martes, 23 de junio de 2020

Rap del acuerdo desigual



No me siento patriota
y mira que lo intenté
Pero por más que insistía
en gozar de ese caché
algún zarpazo acudía
para arrancarme la venda,
preguntarme los porqués
y ajustarme las dioptrías
con las que pudiese ver
lo que la patria tapaba
y la bandera cubría.

"Mira qué una es nuestra patria,
qué grande, libre y olé"
repetían en la calle
los chiquillos de uniforme
saludando brazo en alto
y cantando el caralsol
mientras salían de misa
en perfecta formación
de escuadrilla falangista.

Puse todo de mi parte
para alcanzar ese estado
de bucle piramidal,
las mejores intenciones,
la obediencia a los sermones,
la sumisión integral,
el planchado de uniformes,
la paciencia retroactiva
que soporta los desfiles,
que perdona lo que ve
y acoge lo que no entiende
hasta llegarlo a entender
pero, mira, ni por esas,
pude mantener la fe,
y es que descubrí un buen día
que es imposible tragarse
los sapos que me escupía
la vida y su realidad
a la vuelta de la esquina,
sin comerlo ni beberlo.

Que si las penas de muerte
por pensar solo al revés,
que si palizas a saco
por haber contado un chiste
sobre el mochuelo de El Pardo
o el palacio de Aranjuez,
o ser la rara más rara
por decir que son iguales
en derechos y deberes
un hombre y una mujer
en plenos años sesenta
o que no quieres un novio
que te saque de paseo
que te gusta pasear
libre, sola y a tu aire,
y que te lo pasas bomba
sin que nadie te prometa
que vas a ser su señora
y que prefieres amigos
con los que poder hablar,
ir al cine o a bailar
en las tardes de guateque,
tan solo con la amistad
y la preciosa alegría
de compartir libertad,
compañerismo y ya está.

Pero la patria insistía
en que aquello no era serio,
que me faltaba un hervor
para alcanzar el nivel
de patriota fetén,
y que ver que son iguales
los ricos y los obreros
los creyentes, los ateos,
los cultos y analfabetos,
las guapas, tontos y feos,
no era un propio de una dama
con un futuro adecuado
a un pedigrí verdadero.

Así pasaron los años
sin que pudiese alcanzar
el nivel de patriota
que debería ostentar
una muchacha nacida
en una buena familia
educada en la parroquia,
entre flores a María
y llevando la contraria
a una sociedad hundida
en las Cuevas de Altamira,
que cuando todas llevaban
los pelos hechos un cuadro
cubista para más inri
entre tiesos y cardados
se rapaba la melena
o una coleta se hacía
con su pelo libre y lacio
sin que la peluqería
le impusiera su estilazo,
que le daba por coser
e inventarse sus vestidos
aprovechando las telas
que encontraba por armarios
y baúles desahuciados.
Que escribía, que cantaba
que canciones componía
al toque de la guitarra,
que pintaba y dibujaba
que con la bici salía
que con los pobres estaba
y los ricos la aburrían


Nunca lo puede evitar:
la patria no conseguía
hacerme su marjorette,
al contrario y así fue:
más lejos me desterraba
por natural repelús
cuanto más la conocía
y menos la soportaba.

Después de mil avatares
entre la patria y mi fuga
que nunca se hizo posible
alcanzamos un acuerdo:
soportarnos sanamente,
ayudarnos en lo bueno,
denunciarnos en lo malo
y tratar de ser decentes.
Que ninguna de las dos
guarde la tonta ilusión
de convencer a la otra
de cambiar su condición
de alma libre y resiliente
ni de nudo patriarcal
con el que atar a la gente,
en el mismo ritual
del que jura como miente
y a la hora de la verdad
en mentira se convierte.

Así quedamos en tablas.
Yo pago para que exista
mas no me siento española
y ella trata de entenderme
desde su bata de cola.

Aunque debo confesar
este sueño recurrente:
Ver a esa España cambiar
y desarrollar conciencia,
res pública inteligente,
una lucidez social
capaz de cerrar el ciclo
que la duerme y que la mata,
que la pudre y la pervierte
sin que logre atar los cabos
que la tienen atrapada
en la historia interminable
de una estúpida coartada
en la que alienta y fenece
sin que quiera cambiar nada,
dando vueltas a la noria
como un burro impenitente
entre toros y manadas.

Ay, el sueño recurrente
que me libera y me atrapa...
el de una España decente
sin basura y sin zurrapa,
rebosando buena gente.












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