Rap de la abuela
Y desde el siglo de oro qué poco ha cambiado España
tras centurias de insistencia en el mismo cenagal
persistiendo sin conciencia en idéntico percal
se ha transmutado en patraña el chocolate del loro
repartido en los escaños del poder legislativo,
en el poder judicial como en el ejecutivo
y el trono de los negocios como lo más natural
Qué rara creatividad y qué anómala obsesión
por convertir en normal el chip de la aberración,
por dar la vuelta constante a la misma realidad
repintando por delante el desconchado de atrás
y haciendo del trampantojo su "seguridad social"
Qué insólita condición detenta la jeta hispana
empeñada en mantener idéntica vocación
por repetir el modelo de la santa inquisición
y la condena vicaria
si se trata de minucias ,
pero innovar sin descanso la manera de trincar,
de oscurecer y engañar, de sacudirse marrones
olvidando en el trastero el equipaje obsoleto
cuyo urgente contenido es responsabilidad .
Qué empeño por conservar las antiguas tradiciones
envolviendo a cada paso en mentiras la verdad,
repitiendo sin cesar el listado de marrones
con tal de sacar tajada de todas las situaciones,
un tic de historia fatal de Alfonso VI y Zamora,
Bellido Dolfos y El Cid tronando en Santa Gadea,
Trastamaras delirantes, católicas majestades, Austrias,
validos, Borbones croando en La Granja
con look de Felipe V, la fuga de Carlos IV,
y el retoño de regreso.
Pepes Botella, sargentos con las armas y a lo loco,
Isabeles de alucine, Amadeos de ida y vuelta,
repúblicas fracasadas por demasiado modernas
golpes de estado, invasiones, guerras hasta la bandera,
e idénticas vocaciones de mandar con uniforme
para "salvar a la patria" y que no se descontrole.
Y de fondo eternamente, idéntico decorado
por más que pasen los siglos:
Una cultura mugrienta y un pueblo descuartizado,
analfabeto y dormido aunque parezca despierto
cuando maneja los libros y hasta los ordenadores
como si fuesen arados pintados de videojuego,
que solo encuentra el alivio saliendo de procesión
y pidiéndole al Señor que repare el estropicio
que sus señores feudales ejercen acostumbrados
al reino del acabose, donde todos son esclavos
que deben prestar servicio a los dueños del cotarro .
Por más que avance la ciencia y todo se modernice,
si nunca se ha distinguido la verdad de la mentira
ni la luz de las tinieblas, ni la guerra de la paz,
ni el cambio del extravío, ni el poseer del amar,
ni el derecho del deber, ni el saber del conocer,
ni el placer del abusar,
da igual lo que nos gobierne
pues todo siempre será como nosotros queramos,
y si por fin despertamos lo podremos comprobar:
poder no es manipular, sino poder hacer algo
que nos libere e instruya, y que más que pueda, sirva
y valga para otra cosa que no sea manipular, mentir,
fardar, abusar, exigir y golpear. Y así que cuando leamos
a Góngora, a Calderón, a Cervantes,
a Quevedo o a Gracián,
a Erasmo, Shakespeare, Moliére,
Dante o Maquiavelo,
solo nos quede el runrún de una miseria lejana
que cambiando los adentros con una buena limpieza,
y actualizando el sistema sin daños colaterales,
sin verdugos y sin juicios, sin víctimas ni culpables,
logramos dejar atrás superando aquella historia
que nos dejó pal'arrastre y con tan mala memoria...
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