martes, 3 de mayo de 2022

La experiencia y los viejos relatos son frecuentemente la historia del escarmiento humano, que nunca se toma en serio, porque las formas y apariencias cambian a lo largo del tiempo y cuando no es así, se van repitiendo mientras no se despierta o, por fin, se cambia esencialmente... Y si no es así, como sucede con el síndrome de Belerofonte, se desaparece como lo hacen las plagas.

 

Seguramente no es casualidad que al fenómeno del cotilleo convertido en poderío se le haya dado el nombre de Pegasus.  También se les llamó Pegaso a los camiones modernísimos en los años 60 del siglo pasado. La tragedia humana no es que exista un caballo volador que facilite el cotilleo para hacerse los amos de las mafias cotillas, corruptas y trepas, Pegasus es solo un instrumento. Ni bueno ni malo. El problemón es que lo 'domestiquen' y lo piloten los Belerofontes de cada momento histórico. 

La mitología griega nos relata la historia y origen del nombrecito que en estos momentos está sacando de quicio a la humanidad más "experta" y "preparada". Pegaso era el caballo alado de Zeus, el dios jefazo del Olimpo, sin más. Hasta que un buen día fue descubierto y secuestrado por un humano idiota, como todos los humanos lo somos si no salimos del agujero negro del propio ombligo. El idiota es quien se sube a la parra del ensimismamiento egocéntrico y se cree el amo y señor  de todo lo que pilla. 

Lo primero que hizo el tal Belerofonte al descubrirse como piloto militar desatado a lomos de Pegaso, fue utilizarlo para destrozar a flechazos a todos  los que él pensaba que le impedían empoderarse del mundo circundante, por ejemplo, cargarse a la Quimera, a Antea y a las mujeres rebeldes, las amazonas, vamos, un no parar en plan Putin/Zelenski. Hasta que una vez intoxicado por sus propios triunfos y ya en plena autoapoteosis, se le ocurrió emprender el vuelo hacia el Olimpo para convertirse en un dios y dejar, de una vez por todas, de ser un mortal de poca monta a pesar de montar a Pegaso...Pero, claro, Zeus lo vio venir, que para eso era el mandamás de la theocracia olímpica y lo tenía todo controlado, como debe ser, y claro, solo le bastó enviar un tábano teledirigido al encuentro de Belerofonte y el caballito volante, que para colmo era suyo, de Zeus. En fin...que el tábano le clavó a Pegaso el aguijón y enloquecido  por el dolor del picotazo, en su vuelo ya descontrolado y de rebote, el caballo milagroso envió el cuerpo de su jinete a freír espárragos por los aires y sobre todo por los suelos, desde las alturas celestiales. En aquella leche monumental, para mayor desgracia, Belerofonte no murió, se destrozó entero, se paralizó, se quedó ciego e imposibilitado para algo más que no fuese sufrir las consecuencias de su hibris (soberbia) y así acabó su esperpento vital. Sufriendo hasta el fin de su existencia, sin ayuda ni atención de nadie las consecuencias y el batacazo lógico de su propio endiosamiento esperpéntico. 

Será necesario que en Silicon Valley además de tecnología informática se hagan  seminarios sobre  mitologías y tradiciones antiguas con sus significados éticos en actualización permanente, sobre todo para tener una perspectiva histórica y antropológica del propio ser humano y su estructura psicoemocional, racional emotiva, con un mejor conocimiento de sí mismo antes de abandonarse a "sus ilusiones" patológicas y a "sus sueños" vicarios, que hacen del instinto más primario un código "científico" irrefutable, y por ello, demoledor. Y que por lo menos, el paradigma "belerofonte" deje de ser la peor bomba atómica del ser humano y que Pegaso no se convierta en un modelo de ataque y "conquista", porque además de tener los días contados, como todo en este mundo transitorio, acabará siendo el destructor de sus jinetes. Y no porque haya un Zeus castigador mandando tábanos, sino porque el peor tábano y castigo es el mismo jinete destroyer que se desconoce a sí mismo y por eso no ata cabos entre causas y efectos. Entre lo que hace, dice, piensa y desea  y lo que, como consecuencia, le pasa. 

Parece mentira que tanta informática aun no abra los ojos, descubra  y  explique a sus huestes en la práctica que todo lo que existe es un wifi eternamente interconectado, porque el Todo está en tod@s, pero es imprescindible al mismo tiempo en el tejido humano que cada cable y cada conexión se responsabilice de sí misma para que todo funcione y tenga sentido, porque al ocuparse de su propia armonía y eficacia -alma y conciencia- integrada en el Nosotr@s  se ocupa también de todo el conjunto. Esa labor amorosa y sistémica que unifica materia y energía en equilibrio es la ética, el umbral del espíritu, sin ella no hay conexión ni sentido en las funciones ni en la esencia de cada ser humano. Todo se reduce al cuánto, pero nada al qué, al cómo ni al para qué. Todo es autómata, superficial, meramente epidérmico, meramente icónico, reactivo, mecánico, visceral,  noconsciente, totalmente ajeno subjetivo a la simplicidad humilde de la Consciencia que le sostiene y le permite vivir.

Si de la teoría de la relatividad de Einstein y de los descubrimientos de Tesla, que son maravillas de la ciencia, han salido la fisión del átomo, la energía nuclear y las bombas atómicas, está claro que Belerofonte sigue cabalgando a Pegaso en plan salvaje para destrozar todo lo que pilla, en todos los aspectos. Eso significa que el ser humano aunque necesita vivir en comunidad y cooperación, también necesita un espacio espiritual e interno en el que se pueda reconocer como conciencia inserta en la Consciencia Infinita y universal en la que transcurrimos sin enterarnos mientras somo rehenes inconscientes del sistem in failure, como le llaman en la peli de Matrix. Mientras esa prioridad no se descubra ni se asuma, como se asume la necesidad de respirar, de alimento e hidratación, estaremos rodando por este laberinto deshumanizado hasta nuestra extinción, sin saber ni sospechar que, además de arquitectos del laberinto,  también somos el Minotauro depredador del que huimos a la vez que le servimos y adoramos.   Aquí viene al pelo la lectura del episodio evangélico que relata las tentaciones de Jesús en el desierto y  cómo sacudirse de encima una superable belerofontitis para que no se convierta en devastadora y letal belerofontosis... Ains! 


P.D.

La versión constructiva del mismo relato está escrita por Michael Ende en La historia interminable. El personaje de Belerofonte en positivo es Atreiu, que ha elegido la vía de la ayuda y el socorro en vez de la violencia, la venganza, el castigo, la soberbia, el poder y la ambición del ego, el caballo alado Pegaso es el dragón volador Fújur, totalmente en las antípodas, que no tiene alas porque no las necesita, su propia energía sutil y potente, siempre alegre y luminosa, absolutamente inofensiva, generosa y atenta a las necesidades de Atreiu y de los seres humanos, es la que le hace volar, acudir a donde le necesitan, para llevar al 'piloto' a los lugares y circunstancias necesarias. El objetivo de la misión compartida no es matar a los contrincantes ni convertirse en  dios de ningún Olimpo sino rescatar el Reino de Fantasía - de los cielos- puesto en peligro por el monstruo devorador de la nada que va arrasando el mundo por donde pasa, como un alud de negrura y destrucción. 

En los cuentos clásicos que regalamos a nuestr@s hij@s hay al menos tantas revelaciones como en las mitologías, ambos formatos son restos de una memoria protohistórica desgajada en dos vías: 1) las religiones que elabora siempre el poder y 2) el libre relato laico y aconfesional, que elabora la conciencia colectiva desde una actitud natural,  observadora y no agresiva que construye y transmite la tradición popular, como hace con los refranes y sentencias de la misma experiencia humana sin pasar por el tribunal de las leyes y mandatos, siempre basada en hechos concretos, -como las parábolas del Evangelio-, y que se integra en la evolución de la humanidad en forma de cuento inofensivo siempre con una moraleja inevitable y pedagógica, que sin amenazas ni juicios, premios ni castigos, nos deja un contenido social y moral que nos hace pensar, comparar y compartir, transmitir valores, e incluso irlos perfilando y mejorando con el tiempo y los nuevos elementos sociales e intelectivos, algo que las religiones legisladoras aferradas a los dogmas inmutables -en un sistema cósmico donde todo evoluciona eternamente- son incapaces de transmitir, porque en vez de pedagógicas son dogmáticas, y como el antiguo fariseísmo se basan más en las reglas y normas de la apariencia que en el profundo sentimiento espiritual y sobre todo experimentable, de la inteligencia humana, el vínculo de la Consciencia siempre presente del Espíritu, para quien desee encontrarlo y experimentarlo como individuos y como comunidad plural y fraterna, por supuesto!

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