viernes, 27 de mayo de 2022

Resiliencia en todos los sentidos, empezando por cada un@ de nosotr@s.

 

El futuro de la vida sostenible: siete posibles direcciones del cambio

Imagen: una vista del pavimento de Lisboa. Las pequeñas teselas hacen que se adapte sin romperse a las raíces del árbol que crecen debajo, un buen ejemplo de resiliencia.

 

Redimensionamiento

“Ande o no ande, burro grande” es un refrán muy antiguo con equivalencia en todos los idiomas del mundo. Se usa para criticar la presunción del que quiere impresionar a los demás por encima de cualquier consideración de eficiencia. Un burro muy grande come mucho, y seguramente un burro más pequeño y vivaz le hará mejor servicio al labrador. En nuestro tiempo los burros se han extinguido casi en su totalidad, pero el refrán se puede aplicar a muchos objetos cotidianos sobredimensionados: coches, sistemas de aire acondicionado, calentadores, o simplemente casoplones, todos ellos costosos de mantener y alimentar de energía, agua y materiales. El concepto también se puede aplicar a la comida, una cuarta parte de la cual se tira a la basura, lo que indica un muy mal dimensionamiento de la compra de alimentos. O a las maquinillas desechables, kilos de plástico a la basura a cambio de unos cuantos afeitados. Por el extremo opuesto, muchas familias tienen sistemas de transporte, climatización o alimentación claramente infradimensionados. En este futuro sostenible, habría menos burros grandes sobredimensionados y también menos asnos pequeños infradimensionados.

Soluciones reales para la vida sostenible

Entre la frase “mejora el aislamiento de tu casa”, y la llegada de una cuadrilla de profesionales con todo el material necesario para reducir drásticamente el derroche térmico de tu casa, hay un largo trecho. Esta larga distancia entre las buenas ideas y su realización se puede ir reduciendo gracias a la unión de varios elementos: la tecnología (por ejemplo, apps capaces de decirte con precisión qué necesitas para reducir tu factura energética en un 50%), la política institucional y social de mejora de las condiciones de vida a largo plazo y una cultura que considere un edificio muy mal aislado tan peligroso como un edificio en ruinas. Se trata de soluciones sostenibles a medida, capaces de beneficiar a los destinatarios analizando su huella ecológica, detectando problemas y proponiendo soluciones muy concretas y asequibles.

Buenismo planetario

En una época en que se impone el “malismo” nacional, la cultura de una vida de baja huella, sostenible y generalizable a toda la humanidad, parece casi chocante. Pero cada vez más gente, de Greta Thunberg para abajo, está cayendo en la cuenta de que no existen las islas de seguridad, aunque tengan el tamaño de un país entero. La vida sostenible puede ofrecer soluciones interesantes para poner en práctica la idea de que podemos, literalmente, salvar el planeta.

De las campañas culpabilizadoras a las promociones interesantes 

Es una queja común que las admoniciones y prédicas para propiciar la sostenibilidad no se diferencian mucho de los sermones de un cura amenazando a sus fieles con el infierno si se apartan del camino recto. En este caso nos amenazan con el apocalipsis mundial si seguimos comiendo tanta carne o conduciendo nuestro SUV. La vida eco-virtuosa se plantea en términos de: a) Privación y sacrificio –sin carne, sin coche. b) Rituales cotidianos que hay que realizar hasta que los pequeños eco-gestos se conviertan en un hábito (apagar la luz al salir de un cuarto, cerrar el grifo cuando nos lavamos los dientes). Este enfoque está siendo superado por otro más realista, en el que la ciudadanía puede aprovechar las ventajas de la vida sostenible gracias a ofertas interesantes, como la drástica reducción del recibo de la luz o la notable mejora de la salud que viene cuando se usa menos el coche y se camina y se cocina más. 

Resiliencia y autosuficiencia

Ahora que vemos de manera dramática lo interconectado que está el mundo (por ejemplo, la guerra de Ucrania puede provocar una hambruna mundial) puede sonar a hueco hablar de autosuficiencia. Pero es un elemento importante de la vida sostenible que irá a más. El auge del autoconsumo eléctrico es una de sus manifestaciones, pero hay más: cooperativas de consumo de alimentos, o simplemente vehículos y sistemas de climatización independientes de la red mundial de distribución de combustibles fósiles. Una consecuencia positiva de esta dirección del cambio es un drástico aumento de la resiliencia, la capacidad de superar las perturbaciones potencialmente destructivas.

Ritmo de vida lento (o menos rápido)

El acelerado ritmo de la vida moderna es la gran coartada que está detrás de muchos aspectos de una vida insostenible: la comida chatarra (no tenemos tiempo para cocinar) o los atascos de tráfico (no tenemos tiempo para usar el transporte público, o simplemente caminar). Tampoco tenemos tiempo para ir a comprar al mercado, reparar las cosas que se estropean o tunear nuestra ropa. Muchas iniciativas “slow”, como Slow Food, que van a ir a más, reivindican esta necesidad de no aceptar el supuesto ritmo trepidante y estresante de nuestra vida cotidiana, que en buena parte es un invento publicitario.

Ciencia ciudadana de la sostenibilidad cotidiana

¿Conviene apagar la calefacción por la noche? ¿Son más sostenibles las bolsas de plástico o las de papel? ¿Puede ser saludable una dieta vegetariana? Infinidad de preguntas como estas forman la ciencia de la sostenibilidad cotidiana, generalmente solventadas en artículos periodísticos del tipo “verdades y mentiras de la ecología” que, por muy bienintencionados que estén, suelen añadir más confusión que aclarar las cosas. El concepto de ciencia ciudadana viene en nuestra ayuda, porque todos somos expertos en los aspectos de la vida sostenible cotidiana que manejamos más de cerca. Poner en común este conocimiento sería muy necesario.

 

Jesús Alonso Millán 


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Comentario del blog

He aquí un ejemplo evidente del periodismo que más necesitamos en estos tiempos de hecatombe social, si queremos que las noticias de cada día cambien de contenidos porque la realidad cotidiana va cambiando a mejor, porque nos empeñamos en común y en privado en cambiar de mirada y de entendederas para salvar el planeta y la vida de todas las especies, entre ellas, la nuestra que es la "emprendedora" más "experta" en provocar la debacle global que si no cambiamos YA, nada ni nadie podrá evitar por más pasta, poder, ocurrencias sanas que lleguen tarde, y "ciencia" que sobre todo acumule pelas en sus cajas fuertes. 

Hale, vamos a ello y aprendamos de las teselas lisboetas y sobre todo de los portugueses que las hacen posibles. Pero tampoco está de más no ignorar la historia de la humanidad y las secuelas mortales de los imperios, que nos han ido marcando el ritmo del crecimiento sin límites hacia el finiquito del propio planeta y de la propia humanidad, ni reducir el valor del Apocalipsis al círculo de las religiones, sermones, miedos y peroratas. 

Que la humanidad durante milenios haya computado a lo largo de la evolución, por inercia religiosa y amañada, como "castigo divino" el resultado de su autodevastación, no significa que esa autodevastación se la hayan inventado los curas, los imanes o los lamas, incapaces de comprender que no hace falta ningún dios que "nos castigue" por destruirnos a nosotros mismos. Ya nos apañamos divinamente solitos en el pifostio, para conseguir con éxito arrollador resultados inimaginables, que a la vista están...nuestra historia propia canta La Traviata en estéreo. Ains! 

El hecho de que haya mentes y sensibilidades humanas capaces de pensar e intuir con acierto el futuro de la humanidad y avisar de lo que hay y va a haber, (no olvidemos a Pitágoras, Hipatia de Alejandría, Hildegard von Bingen, Da Vinci, Einstein, Tesla, Jung, Max Plank, Naomi Klein o Noam Chomsky), el potencial de la verdadera profecía no es nada religioso, Hipócrates trabajaba en un templo/hospital y aconsejaba como remedio básico en toda terapia el "conócete a ti mismo" ; no es necesaria la creencia en dioses externos, basta simplemente tener una conciencia capaz de atar cabos y acertar no por casualidad o por hibris, sino porque hay capacidad humilde y natural para hacerlo y comprobar in situ  la certeza de que los pinos no dan melocotones ni la podredumbre humana es salud para nada ni para nadie, aunque produzca bacterias que bien aprovechadas por la experiencia de los más despiertos, humildes y sabios (nunca resabiados) se conviertan en abono para los campos y los intestinos de la humanidad, y si no nos empeñamos sistémicamente en que solo las bacterias sean la materia prima de nuestra civilización y les concedemos el poder de gobernarnos y teledirigirnos en plan Gran Hermano total. Nada más. Y nada menos. 

Greta Thumber es un ejemplo clarísimo de que la profecía antropológica sigue en pie por necesidad resiliente , avisando de que si no hacemos caso a las miradas limpias de las niñas y niños, precisamente con Asperger en este caso,  que aún no se han podrido entre el móvil e internet, las vamos a pasar canutas. 

Las teselas de Lisboa, también son un testimonio de profecía integrativa. Tan fánatico es imponer creencias por la fuerza y la seducción manipuladora, como atacar todo aquello que no se comprende ni alcanza a ver con vendas en los ojos, y la miopía de siempre sin solucionar, como la imagen del fiasco que padecemos, disfrazado de "justicia"...Ains! 

Dime lo que combatimos y te diré lo que no entendemos. Si entiendes nunca combates, -enfrentar debilita, comprender fortalece- sencillamente te comprometes con el bien común y lo pones en práctica, no pierdes el tiempo en lo mismo de siempre, para que no se siga repitiendo la historia interminable, sobre todo cuando ya queda tan poco y el futuro yace en la entropía del presente esperando una bifurcación liberadora imprescindible y no más guerras ideológicas o "ecológico/resilientes", que solo conducen a la misma entropía de la que se pretende escapar, llevando el mismo equipaje hacia el nuevo destino que no se encuentra por casualidad, sino que hay que construir entre tod@s; es evidente que no se puede escapar de la propia ratonera que se ha construido entre tod@s, pensando que es el colmo del recolmo.Y por ello seguirá siendo el objetivo de siempre...porque se repetirá la inercia del modelo si no hay un cambio de conciencia que modifique para siempre la percepción vital, como experiencia transformadora,  de los individuos en la especie humana. En el budismo se llama satori. Pero no es algo religioso sino energético y psicoemocional. Hasta que no haya una masa crítica con ese tipo de experiencia, lo llevamos crudísimo. Pero no es imposible si hacemos todo lo posible por amar y acoger sin juicios, culpabilidades, remilgos ni miserias adjuntas. Hay esperanza. El efecto mariposa es una realidad. Vamos a ello sin discriminar ni rechazar ni juzgar a nadie. Poniendo en la gratuidad solidaria del compartir toda la energía que se suele poner en la rentabilidad financiera de los negocios, por ejemplo, editoriales y mediáticos. Ahora mismo miles de seres humanos se dedican a escribir y vender libros, para hacer rentable su "compromiso social", pero ¿cuántos fenómenos sin noúmeno, editoriales, se dedican a editar amor y acogida directa en el tú a tú de las plazas, de las asociaciones de vecinos, de la stoa callejera,  en la sala de espera del dentista, en la charleta del kiosco, en la cola del súper, en la farmacia, en el ascensor, en el autobús, en el metro, en la peluquería, en las terrazas, en los parques, en la calle...No por cotilleo, ni para comer el tarro predicando cultos, religiones o ideologías, sino preguntando, leyendo y mirando el alma de nuestros semejantes, uno por una, acogiendo, aunque sea un instante, dedicando al Otro y a la Otra, esa atención que solo le dedicas a "lo tuyo" o como mucho " a lo nuestro", solo a "lo nuestro"? La luz de cada un@ de los Otros es la puerta abierta al Nosotr@s, es la visión del conjunto, es el relámpago imborrable del satori. El chute homeopático de la inteligencia y la conciencia colectiva.  Hay que dar el salto definitivo. Ante un abismo ya indiscutible no se pueden dar pasos porque no hay donde poner los pies. Hay que saltar. Lo primero, eliminando el miedo y sus detritus. 

La palabra coopera en la comunicación de lo mejor y de lo peor, también en borrar los enemigos en lo diverso y en generar fraternidad rica y plural, cooperativa. Y eso nunca lo lograremos a solas con nuestros egos endiosados, sino en común desde dentro para que por fuera todo se regenere y cambie a mucho mejor y no a la deriva del abismo egópata, a veces disfrazado de buenismo "modelno", tan nocivo como el viejo.

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