domingo, 25 de junio de 2023

Lo cierto es que si los habitantes de Hamelin hubiesen estado despiertos y con las cosas claras, habrían sabido distinguir el ruido de las nueces, y el flautista se habría quedado en nada. La democracia es el certificado de adultez de los pueblos y cuando no se aprueba el examen de 28M, se puede ir al 23J o repetir curso una vez y otra hasta que se despierte el alumnado o se acabe el tiempo para recuperar los suspensos y convertirlos, por lo menos, en aprobados... Lo contrario ya deberíamos saber en lo que acaba y cómo acaba: en la ppersistente y esppañolaza "Armada Invencible" for ever...Gracias, Luis, hermano poeta y maestro vocacional, es lo que hay, poesía es inseparable de conciencia y por ello, de aprendizaje y pedagogía, hasta sin querer. Es lo que tiene el oficio del verso libre...Ains!

 

La mentira vencible y el Flautista de Hamelin🧐🙃🤗✍️👍🙏🙏

Después de la victoria en la batalla de Lepanto, Felipe II decidió concluir la guerra anglo-española y puso en marcha la Grande y Felicísima Armada para destronar a Isabel I y consolidar frente a los ingleses su poder en Europa. Las turbulencias marinas provocaron numerosos naufragios y la armada tuvo que volverse a la península sin cumplir su misión. Los ingleses, muy expertos ya en la piratería internacional, comprendieron que también se puede ser pirata con las palabras y acuñaron un nombre que tardó poco en pasar a la historia: la Armada invencible. Se propiciaba así una ridiculización de la Felicísima ingenuidad del ejército enemigo y un exaltado aplauso al ejército propio, ya que tiene un gran valor vencer a lo invencible.

El uso de la mentira viene de lejos a la hora de contar la historia y dirigir dinámicas sociales. Conviene ver con detenimiento la exposición Fake News en datos que Mario Tascón ha comisariado en la Fundación Telefónica. La tradición de la mentira ha recreado desde antiguo la fama de religiones, naciones, emperadores, papas y políticos. Tenemos todavía muy cerca el engaño que sirvió para volver el mundo del revés con los bombardeos de Irak o la falsa acusación a ETA como responsable de la matanza de Atocha. No importó usar la mentira, aunque la estación estuviese llena de dolor y cadáveres.

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Estamos acostumbrados a la mentira. Lo que ha cambiado es el contexto: un mundo en el que las redes sociales multiplican la eficacia de la Grande y Felicísima Mentira. La exposición sobre Fake News demuestra con datos precisos que los contenidos falsos se difunden mucho más rápido, generan más interacciones y se comparten más que los verdaderos. Un estudio de la Universidad Complutense concluye que el 90% de la población española ha compartido alguna vez noticias falsas. Antes hacían falta siglos para fundar un credo. Ahora se puede en cinco minutos crear una religión o difundir una leyenda.

Esta realidad merece ser meditada con atención en el tiempo del lenguaje de las máquinas y la inteligencia artificial. Es verdad que las redes nos tienen fichados. En la nueva versión digital de la servidumbre, ya somos más consumidores de estados de ánimo que ciudadanos dueños de su propia conciencia. La serpiente se muerde la cola cuando cada cual recibe aquello que está esperando. Pero hay algunos matices que son importantes, porque en el negocio de las mentiras no sólo juegan las falsas necesidades creadas. También se manipulan a conciencia necesidades verdaderas y legítimas en una situación de intemperie.

¿Por qué se difunde tan rápido un bulo? Porque vivimos en una realidad neoliberal marcada por la degradación de la cultura, la fragmentación, los valores ocasionales y el egoísmo individualista de la ley del más fuerte. Bajo la intemperie, las personas necesitan reaccionar, asumir la importancia de creer en algo y de compartir esta creencia en una colectividad. Y es precisamente la necesidad de saber y de compartir una verdad con otros lo que facilita el éxito eficaz de las mentiras. Los buscadores de servidumbres inventan así problemas, manipulan los hechos y mueven a las personas infantilizadas como el Flautista de Hamelin.

La modernidad denunció el mundo de las supersticiones fundando su razón y sus sentimientos en un deseo de libertad, igualdad y fraternidad. El progreso de la ciencia y la técnica se sostuvo en el deseo de consolidar la dignidad humana. Pero, por desgracia, la ciencia y la técnica han sido engañadas, igual que el Flautista de Hamelin, y ahora la música no sirve para llevarse a las ratas, sino para arrastrar a los niños hacia una bolsa sin fondo. Hace falta que la autoridad democrática de la política se enfrente a la Mentira vencible de la comunicación fundada en bulos; y para eso conviene dar la cara contra la política entendida como engaño, oscuridad y bulo.

Si defiendo la importancia de la lectura, no es por que tema que el libro vaya a desaparecer. Lo que está en peligro es la democracia en un mundo fraccionado, sin capacidad de concentración y de comprensión lectora. Lectura y estudios superiores van a existir siempre, sobre todo mientras haya élites que necesiten comprender en profundidad el mundo y conocer al ser humano para poder manipularlo a su gusto. Su mester de clerecía no dejará nunca de leer. Pero el invierno democrático, con su piratería, dejará huecas y sucias las palabras libertad, igualdad y fraternidad. No es lo mismo conocer al otro con un libro en las manos que sentir el vértigo del conocimiento y la ilusión colectiva en un mensaje ideado por las sotanas tecnológicas para engañarnos.

Un consejo: conviene mucho visitar la exposición de Mario Tascón. 


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