sábado, 13 de junio de 2020

Barea y Unamuno, dos conciencias profundamente humanas más allá de las ideologìas. Cuanto más despiertos más abiertos, menos prisioneros de los dogmas y más lejos de la caverna

Unamuno según Barea

  • Se publica por primera vez en España el ensayo en el que el autor de La forja de un rebelde, desde el exilio, retrató los conflictos internos del filósofo vasco
  • En este breve volumen, editado en 1952 en Inglaterra, Barea se interesaba por el pensamiento de Unamuno, al que parecía disculpar su apoyo al bando fascista

Publicada el 12/06/2020 a las 06:00

El escritor Miguel de Unamuno en 1925.
El escritor Miguel de Unamuno en 1925.
Biblioteca Nacional de Francia

"No hay español pensante que no haya sentido, voluntaria o involuntariamente, la influencia del pensamiento aguijoneante, estimulante, irritante y humillante de Miguel de Unamuno". Lo escribió Arturo Barea, eterno autor de La forja de un rebelde, desde su exilio inglés. Allí llegó con su pareja, la escritora y traductora Ilsa Barea-Kulcsar, en 1939, y, a diferencia de muchos de sus compatriotas, no quiso seguir el viaje hacia América, del Sur o del Norte. Para cuando Barea volvió la vista hacia el filósofo, este llevaba casi 15 años muerto, y el escritor antifascista se había hecho ya al té de las cinco y a la campiña inglesa —pero nunca, nunca, al "maldito tiempo inglés"—. Su breve ensayo sobre Unamuno, un retrato que dice mucho de ambos autores y de la época en la que se encontraron, vio la luz en Reino Unido en 1952. Cinco años después, cuando Barea ya había fallecido, se editó en español, en la editorial Sur de Buenos Aires. Ahora el sello Espasa lo publica por primera vez en España. [En el número de junio de tintaLibre puede leerse un extracto].

Ese breve volumen amarillo, impreso por la editorial Bowes & Bowes de Cambridge dentro de su serie sobre la literatura europea, suponía el encuentro entre dos autores, a priori, no necesariamente afines. En el prólogo a esta edición, el investigador William Chislett dice, con franqueza: "A primera vista, parece extraño que Barea, un exiliado republicano, tuviera interés en Unamuno, porque cuando estalló la Guerra Civil en julio de 1936, el filósofo se proclamó partidario del golpe militar de Franco y, por ello, fue destituido por la República como rector de la Universidad de Salamanca". Barea había estado, además, profundamente implicado con el Gobierno republicano y la defensa de Madrid, llegando a trabajar en la Oficina de Censura de Prensa Extranjera durante la guerra. Tras la experiencia de la contienda, que narra en la última parte de su trilogía La forja de un rebelde, arrastró secuelas psicológicas durante años: el escritor sufría de vómitos cada vez que escuchaba, en Inglaterra, las sirenas antiaéreas de la II Guerra Mundial, que le recordaban a las que le habían martilleado los oídos durante los bombardeos en Madrid. 
Pero hay al menos cuatro grandes razones que acercaron a Barea a la memoria de Unamuno. La primera: el editor de la serie le ofreció escribir sobre Ortega y Gasset o sobre Unamuno, y quizás el vasco ganara, a los ojos de Barea, en comparación. Lo cuenta Ilsa Barea-Kulcsar, la traductora de toda su obra, su coautora en este ensayo y la responsable de que apareciera finalmente en Español. "Este ensayo fue escrito en colaboración con mi mujer, Ilsa Barea, que también lo tradujo", rezaba la edición en inglés. Y ella misma describe así, en la nota a la edición en español, su parte de trabajo: "Él tenía un sentimiento tan personal y casi diría idiosincrático hacia Unamuno que mis trabajos auxiliares de investigación, o las fórmulas que yo usaba en la traducción y en la redacción, era de importancia netamente secundaria". Algunos pasajes fueron traducciones directas del castellano de Barea, pero otros eran condensados o adaptados por la escritora "a la mentalidad del potencial lector inglés". Esto es, no existía un texto original en castellano, y la versión publicada en Argentina tuvo que ser, pues, una traducción del inglés.

Otro motivo: como señala Chislett, Unamuno había sido muy admirado, gracias a sus críticas al carlismo, su compromiso republicano y su oposición a Primo de Rivera, por las generaciones posteriores. Era el caso de Lorca, asesinado por el bando fascista al que el autor de Niebla acabó apoyando. O de Antonio Machado, que le dedicó un poema y murió en el exilio, en el mismo exilio que Barea. De hecho, el rebelde de Lavapiés le dedica más espacio, en su ensayo, a su enfrentamiento con la dictadura primorriverista y su destierro a Fuerteventura que a su acercamiento posterior a los militares sublevados. En unas pocas páginas, Barea tiene que pasar de defender al "símbolo de la lucha espiritual por la libertad entre los intelectuales del mundo entero" a explicar su apoyo al bando fascista. "En un principio", escribe, "Unamuno se declaró en favor de los sublevados, no porque compartiera las ideas de los fascistas que había en su seno, sino porque tenía la esperanza de que esta rebelión salvara a España del gobierno de la masa que había llegado a ser su obsesión, y al mismo tiempo reviviera la 'tradición viva". 

Quizás si Arturo Barea estaba dispuesto a perdonar era, en parte, por ese conocidísimo acto de redención que Unamuno protagonizó en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Aunque no han quedado registros periodísticos del momento, sí quedó el relato de Luis Portillo, profesor auxiliar de Derecho Cvil en la ciudad que, de oídas, contaba el enfrentamiento entre el filósofo y Millán Astray. Fue Ilsa Barea-Kulcsar la que se encargó de su traducción. "Muy poco se sabe de su valiente ataque a los que estaban en el poder, tan pronto como hubo comprendido que estos no tenían nada que ver con sus anhelos espirituales", cuenta, a su vez. Barea. "Cualquiera que sea el exacto detalle de los discursos y gritos, se impone la verdad intrínseca de que, en aquella gran sala de Salamanca, el viejo general fanático había estado de parte de la fuerza bruta y la muerte, y don Miguel de Unamuno de parte del libre intelecto y la vida".

Porque la principal razón de que Arturo Barea se acercara a Miguel de Unamuno está más allá de las alineaciones políticas últimas, o incluso de los logros literarios. De lo que Barea se siente cerca es de su pensamiento. De hecho, los biógrafos del filósofo, Colette y Jean-Claude Rabaté, se sorprenden de que el autor de La forja de un rebelde dé tanta importancia a los ensayos, y también a la obra periodística de Unamuno. No es azaroso que Barea aborde en su primer capítulo el "problema nacional" según lo entiende el filósofo, y se adentre en el segundo en el "sentimiento trágico de la vida esbozado por este". Es Ilsa Kulcsar la que da la clave: "En tanto que preparaba el presente ensayo, adentrándose en el mundo espiritual de Unamuno, no me cabe duda de que mi marido se identificaba más y más con su rabia y su idea, si es lícito usar las palabras de Antonio Machado fuera de contexto".

Seguramente, décadas después de los textos que analizaba, a miles de kilómetros del hogar y de la patria, Barea lidiaba con ese mismo "problema nacional" —la "honra nacional" ligada a la guerra, el nacionalismo que servía para explotar "al pueblo silencioso"— y con ese mismo "sentimiento trágico de la vida" —"el ansia de encontrar un sentido a la vida y el miedo a la futilidad absoluta están vivos en el alma de todo ser humano", escribe Barea—. Y el librito se cierra con las siguientes palabras, que revelan grandes dosis de comprensión y empatía: "Un pensador que enseña cómo convertir el conflicto, la contradicción y la desesperación en fuente de energía tiene algo grande que ofrecer a los hombres de nuestra época".


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Este interesantísimo artículo de Clara Morales me ha hecho una vez más reflexionar sobre la figura del filósofo que defraudó a la izquierda y escandalizó y desmanteló los fundamentos de la derecha golpista en su propio territorio sin gota de miedo ni de mansedumbre, que a su vez lo había considerado un republicano 'converso' al "buen camino" dictatorial y hasta el más notorio y prestigioso "socio" previsible con el que lavar la cara a un nuevo golpe de estado salvaje y demoledor. 

Solamente desde la cerrazón ideológica mataconciencias o desde una ignorancia de manual acerca de su pensamiento y de su idiosincrasia, se puede juzgar y condenar a Miguel de Unamuno como filofascista o tarambana ideológico. Lo primero es que para ser fascista (de izquierda o de derecha) hay que estar en la inopia absoluta de la lucidez y tener una visión del mundo en las antípodas de Unamuno. 

El fascismo no es una ideología ni un modo de pensar con una mente normal. El fascismo es un estado visceral y patológico del instinto que se convierte en norma depredadora en cualquier aspecto que se aplique. Aclaremos que el instinto es una condición funcional propia de los animales. Nuestra especie, antes de ser humana fue solo animal y es natural que nazcamos con ese instinto irracional compartido con el reino animal. Por desgracia la ciencia no cae en la cuenta de por qué según crecemos nos vamos diferenciando de nuestros hermanos animales. ¿Qué nos pasa, y a qué nivel, para que nuestros primeros berridos al nacer se vayan convirtiendo exponencialmente en llanto y quejas verbalizadas? ¿Por qué los niños y niñas a los pocos meses balbucean y silabean sin que nadie les enseñe y el gato, el perro o la gallina, la oveja o el cerdito, por más que les hablemos nunca aprenden a decir nada? ¿Qué nos diferencia de ellos si todos somos animales? Pues nos diferencia el efecto que produce en nuestro cerebro, en nuestra biología y en nuestra mente, el simple hecho de respirar. El mismo aire que respira el animal lo respira el ser humano, pero en este último el efecto es muy distinto. Materialmente somos concebidos y nacemos como animales, pero hay algo que nos hace ser diferentes desde que empezamos a respirar fuera del seno materno,y es que nuestra estructura biológica, además lleva añadido un componente energético inmaterial (sí, como las ondas que hacen posible internet, la telefonía, la radio y la tele) que se llama espíritu y tiene grados e intensidades en su manifestación. Esa energía no es estática y es inteligente natural, por eso modifica todo lo que está en contacto con ella, todo lo que está vivo. Su medio de transporte más básico y universal con la esencia biológica y sensible es el oxígeno. Por eso nacemos animalitos, pero en cuanto respiramos empieza nuestro segundo nacimiento: lo que llamamos alma. El complemento sutil e intelectivo del cuerpo cuya inteligencia es un tipo de habilidad más funcional que intelectiva. 

Es el alma la que nos permite el pensamiento y el lenguaje, la expresión oral y luego escrita y leída, materializadora en la organización constructiva, la convivencia,la cultura, al arte, como frutos del pensamiento matarializado. Aunque el proceso es igual para todos, no todos reaccionamos igual ante el mismo proceso, porque a pesar de lo fundamental de la cooperación y la unidad armonizada de lo diverso, necesitamos experimentar el principio individual de la libertad de elección. Ya si no queremos, no estamos dominados por el instinto de la especie, podemos responder con otros recursos, con la emoción, con la razón, con la idea, con la voluntad, con el sentimiento (la síntesis de mente y emoción) con el lenguaje y la acción inteligente o primaria, simplemente instintiva. El animal no puede elegir aún, su instinto lo hace por él. El ser humano va más allá en su evolución y tiene la posibilidad maravillosa de poder elegir o bien avanzar en su humanidad recién estrenada o comportarse como animal, dejando que el instinto más primario lleve la batuta de sus elecciones y que la energía que podría ser voluntad libre se quede en mera pulsión sometida al instinto elemental.  La mente funciona y piensa pero sin alma no tiene capacidad para hacerse autoconsciente, para ello es imprescindible que el desarrollo conjunto entre el alma y el espíritu que la hace posible constituyan  unidos la conciencia. Es decir el puente que une toda la potencia sensitiva e intelectiva y creadora con el entorno en el que se está, se vive y se crece. Digamos que a más desarrollo consciente, más espiritual y más sano se hace nuestro entorno. Que la cosa no es en plan dogmático y de fe ciega lo que sea, sino en plan de experimentarnos desde nuestro ser más profundo, inteligente y sensible. Así no se nace, así se hace. Creciendo, despertando, aprendiendo el nivel más avanzado y desaprendiendo el nivel más denso y elemental, animalesco. Para el animal su instinto es sano, necesario y bueno. Para el ser humano dejar que el instinto le domine y gobierne su vida, es una cadena que sin la inteligencia necesaria del alma y del espíritu, sin conciencia, es un fracaso y un problemón  gravísmo que se debe ir solucionando si queremos avanzar como especie e individuos. 

Durante siglos y milenios han sido las religiones y las leyes las que han estado al cargo de esa experiencia, han hecho lo que han podido, pero es evidente que la parte instintiva se ha quedado enquistada mayoritariamente en la psique humana del clero y de los expertos en normas y derechos bastante torcidos a la hora de la verdad, mediante el ego. Que en sí no es malo ni bueno, es una herramienta de trabajo, pero ya se sabe que una herramienta sola y motorizada sin una inteligencia sana que la sepa orientar, se convierte en un desastre. Platón lo recoge muy bien en su metáfora de los caballos y el jinete. No es lo mismo saber a donde quieres que te lleve el caballo, que dejar que el caballo te lleve adonde le dé la gana. Bien, pues esa patología del ego desatado es el fascismo. Y no es ideología, es pura experiencia práctica y comprobable. La ideología tiene fundamento en la idea, no en el instinto bruto y sólo egocéntrico, que reúne lo peor de lo inmaduro con lo podrido sin madurar. Y eso lo encontramos a derecha y a izquierda. La diferencia no es solo lo que se predica sino sobre todo cómo se gestiona lo predicado. 

Bien, ya hemos llegado a Unamuno. A sus actitudes no ideológicas sino responsables y autoconscientes. Su código era el bien común, que en una monarquía dictatorial como fue la de Alfonso XIII con Primo de Rivera en los años 20 del siglo pasado, no tenía más salida que ser republicano  y manifestarlo, junto a su disgusto social y consciente, por las condiciones pésimas en que estaba la sociedad española en semejantes manos. Eso le valió tener que abandonar la docencia en la universidad, es decir suspensión de empleo y sueldo más alejamiento territorial de su familia, de sus amigos, alumnos,  tierra de origen,  y ser condenado al destierro en la isla de Lanzarote. 
Cuando al final se consigue que en abril de 1931 llegue la república que el pueblo votó por una gran mayoría en las urnas y Unamuno se reincorpora a su tarea en Salamanca, se encuentra con una realidad terrible: la derecha caciquil al servicio del poder y el dinero, igual que ahora, provoca constantemente al gobierno republicano cuya mayoría era de izquierda y con proyectos de desarrollo igualitario y democrático, desde la pluralidad y en un momento mundial en el que tras la primera Guerra Mundial, el nacimiento y auge de los fascismos populistas instintivos y demoledores, estaba en todo lo suyo. Aclaremos que "populista" no es que el pueblo toma la iniciativa, es lo contrario: el pueblo se camela y se engaña por una hegemonía que dice ser su representante, pero en realidad es su gran manipuladora. Lo mismo en plan nazi que en una imposible "dictadura proletaria". Gobiernan i+i= instintos e intereses en comandita. Los seres humanos importan un bledo.Solo son números, algoritmos manejables para crear masa que se sacrifique por "la patria", ese montaje pensado por las élites para conseguir un mundo de sometimiento mediante, cómo no, la emocionalidad del instinto al servicio de una causa "noble", con su bandera, su himno y sus luchas fratricidas elevadas a la categoría de la heroicidad, el sacrificio y la entrega, mientras el cacicato se pone las botas con el negocio y sus transacciones políticas, y siempre fuera de peligro y cobrando del estado en sueldo y en privilegios, como en el caso de los reyes, la impunidad total.  ¿Cómo no ser republicanos? Pero, si esa república no es capaz de gobernar sin entrar al trapo de las provocaciones y se pone  a la misma altura violenta y represiva del fascismo derechil/pastafílico, ¿qué puede hacer un republicano que ha avisado a la república de que no puede ni debe funcionar como su peor enemigo sin cargarse el propio proyecto, y esa república, en vez de escuchar los avisos de la lucidez los censura y desoye, el estado es un caos total y unos jóvenes como los falangistas, que van en mono azul y alpargatas, mostrándose como trabajadores humildes cansados de tanta zozobra y sin futuro, comienzan a predicar que el hombre es una unidad de destino en lo universal y que tenemos un lugar en los luceros y no en la mugre, y que es mejor estar cara al sol con un camisa nueva que atrapados en un caos pringoso sin remedio, con más hambre que Carracuca, sin paz ni trabajo, con una desigualdad y una democracia despedazada y a tiro limpio por la calle. Y que de repente, unos generales de indudable esencia republicana como Mola, Godet y Sanjurjo, con Franco a la cola, calladito, hasta que las cosas estuviesen atadas y bien atadas...se levantan unidos a las juventudes falangistas con el fin de obligar al gobierno de la república hecho cisco, a cambiar las cosas y salvar a España del caos y la violencia. Ésa fue la intención inicial del golpe del 36. Pero no era la de Franco ni la de Juan March el banquero que partía el bacalao de la pasta y al que nadie ha pedido jamás que se quite la careta. Que lo mismo se pagaba un Dragon Rapid, que un un rosario de la aurora. Esas negruras no constaban en medio de la desesperación social en medio del caos.

Es fácil imaginar que además de Unamuno muchísima población española hasta de izquierdas, clamaba porque aquel estado de hecatombe acabase lo mejor posible, y si unos generales republicanos y unos jóvenes proletarios y con miras más altas se decidían a parar aquella calamidad y a exigir una república justa,con trabajo y paz para todos, como daban a entender que harían, lo más lógico al inicio del golpe resultó apoyarlo. Eso hicieron mis abuelos que nunca fueron fachas, pero que estaban aterrorizados de vivir cada día en las calles a tiro limpio y con sacos terreros en el balcón para parar las balas.
Y eso hizo Unamuno, apoyar un golpe republicano para detener la debacle. Pero de repente, los generales republicanos se esfuman, Sanjurjo muere en un accidente de aviación cuando iba a volar desde Portugal para presidir el golpe, en 1936 y a continuación Mola, un año después en otro accidente, este de atomóvil, mientras Goded es apresado por las fuerzas republicanas porque para colmo el golpe fue un fracaso. Cuantas 'casualidades', ¿verdad? En la francología se llegaron a considerar milagros hechos por dios mano a mano con la Virgen del Pilar, como canta hasta una jota, para hacer que Franco acabase siendo el único jefazo del cotarro dictatorial, que con republicanos  a la cabeza seguramente no hubiese derivado en una carniceria perpetrada a fondo para "limpiar España" según el mismo matarife confesaba explicando por qué se había alargado tanto la guerra si pudieron haberla terminado mucho antes. Así al autoproclamarse vencedores apoyados y bendecidos por la iglesia y a golpe de Te Deum, fueron aclamados como héroes al acabar un conflicto que ellos provocaron y alargaron para "hacer limpieza".

Así que  no ganó la república, ganó el caos, o sea la especialidad de la derecha cuando no puede mandar. Y eso es lo que comprendió  de repente Unamuno aquel día en que se le invitó a participar, como rector 'rehabilitado' por el franquismo en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca al escuchar las barbaridades de Millán Astray y ver el panorama tal cual era en realidad. Violento. Manipulador. Y miserable.  De ahí el profesor fue recluido en la casa rectoral con compañía falangista costodiándolo nunca se supo si era para protegerle o para encarcelarlo en plan fariseo. No salió más. Murió al cabo de dos meses. La Nochevieja del 36. Es de suponer que lo mató la tristeza al comprobar la realidad de su país y asumir el patinazo de su primer impulso al apoyar semejante atrocidad disfrazada de teatral "salvación patriótica". Víctima declarada "Del sentimiento trágico de la vida" la obra que mejor refleja sus conflictos irresolubles, quizás su honesta  y transparente autoterapia de psicoanálisis.

Unamuno no se equivocó cuando eligió lo que veía más sano y capaz de frenar la hecatombe. Como no se equivocó al defender la república ante una monarquía/dictadura que lo castigó durante años al exilio. Se equivocaron los españoles al no ser capaces de ver los lobos con piel de oveja que Unamuno sí descubrió y denunció inmediatamente en voz alta y sin tapujos, sabiendo la que le esperaba en manos de bestias ensangrentadas como la manada franquista encabezada por Millán Astray profanando la Universidad y reduciendo la conciencia colectiva a materia fecal en el nombre de dios, la patria y la guerra.
El verdadero error que destruye todo no es elegir lo que no triunfa, sino elegir solo los intereses políticos y económicos que dan los conflictos. Tener más ambición y cinismo que conciencia.
¿Cómo se puede criticar a Unamuno por reconocer la verdad en público en contra de su propio interés y seguridad? ¿También pensarán sus críticos que Sócrates fue un imbécil por no aceptar lo que le exigían los que le condenaron  a muerte, o sea, traicionar a su conciencia? ¿De verdad vale la pena vivir en un mundo tan repugnante? Es decir, la vida sin conciencia para quienes ya la han descubierto y gozan de su luz, no es tan valiosa como para soportarla en ese plan. Es algo parecido a vivir condenados a cadena perpetua sin haber cometido más crimen que ver más allá de lo que renta bazofia.

Es posible que nadie criticase a Unamuno si hubiese hecho el paripé y aceptado de buen grado seguir siendo el rector de la Universidad a cambio de unas palabritas amables, tópicas y estúpidas en honor a "los salvadores de la patria",porque habría sido más listo, más espabilao y habría sido un símbolo del franquismo vencedor sin convencer, pero matando a la mitad de españoles que hubiesen enturbiado la victoria. Unamuno hizo lo justo. Mucho mejor así que  salvar un pellejo degradado, y ejercer de papel higiénico el resto de su vida para morir entre laureles de plástico y sin conciencia.

Las grandes lecciones de la historia son imprescindibles para aprender a caminar y a construir lo que verdaderamente vale la pena y para dejar en el contenedor de la basura la banalidad del mal, atada al ego tontorrón, mediocre y  en la higuera ética, vestida de fallera o de lagarterana con sus mejores galas, que tanto se pirra por figurar y fardar de lo que no hay ni habrá mientras siga en esas.


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