lunes, 7 de febrero de 2022

Desde Religión Digital...

"¿Tenemos la posibilidad de retrasar el fin del mundo,?" ¿Un 'Armagedón' ecológico? La realidad puede ser peor de lo que imaginamos

Calentamiento
Calentamiento

Son urgentes dos cosas: la primera, crear un lazo afectivo profundo con la naturaleza y con la Tierra. Amarlas y cuidarlas. La segunda, que vivamos una íntima comunión con ellas

Pocos son los profetas que claman en el desierto; son considerados apocalípticos y caballeros de la triste noticia. Pero los que superaron esta ceguera sienten el deber ético y moral de despertar las conciencias y preparar a la humanidad para lo peor

Estamos viviendo momentos dramáticos de la historia humana. Hemos pasado los últimos 10 mil años, la era del holoceno, con relativa calma, y con un clima medio de 15 grados centígrados. Todo empezó a cambiar a partir del siglo XVIII con la revolución industrial y energética. La concentración de CO2, responsable principal de los disturbios climáticos, empezó a dispararse. En 1950 alcanzó las 300 ppm, en 2015 superó las 400 ppm y en la actualidad se acerca a las 420 ppm.

Dicen los especialistas que el nivel de CO2 en la atmósfera, potenciado por la entrada del metano producido por el deshielo de los cascos polares y del permafrost (regiones heladas que van de Canadá hasta los confines de Siberia), que es varias veces más dañino que el CO2, ya es el mayor, por lo menos de los últimos 3 millones de años. Se teme seriamente que plagas congeladas hace muchos miles de años, una vez descongeladas puedan afectar a nuestro sistema inmunológico, que no sería inmune a ellas, acabando por destruir muchas vidas.

Calentamiento global
Calentamiento global

El calentamiento sigue creciendo y provocando la subida del nivel del mar, la acidificación de las aguas oceánicas, la erosión de la biodiversidad, la contaminación del aire y de los suelos, la deforestación, la aparición de eventos extremos y la entrada de una variada gama variada de virus dañinos para la vida humana, como el Covid-19. La última COP26 realizada en Glasgow en 2021 activó la alarma: si no hacemos nada a partir de ahora, lentamente llegaremos a 2030 con un aumento de 1,5 grados centígrados o más. Entonces sucederían grandes catástrofes socioecológicas. Se habla de una “emergencia planetaria” e incluso de un Armagedón ecológico” que devastarían gran parte de la vida tal como la conocemos. Sería consecuencia de la nueva era geológica del antropoceno, quizá del necroceno mismo.

¿Alguien se preocupa con este escenario inquietante y amenazador? Casi nadie. Se vive en la inconsciencia como en los tiempos de Noé. Como nadie sabe cuándo ni cómo vendrá el “diluvio”, todos se entregan a los negocios as usual, ansiando la vuelta a la antigua normalidad, que es justamente la que está produciendo la tragedia global del coronavirus. Pero más grave aún es la constatación de que no se evidencia una voluntad colectiva ni en los jefes de estado, ni en la sociedad mundial, de alertar sobre las graves consecuencias para nuestras vidas, para la vida de la naturaleza y para el destino de nuestra civilización. La cuestión climática no entra en el radar de las políticas públicas o lo hace en los últimos lugares. Sin embargo, creemos que en pocos años, será la cuestión de las cuestiones, cuando por el exceso de calor grandes regiones se vuelvan inhabitables, las cosechas se frustren y millones de emigrantes climáticos y famélicos pongan en peligro la estabilidad de las naciones.

Pocos son los profetas que claman en el desierto; son considerados apocalípticos y caballeros de la triste noticia. Pero los que superaron esta ceguera sienten el deber ético y moral de despertar las conciencias y preparar a la humanidad para lo peor.

Debido a la irresponsabilidad de los CEOs de las grandes corporaciones, a la inercia de los jefes de estado, a la negligencia de la sociedad, a la indiferencia de los distintos saberes y movimientos (con excepción de algunos como Greenpeace, MST, Greta Thunberg y otros) en suscitar una conciencia colectiva, podremos conocer una realidad peor de lo que imaginamos. Los eventos que estamos sufriendo planetariamente con el coronavirus, las grandes inundaciones en Bahía, en Minas Gerais, en Tocantins, junto con las duras sequías en el sur del país, sin hablar de los eventos extremos en Estados Unidos, en Europa y el tsunami asiático podrán sacarnos de la alienación y mostrarnos realmente que el futuro que nos espera podrá ser peor de lo que pensamos.

¿Tenemos la posibilidad de retrasar el fin del mundo, en la expresión del líder indígena, Ailton Krenak? Podemos. Hagamos un ejercicio mental sobre nuestro tiempo dentro del gran proceso cosmogénico. Si reducimos la edad del universo, sus 13.700 millones de años, a un año, la primera singularidad, el Big Bang, habría ocurrido el día primero de enero. La vida, sólo el 2 octubre. Nuestro antepasado el homo sapiens, el día 31 de diciembre a las 11 horas y 53 minutos. Nuestra historia documentada, en los últimos diez segundos antes de medianoche. ¿Y nosotros? En una fracción de segundo antes de la medianoche (son los cálculos del físico y cosmólogo Brian Swimme).

Cambio climático
Cambio climático

Somos casi nada. Sin embargo, a través de nosotros la Tierra toma conciencia y con nuestros ojos ve todo el universo. Consideremos el coronavirus: tan minúsculo que es invisible y qué estragos está haciendo en la humanidad. Semejantemente nosotros somos casi un cero ante el Infinito. Pero cargamos la conciencia y la inteligencia de Todo lo que nos es dado conocer. Seguramente, por más irresponsables que seamos, somos importantes para el conjunto del universo conocido y creemos que no vamos a desaparecer de la faz de la Tierra. Viviremos y brillaremos.

Para eso son urgentes dos cosas: la primera, crear un lazo afectivo profundo con la naturaleza y con la Tierra. Amarlas y cuidarlas. La segunda, que vivamos una íntima comunión con ellas. La comunión es más que un concepto teológico fundamental. Es un dato de la realidad más profunda: todo está en comunión con todo pues todos estamos inter-retro-relacionados. Internalizando esta comunión podemos sentirnos hermanos y hermanas de todas las cosas al estilo de San Francisco de Asís. Y comportarnos así. Es el comportamiento que se nos exige ahora. Él podrá salvar la vida y salvarnos también a todos nosotros: el afecto y la comunión.  


 Comentario del blogg:


¡Ay, qué maravilla! Cuánto bien a la humanidad hizo la iglesia católica en su día impidiendo que Leonardo Boff enseñase, actuase y escribiese en su nombre de ramera apocalíptica, que, textualmente, "en la Ciudad de las Siete Colinas bebe la sangre de los mártires inocentes en la copa del poder, con los poderosos de la tierra". 

Si esa iglesia no hubiese aislado y castigado a nuestro hermano Leonardo Boff, por desobecerla evangélicamente, tal vez no se habría liberado del marrón y su voz y experiencia proféticas no estarían ahora mismo en donde debe estar, entre los seres humanos que sufren, pueden perder la esperanza y tienen miedo: o sea, en el alma de Planeta, entre la humanidad que despierta y elige amar y transformar en vez de callar y pudrirse borracha con tanto brindis en la copa del poder. 

La profecía no es un discurso, es la energía materializada del testimonio de quienes tocan el suelo y el cielo en el mismo impulso, porque saben por experiencia ,-y no porque se lo han contado, en los relatos de un pasado legendario y lejanísimo-, que ese vínculo no sólo es posible, sino también imprescindible para la misma vida. Nadie se imaginaba en las religiones bíblicas que el Armagedón no fuese un "castigo divino", sino un suicidio voluntario, una kakotanasia planetaria, causada por la ceguera contagiosa de un "estado de bienestar"egocéntrico desgobernado por  la pasta loca y un consumismo tóxico/dependiente, desquiciado,sí, con/su/mismo/ derroche, egocentrismo feroz, mediante un  militarismo paranoico, una tecnología invasiva e impuesta a la fuerza al mundo entero, una avidez devastadora por el poder y el dinero a toneladas, una sociedad enferma pero maquillada de novamás, de la que por supuesto quedan eliminados y excluidos los pobres y los menos socialmente "ultramodernos" a base de gastar en aparatos y robots lo que ya casi ni pueden gastar en un techo, en medicinas  y en comer,  como en las anticipaciones de Orwell y Huxley, -profetas, también sin duda- y todo ello envuelto en el celofán de un religionismo sectario, económico y político, hasta capaz de canonizar la masacre de las cruzadas haciendo 'santo' nada menos que a Ricardo Corazón de León, con un currículum que da escalofríos. En fin...

Esperemos que el despertar urgente de la conciencia individual y colectiva haga posible, para tod@ la familia universal, ese nuevo cielo y esa nueva tierra que necesitamos como nunca, hasta para seguir respirando.Un espacio que hay que construir desde la base social, desde "la fuerza de los pequeños" como afirma Boff. Y que solo puede sostenerse desde el amor. Que es, justamente, las antípodas de lo que estamos padeciendo.

Así que mientras leemos y reflexionamos, vamos a visualizar y a energetizar el mundo, a elevarlo de nivel desde la conciencia, a regarlo con gracia luminosa y empática, perdón, compasión y comprensión, sana humildad y creatividad compartida, que en realidad es la energía de la que estamos hech@s, por eso solo en ella podemos ser felices y sentirnos complet@s, sin que ese estado tenga fecha de caducidad, y así, luego se expanda y se "contagie" en el contacto y la ayuda directa y necesaria, como escucha, orientación y acompañamiento a cada ser humano que encontremos por la calle, en el mercado, en un taxi, en una sala de espera para la consulta del médico, en la entrada de casa, en el kiosco de prensa, en la frutería de los hermanos pakis, en el mercadillo de los sábados, paseando por el parque o por la huerta, cruzando el paso de peatones, en la parada del autobús, en la farmacia, o en el viaje en metro, esperando en el semáforo, en la cola del súper para pagar o en la del banco para que nos expliquen cómo apañarnos con las máquinas del sistem -cada vez más- in failure y con más deshumanización exponencial.

Nosotr@s podemos elegir entre ser el finiquito atad@s, encadenad@s y secuestrad@s en la cueva del miedo o ser el milagro por medio del  amor que nada teme, porque lo peor de todo es que abducid@s y cegad@s por la desesperación y el terror hecho "normalidad", perdamos el alma y la conciencia, y nos autocondenemos y resignemos a no poder amar y ser amad@s sin límites, que es la única medicina y tratamiento que da resultados de verdad hasta en medio de lo peor, lo único que puede cambiar y dar la vuelta a lo aparentemente imposible. Lo que pone este mundo patas arriba, de verdad y siempre para bien. Lo he presenciado tantas veces, que puedo confirmar que ese proceso no solo es posible, es que es lo único que puede con todo. Hasta, como dice Francesco de Assissi en su Cantico delle Creature ('casualmente', en el pasado Boff fue franciscano(¡!): puede cambiar el sentido del dolor y hasta de la sorella morte, que en el neocosmos del amor sin límites se convierte en la mejor y alegre recepcionista del nuevo estado que nos sale al paso.

Para acompañarnos en estos tiempos y vitaminizarnos en medio del  caos, hay una peli que las televisiones deberían estar poniendo y comentando cada día en todo el Planeta: Las nueve revelaciones, de James Refield. Aunque el libro es mucho más completo y es posible que esté en pdf. 

Hay que ponerse las pilas, familia querida! Es nuestro momento cósmico. Hemos nacido para estar aquí y ahora. Por algo será...Nada es casual, pero todo es causal. 

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