lunes, 2 de mayo de 2022

El mejor equipaje para el futuro. Gracias, Yolanda y gracias, Público!


Dominio público

Primero de mayo: derechos en marcha

Yolanda Díaz

Ministra de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta segunda del Gobierno

Ambiente durante la manifestación del Primero de Mayo en Madrid de 2021.- SERGIO PÉREZ / REUTERS

El Primero de Mayo es una jornada contra la indiferencia. Es ese día luminoso y alegre en el que nadie dice: "Así son las cosas" o  "qué le vamos a hacer". No nació para eso el 1 de mayo sino para desmentir, en las calles, cada primavera, todas las trampas cotidianas de la resignación y del individualismo.

Ese no a la melancolía, esa expresión solidaria de los hombres y las mujeres trabajadoras, está en el origen mismo de esta celebración internacional del sindicalismo. Se trata, en realidad, de un ejercicio práctico de memoria que, al engrasar la cadena del olvido, pone a punto la maquinaria de nuevas y necesarias reivindicaciones laborales.

El 1 de mayo consagra, en plazas y avenidas, una ley escrita, a varios manos, en el reverso de la historia. Nace de la experiencia personal de las personas trabajadoras. Esa ley nos dice que la conquista de derechos laborales actúa sobre la democracia para ensancharla y que, en igual medida, la democracia crece, se expande, con la consecución de esos derechos.

Este 1 de mayo será diferente por varias razones. Hemos dejado atrás una pandemia que ha provocado una de las fracturas sociales más graves jamás conocidas. Sin tiempo casi para retirar la mascarilla que embozaba nuestra sonrisa, una guerra en el corazón de Europa ha desbaratado vidas humanas, futuros y previsiones macroeconómicas. Una amenaza real para los sectores productivos, para los empleos y para los incipientes procesos de recuperación y transformación en los que se hallan inmersos nuestros países.

En medio de tanta injusticia y destrucción, sin olvidar a todas las personas trabajadoras que en Ucrania no podrán este domingo salir a la calle, España celebra su primer 1 de mayo desde la aprobación de la Reforma Laboral. La fecha se reviste del brillo de los acontecimientos por esta razón.

Resultado de un fructífero diálogo con los agentes sociales, la Reforma Laboral ha reconfigurado el paradigma de las relaciones laborales en España. Su impugnación de la precariedad y la temporalidad ha cristalizado en condiciones laborales muy reconocibles para las personas trabajadoras y sus familias, como el aumento exponencial de la contratación indefinida, la alta ocupación entre las mujeres o la caída en más de 9 puntos de la tasa de paro juvenil. Más estabilidad, más seguridad, más salud y protección, en definitiva.

En estos dos últimos años hemos sido más conscientes que nunca de las transformaciones que han operado en el mundo del trabajo, también de su centralidad en nuestras vidas. Nuevas ocupaciones, realidades ya establecidas como el teletrabajo o las plataformas digitales y problemáticas inherentes a una sociedad hiperconectada, más consciente que nunca de los retos de la sostenibilidad y la salud medioambiental, y de la necesidad de una mirada verde y feminista que reequilibre todas las desigualdades. 

La Reforma Laboral es, al fin, una sólida estructura, que permitirá sustentar vidas y trabajos dignos, pero que abre además un nuevo tiempo. Es un tiempo de esperanza que le habla a la juventud, porque es nuestra juventud la que protagonizará este y todos los mayos del futuro. Es nuestra juventud la que, tras más de una década de respuestas precarias y de inestabilidad, ve ahora crecer la apuesta por la formación, por la ciencia, por los lenguajes que explican y retratan el día de mañana.

Sin nuestra juventud, sin las investigadoras y los profesores, no se puede escribir el porvenir. Y por eso este 1 de mayo será diferente. Porque la defensa del trabajo digno se dará la mano con una voluntad muy concreta: la de seguir tejiendo leyes audaces que lean, con justicia y sentido de lo público, este tiempo de transiciones ecológicas y tecnológicas. 

"Quien trabaja deja de vivir", escribió Georges Perec en Las cosas. El trabajo digno representa lo contrario de esa afirmación. El trabajo digno es nuestro derecho y hacia él debemos seguir avanzando. Trabajos con sentido, trabajos hechos para la vida. Sumando siempre más derechos laborales y más democracia, con esa invitación a la alegría que deja siempre en el aire el Primero de Mayo. 

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Comentario del blog 


Razones para la alegría en medio del caos, haberlas haylas. Una de ellas es tener el privilegio espacio-temporal de que, por primera vez en la historia de este reino del destarifo crónico, podamos contar con una ministra de Trabajo, de Economía Social y vicepresidenta de un gobierno como Yolanda Díaz. Eso quiere decir que en los pueblos celtibéricos, un sector importante de la base social se ha despertado y, tras un camino demoledor, va creando con su mirada y su conciencia otro plano social que ya no se basa en la discriminación ni en las castas ni en las batallas, sino en la Casa Común y compartida de una convivencia que coopera, plural y fraterna, mediante una creciente igualdad entre derechos y deberes. Un despertar para todos los planos diversos de la misma sociedad.

El trabajo es una riqueza, en efecto, y no una penitencia ni un castigo para pobres y abusados, como ha sido durante siglos entre nosotr@s, l@s español@s. El trabajo nos ayuda a evolucionar, a valorar lo que hacemos, a mejorar las relaciones interpersonales, a aprender y a asimilar que cada día es distinto y único, aunque aparentemente todos los días hagamos lo mismo, nosotr@s no somos l@s mism@s, cada día es un avance o un retroceso en un camino vital que no depende solo de lo "que" hacemos, sino sobre todo de "quién" lo y de "cómo" se hace. Las mejores técnicas y conocimientos aplicados sin conciencia consciente, pueden resultar fatales. Pero, hasta el oficio más elemental y cotidiano, realizado desde lo mejor, más sano, consciente y generoso de cada un@ de nosotr@s, se transforma en un camino centrado, sereno, riquísimo en autoconocimiento, aprendizaje constante y felicidad inalterable, que nos libera de la peor enfermedad: no conocernos a nosotr@s mism@s, algo que nos impide simultáneamente conocer la realidad objetiva del mundo que nos rodea, pues nos  impide la integración en nuestra familia universal: la humanidad.

Es nuestra conciencia individual, unida a las demás conciencias, la que va despertando e integrándose en la Consciencia universal, cuya sede es la pedagogía y el logro del bien común. Yolanda Díaz, y quienes ya viven esos valores universales, y por ello tan concretos, lo han descubierto, sin duda. Y eso, -así lo confirmo como superviviente del franquismo y de los esbozos y garabatos democráticos posteriores-, es el único pasaporte disponible para el futuro de  nuestra especie, si quiere seguir en pie en un planeta tan en las últimas como el presente y el futuro de que disponemos. 

Aunque parezca un oxímoron, la alegría es, en medio del desbarajuste y el caos de ahora mismo, la mejor energía alternativa de que disponemos, nadie ni nada puede arrebatarnos la decisión de ponernos en marcha por dentro y por fuera. Las tinieblas se acaban cuando se enciende la luz interna que no deslumbra sino que ilumina para ver lo que tenemos por delante y lo que debemos dejar atrás sin ningana nostalgia ni melancolía, porque de nuestra disposición abierta y positiva en conciencia y actitud, depende todo lo que vamos a lograr. El alma y la conciencia son las guías constantes de la inteligencia real, que no es solo la que piensa, sino sobre todo y además, la que realiza, la que crea, la que nunca se acaba aunque aparentemente lo pueda parecer, lo suyo no son los finales, sino el cambio. El fluir en el desapego y sin miedo, aunque siempre con prudencia, que es el respeto y la comprensión hacia lo diverso. La alquimia vital y no como talismán "mágico", sino como el resultado tangible de su piedra filosofal: el gozo compartido de integrarnos en la Consciencia que Somos tod@s en el Tod@, cuyo resultado es la alegría regeneradora, la resurrección vital del instante infinito y sus logros en todos los planos. Una alegría que no es jarana ni espectáculo sino la mesa puesta por la familia humana en su pluralidad, para que tod@s podamos comer y disfrutar del ágape sin fin, que en griego significa amor compartido.

Si la izquierda limpia y sana produce frutos conscientes como Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Julio Anguita, Unai Sordo, Rosa Aguilar, Gerardo Iglesias, Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Manuela Carmena, Rosa Pérez Garijo, Diego Cañamero o Carlos Sánchez Mato, o Juan Manuel Sánchez Gordillo, por poner algunos ejemplos de valores, ética y coherencia, pues por algo será.  Quizás ya sea hora de valorar sus menús, que en realidad son de tod@s y para tod@s ¿no? 

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