Ministra de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta segunda del Gobierno
El Primero de Mayo es una jornada contra la indiferencia. Es ese día
luminoso y alegre en el que nadie dice: "Así son las cosas" o "qué le
vamos a hacer". No nació para eso el 1 de mayo sino para desmentir, en
las calles, cada primavera, todas las trampas cotidianas de la
resignación y del individualismo.
Ese no a la melancolía, esa expresión solidaria de los hombres y las
mujeres trabajadoras, está en el origen mismo de esta celebración
internacional del sindicalismo. Se trata, en realidad, de un ejercicio
práctico de memoria que, al engrasar la cadena del olvido, pone a punto
la maquinaria de nuevas y necesarias reivindicaciones laborales.
El 1 de mayo consagra, en plazas y avenidas, una ley escrita, a
varios manos, en el reverso de la historia. Nace de la experiencia
personal de las personas trabajadoras. Esa ley nos dice que la conquista
de derechos laborales actúa sobre la democracia para ensancharla y que,
en igual medida, la democracia crece, se expande, con la consecución de
esos derechos.
Este 1 de mayo será diferente por varias razones. Hemos dejado atrás
una pandemia que ha provocado una de las fracturas sociales más graves
jamás conocidas. Sin tiempo casi para retirar la mascarilla que embozaba
nuestra sonrisa, una guerra en el corazón de Europa ha desbaratado
vidas humanas, futuros y previsiones macroeconómicas. Una amenaza real
para los sectores productivos, para los empleos y para los incipientes
procesos de recuperación y transformación en los que se hallan inmersos
nuestros países.
En
medio de tanta injusticia y destrucción, sin olvidar a todas las
personas trabajadoras que en Ucrania no podrán este domingo salir a la
calle, España celebra su primer 1 de mayo desde la aprobación de la
Reforma Laboral. La fecha se reviste del brillo de los acontecimientos
por esta razón.
Resultado de un fructífero diálogo con los agentes sociales, la
Reforma Laboral ha reconfigurado el paradigma de las relaciones
laborales en España. Su impugnación de la precariedad y la temporalidad
ha cristalizado en condiciones laborales muy reconocibles para las
personas trabajadoras y sus familias, como el aumento exponencial de la
contratación indefinida, la alta ocupación entre las mujeres o la caída
en más de 9 puntos de la tasa de paro juvenil. Más estabilidad, más
seguridad, más salud y protección, en definitiva.
En estos dos últimos años hemos sido más conscientes que nunca de las
transformaciones que han operado en el mundo del trabajo, también de su
centralidad en nuestras vidas. Nuevas ocupaciones, realidades ya
establecidas como el teletrabajo o las plataformas digitales y
problemáticas inherentes a una sociedad hiperconectada, más consciente
que nunca de los retos de la sostenibilidad y la salud medioambiental, y
de la necesidad de una mirada verde y feminista que reequilibre todas
las desigualdades.
La Reforma Laboral es, al fin, una sólida estructura, que permitirá
sustentar vidas y trabajos dignos, pero que abre además un nuevo tiempo.
Es un tiempo de esperanza que le habla a la juventud, porque es nuestra
juventud la que protagonizará este y todos los mayos del futuro. Es
nuestra juventud la que, tras más de una década de respuestas precarias y
de inestabilidad, ve ahora crecer la apuesta por la formación, por la
ciencia, por los lenguajes que explican y retratan el día de mañana.
Sin nuestra juventud, sin las investigadoras y los profesores, no se
puede escribir el porvenir. Y por eso este 1 de mayo será diferente.
Porque la defensa del trabajo digno se dará la mano con una voluntad muy
concreta: la de seguir tejiendo leyes audaces que lean, con justicia y
sentido de lo público, este tiempo de transiciones ecológicas y
tecnológicas.
"Quien trabaja deja de vivir", escribió Georges Perec en Las cosas.
El trabajo digno representa lo contrario de esa afirmación. El trabajo
digno es nuestro derecho y hacia él debemos seguir avanzando. Trabajos
con sentido, trabajos hechos para la vida. Sumando siempre más derechos
laborales y más democracia, con esa invitación a la alegría que deja
siempre en el aire el Primero de Mayo.
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Comentario del blog
Razones para la alegría en medio del caos, haberlas haylas. Una de ellas
es tener el privilegio espacio-temporal de que, por primera vez en la
historia de este reino del destarifo crónico, podamos contar con una
ministra de Trabajo, de Economía Social y vicepresidenta de un gobierno como Yolanda Díaz.
Eso quiere decir que en los pueblos celtibéricos, un sector importante de la base social se ha
despertado y, tras un camino demoledor, va creando con su mirada y su
conciencia otro plano social que ya no se basa en la discriminación ni
en las castas ni en las batallas, sino en la Casa Común y compartida de una convivencia que coopera, plural y fraterna, mediante una creciente igualdad entre
derechos y deberes. Un despertar para todos los planos diversos de la misma sociedad.
El trabajo es una riqueza, en efecto, y no una
penitencia ni un castigo para pobres y abusados, como ha sido durante siglos entre nosotr@s, l@s español@s. El trabajo nos ayuda a
evolucionar, a valorar lo que hacemos, a mejorar las relaciones interpersonales, a aprender y a
asimilar que cada día es distinto y único, aunque aparentemente todos
los días hagamos lo mismo, nosotr@s no somos l@s mism@s, cada día es un
avance o un retroceso en un camino vital que no depende solo de lo "que"
hacemos, sino sobre todo de "quién" lo y de "cómo" se hace. Las mejores técnicas y conocimientos aplicados sin concienciaconsciente, pueden resultar fatales. Pero, hasta el oficio más elemental y cotidiano, realizado desde lo mejor, más sano, consciente y generoso de cada un@ de nosotr@s, se transforma en un camino centrado, sereno, riquísimo en autoconocimiento, aprendizaje constante y felicidad inalterable, que nos libera de la peor enfermedad: no conocernos a nosotr@s mism@s, algo que nos impide simultáneamente conocer la realidad objetiva del mundo que nos rodea, pues nos impide la integración en nuestra familia universal: la humanidad.
Es nuestra
conciencia individual, unida a las demás conciencias, la que va
despertando e integrándose en la Consciencia universal, cuya sede es la
pedagogía y el logro del bien común. Yolanda Díaz, y quienes ya viven
esos valores universales, y por ello tan concretos, lo han descubierto,
sin duda. Y eso, -así lo confirmo como superviviente del franquismo y de
los esbozos y garabatos democráticos posteriores-, es el único
pasaporte disponible para el futuro de nuestra especie, si
quiere seguir en pie en un planeta tan en las últimas como el presente y
el futuro de que disponemos.
Aunque parezca un oxímoron, la alegría es,
en medio del desbarajuste y el caos de ahora mismo, la mejor energía alternativa de que
disponemos, nadie ni nada puede arrebatarnos la decisión de ponernos en
marcha por dentro y por fuera. Las tinieblas se acaban cuando se
enciende la luz interna que no deslumbra sino que ilumina para ver lo que
tenemos por delante y lo que debemos dejar atrás sin ningana nostalgia
ni melancolía, porque de nuestra disposición abierta y positiva en conciencia y actitud, depende todo lo que vamos a lograr. El alma y la conciencia son las
guías constantes de la inteligencia real, que no es solo la que piensa, sino sobre todo y además, la que realiza, la que crea,
la que nunca se acaba aunque aparentemente lo pueda parecer, lo suyo no son los finales, sino el cambio. El fluir en el desapego y sin miedo, aunque siempre con prudencia, que es el respeto y la comprensión hacia lo diverso. La alquimia vital y no como talismán "mágico", sino como el resultado tangible de su piedra filosofal: el gozo
compartido de integrarnos en la Consciencia que Somos tod@s en el Tod@,
cuyo resultado es la alegría regeneradora, la resurrección vital del instante infinito y sus logros en todos
los planos. Una alegría que no es jarana ni espectáculo sino la mesa puesta por la familia humana en su pluralidad, para que tod@s podamos comer y disfrutar del ágape sin fin, que en griego significa amorcompartido.
Si la izquierda limpia y sana produce frutos conscientes
como Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Julio Anguita, Unai Sordo, Rosa Aguilar, Gerardo Iglesias, Marcelino Camacho, Nicolás
Sartorius, Manuela Carmena, Rosa Pérez Garijo, Diego Cañamero o Carlos
Sánchez Mato, o Juan Manuel Sánchez Gordillo, por poner algunos ejemplos de valores, ética y coherencia, pues por algo será. Quizás ya sea hora de valorar sus menús, que en realidad son de tod@s y para tod@s ¿no?
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