martes, 14 de abril de 2020

Perdonar nuestras deudas


Desde la infancia, en los países de cultura cristiana, que son los que llevan mayoritariamente la batuta económica en el Planeta, se nos enseña a rezar el Padrenuestro. En plan loros, obviamente. Repitiendo frases que para los niños  carecen de sentido. Tal vez sería mucho más sano y eficaz no enseñar a rezar rutinariamente lo que no se entiende porque, sobre todo, no se identifica con lo que se vive y se experimenta. Y por ello se acaba devaluando con el uso autómata del mismo lenguaje exento de realidad palpable. Que cuanto más se repite sin entender ni vivir el contenido más se devalúa y se prostituye, con los resultados que, desgraciadamente, a la vista están.
Por ejemplo, el niño, antes de aprender a decir "mamá" o "papá" tiene la experiencia previa de palpar el contacto y la existencia de dos seres humanos que le cuidan, le atienden y le quieren. Los bebés no saben de genética ni de parentescos, solo captan la proximidad y la energía del amor, que las palabras no alcanzan a definir, porque siempre se acaban quedando cortas a la hora de testificar los descubrimientos del alma, de la emoción inteligente que llamamos sentimiento, el jugo sano de la conciencia, que a su vez es la síntesis cognitiva y práctica del aprendizaje natural del alma, del cuerpo y de la mente, que se van desarrollando de un modo coral, en el océano vivificador y fluído del espíritu. Ese caldo de cultivo inteligente y creador amoroso de planos y existencias, inseparables como un puzle, que solo se comprende cuando las piezas encajan y dan forma a una realidad verdadera, que persiste y pre-existe. Y que mediante la evolución de planos antropológicos ascendentes va descubriendo y mostrando el sentido de la misma vida y de la propia existencia inseparable de la materia y de la energía que la transforma, por caminos insospechados tantas veces, como sucede con los descubrimientos de la ciencia, que son puntos de luz en medio de realidades oscuras o deducciones que tantas veces superan la "lógica" de la física para demostrar realidades metafísicas, que en su momento no son asimilables e incluso descabalan el entramado científico establecido desde planos habituales considerados únicos y hasta sagrados, y que también son ciencia, a niveles más sutiles y no por ellos menos reales que la mera materia elemental.Es lo que ocurre cuando la ciencia se enriquece en la amplitud de la conciencia autoconsciente.


¿Que qué tiene que ver todo esto con el Padrenuestro? Muchísimo. Porque esa oración enseñada por el Maestro de Galilea que llaman Cristo, -cuando su nombre es Jesús, y él a sí mismo nunca se llamó de otro modo, que Hijo del Hombre y de Dios, y por ello hermano de todos y de todas sin hacer excepciones de ningún tipo-, es un paradigma desde el que comprender otro modo de vivir, de relacionar causas y efectos, de implicar la propia vida material y energética en su calado más profundo y asimilable: el amor y su sencillez, como escuela de vida, la mística del existir que nos conecta desde lo más profundo y entrañable del Ser; sin el amor auténtico como cemento unificador, la misma vida carece de sustancia y de  referentes, de motivos reales que valgan la pena. Por eso la falsa construcción de la chapuza se acaba derrumbando sin remedio. 


¿Qué mejor vínculo que el de ser padre y madre, hijos, hijas, hermanas y  hermanos, para comprender nuestro paso por esta dimensión? Lo que tantos llaman Dios es esa familia inseparable cósmicamente. Da igual que no se tenga fe en nada, que no se crea ningún dogma. Ni falta que hace, a veces es peor el remedio dogmático que la enfermedad pasota, cuando el tratamiento que se aplica es tóxico o ineficaz, que en este caso viene a ser algo parecido. Porque la ineficacia acaba intoxicando también el organismo por ausencia de sentido y de esperanza en la curación y convierte en un mal crónico lo que simplemente era un bache superable. Esa familia existe y es la respiración de la Humanidad, y cuando se destroza y se rompe, ya no se puede respirar. El covi19 lo está dejando cristalino. 


Padre/Madre nuestra está en nosotros, dando energía a nuestros átomos, electrones, partículas, moléculas, células, tejidos, sistemas, aparatos, glándulas, órganos y funciones, especialmente la oxigenación respiratoria, por eso vivimos y existimos aquí y ahora, por ello podemos movernos y llegar a Ser. Aconseja Jesús en el evangelio que no vayamos a rezar a los templos, que el templo es cada uno de nosotras y que solo desde ahí Padre/Madre se siente y se puede conectar conscientemente, en nuestro actual plano existencial. Siempre mediante nuestra libertad consciente. Para experimentar ese estado hay que ser libre y elegir. No es Dios quien tiene preferencias ni "elige", pues es Amor sin límites, somos nosotras, las piezas del puzle divino que no reconocen como su casa, quienes debemos "autorizar" el proceso. Dios no fuerza a su propia sustancia humana, la sana amándola, pero "necesita" nuestro permiso consciente para ello. El Amor es así, no viola  ni fuerza jamás, ni siquiera para "salvar", demostrando chulescamente su poderío. No es su estilo para nada, sino el rebufo reptiliano de una oleada (in)humana que se despistó y fue por el cosmos sembrando el caos, matando la vida planetaria por ceguera y abuso insaciable, hasta llegar a la Tierra y mezclarse con la Humanidad incipiente (en el 'Paraíso Terrenal' de su inocencia)  que les confundió "mágicamente" con "dioses" porque sus "carros de fuego" bajaban del cielo y sus trajes y escafandras se identificaron como atributos divinos. Y hacían milagros tecnológicos que dejaban boquiabiertos a los terrícolas desinformados y demasiado 'jóvenes' en la creación,  y así les/nos impusieron los imperios como forma de gestión explotadora, cortoplacista y violenta, no conocen no entienden mejores recursos. No les interesan porque como reptiles, solo reptan, no saben ponerse en pie, si no es trepando. Basta mirar los grabados más antiguos en todos los continentes, para deducir el timo de la estampita antropológica que venimos soportando y transformando como podemos desde hace milenios.

El reto que se nos presenta como especie es que, como dice el Génesis de la Biblia, "los hijos de los dioses se mezclaron con las hijas de los hombres" y la liaron parda, porque esa mezcla entre niveles tan opuestos ha hecho posible que la especie humana sea "mestiza" entre la inocencia inteligente y la corrupción oportunista, entre la visión más evolucionada y la ceguera más primaria. Basta con observar en las estatuas de los faraones egipcios la cobra que preside sus tocados, haciendo apología descarada de quién gobernaba y qué valores partían el bacalao desde el cerebro imperial.

Estas revelaciones no nos las cuenta nadie, se van manifestando en la intuición y las reconocemos como el mismo Platón afirma cuando a ese proceso lo llama anámnesis, "memoria oculta que se reconoce en el presente".A través de ese camino anamnésico se puede salir aun de la caverna y sus tinieblas.
 Todo ese proceso de reconocimiento colectivo sucede en el lugar silencioso y recogido de nuestra intimidad, dejando fuera lo que distrae y enturbia la percepción y la "cobertura". Solo desde ahí se unen la necesidad y la gracia, el propósito y el hallazgo.


 Se entiende muy bien que la sociedad actual, dominada por la herencia perdida en su laberinto demencial, sea tan estruendosa y disparatada, tan movida en los asuntos más superficiales y frívolos, que ella convierte en "urgencias" y necesidades perentorias, que son exterminio en las guerras y catástrofes provocadas por el mismo sistem in failure, manejos que en realidad son puras distracciones, que siempre cuestan dinero, por cierto, porque un signo de la reptilianidad terminator es el valor mercantil de todo, hasta del ser humano: tanto tienes = tanto vales. Y su creación más pervertida es la deuda. ¿De quién? De los pobres, claro.¿De quién si no?  Deuda de dinero, y deuda de actos. 
La deuda consiste en cobrar al que no tiene, por haberle dado algo de lo que le sobra al que lo tiene todo. La deuda es un modo perverso de gobernar el mundo creando miseria en los abismos de la desigualdad más injusta establecida como ley por los estados, siempre de perfil faraónico y todopoderoso. A la reptilianidad le espanta la democracia, el alma y la conciencia colectivas. Jesús vino a demostrar el valor pentecostal y asambleario del pueblo que comparte gratis panes y peces que se multiplican por sí mismos mediante la solidaridad, cuando no se estafa mediante la deuda. Entonces hay para todos. No  exclusivamente para especular y acumular por si acaso, sino que la justicia distributiva facilite que la pobreza y la miseria social desaparezcan como sistema especulativo. 


El catolicismo moderno tras el Concilio Vaticano II, cambió en el Padrenuestro "deuda" por "ofensa", incorporando un matiz de resentimiento y egocentrismo. Solo se "ofende" el ego. Por eso se dice que "no ofende quien quiere sino quien puede". La ofensa es un hecho subjetivo, como la deuda lo es objetivo, unos se ofenden por algo, por lo que  otros nunca se ofenderían. La ofensa cabrea, la deuda arruina. El Ser es inofendible, y el ego es una ofensa en sí mismo hasta para sus portadores, un paso atrás en la evolución del anthropos. Es decir, que hasta en la interpretación de los evangelios se han colado los lagartos de "V".

Originalmente se pide al Padre/Madre que perdone nuestras deudas si nosotros somos capaces de perdonar a nuestros deudores, es, decir, si somos capaces de no cobrar por dar lo que nos sobra. Indudablemente esa petición de perdón es para ayudar  a ver mejor al que la pide, no para que Dios dé su perdón; Dios es perdón en sí mismo porque es Amor en acción y conoce perfectamente su propia esencia y lo mejor de sus piezas. Lo que Jesús muestra es una pedagogía compasiva y a la altura de los niños de escuela primaria, que es el estado general de una humanidad desorientada por corrientes de vida en negativo, infectadas de miedos y amenazas, que siente pánico a ser "distinta" de lo que el legado viperino y lagartil, espera y exige de ella y su "normalidad".  Jesús está afirmando que aunque le pidamos a Dios perdón, somos nosotros mismos quienes nos perdonamos cuando cambiamos la mirada y subimos de nivel, abandonando y superando lo que hacemos por mera rutina. O sea, que si nosotros somos generosos y no cobramos por dar, no hay nada que perdonarnos. Nuestra deuda no existe.
La lección es que todo efecto tiene una causa y que si la causa se arregla el efecto desaparece, pero si solo queremos eliminar el efecto para que no moleste ni se vea el pastel, sin eliminar la causa nada cambiará. Y ese tinglado se llama hipocresía, fariseísmo o doble cara. Rezar en el templo y mentir en la calle. Comulgar y corromperse. Dar limosnitas en la puerta de la iglesia y estafar a los pobres desde los gobiernos, desde la gestión de la sanidad, la educación, la vivienda o el cuidado de los ancianos como negocio redondo, y la supresión de las pensiones para forrar a la banca amiga con los fondos de ahorros de los trabajadores que cotizan al aire zanahorio de cualquier Montoro, y que luego el banco de cualquier Rodrigo Rato, puede hacer desaparecer como si fuese David Copperfield con la Estaua de la Libertad, o Uri Geler doblando cucharillas.


Así, en esa demencia standard, "normalizada", y aprobada por las altas y ruines esferas, en imperios piraña, en parlamentos y senados, ratificada por los Ejecutivos y la Jefatura del Estado hemos vivido milenios y centurias desconcertados por la barahunda o convertidos en ella. Unos con y  la mayoría sin conocimiento de causa. Ahora ya no podemos  decir que la causa no está clara en sus efectos más letales y evidentes.
Si este mundo pretende sobrevivir creando más deudas que justicia y venganzas que perdón, lo tiene crudísimo, tanto, que a lo mejor no llega ni a 2025 si no se pone las pilas ya, y la derechitis completamente retorcida no se apea de la demencial y suicida carrera que lleva en su cuadriga tirada por los cuatro Jinetes apocalípticos, a los que cuida y alimenta con tanto entusiasmo y desde hace tanto tiempo.


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