viernes, 23 de junio de 2023

Magníficas e imprescindibles reflexiones que nacen de la conciencia y su luz, en el choque de la vida diaria con una realidad caótica, cada vez más peligrosamente manipulada y, paradójicamente, menos real. Porque esta vez el paciente M es la base social más castigada y a la vez, más necesaria e imprescindible. El dinero y el poderío no saben cocinar, ni cultivar los campos, ni construir viviendas, ni dar clase ni educar, ni cuidar enfermos, ni limpiar las calles ni cuidar los bosques ni apagar incendios...Un mundo tontamente elitista que olvida algo tan fundamental como descubrir y activar su propia humanidad, es una "realidad" más falsa que los euros de plástico o la ética de los extremos vengativos, una fotocopia mix entre "El Señor de los Anillos" y "Transcendens". Sólo la escucha personalizada y directa, la reflexión compartida y la suma de lo mejor y más sano de Tod@s, puede disolver y regenerar semejante marrón y transformarlo en vida verdadera...Ains!!!! Si queremos y lo hacemos, lo conseguiremos. Querer es poder hacer y servir para lo mejor, dejando a un lado, definitivamente, el mandar y la agotadora y extenunante "lucha" de ideologías-minipimer que en realidad actúan como patologías, para que nunca cambie nada de verdad y todo siga igual siglo tras siglo, excepto los tecno-disfraces, confundidos con avances civilizados, cuando sólo se valoran si dan dinero y negociete...Un verdadero marronaco de lo más tonto y deshumamente suicida, xd!

 

Sumar y el paciente M

José Manuel Rambla 

InfoLibre

En la primavera de 1938, un soldado republicano recibió un disparo en la cabeza. Milagrosamente sobrevivió, aunque la bala le había dañado las circunvoluciones de su corteza cerebral en la región parietooccipital izquierda. Sin embargo, tras dos semanas de convalecencia, el joven comenzó a tener sensaciones extrañas: los colores parecían derretirse, lo que sonaba a su derecha lo escuchaba por la izquierda, el espacio parece intercambiar sus posiciones e incluso algunas personas aparecían ante sus ojos caminando boca abajo. En suma, el mundo se le presentaba al revés. El doctor Justo González, que siguió su evolución a lo largo de su vida –casi clandestinamente pues el franquismo dejó sin apoyo al soldado republicano– bautizó su caso como el del paciente M.

Su historia desentrañó algunos misterios de la neurociencia y tal vez también podría ayudarnos a comprender no pocas incertidumbres de nuestras sociedades. Porque lo cierto es que desde que el capitalismo nos descerrajó aquel tiro neoliberal que desvertebró la realidad en nuestras cabezas, volatilizó nuestros asideros políticos, culturales y sociales y nos dejó solos a la intemperie, el mundo se nos aparece del revés. El resultado es desolador: si en la película de Adam McKay el personaje de Leonardo DiCaprio se desesperaba incitándonos a mirar al cielo para ver la evidencia del meteorito apocalíptico que se avecinaba, hoy quienes desde las redes sociales nos invitan a mirar al cielo lo hacen para convencernos de las siniestras evidencias de los chemtrails. O a observar el suelo para comprobar que la Tierra es plana. Lo inverosímil resulta así más convincente que lo real y el impacto de las nuevas tecnologías agravan estas percepciones. No es extraño, en consecuencia, que para la derecha de este país sea irrefutable que ETA existe mientras se niega la realidad de la violencia machista. Peor aún. Amplios sectores sociales han acabado naturalizando la anomalía y se sienten confortablemente seguros en el dogma del “ver para creer”, incapaces de cuestionar lo que tienen ante sus ojos pese a que el cerebro les esté colocando del revés todo lo que miran del derecho.

Pero este síndrome del paciente M, ya lo hemos dicho, no es exclusivo de conspiranóicos y ultras. Nos afecta a todos. También a la izquierda, acostumbrada antaño a afrontar sus retos desde el prisma materialista pero que ahora contempla atónita y desconcertada cómo esa realidad, que comprendía mejor de lo que sabía transformar, se ha ido desmaterializando y se presenta patas arriba. Ello explica el sinsentido vivido estos días después de que el proyecto Sumar de Yolanda Díaz haya logrado el mayor acuerdo de la izquierda transformadora que ha existido en este país. En lugar de felicitarse por la posibilidad de superar una caída, anterior incluso al 28M, y contrarrestar así el avance ultraconservador, sectores de la izquierda, incluidos destacados representantes de alguna de las fuerzas firmantes, han estado presentando Sumar como un despropósito, una debacle, hasta una traición. Es el mundo al revés interiorizado.

La clave para comenzar a superar el problema nos la da el propio paciente M. Él fue consciente de que el mundo que observaba era irreal, pero tuvo la suficiente sagacidad como para aprender a moverse en él. Ese ha sido el primer éxito de Sumar, no dejarse cegar por el síndrome que nos envuelve, lograr orientarse en lo inmediato. Lo inmediato, sin embargo, le venía marcado. Y ha marcado su propia construcción: las elecciones del 23 de julio. Sin duda, todo se ha precipitado. Pero como le ocurrió al viejo soldado republicano, ha tenido capacidad suficiente para hacer de la necesidad virtud y aglutinar en torno al proyecto en construcción la mayor alianza de izquierdas. Se han tejido acuerdos imposibles, aunque todavía falte consolidar complicidades.

En cualquier caso, ocurra lo que ocurra el 23J, el trabajo que queda por delante, desde ya, está lleno de esfuerzos. Habrá que consolidar lazos, aferrarse al territorio, gestionar solidaridades, lamer heridas y suspicacias. Habrá que afrontar, en fin, todas las carencias que se han venido acumulando desde hace años. En última instancia será necesario devolverle al mundo su materialidad, frente a quienes lo prefieren líquido y patas arriba. Sí, se ha conseguido disponer de una frágil brújula para comenzar a andar. No es un trabajo menor. Ahora habrá que dar un paso más y, como Caravaggio, que comenzó a perfilar su técnica utilizando espejos, ser capaces de extraer la más auténtica realidad desde una imagen invertida. ¿Cómo? Con aquella táctica y estrategia de la que nos hablaba Mario Benedetti en sus versos de amor. Sobre todo, no perdiendo nunca de vista aquella estrategia, tan simple y profunda, que perseguía el poeta: “que un día cualquiera/ no sé cómo ni sé/ con qué pretexto/ por fin me necesites”. Conseguir que la gente trabajadora te sienta necesario. Ese es el objetivo último de Sumar, por el que vale la pena dar la batalla. Todo lo demás son ripios absurdos para el olvido.

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José Manuel Rambla es periodista


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