuyas películas cuentan con admiradores también entre la ultraderecha, sin que les importe nada el activismo del actor.
Entonces, ¿de qué sirve que personajes públicos, con una fama tan grande como la de Rosalía, denuncien el genocidio en Gaza sin que tengan que reprocharle su silencio para que digan algo? De mucho, y no me refiero únicamente al eco global de sus palabras, que refuerzan posiciones y sirven de altavoz para llegar a lugares que las ONGs, activistas proderechos humanos o ciudadanos/as frustradas ante este crimen colectivo no llegarían ni aún gastando millones en una sola causa. Tampoco me refiero a hechos como los de no participar en festivales con financiación o concurso israelí, que sin duda, son importantísimos y de los que todas deberíamos tomar nota en la medida de nuestras posibilidades (para el boicot a productos de Israel, eche un vistazo AQUÍ).
Denuncias como las de Bardem en una televisión de EE.UU, contra Israel y contra la Unión Europea o el mismo Estados Unidos por cómplices, están señalando a los otros culpables de esta matanza en Palestina, cuyas imágenes tienen un precedente en la UE con el que todos y todas nos rasgamos las vestiduras: el holocausto nazi contra los judíos, del que los y las gazatíes, por cierto, no tuvieron culpa alguna para que ahora les lleven a ese mismo infierno. Entre esos cómplices, efectivamente, hay grados: España, por ejemplo, ha reconocido al Estado Palestino mucho antes que quienes van -o dicen- a hacerlo ahora. Alemania, en cambio, más allá de hacerse cruces con las mismas imágenes que Rosalía y la mayoría, calla frente a Netanyahu (y otorga). Lo de EE.UU. ya es complicidad en primer grado y lo de la (ultra)derecha española, por ejemplo, también.
Las voces españolas de alcance global denunciando el genocidio deberían ser decisivas, sobre todo, para sacar los colores a un Gobierno que sigue abriendo sus puertos al armamento que empleará Israel para matar a seres humanos hambrientos mientras piden comida, según denuncia Olga Rodríguez en El Diario.es; para abochornar a un Gobierno que de febrero a mayo de 2025, ha sido el país de la UE que más armas ha importado desde Israel (78%, según el Centre Delàs de Estudios por la Paz); a un Gobierno que parece que quiere continuar dando una de cal y otra de arena en la condena del genocidio en Gaza, haciéndonos dudar ya entre elegir el silencio de Rosalía o esta hipocresía salvaje de nuestros políticos/as.
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