domingo, 18 de agosto de 2019

Triste España sin ventura - Juan del Encina (1468 - 1529) - CMP 83



Triste España sin ventura,
todos te deven llorar.
Despoblada de alegría,
para nunca en ti tornar.
Tormentos, penas, dolores,
te vinieron a poblar.
Sembrote Dios de plazer
porque naciesse pesar.
Hízote la más dichosa
para más te lastimar.
Tus vitorias y triunfos
ya se hovieron de pagar.
Pues que tal pérdida pierdes,
dime en qué podrás ganar.
Pierdes la luz de tu gloria
y el gozo de tu gozar
Pierdes toda tu esperança,
no te queda qué esperar.
Pierdes Príncipe tan alto,
hijo de reyes sin par.
Llora, llora, pues perdiste
quien te havía de ensalçar.
En su tierna juventud
te lo quiso Dios llevar.
Llevote todo tu bien,
dexote su desear,
porque mueras, porque penes,
sin dar fin a tu penar.
De tan penosa tristura
no te esperes consolar.

Juan del Encina El Cancionero de Palacio 

Está claro que la cosa no es de ahora. El cenizo histórico viene de lejos; ya en 1497 -a pesar de las alegrías conquistadoras de ultramar, recién estrenadas-, estaba la cosa anímicamente bastante negra por estos andurriales eternamente a la greña por cualquier causa; aquel año la excusa para el lamento fue la muerte del heredero de los Reyes Católicos, el infante Don Juan, pero, se ve que por puro despiste y  estrés con tanto rifirrafe, nadie se acordó de hacer una elegía a la muerte contemporánea de miles de moriscos y judíos masacrados por sus católicos papis e Inquisición adjunta, cuyas muertes no tenían nada que ver, por supuestísimo,  con la de un príncipe heredero españolazo que hubiera podido disfrutar de la unidad del yugo maravilloso para bueyes comodioshmanda, ideado por sus progenitores, tan pedagogos como expertos en la virtud del despotismo sin ilustrar, pero de mucho rezar, eso sí... Seguramente el autor, sí se estuviese refiriendo entre líneas al conjunto general de duelos hispánicos y no solo al ámbito real de parásitos coronados; los poetas, salvo raras excepciones, tienen cierta videncia, basta con leer la Oda IV de Virgilio, -en pleno apogeo de Augusto para identificar la llegada del cristianismo con pelos y señales, antes incluso de que naciera Jesús de Nazaret- y atan cabos con más facilidad que otras especialidades literarias y artísticas. 
Triste España sin ventura viene siendo el epitafio habitual de nuestro engrudo patriótico desde hace, como mínimo, unos quinientos añitos, así, sin detallar demasiado, década arriba o abajo.
Conviene no perder de vista el concepto de Dios que el poeta describe, no tiene desperdicio y explica divinamente que a Plácido Domingo  las cantantes abusadas y, también, consentidoras, le considerasen a tan alto nivel de divinidad en plena teofanía, hasta en las más indecentes y humillantes propuestas, que seguramente interpretaban desde su místico arrobo de vestales cantarinas, como privilegio al ser elegidas entre la otras muchas mindundis irrelevantes. De no ser así, no habrían podido soportar jamás semejante vejación y seguir tan campantes como si todo fuese normal y hasta sublime. Si eso mismo lo hacía Zeus o el Espíritu Santo con la Virgen María...podemos ampliar el cupo del gafe con permiso de Juan del Encina:
               Triste humanidad sin ventura...


 

No hay comentarios: