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RAP DE LA ABUELA
En el reino de la inopia confundir y confundirse
suele ser lo natural
porque desde hace mil años
en las pperennes Hisppanias siempre ha funcionado igual;
y en semejante bochinche
entre un rey y un dictador nadie encuentra diferencias,
que tronos y dictaduras son ya puritita inercia
consolidada y tan kuky
que se apoyan mutuamente hasta en la Constitución
que encadena las Españas en la Cueva de Platón,
en donde los ciudadanos solo funcionan de oyentes,
de marionetas votantes y pufos televidentes
sin que se caiga en la cuenta de que las mismas palabras:
democracia y monarquía son una contradicción
hasta en su etimología,
como así mismo lo son salud con enfermedad,
o locura con cordura, o inteligencia y tontuna,
o la guerra con la paz, los millones y la hambruna.
¿No es ya contradictio in terminis de suficiente calado
tener una monarquía puesta por un dictador
y llamarle 'democracia' a semejante marrón?
Tener un trono adherido al esperpento social
como un sello de correos, al que nadie le ha votado,
y soportar porque sí, las consecuencias del caso
aceptando sin chistar lo que nos venga mandado
por la desautoridad de bribones que se forran
a costa del entramado y se van con el botín,
deméritos del Estado,
entre bancos y emiratos sin que nada se lo impida,
ni justicia ni moral, ni una chispa de conciencia,
es una barbaridad perpetrada a fuego lento
ya sea por Cuelgamuros, por El Pardo o La Zarzuela,
tal vez por el Escorial,(lugar que produce escoria
como la palabra indica, y que define el lugar
en perfecta sintonía con su esencia natural
por mucho que se le adorne
con reliquias y sepulcros, y títulos barnizados
con tanta mentira axial).
De semejantes galernas y tan viejuno huracán
proceden estas calimas absurdas e inexplicables
en el siglo XXI,
que no paran de espesar la mugre que nos exprime
con nuestra cooperación desde hace al menos seis siglos
sin que jamás nada cambie, salvo nombres y etiquetas ,
siempre en el mismo ambientazo
sin que jamás haya un cambio
que permita despegar el burdel del campanario.
En semejante debacle lo que acaba de pasar
en la visita a Colombia por parte del heredero
de tan viejo lupanar solo es peccata minuta
en medio del barrizal de una historia tan absurda
como la que soportamos por herencia y terquedad,
por el empeño cenutrio en que todo siga igual
aceptando siglo a siglo la misma barbaridad
corregida y aumentada por la misma obscenidad
vestida de institución monárquico/ritual.
El problema no es el hecho de venerar o ignorar
la espada protocolaria que usaba Simón Bolívar
para llevar libertad, república y democracia
a las tierras secuestradas por las ppodridas Españas,
lo más probable, tal vez, sea que el monarca actual
de la antigua "madre patria"
seguramente no sabe lo que se está celebrando
en tierras desconocidas e historia tan malparada
que acabó con un imperio sin más principios ni alma
que conquistar y oprimir justificando el saqueo
hasta 'en el nombre de dios', predicando un evangelio
imposible de entender
entre guerras y dolor matando y esclavizando
"en el nombre del Señor" para abastecer el reino
de las Españas vicarias, hundidas y apaleadas
por quienes se enriquecieron
con las riquezas robadas a los indios de ultramar
convertidos en esclavos. Menuda barbaridad.
Y Bolívar dijo "basta"
despertando las conciencias y el chollo se terminó,
república se llamó en cosa de cuatro días
lo que desde el siglo XV se llamaba monarquía,
aunque pasada por agua y diversas geografías,
algo que en "la madre patria" no ha sucedido jamás
porque cuando se intentó la cosa salió fatal.
Por esa misma razón Felipe se ha confundido,
no ha podido reaccionar, que no estaba en el guión
lo que debía realizar su puntual personaje,
adaptado a la ocasión. Es lo que tiene el teatro
cuando se hace institución. O tiene la institución
que acaba siendo teatro. Tanto monta
monta tanto paripé como escenario.
Para él no existe otra cosa que repetir el guión
de su propio personaje y no en pararse a pensar
en qué país, en qué historia y en qué momento presente
se le convoca al montaje, donde no cabe el toison, ni la corona
ni el cetro de su propia majestad. Nada de mala intención,
que todo es causalidad con efectos a reacción.
Y es que la celebración republicana total
ha sido una invitación de la vida y de la Historia
para crecer y cambiar,
y aprender de los antiguos siervos de la imperiocracia
que han sabido dar la vuelta al marrón de su pasado
y construir democracia sobre el viejo y desgajado
imperio de la falacia.
Con criticar a Felipe y seguir tal como estamos
no se consigue gran cosa,
porque si su reino sigue y su padre nos estafa
mientras a Marichalar le pagamos las escoltas
solo por ser vos quien fuisteis,
con una jeta absoluta sin recato ni vergüenza ,
es porque lo consentimos en mayoría silenciosa
sin comprender que el silencio cómplice de la injusticia
es el que dicta las leyes en los estados sin alma;
tal vez sea esa situación la que debiera indignarnos
y despertar la conciencia que lleva siglos dormida
en la peor de las siestas
y cambiar la idiosincrasia de borregos insumisos
de boquilla y tradición, pero eso sí, maniatados
por la propia condición de rebaño cabreado,
pero siempre reverente aplaudidor ppatriota
protestón y resignado,
correctamente integrado como teledirigido
por el flujo permanente de una "buena educación"
y el figureo constante
de gañanes entrenados entre lodos y cloacas,
para cuidar de un ganado
sin luces ni solución, siempre con cuentas pendientes
en el modo Inquisición.
Un cuadro digno de El Bosco o pesadilla goyesca,
que un pueblo tan sufridor y con tanta buena gente
en las pantallas de Babia a la luna de València,
ni comparte ni merece.
Así que ¡pueblo, despierta!, pero siempre un@
por un@ para ser esa muralla
que nos da la consistencia como familia global
y deshaz el maleficio de una historia putrefacta
al descubrir lo que valen y lo feliz que nos hacen
la verdad y la conciencia en la práctica diaria,
compartiendo lo que hay en casa como en la calle.
Todo cura y fortalece si con ello se despierta. Ains!
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