Una propuesta para olvidar el cambio climático y avanzar así más rápido en su solución
Podríamos empezar ya el año que viene, en 2023. Sería una especie de año sabático
de la humanidad. A lo largo de sus 365 días, dejaríamos de debatir
entre el afirmacionismo y el negacionismo climático y nos dedicaríamos a
resolver problemas. Por ejemplo:
La contaminación atmosférica, que mata a muchas personas y que se puede combatir eliminando la quema de petróleo y carbón y electrificando la economía.
El riesgo radiactivo,
solucionable cerrando de manera ordenada las centrales nucleares y
almacenando en el lugar más seguro posible los residuos radiactivos.
La amenaza de la sequía, que requiere medidas de gestión de la demanda, a base de tecnología pero también de una nueva cultura del agua.
La habitabilidad de las ciudades, que necesitan urgentemente reformular su movilidad, reducir sus niveles de ruido y abordar su renaturalización.
La protección del paisaje, que implica dejar en paz a la naturaleza y
aflojar el ritmo de actividades extractivas y contaminantes.
La acumulación de residuos, que pide a gritos una economía circular
donde todos los desechos tengan un camino “de la cuna a la cuna” bien
claro y explícito.
Y otros problemas más por el estilo que están ahí molestando. Se
trata de conseguir aire limpio, ciudades habitables, viviendas
resilientes, países a prueba de sequías, paisajes restaurados, residuos
reciclados, etc.
Todos estos objetivos implican una reducción drástica de las
emisiones de CO2 y otros GEI (gases de efecto invernadero). Por ejemplo,
el aire limpio necesita un modelo energético a base de energías renovables.
Pero no se trata solo de sustituir un modelo energético fósil
derrochador por un modelo energético renovable derrochador. Necesitamos
reducir a la mitad aproximadamente el consumo de energía para que la
otra mitad sea suplida satisfactoriamente por renovables.
Lo bueno es que hay yacimientos de energía derrochada tan enormes que
ríete tú del fracking. Están en todas partes: edificios con paredes de
papel que malgastan el 70% de la energía que consumen,
vehículos de una tonelada para transportar a una persona, millones de
aparatos inapagables y de sistemas de calefacción que no se pueden
regular.
Este camino hacia un modelo energético sostenible (mucho más barato,
seguro y limpio que el actual) a base de renovables y eficiencia, es el
principal, pero hay muchos más. Las cadenas causales están entrelazadas.
Una ciudad más habitable, por ejemplo, necesita liberarse del tráfico
de coches particulares (por ejemplo, pagando a los ciclistas) y también multiplicar su componente verde.
Desincentivar el uso del coche reduce drásticamente el consumo de
energía fósil (en España, la mitad del combustible petrolífero va a los
depósitos de los coches, en forma de gasolina o gasoil). Al mismo
tiempo, una ciudad con elementos vegetales mucho más densos y
distribuidos (por ejemplo a base de cubiertas verdes) consumirá mucha menos energía en aire acondicionado cuando llegue la siguiente ola de calor.
Igual que todos los caminos conducen a Roma, todas las mejoras
ambientales, sociales y sanitarias (por ejemplo, reducir la morbilidad
debida a la contaminación o a las olas de calor, o reducir el coste de
la energía) conducen al final a la reducción de la emisión de CO2. No
hace falta discutir con los negacionistas, es suficiente con mejorar
drásticamente nuestra ecosociedad.
Jesús Alonso Millán
Público
Foto de Richard Barnard en Unsplash
Ofrecer
iniciativas para desactivar en lo posible el cambio climático es tan
fundamental como urgente; lo que hay que dejar a un lado es el miedo y
la irresponsabilidad personal y social, pensando que "la culpa" siempre
es del chachachá, sin caer en la cuenta que todos bailamos con la misma
música y muy poc@s componen ritmos más bailables e inteligentes y ya
imprescindibles para la supervivencia humana y del "biós" planetario.
Ni
mucho menos hay que olvidar el cambio climático, porque el olvido lo
fomenta; lo eficaz y súper urgente es reeducarnos en la praxis diaria:
dejar de ser contaminantes y consumistas compulsivos, cambiar de hábitos
y aprender a distinguir la inteligencia de las ocurrencias rentables y
que, por ejemplo, descubrir la gravitación universal, la radiocatividad y
la relatividad para acabar fabricando bombas atómicas y sistemas
mortales de desarrollo, como la fabricación de armamento como empleo normalizado, no es un signo de inteligencia sino de una
extrema estupidez para el sostenimiento(¡?) de una especie autodestructiva
por inercia vocacional si no es capaz de despertar de su propia pesadilla autoprovocada.
Para reconvertir el cambio climático en
posibilidades de vida más inteligente y sostenible, no solo no hay que
olvidar su peligrosidad, sino tenerla bien presente como riesgo vital si seguimos en las
mismas creyendo que no es cosa nuestra sino solo de las inercias inevitables del sistema de "los que mandan y se
forran" y que el resto de la humanidad no tiene nada que ver en el
tinglado y que si lo qiue mata y contamina da un pastón, pues es lo que hay.
Por ejemplo, en la "excepción hisppánica", para empezar por lo que más nos afecta, nunca podría haber existido una "España vaciada"
si sus habitantes no fuesen tan irresponsables, ignorantes e idiotas
como sus gobernantes y viceversa. No se trata de olvidar el cambio
climático, sino de tener bien presente lo que nos sucede cuando
olvidamos los fundamentos de la Vida que dependen de nuestros hábitos,
ideas e inercias controladas por un egoísmo cegato y suicida en todos los
sentidos y una falta total de conciencia.
Ayer mismo, sin ir más lejos, en diferido, escuché en boca de
un legendario manager de Julio Iglesias esta afirmación: "de la Ética
no se come". ¿Cómo no va a haber cambio climático con semejante
perogrullada como mantra y orientación vital, y no solo en España sino en todo el mundo mundial? Precisamente con la Ética puede comer
todo el mundo, pero sin ella sólo unos pocos se ceban a costa de hundir al resto, mientras los
demás no pueden vivir para que sus ídolos canturreantes tengan palacetes en Florida o en las Bahamas, a
costa de la miseria del prójimo.
Si queremos que el cambio climático
deje de ser el finiquito de la especie humana no olvidemos sus causas ni
nuestra responsabilidad personal e intransferible en la debacle. ¿Cómo
se van a evitar un riesgo y unos peligros que se olvidan y se ignoran?¿Acaso no tenemos leyes que cumplir para evitar destrozarnos? ¿Acaso no se normatiza el tráfico para poder caminar por la calle sin el riesgo de atropellos y accidentes? ¿Acaso no se estudia y se aprende en las escuelas y centros docentes para dejar de ser animales con forma humana?
Olvidando los problemas que causa nuestra especie al no tener conciencia de peligros autoprovocados y evitables, no por ello mejoramos, sino que resultamos aun más peligrosos para el planeta y para nosotr@s mism@s, que los más agresivos animales, porque usamos la mente, las emociones, la voluntad, la palabra y la "cultura" como instintos y tendencias "naturales", que en el mundo animal son estupendas, pero en el contexto humano son terribles, como por ejemplo matando animales para comer y divertirse y organizando guerras con la misma inteligencia que no utilizamos para construir la paz y la convivencia inofensiva y cooperativa de una existencia sostenible y compatible con la vida que es la Casa Común de la que venimos y a la que regresamos, nos guste o no, fundamentada en el Ser y no solo en el tener, poseer y depredar para ser ppoderosos y tener un pastón que nos asegure el disfrute de lo insaciable for ever & ever, o sea, per omnia saecula saeculorum, amén. Un verdadero cuento chino, cuyos resultados están ahí, y no para olvidarlos, sino para dejar de provocarlos.
Para que ese cambio sea realizable es imprescindible la toma de conciencia personal y colectiva y de una pedagogía práctica y constante de la ciudadanía para plasmarse en instituciones que le den fundamento, sentido y solidez social, la construcción imparable del bien común.
Pero, claro, de una sociedad ignorante de lo fundamental, vacía de contenidos éticos, -porque "de la Ética no se come" y "la noviolencia es una mariconada" y "solo se triunfa cuando te forras o te metes en política y tienes enchufe cortijero y puertagiratorio", o "el rey es el rey aunque se comporte como un buey"-, es imposible que haya gestores políticos adecuados y con una inteligencia apta para la gestión de unos valores comunes que en realidad no existen ni se pueden plasmar en leyes sanas y limpias, en instituciones útiles, éticas y justas, porque no hay una esencia sana y visible de la que aprender, y, peor aún, cuando podría haberla se critica e incluso se devalúa y se persigue o se ridiculiza.
Solo la escoria del negocio a tutiplén, bendecida e institucionalizada, mola y se reconoce como auténtica y ppatriótica condición connatural de nuestras tradiciones filibusteras convertidas ya en "normalidad" "glamour" y "caché". Por ejemplo ¿cuántos componentes de la Generación del 98 fueron valorados, respetados y escuchados cuando criticaban y deploraban el desastre español? Eso sí, una vez muertos, empezaron a valorarse muchísimo por el rebaño domesticado, mensajes que también, más tarde, captaron y fueron emitiendo en la misma onda Orwell y Huxley (1984, Rebelión en la Granja, Un Mundo Feliz...) y a buenas horas mangas verdes. Es lo chungo que tiene ser profeta en tu planeta, que los avisos se acaban convirtiendo en negocio editorial, teatral, cinematográfico y hasta en videojuego. Una de las peores plagas es la trivialización de la gravedad, es exactamente convertir la conciencia colectiva y personal en una continua partida de Trivial.
Es lo que tiene ningunear en el presente y reconocer realidades solo en el pasado para que nunca sea posible un futuro sano y normal de verdad, no de sambenito hereditario y eterno repetidor del mismo curso, año tras año, siglo tras siglo, hasta que la misma madre Naturaleza, apaleada y hecha trizas, se desmadra y dice "Basta ya de locuras y estupideces, hijos de Putin, porque hijos míos no sois, solo os reconozco por los malos tratos equiparables a vuestra enloquecida estupidez que nada tiene que ver con mi genética!".
Creo que este es el mensaje que pretende dejar este precioso artículo, a pesar de su invitación inicial a "olvidar el cambio climático para avanzar en su solución". Gracias, por la ocasión de reflexionar y relacionar causas y efectos.
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