viernes, 11 de febrero de 2022

Joaquim Bosch: corrupción marca España (CARNE CRUDA #1005)

 

Desde Carne cruda, nos llega esta entrevista acertadísima al juez Joaquín Bosch. Imprescindible para comprender el proceso de nuestra debacle como estado y como sociedad. Gracias a Javier Gallego y a Ximo Bosch por este servicio público ya urgente, de UCI social. España no puede seguir enredada en sus cuevas prehistóricas y marrulleras si pretende superar el marrón en que ella misma se ha ido convirtiendo, de siglo en siglo, de año en año, por no asumir y superar sus precariedades convertidas en "orgullo", ppatrioterismo y chiquilicuatrería. La autocrítica y el autoanálisis desde la ética y la realidad, es imprescindible para que todo empiece a funcionar, y no se trata de humillarnos como país y hundirnos en nuestras miserias, sino de reconocer todo aquello que desde siempre nos ha impedido evolucionar y desarrollarnos como colectivo social, de vivir fijos en la etiqueta de "hispidos" con que los romanos nos calificaron en su momento conquistador, a lo mejor nos ayudaría cambiar de nombre y reconocernos como Celtiberia. Dicen que hay que llamar a las cosas por su nombre. Porque aunque no lo parezca, el nombre es el hábito del monje y 'el verbo se hace carne y habita entre nosotros en muchos niveles diversos, es decir, nos alimenta y nos califica, según en qué registro elijamos vivir y desarrollarnos. La inercia de aceptar un nombre que aunque no no nos corresponda nos marca para siempre y hace posible que la "denominación de origen" se convierta en la mano que modela la arcilla en el taller de los hábitos y remodela a su aire hasta, y sobre todo, el inconsciente colectivo. 

¿Cómo se comportaría espontáneamente una persona a la que cuando nace la llaman mierda y crece identificada con la semántica de su nombre? Pues eso mismo le pasa a España/Hispania/Híspida/Hispánica, desde que fue calificada por Roma, en vista de su talante pinchón y desorganizado, hasta contra sí misma.

El calificativo latino hispidus, que nos colocaron nuestros invasores y 'educadores' latinos significa, áspero, rasposo, incómodo, desagradable en el trato, que unido al concepto griego de panicus, -calificativo de todo lo relacionado con el dios Pan, un monstruito mitad hombre/mitad animal salvaje, irritable, incontinente sexual y violento, acosador de ninfas y de muchachas y espantador de ovejas y cabras, cuya irritación producía miedo a la población, -de ahí la palabra, pánico, -tomayá, menudo percal-; el invento se utilizó  como síntesis conceptual   con la que los latinos invasores nos calificaron y definieron así, a bote pronto, y que nos ha marcado, sin duda, para siempre. Híspánicos. Menudo regalito...Y menudo retrato. Aunque observando la conducta y los modales del pp cuando pierde la vara de mando absoluto y enarbola su condición de toro embolao par/lamentario, más el comportamiento de sus brotes verdes voxianos y que además haya gente capaz de votar algo así, como de aceptar y empatizar con las conductas de Juancarprime "el campechano", un paradigma del histórico marrón al cien por cien,  a lo mejor resulta que los latinos tampoco se pasaron tanto al calificar este territorio de hispánico. Igual hasta se quedaron cortos.

Nuestra historia ha crecido haciendo honor y gala de la semántica que la/nos califica. Es algo así como un programa de ordenador de significantes y significados, un automatismo de etiquetas asumido como esencia propia. un prototipo de lo que no da más de sí. Sólo hay que experimentar haciendo pruebas, para comprobarlo. Por ejemplo, proponiendo cambios positivos que pueden hacerse sin crear ningún problema ni violencia contra nada ni nadie. Propuestas que se rechazan inmediatamente, por increíbles,  convencidos de que "eso no es posible", "es que los españoles somos así y siempre han sido y seremos así, por eso nunca cambiamos y acabamos en las mismas", o "es que necesitamos mano dura, porque somos un desastre", " es que no se puede ser bueno, porque al final eres un gilipollas y todos se aprovechan de ti", "lo mejor es ponerle velas a San Pancracio y a Santa Rita para que nos toque la lotería, tengamos salud y llueva para que haya buena cosecha"... etc, etc.  Hasta que alguien y álguienes se remangan y las cosas sí cambian. No en grandes revoluciones que siempre acaban mal, por el desorden y la eterna negación del acuerdo como finalidad, sino en transformaciones personales y de grupo próximo, que siempre rescatan y mejoran lo que tocan. Nunca se nos ha educado para la cooperación, ni para desarrollar conciencia, sino para la aspereza, "la lucha" constante considerada un valor en vez de una tara agotadora e inútil. Y para una obediencia ciega de milicia teledirigida por los jefes supremos desde lo más primario y autómata, pero enardecedor de instintos y emociones desatadas. Una herida social por la que la colectividad se infecta y se desangra, mientras la egopatía personal y de grupo malavenido, pero muy prolijo en agresividad y chulería, se hace  con el poder en todos lo aspectos, el objetivos es mandar y aplastar "al enemigo", que son todos aquellos que no piensan lo mismo ni se acoplan al lavado de cerebros como disciplina política y social. 

Y si alguna vez un colectivo decide cambiar el cenizo del gafe arqueológico y su destino fatal, se une en un ayuntamiento, usa con inteligencia los presupuestos municipales para comprar las tierras que cultivan como temporeros, a los "señoritos" y amos que les pagan una miseria por cultivarlas cuando están de humor o los olvidan si no les apetece mirar hacia el campo, pero ellos por iniciativa consensuada se organizan como labradores en cooperativa, se construyen viviendas municipales en cuyo empeño trabajan todos, para que todo el mundo tenga techo y pueda vivir con dignidad y servicios adecuados, y por las que pagan como renta mensual entre quince y treinta euros, por ejemplo, dependiendo de lo que se gane,  sin necesidad de comprar nada ni de pedir créditos a los bancos, para entramparse sin saber si van a poder  cobrar por su trabajo de esclavos... Bueno, pues a los promotores y currantes de esa iniciativa, que una vez recuperado el terreno se dedican a la vender los productos ecológicos de la tierra, y que le compran en Alemania, por ejemplo, se les llama comunistas, rojos, terroristas y de todo lo peor, solo por haber conseguido superar juntos los juegos del hambre y de la miseria, desde un modesto e inteligente consistorio andaluz.  Ese ejemplo de salud social y de la mejor visión del futuro, se llama Marinaleda y desde luego es de todo menos semánticamente hipánico, o sea, áspero, desagradable y generador de pánico.

Posiblemente en vez de estar concentrados en Castilla y León, todos de uñas,  ponerse a caldo y a rascar votos para que todo siga igual, o sea de mal en peor, ¿no sería mucho más útil, práctico  y sano, que todos los políticos a la greña electoral hiciesen una quedada en ese pueblo andaluz, una semanita de retiro social en convivencia con el pueblo y participando de las actividades laborales con los habitantes de la localidad? Menudo master; seguro que al regreso sería mucho más fácil llamarse celtíberos o iberceltas, por propia iniciativa, que hispánicosh -eshpañolehs y mucho más república de la realidad que nos puede cambiar a mucho mejor que reino de la insoportable bazofia y vergüenza ajena que nos está destrozando, tanto poquet a poquet, como a patadas y bufidos de macrogranja en  manada demoledora. Ainsss!! 

Buen día y que disfrutéis la jornada y la entrevista de Javier Gallego a Ximo Bosch, otros dos mensajeros (ángeles) de la guarda social. Un abrazo, familia!

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