lunes, 29 de junio de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 29/06/20| Quince días de tregua y 6 meses de...




Esperemos que el precio que deba pagar el gobierno para quedarse sea el mismo que ha pagado para comenzar: la apuesta decente y lúcida por la pluralidad verdaderamente democrática y políticamente madura, la escucha y la valoración de las fuerzas políticas progresistas y socialmente despiertas que lo han hecho posible, y que no caiga en la tramppa acostumbrada del chantaje derechil: ceder al capitalismo salvaje y olvidar el bien común como esencia de todo gobierno justo. 
Si esta coalición progresista no consigue salir del eterno laberinto en que viene estando atrapada desde siempre, todo se iría a la basura una vez más, pero en esta tesitura con unas consecuencias que serían más devastadoras que nunca
dada la situación de desastre global. No olvidemos cómo estaba España en 2008 y cómo nos la ha devuelto el pp en 2015/18. Hecha puré en mayoría absoluta y forrada en minoría disoluta y delincuente sin penalizar nada más que a pellizquitos poco relevantes.  Valer la pena como gobierno no se gana por ser de un color u otro y lograr aferrarse a los sillones con tesón y afán de mando, sino por los logros sociales justos y honestos, que hacen posible el bien común y mejoran la vida de todos, incluída la pedagogía ética constante, que es una de las funciones más imprescindibles del gobernar para bien y no para simplemente prevalecer sobre los otros y forrarse en plan giratorio en cuanto se pueda. El paradigma de Julio Anguita debería ser el patrón modelo del hacer político. Independientemente de la ideología que se profese. De la que jamás debe estar excluida la conciencia por encima de cualquier idea por estupenda que se presente. La conciencia no permite ni justifica enjuagues "necesarios", ni guerras devastadoras en los parlamentos para impedir la gobernabilidad ni para hundir gobiernos ni para amparar con las leyes el filibusterismo de la falsa política.  Como afirma Platón, para el bien de los pueblos deben gobernar los más sabios, o sea, los más decentes. Los más transparentes. Decencia y sabiduría son inseparables. Y totalmente eficaces e imprescindibles a cortos y largos plazos. Ambas saben distinguir muy bien el miedo de la prudencia, el impulso emocional o calculado de la inteligencia ética, que, como la verdad, es la base auténtica de todo lo que funciona. Y cuya carencia es el desastre asegurado.

Tenemos en la historia de Europa un caso de éxito completo del espíritu cooperativo que al final de la II Guerra Mundial consiguió sacar a Italia, absolutamente hundida en la miseria, del pozo negro en que la había hundido la dictadura fascista y la guerra que se ensañó especialmente en territorio italiano. Y ese ejemplo sin duda lo puso en marcha y lo llevó al mejor estado, la decisión "escandalosa" y "terrible" de Alcide De Gasperi, un maestro y periodista democristiano que de verdad comprendió lo que significa la fusión entre democracia real  y cristianismo  auténtico, no de pegatina, procesión, kiries y esclavos del Señor, falsos golpes de pecho y aleluyas alucinados y fanáticos. 
De Gasperi consiguió la piedra filosofal de la cooperación inteligente y verdaderamente política. Un gobierno plural en el que todos los partidos que habían sido votados por la ciudadanía tuvieron un ministerio a su cargo. Es decir, democristianos, liberales, socialistas y comunistas. De Gasperi repartió tareas entre todas las corrientes ideológicas, que para poder ejercer sus funciones y materializar sus propuestas debían contar con el apoyo de todo el consejo de ministros, en el que estaba representado todo el espectro ideológico y político del estado, es decir, del pueblo. Y por supuesto del Parlamento en las funciones legislativas y consultivas del ejecutivo.
Creo que al Gobierno actual le sería muy útil un repasito a ese periodo de la historia europea. Y recordar que aunque la pandemia de hoy es un desastre universal, la II Guerra Mundial la superó con creces. E Italia en la ruina total pudo rehacerse mediante la propia democracia sin tener que acudir a la dictadura que "ponga orden", como hizo Mussolini hasta conseguir el total hundimiento. O como hizo Franco, su contemporáneo, que "triunfó" en lo suyo y para lo suyo, hundiendo para siempre y liquidando sin contemplaciones la conciencia, derechos, deberes ,dignidad y cultura de los pueblos ibéricos. Por eso estamos como estamos a día de hoy: a la misma altura política y autoconsciente que la Italia de la postguerra mundial. Bajarnos los humos y dejar de animarnos en plan hortera cognitivo, nos vendría muy bien. No "somos un gran país". No somos un gran pueblo todavía. Nunca nos han dejado nuestros propios humos ver la hoguera en la que nos achicharramos. Pasamos de sentirnos una mierda, después de unas cervecitas adobadas con tapas,  tabaco y cafetín, a sentirnos héroes y avatares que ganan batallas, poderes y dineros, sí pero ¿a qué precio? Al precio de liquidar el bien común con las ocurrencias geniales para intereses privados y nefastas para los demás. Que se jodan. Como afirmó con pleno conocimiento de causa la hija diputada de Carlos Fabra refiriéndose a los parados que aumentaban y se reproducían como por esporas. Esa es nuestra grandeza más visible: la cabeza de chorlito adicta "a lo más grande", ande o no ande. A lo más estrepitoso y votado sin reflexionar, por supuesto! O al que corra con más ganas hacia el precipicio hasta triunfar, ¿qué importa un precipicio al fondo derecha o izquierda, si se llega el primero y se gana una medalla de oro con mayoría absoluta que permita destrozar los mejores logros de los que acertaron y ganaron antes en otras carreras que acabaron estrelladas en el mismo barranco de siempre, a pesar de haber corrido limpiamente? Todo eso tiene un por qué y unas causas. No es posible ignorarlo y que las cosas mejoren solas...

Algún día habrá que abrir los ojos, dejar de alimentar al Minotauro con la ciudadanía a la parrilla y deshacer el laberinto en el que España lleva prisionera toda su historia, creyéndose en las "alturas políticas", la heredera de un patético imperio hacia dios. El dios desastre será. Sin duda. Eso no lo va a conseguir ningún gobierno que no rompa la maldición del espejismo ideologista kamikaze para aprender desde la humildad a ver la realidad y las posibilidades sanas que tiene delante. Eso solo lo puede mostrar el pueblo, las familias, los niños, las madres y padres, los vecinos y vecinas, los médicos de cabecera y los trabajadores sociales,los maestros y maestras, el albañil explotado, los empresarios honestos y justos, los reponedores y cajeras del super, las señoras de la limpieza, las enfermeras y auxiliares de clínica, el panadero del horno que ha resistido día tras día los ataques del covid-19, los farmacéuticos que no han cerrado ante el peligro de contagio, el emigrante excluido y apaleado en los CiEs que luego si sobrevive, trabaja en el campo recogiendo fruta y durmiendo en la calle o en el voluntariado llevando comida a los confinados, trabajos para el que los españoles no están disponibles, las mujeres y los hombres maltratad@s en tantos aspectos, los pensionistas salvacrisis, compartiendo pensión y casa con los hijos y nietos hundidos por la economía del pp, del Ibex35, por los rescates de bancos, pergeñados por Calviño, Holanda y la UE, por no hablar de los emigrantes laborales que no pueden votar en el extranjero, porque gentuza manipuladora de embajadas y consulados, enreda todo e impide el voto, que de antemano sabe que no va a ser a su favor.
No hay mejor fuente de información para gobernar con acierto que la realidad directa, sin paliativos ni cucamonas interpretativas de asesores en Babia, encuestas según y cómo,  o tertulianos cantañamanas interesados en que nada cambie porque si todo cambia, a ver de qué van a vivir el cantamañanismo, la asesoría y los testaferros variopintos, ¿verdad?

Alcide De Gasperi fue encarcelado, marginado y reducido a la pobreza durante la dictadura. No se hizo el héroe cuando todo acabó. No se concedió privilegios, más aun, su decisión plural para pacificar y sanear el país y el estado, le costó el rechazo y la enemistad del Vaticano que le había ayudado al salir de la cárcel con un puesto de bibliotecario en su gran biblioteca. Y cuando Pío XII le llamó de todo menos bueno, por haber contado con socialistas y comunistas "enemigos" le respondió: "Santidad yo soy cristiano y nunca dejaré de serlo, por eso mismo tengo que asumir el bien de todo el país y no favorecer solo a los cristianos; soy presidente y servidor de todos los italianos, no puedo ni debo marginar y desaprovechar la riqueza de la pluralidad, que es un Pentecostés no religioso, pero sí tan humano y político como espiritual"

Me pregunto si la masa del pan español tendrá algo de la levadura y la sal de alguien como De Gasperi. Ojalá. Porque nos hace tanta falta, o más aun, que los respiradores y la vacuna ad hoc. De poco sirve poder respirar aire podrido y llamar vida eufemísticamente al sinvivir como sistema.

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