miércoles, 10 de agosto de 2022

Morales: Emendemus in melius

 

Emendemus in melius. O sea, cambiemos a mejor, en latín, como sugirió Cristóbal de Morales hace unos cuantos siglos al componer esta pieza, con un lenguaje musical divino para los despiertos  pero meramente  anecdótico y santurrón para los dormidos. 

Está claro que lo nuestro no es de ahora, que viene de lejos. Ya en el pasado los estropicios humanos y sus ocurrencias daban el cante en distintos planos estéticos, y sobre todo antiéticos. ¿Qué tendrá que ver la ética con la música, con la poesía y con la danza, con el teatro, el cine y las novelas, verdad?, qué ganas de darle vueltas a las cosas...

 Lo más curioso y estrambótico es que la humanidad considere, por ejemplo, a Cervantes, a Shakespeare, a Calderón de la Barca, a Victoria o a Morales, unos maestros, unos genios de la expresión artística, sin haber entendido plenamente el contenido y sentido de sus mensajes; todo se limita al envase, al formato, al rurún de fondo y sobre todo, de forma, pero de la sustancia, nanay. Todo es corteza y caparazón. Así se explica que se hagan carreras larguísimas y completísimas en tantas especialidades, y en el fondo todo se quede durante siglos y siglos, en teorías sobrevaloradas más por las poses, castas  e indumentarias que por su auténtico valor formativo y despertador de conciencias, entrenador de almas en la conexión con ese wifi que nos hace posibles como seres vivos, experimentadores y creadores de realidades innovadoras, no solo en tecnologías, sino sobre todo en el Ser consciente que Somos e, indudablemente, ignoramos y malentendemos constantemente, con la coartada tan siniestra como estúpida, de que solo nuestro poderío y egocentrismos tienen la clave del éxito (¡?), sin comprender que materialmente solo somos polvo y en polvo acabamos. Es lo que tiene vivir solo entre las pelusas y polvaredas del exterior, que cuando la hermana muerte, como la llamaba Francisco de Asís, aparece para liberarnos del campo de concentración en que hemos convertido el regalo de la vida, esa liberación se asume como tragedia, drama y desgracia, cuando debería merecer alegría, agradecimiento, paz y descanso. Teresa de Ávila decía que esta vida tal como la "entendemos" es solo una mala noche en un mala posada. Y no es pesimismo, es simple constatación de realidades inocultables. 

Ya es hora de que una historia tan cutre cambie. Y de que entendamos por experiencia que si un@ mism@ se niega a cambiar y a abrir puertas y a fluir, a realizar el giro copernicano, la resurrección  que cada vida necesita hacer la veces que sean necesarias, no habrá forma de que cambie el conjunto. Somos el tejido de un jersey ilimitado, nuestras manos son al mismo tiempo la lana, las agujas y la mente que dirige la tarea. O sea, la energía tejedora, que es al mismo tiempo universal, con incontables sucursales; a todo el conjunto energético se le llama "dios" genéricamente, de un modo muy elemental, rutinario y confuso, en un espacio invadido por el religionismo y las ideologías, como un rutinario seguro de vida, y no como parte de la misma vida. Personalizando teóricamente las manifestaciones que se perciben tantas veces más teledirigidas que naturales e individualizadas, pero al mismo tiempo sin conectar ni experimentar la unión real entre el fenómeno y  el noúmeno que Kant explica muy bien, aunque se quede en el umbral de la experiencia transformadora. Es decir sin comernos una rosca con algo más profundo que las emociones, los conceptos, los dogmas, los deseos, las pulsiones, las costumbres, las culpas y los miedos. 

De ese modo, mecánicamente, vamos tejiendo el jersey común, pero dejando puntos sueltos y retorciendo derecho y revés, cerrando o añadiendo puntos donde nos interese, nos mole, nos suene a conocido, nos alimente los egos o nos dé igual lo que salga, el caso es tejer y  tejer en plan máquina adiestrada en el desguace rutinario de "lo de siempre" y sus falsas seguridades, mientras andamos por estos tinglados para sentir que controlamos algo, que "podemos" no sabemos qué, que somos algo más que agujas, lanas y ovillos. El resultado está ahí. Lo podemos comprobar constantemente: agujeros y puntos sueltos por todas partes, espacios para las mangas en mitad de la espalda, puños en los cuellos, cuellos en los bolsillos; estirando el tejido los puntos sueltos hacen carrera y dejan el tejido en modo harapo. Nadie lo remata ni lo puede arreglar, en tal estado, es imposible usarlo para algo, ni siquiera para bayeta, porque la lana no tiene solidez para fregar ni para secar, lo deja todo empantanado, la lana solo es para abrigarse, vestirse y calentarse en el invierno. Y para que eso sea posible hay que aprender a tejerla, con unas agujas adecuadas al grosor del cada ovillo, unas manos dispuestas a trabajar y reparar los fallos. Para eso es necesario ser, más que tener,  inteligencias que distingan el fallo del acierto y no se pasen la vida dudando, paradas en el mismo plan años y años, entre hacer y no hacer, entre seguir en modo agujero estrábico o corregir, empezando de nuevo si es preciso las veces que haga falta hasta que logremos ser el jersey común y diferente en cada caso, punto por punto, mano a mano, un jersey irrepetible autotejido, en el que la lana es el alma, las agujas las ideas, la palabra las manos y los sentimientos, y el resultado la conciencia colectiva e individual entrelazadas vuelta a vuelta, pieza a pieza, como una misma luz; el resultado es el jersey completo, la manifestación del Espíritu, que desde el principio se ha ido expresando en cada una de las piezas y recursos, en el impulso de la integración, en cada tesela diversa del mismo mosaico común. Lo mejor de las dos opciones es convertirlas en una misma obra maestra del Ser.  Y como un día definió charlando en un autobús urbano, un abuelito de València con 93 años, autosuficiente, que según dijo, vivía solo y encantado de estar ahí tejiendo el infinito, que con lagrimillas en los ojos nos lo dejó clarísimo a los compañeros de viaje y de asientos: "...així soc molt feliç, no tinc una religiò, i estic segurissim de que eixo ès Dèu!". En efecto, había reconocido el conjunto tejedor de la vida. Por eso el amor le cuidaba y le mantenía vivo y tan maravillosamente, expandiendo luz y felicidad natural por donde pasaba, hasta el momento en que regresase a la casa sin fronteras. 

Tod@s somos el jersey y los puntos. Las agujas y l@s tejedor@s, en nuestras manos, almas, conciencias, inteligencia, sentimientos de amor universal uno por un@ está la clave...'i eixo ès Dèu!'. Así que, hále, cambiemos a mejor, o sea, Emendemus in melius, mientras podamos hacerlo. O sea, mientras caminamos por estos andurriales. Sobre todo, porque que no queda más remedio si queremos cambiar la calidad de la lana, las agujas y la eficacia creadora de las manos. Porque, "Sí, se puede", cuando se quiere, claro! También nosotr@s somo la esperanza, además del amor y de la energía experimentable, compartible y contagiable.

No hay comentarios: