jueves, 15 de junio de 2023

Desde Nueva Tribuna, cantado las cuarenta en plan epitafio al inolvidable Silvio Fraude/usconi; sí, hay que perdonar a "l@s mal@s", por supuesto, porque si no seríamos iguales que ell@s, y porque además son también nuestr@s herman@s de especie, aunque no lo parezca... pero nunca deberíamos olvidar los peligros que acarrean sus glamurosas maldades mucho más estúpidas, "listas" y esperpénticas, que inteligentes de verdad, y por ello, tan tóxicas como fatales para el Bien Común, porque siempre acaban en desastre y chapapote, antes o después, y sobre todo, para que nunca se repitan...El mejor perdón es el aprendizaje mediante el borrón, la buena memoria y la cuenta nueva para que los "Prestige" de cada época no se repitan "nunca mais", sobre todo cuando la amnesia social en las urnas, deja que los mismos incapaces de hacer algo bueno, sean los capos y la tripulación del mismo "Prestige" berluscoppoppular, for ever&ever...Ainss!

 

 Creo que, aprovechando este chiste podríamos hacer un ejercicio práctico de perdón como terapia individual y colectiva. El perdón no es sólo un gesto de bondad generosa hacia quienes la necesitan, además es la manifestación de la luz infinita y terapéutica, que hace posible la vida y el Ser; el perdón es el interruptor, el botón blanco que presionamos cuando queremos salir de la oscuridad, del laberinto, del enredo, del dolor y sobre todo del sufrimiento, que es, precisamente, regodearse psicoemocionalmente en el dolor inmedianto e irritante, cuyas causas no conocemos y que por ello no atinamos a entender ni a aliviar. Somos vulnerables y las ideas, instintos y emociones, suelen manejar nuestra mente y confundir el potencial de los sentimientos, con los que trabajar en positivo o en negativo, eso ya es cosa de elegir, recordando que nuestra vida no es sólo la consecuencia  de las circunstancias buenas o malas que nos salen al paso, sino el resultado de cómo vemos, miramos, entendemos, canalizamos y gestionamos esas circunstancias desde nuestro espacio personal- 

El primer impulso es el juicio autómata que acoge o excluye. El origen de los conflictos y de las guerras. Lo que la Biblia judeocristiana llama "el árbol de la fruta del bien y del mal", (traducido a día de hoy: "qué bien me caes o me caes  fatal"). Lástima que después de descubrir esa realidad, los creyentes y de-votos, se hayan decantado por alimentarse del dichoso arbolito dejando que la serpiente del inconsciente colectivo y sus cómodas rutinas lleve la batuta del menú y dando las instrucciones demenciales y más salvajes para el telemanejo del pifostio. En ese rifirrafe silvestre sólo hay lugar para "la lucha", el deseo salvaje, el conflicto, ganadores y perdedores, ricos y pobres, o sea, para los intereses más inhumanos y las pulsiones más primitivas y egocéntricas, hasta disfrazadas de derechos y libertades, que ya es el recolmo! El que se equivoque que lo pague. Al malo (o sea, al opuesto a nosotros) que se le excluya y se le castigue como es debido. Todo es juicio de la apariencia. Del personaje, sus errores y/o sus aciertos. Y no atinar a distinguir la apariencia visual de la realidad más profunda, que puede ser, y tantas veces lo es, errónea y superficial. 

Por ejemplo, detrás de la máscara del poder y del dinero, de los delitos y los daños causados, hay siempre un ser pre/humano que no se ha conocido a sí mismo jamás. Pues si así fuera nunca habría dedicado su no-vida a semejantes vacuidades y estupideces, a la compraventa del basurero viviendo como un animal pensante sin descubrir su esencia y su integración de lo humano y lo divino, de lo humilde y lo infinito, creyendo que el poder y la magia del dinero son el todo en este mundo, y no el engaño  del vacío a tutiplén. 

¿Qué actitud puede ayudarnos a salir de la bazofia atrapadora? La empatía del perdón. ¿De dónde sale esa energía? De la luz interna que en realidad somos e ignoramos hasta que, si así lo deseamos, esa luz se manifiesta y empapad@s e inmers@s en ella, damos un giro inevitable. A eso antiguamente le llamaban "convertirse", o sea, transformarse y renacer de tal modo, que nunca más se vuelve a ser "el/la de antes", como un bebé recién nacido ya no puede volver su formato fetal. 

En ese estado ya es imposible no amar Todo. Sí, hasta lo más despreciable. Y la esencia de esa infinita libertad, es el perdón y su vitamínico no-juicio. La guinda del pastel del conocimiento y de la conciencia. Entonces se descubre que además ese perdón es un búmeran que nos devuelve la luz enviada multiplicada por sí misma. 

Podríamos hacer ese ejercicio con la despedida de Berlusconi. Ya despojado del caché y de la vida física y química, viendo sus carencias y su pobreza, su soledad y su vacío. Es posible que no le lleguen las ondas, o tal vez sí, el Infinito es siempre sorprendente e imprevisible, pero, en cualquier caso, la emisión de esa energía generosa y sanadora, de ese amor sin fronteras ni exclusiones, se repartirá en la esfera psicoemotiva del espíritu -como un Pentecostés laico y aconfesional, que envuelve la vida de tod@s, gracias a PadreMadreTotal-, y puede ayudar igualmente a quienes estén en esta vida en el mismo plan que estuvo Berlusconi o también están Putin, Zelenszki, Trump. Bolsonaro, González, Aznar o Rajoy, etc, etc.. y desde luego, ayudará igualmente   a aumentar la luz. la plenitud  y la felicidad de quienes la canalizan y la comparten sin restricciones ni malos rollos. La luz infinita es el mejor testimonio de lo que significa Sumar entre tod@s completa y verdaderamente. Somos Todo y solo lo descubrimos cuando el amor rellena, transforma  e ilumina la Nada. Sólo así acaba la pesadilla sine die del bien y del mal: amasando y cociendo, un@ por uno, y tod@s a una, el pan de la vida en el horno del perdón y su gracia perenne e inagotable...Empecemos a practicarlo y todo irá cambiando a mucho mejor.

Un abrazo inconfinable, querida familia!!!

 

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